miércoles, 19 de febrero de 2025

Los celos feminizan.

Habitualmente, es la histeria quien mejor testimonia del estatuto sintomático de los celos, en la medida en que sus corrientes celotipias son un modo de interrogar el carácter enigmático del deseo del hombre en función de la Otra. “¿Qué le viste a ésa?” o bien “¿Cómo pudiste estar antes con ella?” son preguntas habituales que, en la histeria, apuntan menos a buscar una respuesta que aporte un dato que al propósito de sostener una versión del deseo que la ubique en la escena como excluida y, por ende, no la toque como causa. Por esta vía, asimismo, los celos histéricos son una vía privilegiada para sostener el goce de la sustracción –cuestión que incluso se corrobora en que, como ocurre en nuestros días, la histérica preste el cuerpo para el acto sexual, es decir, condescienda a ser objeto de goce... a expensas de una fantasía en la cual se pregunte si acaso él no piensa en otra mujer en ese momento–. Por lo tanto, los celos de la histérica pueden ser una defensa eficaz (sostenida en la posición antedicha) contra el acto (de ser tomada por un hombre) y, cabe pensar, un análisis de un caso de histeria que no haya elaborado este trasfondo celotípico seguramente no habrá avanzado demasiado.

Asimismo, respecto del uso defensivo de los celos puede destacarse una elaboración que se desprende de otro libro reciente: ¿Qué quiere decir “hacer” el amor? (2010) de G. Pommier. Para dar cuenta de este aspecto, mencionaremos un breve recorte clínico del tratamiento de un obsesivo que, luego de un episodio de fuerte celotipia respecto de su esposa, que llevó a una discusión (y una reconciliación en el período de una semana), tiene el sueño siguiente:

“Mi mujer está en una oficina, mi oficina, y hace mi trabajo. De repente entra un hombre que dice querer conversar con ella, y yo escucho las preguntas que le hacen. Son preguntas sobre cuestiones profesionales, pero yo interpreto –me resulta evidente– que esas preguntas son tendenciosas, ya que el hombre está interesado en mi mujer. Siento celos. Me angustio y me despierto.”

Curiosamente, este sueño angustiante tiene también la función de demostrar la condición interpretante del inconsciente: en el curso de las asociaciones, este analizante se sorprende al notar que sus celos sobrevinieron en un momento singular, ya que en ese entonces la relación con su mujer alcanzaba una suerte de reencuentro en el cual él podía sentirse enamorado “de nuevo”. En este punto, la interpretación fue una traducción brusca: sus celos –en el sueño– mostraban un punto de identificación narcisista con su mujer, es decir, ese punto en que él podía volver a verse a sí mismo a través de ella y reconocer el rebrote de su condición de seductor (el día que precedió al sueño se había encontrado pensando en “lo bien y lo lindo” que se sentía junto a su mujer... y el efecto cautivante que eso producía en otras mujeres).

En definitiva, el inconsciente le interpretaba que sus celos eran una manera de defenderse de ese nuevo amor que sentía por su mujer; su celotipia era una proyección del temor que sentía por volver a enamorarse.

Como sostiene G. Pommier en el libro que mencionamos, el amor feminiza a un hombre –a menos que su amor sea la demanda infantil de ser amado–; por lo tanto, la angustia de castración para un hombre no tiene que ver con la expectativa de que el falo le sea cortado, sino con la capacidad de asumirse como amante ya que “cuando una mujer provoca una erección, ese falo le pertenece y su amante puede experimentar por ello una angustia de castración que lo feminiza”. (5)

De este modo, el análisis de la bisexualidad constitutiva del hombre no tendría tanto que ver con el deseo por otro hombre sino con la asunción, propiamente dicha, de una posición de amante –ya que cuando un hombre ama... lo hace como mujer–. Así, en función del recorte clínico anteriormente mencionado, no alcanza con decir que allí los celos eran un reaseguro narcisista contra el deseo, sino que el análisis de un hombre que no haya considerado su posición respecto del amor –más allá de la degradación del partenaire a la condición de objeto fantasmático– tampoco habrá avanzado demasiado.

Por último, cabe retomar la indicación anterior a la proyección. Es un hábito reducir la concepción psicoanalítica de los celos a este único mecanismo. En otro contexto ya hemos estudiado la diversidad de referencias relativas a esta cuestión. (6) Expongamos aquí sólo algunos resultados de ese trabajo anterior: no sólo desde la perspectiva freudiana pueden encontrarse otras variables junto a la proyección (que, en realidad, se aplican a la paranoia), como en el caso de los celos normales o edípicos, o bien en un caso singular de celos que Freud –en su célebre artículo de 1922– adscribe a una asunción del “punto de vista de la mujer”.

En función de esta última mención, en el contexto antedicho, hemos construido el fantasma que subtiende los celos proustianos de En busca del tiempo perdido, donde los celos del protagonista por Albertine restituyen un goce supuesto a la mujer (como un modo neurótico de responder a la pregunta por el goce femenino a través de un fantasma escópico articulado a un deseo de ver).

Asimismo, en dicho contexto hemos apreciado que los celos del protagonista eran muy distintos de, por ejemplo, los que padecían Swann o Charlus respecto de sus amantes. Por lo tanto, el interés –antes que en proponer una “teoría general” de los celos, a través de un mecanismo ubicuo– radica en establecer diferencias clínicas que no se confunden con un retorno larvado a la pasión clasificatoria de una psicopatología, esta vez, de la mano de una pseudo-hipótesis etiológica, sino de atenerse al despliegue de un caso en función de lo que se produce en la dinámica de la dirección de la cura. No otra cosa decía Lacan cuando sostenía en la Apertura de la sección clínica que “la clínica psicoanalítica consiste en el discernimiento de cosas que importan y que cuando se haya tomado conciencia de ellas serán de gran envergadura”.

5- Esta indicación de Pommier remite, indirectamente, a una formulación de Lacan en el seminario 10: “Sea como sea, si la mujer suscita mi angustia, es en la medida en que quiere mi goce, o sea, gozar de mí. [...] En la medida en que se trata de goce, o sea, que ella va a por miser, la mujer sólo puede alcanzarlo castrándome”.
6- Cf. Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante, Buenos Aires, Letra Viva, 2013.

Fuente: Lutereau, Luciano "Ya no hay hombres: Ensayos sobre la destitución masculina" . Capítulo "El malestar contemporáneo"

La sacerdotisa, entre Kether y Tiferet

El sendero que une las sefirot de Kether y Tiferet es La Sacerdotisa, cuyo atributo principal es la intuición, es decir: la recepción directa del conocimiento sin intervención de la mente. La etimología de "intuir", proveniente del latín intueri, que significa "mirar hacia dentro" o "contemplar", nos recuerda la relevancia de dirigir nuestra atención hacia el interior. Este es precisamente el objetivo de las prácticas meditativas en diversas tradiciones: fomentar un enfoque introspectivo y profundo.


Se trata de un sendero que conecta lo mental con lo espiritual. Es un camino abierto en ambas direcciones de manera constante. La Sacerdotisa ocupa el tramo superior del llamado Sendero de la Flecha, que se encuentra en el Pilar Central y simboliza la expansión de la conciencia. La Sacerdotisa personifica la clarividencia. A medida que ascendemos en este Sendero de la Flecha, la función psíquica se vuelve más sutil:

  • Sendero 21: Instinto.
  • Sendero 14: Percepción.
  • Sendero 2: Clarividencia.
Además, aunque no está representado en el esquema, el sendero atraviesa a Daat (conocimiento, gnosis), la sefirá oculta, que se representa en medio del Abismo y de este sendero de La Sacerdotisa. Se trata de uno de los tres senderos que cruzan la barrera del Abismo, y lo hace trascendiendo la dualidad. La sefirá oculta de Daat se representa justo sobre esta barrera del Abismo y sobre este sendero: el verdadero Conocimiento está más allá de la dualidad.

La carta:
- El libro abierto no es otro que la Toráh, y su interpretación hermética es la Cábala.
- Figura femenina: La monja como mujer casada con Dios, y que representa la unión de la Amada (el alma, siempre femenina) y el Amado (El Señor) tal y como expresan los místicos.
- La figura entre dos columnas: el Pilar Izquierdo y el Pilar Derecho del Arbol de la Vida, entre los que efectivamente se encuentra este sendero.
- Nº 2: dualidad, se refiere a los dos grandes principios básicos del universo manifestado: el principio activo o Yang, el Pilar Derecho, y el principio pasivo o Yin, el Pilar Izquierdo.

Significados adviinatorios de la carta

Signos al derecho:

Signos invertidos:

Sabiduría, sano juicio, conocimiento sereno, sentido común, cultura, serenidad, objetividad, penetración, educación, previsión, intuición, comprensión, percepción, confianza en sí mismo, emoción oculta, falta de emotividad aparente, incapacidad para compartir, falta de paciencia. Solterona, relaciones platónicas, evita enredos emocionales, a veces habla demasiado. Práctico, profesor. Espiritualidad.

Ignorancia, falta de previsión, falta de comprensión, egoísmo, aceptación del conocimiento superficial, juicio inadecuado, superficialidad, vanidad.

La voz de Freud y su silencio

Entre quienes conocieron a Freud, algunos dejaron testimonio sobre su voz, tanto de su potencia como su tono y articulación. Hanns Sachs, quien fuera un cercano alumno y colaborador, recuerda esa voz como baja, sin caer en el tono metálico común entre los conferencistas. Y agrega: “Su elocución impecable y su cuidadosa acentuación lo hacían siempre perfectamente audible, aunque su voz no tenía ninguno de los tonos plenos y ricos que se extienden y dan una fuerza sugestiva a las palabras. Nunca lo escuché alzar la voz con ira o emoción.

La francesa Maryse Choisy, conoce a Freud en 1922 y registra las variaciones de entonación usadas en una entrevista, aunque dentro de un registro áspero y estridente.
Ludwig Binswanger, quien lo trató por años, alude a esa voz cuando habla del estilo freudiano: “Agudo y preciso en la elección de las palabras (…) sin levantar nunca su voz bien modulada: así es Freud tal como lo recuerdo hasta el día de hoy. Su manera de hablar estuvo condicionada por su inquebrantable y apasionada devoción por el tema en discusión, por el tema científico y sus diversas implicaciones.
Una variación en los testimonios se introduce en 1923, año en que comienzan las operaciones en la boca de Freud, cuando se suma el uso de las distintas prótesis y el avance del cáncer.
Robert P. Knight, por ejemplo, anota que aquella voz era ronca y esforzada. Rememora que Freud se disculpa por las dificultades en su habla, dado que había sido operado de garganta recientemente.
Raymond de Saussure registra esa voz como una compañía, que se mezclaba con el silencio de los cigarros, cuando estaba en el diván.
La poco amable Odette Pannetier, una periodista francesa que visita a Freud en 1936, recorta que la voz del profesor era chirriante, acompañada como de un contrapeso, que compara con el ruido de un ascensor.
El amante de las piezas probatorias sabrá que hay un único registro de la voz de Freud. Se trata de una grabación obtenida por la BBC y que data del 7 de diciembre de 1938. La información disponible señala que se le había solicitado a Freud que leyera algunos fragmentos de su trabajo. La oferta debió ser declinada: en aquel momento cualquier tarea, incluso el hablar, era ardua. Es por eso que los técnicos de la BBC debieron trasladarse al domicilio de Freud, para obtener la grabación. Y también se debe al esfuerzo que lo pronunciado abarca menos de dos carillas o poco más de dos minutos. En busca de superar la debilidad del tono, la BBC ofreció suplirla con el uso de amplificadores. Se cuenta que, una vez obtenida la grabación, Freud no se interesó en escucharla.
Richard Sterba, quien había hablado con el profesor desde 1928, nota algunas alteraciones en aquella voz grabada. Escribe: “Me sentí triste cuando escuché el disco fonográfico en el que estaba grabado su discurso (…) hay un silbido en su discurso que no estaba presente antes. En el momento en que se grabó su voz, el cáncer debía haber progresado de tal manera que ya no era posible el cierre completo de la cavidad bucal”.
La grabación en cuestión nos permite tener alguna idea de la voz de Freud, una voz que nos llega atravesando variadas dificultades, de un hombre enfermo y en su vejez. Solo por unos pocos segundos lo oímos hablar en la lengua en que soñaba.
Luego no tenemos la voz de sus conferencias, de sus exposiciones o los tonos de sus intervenciones. Acaso no sea del todo injusto. En especial para Freud. Se ha dicho que su más grande invento es el silencio. La expresión tiene su especificidad. Se trata de un silencio operativo. Un silencio que funciona como umbral, como forma de acceder y de hacer acceder a lo desconocido, incluso a lo indecible, de aquellos que hablan.

El peligro, la defensa y la escritura del trauma

Freud comienza su recorrido teórico explorando el funcionamiento del aparato psíquico y sus mecanismos. En un segundo momento, su enfoque se dirige a la pregunta sobre cómo este se constituye. Es en este marco donde el concepto de defensa adquiere relevancia, siempre en relación con la noción de peligro.

El peligro, según Freud, puede analizarse desde distintas perspectivas: ¿es posible intervenir sobre él, resolverlo? Esto permite distinguir entre un peligro "externo", del cual el sujeto puede escapar, y otro tipo de peligro, uno del que no puede sustraerse. En este último caso, emerge la pulsión como el núcleo del problema, mostrando que las coordenadas interno/externo complican la comprensión. Aquí, Freud sitúa la importancia del espacio y del borde, un borde que rompe con la oposición clásica interior/exterior propia de la geometría euclidiana.

El planteo fundamental de Freud reside en que, de manera temprana, logra vaciar al peligro de toda cualidad concreta, asociándolo a la irrupción traumática de un componente económico. El trauma, en este sentido, se entiende como aquello que excede las barreras de protección del aparato psíquico.

Lacan retoma esta concepción freudiana y la amplifica al formalizarla mediante el matema. Para Lacan, lo traumático se inscribe como lo económico que quiebra las defensas frente al peligro. Pero su escritura no opera como representación, sino como una dimensión de la formalización orientada hacia la transmisión. Escribe, entonces, el peligro asociado a la falta de garantías para el sujeto, una situación que lo deja, en cierta medida, desprovisto y solo.

En esta línea, Lacan describe el matema del significante del Otro barrado, que señala aquello que el significante "no cesa de no escribir". Esta falta es a menudo encubierta por las "ficciones de la mundanidad", pero persiste como la piedra de escándalo del psicoanálisis: el significante de una falta en el Otro. Así, el matema se convierte en una herramienta que escribe la estructura del trauma y, al mismo tiempo, la imposibilidad de una representación completa del sujeto.

martes, 18 de febrero de 2025

La comunicación en el psicoanálisis según Lacan: una estructura marcada por la alteridad

Lacan considera la comunicación como una dimensión central en su abordaje de lo simbólico, pero la replantea de manera radical respecto a los conceptos tradicionales. Rechaza la noción de un código común, típica de la teoría de la comunicación, donde se presume que un intercambio de información claro y directo entre emisor y receptor es posible gracias a un marco compartido de significados.

En lugar de esto, Lacan propone una estructura comunicativa basada en la alteridad radical que existe entre el sujeto y el Otro. En su planteamiento, no hay un código común que sustente la comunicación; lo que opera en su lugar es la preexistencia del lenguaje como campo y estructura, algo que antecede a la entrada del sujeto en él.

Esta falta de un código común pone en cuestión la posibilidad de una comunicación entendida como un circuito de información sin equívocos. Desde esta perspectiva, el mensaje no proviene tanto de quien lo emite, sino que depende de la sanción significante del Otro. El sujeto mismo, según Lacan, es ese mensaje, pues lo que adquiere valor comunicativo es lo que el Otro otorga mediante su interpretación.

Un ejemplo ilustrativo es el llanto de un niño: no se convierte en una demanda hasta que el Otro lo escande y lo dota de significado. Esto implica que toda palabra, más allá de su emisión, incluye inevitablemente al oyente y busca una respuesta en él.

Así, la comunicación en psicoanálisis se fundamenta en la disimetría y la disparidad. Este planteamiento es esencial para comprender fenómenos como la transferencia y para pensar las posiciones respectivas del analista y el analizante. En esta dinámica, el lenguaje y la alteridad radical son los pilares de una comunicación que, lejos de ser un intercambio directo, se caracteriza por la mediación constante del Otro y por la naturaleza equívoca inherente al lenguaje mismo.

Diferencia entre lo materno y lo femenino

Existe una tendencia, que podríamos calificar de religiosa, a confundir o incluso equiparar lo materno con lo femenino, llegando al extremo de considerar la maternidad como la máxima realización de la feminidad.

El psicoanálisis, sin embargo, introduce una serie de distinciones y controversias entre estos dos términos. Desde Freud, esta diferencia se vuelve problemática. Un ejemplo claro de ello es el caso Dora, donde Freud inicialmente malinterpreta el horizonte de su paciente: no era el señor K quien captaba su deseo, sino su esposa. Dora se encontraba confrontada con el enigma de lo femenino, que aquella mujer representaba y a la vez respondía. Freud, en su epílogo al caso, reconoce esta dificultad retrospectivamente, lo que evidencia la tensión entre lo materno y lo femenino, aunque sin una delimitación clara en ese momento.

Será Lacan quien radicalice esta diferencia, llevándola a una distancia exponencial. Dos conceptos fundamentales permiten esclarecer esta distinción: el deseo y el goce.

En cuanto al deseo, lo materno se encuentra estructuralmente vinculado a la metáfora paterna y, por lo tanto, a una referencia fálica. En este sentido, el niño ocupa la posición de falo para el deseo materno. En contraste, el deseo en lo femenino no puede reducirse completamente a la lógica fálica, tal como lo desarrolla Lacan en Aún.

A nivel del goce, esta distinción se vuelve aún más evidente. Mientras que en lo materno el goce del cuerpo del niño como falo está prohibido, la lógica del goce femenino se caracteriza por su indecidibilidad. Esto último se articula con la noción de no-todo, lo que implica que el goce femenino no puede ser completamente capturado dentro del orden fálico y responde a una lógica distinta, que escapa a cualquier totalización.

Las lágrimas de Eros - Georges Bataille

Marco Teórico y Contexto: Ensayo filosófico-erótico sobre la relación entre el erotismo, la muerte, la violencia y lo sagrado.

Las lágrimas de Eros de Georges Bataille (publicado póstumamente en 1961) es una obra singular y provocadora que explora la intersección entre el erotismo, la muerte, la violencia y lo sagrado. Bataille, un pensador heterodoxo y transgresor, se sitúa fuera de las corrientes filosóficas dominantes, y desarrolla una reflexión personal y radical sobre la experiencia humana en sus dimensiones más extremas y contradictorias (Bataille, 1961).
La obra se inscribe en la tradición del pensamiento libertino y anti-religioso, pero va más allá de la mera celebración del placer o la negación de Dios. Bataille busca comprender la profunda conexión entre el erotismo y la muerte, entre el deseo y la transgresión, entre la belleza y el horror.
Las lágrimas de Eros no es un tratado sistemático, sino una colección de reflexiones, imágenes y fragmentos que iluminan diferentes aspectos de la experiencia erótica, desde la pintura prehistórica hasta el arte moderno, pasando por la literatura, la religión y la etnología. La obra está profusamente ilustrada con reproducciones de obras de arte de diferentes épocas y culturas, que complementan y enriquecen el texto.

Análisis de los Conceptos Clave: Una Deconstrucción Filosófico-Erótica
Erotismo: La Transgresión de los Límites y la Continuidad del Ser:
Para Bataille, el erotismo no es simplemente la sexualidad, sino una experiencia más amplia y profunda, que implica la transgresión de los límites que separan al individuo de los demás y de la continuidad del ser. El erotismo es una ruptura del orden establecido, una disolución de la identidad individual, una apertura a lo desconocido y a lo prohibido.
El erotismo es fundamentalmente ambiguo: es a la vez placentero y doloroso, creador y destructor, sagrado y profano. Es en esta ambigüedad donde reside su fuerza y su misterio.
Muerte: La Conciencia de la Finitud y la Fascinación por lo Prohibido:
La muerte es una presencia constante en la obra de Bataille. La muerte no es solo el fin de la vida, sino una dimensión fundamental de la experiencia humana. La conciencia de la muerte es lo que nos distingue de los animales, y es también lo que nos conecta con el erotismo.
La muerte es fascinante y repulsiva a la vez. Es el límite absoluto, lo desconocido por excelencia, y, por lo tanto, un objeto de deseo y de temor. El erotismo, en su dimensión transgresora, se acerca a la muerte, juega con ella, la desafía.
Violencia: La Ruptura del Orden y la Experiencia del Exceso:
La violencia, para Bataille, no es solo la agresión física, sino una fuerza más general que rompe el orden establecido, que desgarra los límites y que libera las energías reprimidas. La violencia puede ser destructiva, pero también puede ser creativa, catártica y reveladora.
La violencia está íntimamente ligada al erotismo y a la muerte. En el acto sexual, en el sacrificio ritual, en la guerra, la violencia se manifiesta como una fuerza que transgrede las prohibiciones y que acerca al individuo a la experiencia del exceso.
Lo Sagrado: La Experiencia de lo Prohibido y la Comunicación con lo Trascendente:
Bataille reinterpreta el concepto de lo sagrado, alejándose de las definiciones religiosas tradicionales. Lo sagrado no es lo divino, lo puro o lo bueno, sino lo prohibido, lo ambiguo, lo peligroso, lo que desborda los límites de la razón y de la moral. Lo sagrado es la experiencia de la transgresión, del exceso, de la continuidad del ser más allá de la discontinuidad de la existencia individual.
El erotismo, la muerte y la violencia son vías de acceso a lo sagrado, momentos en los que el individuo experimenta la ruptura de su identidad y la comunicación con una realidad que lo trasciende.
"La petite mort": Bataille utiliza esta expresión francesa (literalmente, "la pequeña muerte") para referirse al orgasmo, como una experiencia que simula la muerte, una disolución temporal del yo en la continuidad del ser.
💬
Críticas y Debates: La Tensión entre la Transgresión y la Responsabilidad
La obra de Bataille ha sido objeto de controversias y críticas:
¿Apología de la Violencia?: Se le acusa de hacer una apología de la violencia, de glorificar el sadismo, el masoquismo y otras formas de perversión sexual (Sontag, 1969).
¿Nihilismo?: Se argumenta que su pensamiento es nihilista, que niega cualquier valor o sentido a la existencia humana, y que conduce a la desesperación o al cinismo.
¿Oscurantismo?: Se critica su estilo oscuro, críptico y provocador, que dificulta la comprensión de sus ideas y que puede parecer elitista o incomprensible para el público en general.
Propuesta superadora de críticas: Se propone entender a Bataille no como un moralista que busca justificar o condenar determinadas prácticas, sino como un filósofo que busca comprender la complejidad y la ambigüedad de la experiencia humana. Su obra no es una apología de la violencia, sino una exploración de sus raíces y de su significado en la cultura humana. Su pensamiento no es nihilista, sino trágico: reconoce la finitud, la contingencia y el sufrimiento de la existencia, pero también afirma la posibilidad de la experiencia extática, de la comunicación con lo sagrado y de la creación de sentido. Su estilo oscuro y provocador es una estrategia deliberada para desafiar las convenciones del pensamiento y para obligar al lector a reflexionar por sí mismo.
❓
Cuestiones Abiertas en Filosofía, Ética y Estudios Culturales:
¿Cuál es la relación entre el erotismo y la muerte? ¿Por qué la experiencia erótica se asocia a menudo con la violencia, la transgresión y lo prohibido?
¿Es posible una ética de la transgresión? ¿Cómo podemos conciliar la búsqueda del placer y la experiencia del exceso con la responsabilidad por los demás y con el respeto a la dignidad humana?
¿Qué significado tiene lo sagrado en la sociedad contemporánea? ¿Hemos perdido la capacidad de experimentar lo sagrado, o lo sagrado se ha transformado y se manifiesta de nuevas formas?
¿Cómo se relaciona la obra de Bataille con otras corrientes de pensamiento como el surrealismo, el existencialismo, el psicoanálisis y la filosofía de Nietzsche?