Todo autor es producto de su tiempo, lo que implica que sus ideas están ancladas en un marco epistémico particular. En el caso de Lacan, esto se refleja en su relectura de Freud desde la noción de estructura.
Desde sus primeras elaboraciones, Lacan plantea que el psicoanálisis da cuenta de un "desarreglo esencial, no meramente contingente, en la sexualidad humana". Con esta afirmación, comienza a delinear la estructura de un impasse que se manifiesta en la dificultad que lo femenino —o el no-todo— representa para el ser hablante.
Esta perspectiva pone de relieve la insuficiencia de la lógica atributiva fálica para abordar la cuestión de la sexuación. ¿Por qué habría de desarrollar Lacan el concepto de objeto a, si el campo fálico no estuviera atravesado por una inconsistencia?
Entre el final del Seminario 18 y el inicio del Seminario 19, Lacan consolida un esquema lógico que permite una formulación que no se reduce a una mera atribución: las fórmulas de la sexuación. En ellas, articula una lógica cuantificacional con los cuatro modos aristotélicos: posible, imposible, contingente y necesario. Se trata de una formalización altamente sofisticada que introduce una perspectiva modal de la castración, trascendiendo la dimensión imaginaria del atributo y permitiendo un deslinde lógico de lo real.
Esta estructura teórica integra los aportes de Frege y Gödel, lo que permite a Lacan desarrollar un sistema lógico que evidencia tanto el punto de partida como la inconsistencia e incompletitud que afectan a lo simbólico. De esta manera, emerge la conclusión de que la relación sexual complementaria es imposible.
Este trabajo representa un verdadero salto cantoriano, un esfuerzo por llevar la formalización hasta sus límites. Se sostiene sobre la afirmación “no hay relación sexual”, tomada como un axioma fundamental que estructura todo el campo.
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