viernes, 17 de enero de 2025

Genealogía del Deseo: Un Giro en la Praxis Analítica

En el momento en que Lacan introduce la noción de satisfacción paradojal de la pulsión, situando un real propio de la praxis analítica, comienza a cuestionar el estatuto del Nombre del Padre más allá de la metáfora paterna. Este planteo abre una nueva forma de conceptualizar el deseo.

Lacan señala que hay aspectos del sujeto que no pueden explicarse ni reducirse al campo de los efectos metafóricos. Dicho de otro modo: ¿cómo abordar aquello que en el sujeto permanece fuera de la posibilidad de ser metaforizado?

En este contexto, marcado por el tránsito hacia la pluralización del Nombre del Padre, asistimos a una reformulación del deseo, vinculado ahora con la noción de genealogía. A partir de la segunda mitad del seminario 10, en la clase única sobre los nombres del padre y aún en parte del seminario 11, Lacan comienza a delinear esta genealogía del deseo. Este análisis lo lleva más allá de la referencia fálica, interpelando la función de la causa en el deseo.

Desde la lógica atributiva, el falo aparece como el objeto que responde al deseo, llenando la falta de un objeto connatural. Sin embargo, al introducir la dimensión de la causa, se pone en juego un objeto de un estatuto diferente. Este objeto no es aquel al que el deseo se dirige ilusoriamente, sino aquel que lo impulsa y lo moviliza.

La perspectiva genealógica de este planteamiento redefine el estatuto de la causa misma. La causa no puede pensarse fuera de las consecuencias del corte significante. La genealogía subraya la heterogeneidad que surge del corte, rompiendo con cualquier ilusión de continuidad y vinculando el deseo no tanto a la falta como a la pérdida. En este marco, el deseo emerge como una fuerza profundamente atravesada por la ruptura y la discontinuidad.

El desafío clínico de abordar subjetividades complejas

 Es frecuente la desorientación de los profesionales clínicos frente a pacientes cuya problemática o estructura no corresponde a una neurosis tipo. Se trata de sujetos cuya subjetividad se organiza en torno al “carácter” freudiano, con tendencia a la actuación o a una estructura yoica débil. Estos pacientes suelen presentarse con una aparente superioridad yoica que enmascara su vulnerabilidad, lo que los convierte en desafiantes y problemáticos en el contexto terapéutico.

La conexión directa entre el yo y el ello pulsional en estos casos evidencia una fragilidad en el dique de la castración, permitiendo que las pulsiones puras capturen al yo y lo mantengan en servidumbre. Esta condición se traduce en un yo rígido, carente de la flexibilidad que otorga la angustia de castración en el síntoma neurótico tipo, lo que genera rechazo social y dificultades en el vínculo terapéutico.

En este contexto, el analista desempeña un papel fundamental, actuando como una barrera protectora frente al desborde pulsional. Con paciencia, amor y ternura, el analista facilita un proceso de contención y acompaña al paciente en la construcción de nuevas posibilidades subjetivas. Este enfoque requiere intervenciones que delimiten lo permitido y lo prohibido, con preguntas que promuevan la reflexión y el movimiento interno del paciente.

La práctica con estos pacientes demanda un análisis preciso de las propias resistencias del analista, evitando respuestas especulares que personalicen las conductas transferenciales. Se trata de un desafío que confronta al analista con la complejidad de la psiquis en su tiempo primario de constitución, donde las pulsiones, desprovistas de ligaduras, se presentan en su forma más elemental.

Estos pacientes nos enseñan sobre la profundidad y las dimensiones del aparato psíquico, permitiendo verificar de manera concreta la metapsicología freudiana. A través de un abordaje cuidadoso y respetuoso, el analista no solo contribuye a aliviar el sufrimiento humano, sino que también encuentra en estos casos graves un motor para el avance teórico y clínico del psicoanálisis.

Freud, con su lúcido escepticismo respecto al bienestar absoluto, nos recuerda que es precisamente en el trabajo con las dificultades donde el psicoanálisis encuentra su mayor potencial para transformar, en la medida de lo posible, el malestar humano en una oportunidad de vida más digna.

Pulsión, repetición y trauma: La estructuración del aparato psíquico en Freud y Lacan

Para Freud, la función primaria del aparato psíquico es la de ligar, un proceso necesario para tramitar lo económico y prevenir el impacto del trauma. La hipótesis del valor traumático de las irrupciones energéticas plantea, sin embargo, el problema fundamental de la diferencia entre exterior e interior, una cuestión que Lacan aborda extensamente en su enseñanza.

En el marco epistémico de Freud, esta distinción se revela como un impasse en su razonamiento. Freud avanzó parcialmente en su resolución al identificar la huida como un mecanismo eficaz frente a estímulos externos. Sin embargo, el problema surge cuando la huida resulta ineficaz, lo que llevó a Freud a plantear una pregunta clave: “¿De qué modo se entrama lo pulsional con la compulsión de repetición?”.

Esta conexión entre pulsión y compulsión de repetición no solo desplaza la repetición más allá del automaton simbólico, sino que también aleja lo traumático de la mera contingencia vital. El enfoque de la IPA, al tratar el "desarreglo" como algo contingente, llevó a situar la praxis psicoanalítica en lo imaginario, descuidando así su fundamento estructural.

La sexualidad humana, en este marco, se configura como traumática por definición. Más allá de las particularidades históricas de cada sujeto, lo traumático reside en la participación de la pulsión en la sexualidad, estructurando una experiencia que desborda lo contingente y se enraíza en la dimensión estructural del aparato psíquico.

jueves, 16 de enero de 2025

Del abandono de la hipnosis a la praxis analítica: La construcción del inconsciente en Freud

Freud inicia su abordaje del psiquismo mediante la hipnosis, pero pronto encuentra un límite que lo obliga a dejarla de lado. Este abandono no fue un simple problema de profundidad, sino que respondió al descubrimiento de algo que la hipnosis no podía abordar.

Primero, Freud adopta el método catártico, hasta que finalmente establece la regla de la asociación libre, fundando así los principios que especifican el campo de la praxis analítica. La hipnosis, aunque insuficiente, le permitió explorar el sistema inconsciente en sus dimensiones descriptiva y dinámica, revelando que una idea puede ser eficaz incluso sin estar disponible para el pensamiento consciente.

El paso decisivo fue conceptualizar el inconsciente como un sistema con una organización tópica. Freud caracterizó progresivamente las reglas que gobiernan esta "otra escena", ordenada por el proceso primario que sobredetermina el discurso del analizante. Este proceso, a su vez, planteó un obstáculo que justificó, en retrospectiva, el abandono de la hipnosis.

En la praxis analítica, Freud descubrió dimensiones clínicas resistentes al lenguaje, un terreno donde lo económico cobra protagonismo. Este ámbito especifica lo traumático desde un sentido estructural, desvinculado de lo meramente vivencial. Lo traumático, según Lacan, se entrelaza con la sexualidad, en tanto la pulsión participa en su dinámica.

Así, el abandono de la hipnosis se puede interpretar como parte de una orientación de Freud hacia una perspectiva sincrónica. Esto situó la clínica no sólo en relación con el recuerdo, sino también, y fundamentalmente, frente a lo imposible de recordar.

miércoles, 15 de enero de 2025

Insignias, deseo y el Otro en la contemporaneidad

El concepto de insignia en Lacan abarca los términos a través de los cuales el sujeto puede inscribirse en el campo del Otro: S1 y a. Sin embargo, las consecuencias para el sujeto varían significativamente según se sitúe en una posición o en otra.


En nuestra época, observamos una proliferación de objetos, resultado del excedente de producción posibilitado por la ciencia. A esto se suma una configuración particular del Otro, caracterizada por su impotencia debido al abandono de su función nominativa. La falta de realización del deseo puede conducir a una posición histérica, derivada de la insatisfacción inherente al deseo insatisfecho. No obstante, esta posición se ve desplazada por un Otro que ofrece objetos con la promesa de una satisfacción garantizada, transformando el deseo en demanda.

Este contexto parece estar en la base de la creciente presencia de sujetos que acuden a consulta desde una posición de objeto, un lugar que produce efectos melancolizantes propios de dicha inscripción subjetiva.

La Función de Nudo en la Teoría Lacaniana: Castración, Significante y Posición Subjetiva

En la enseñanza de Lacan, el concepto de nudo no depende exclusivamente de lo borromeo. Más bien, se puede identificar una función de nudo que está intrínsecamente ligada a la serialidad de la cadena significante. Es decir, el nudo opera en el nivel del discurso y está articulado con la metáfora paterna como operación estructurante.

Esto se manifiesta claramente en el texto “La significación del falo”, donde se aborda el “complejo de castración inconsciente”. En este contexto, la castración se presenta como una función estructurante que trasciende las representaciones imaginarias, revelándose como un núcleo constitutivo de la posición subjetiva. Para Lacan, el falo, como significante, funciona como un punto de encrucijada dentro de este nudo.

El falo, en tanto significante, se activa a través de la operación de la castración, dejando de limitarse a la significación fálica como patrón de medida de los objetos. En cambio, establece una relación específica con el significante de una falta en el Otro. De este modo, la castración, como función de nudo, instala una posición subjetiva inconsciente que permite la identificación con el ideal del sexo.

En el inconsciente, el sujeto carece de una posición sexuada fija, ya que no se define ni como hombre ni como mujer. Por ello, hablar de “el sujeto” o “la sujeto” resulta impreciso desde esta perspectiva. Sobre este trasfondo, la castración opera como un mecanismo de tipificación mediante el cual el sujeto adopta semblantes que sostienen su posición sexuada. Esta posición, sin embargo, no es más que una respuesta y un arreglo frente a la anomalía velada por la castración.

martes, 14 de enero de 2025

El desafío analítico ante las perturbaciones de la demanda

En el seminario La angustia, Jacques Lacan organiza su cuadro de los afectos a partir del tríptico freudiano "inhibición, síntoma y angustia". En este contexto, surge una porción de la práctica analítica que Diana Rabinovich denomina "perturbaciones de la demanda" en su libro Una clínica de la pulsión, las impulsiones.

Estas presentaciones clínicas se distinguen por la ausencia de una posición en la que el sujeto se relacione con el objeto causa de deseo, como ocurre en la histeria. En cambio, se ubican en una posición más próxima al plus de gozar. Aquí, el material clínico no se organiza en torno a un síntoma definido. En su lugar, el discurso del sujeto se caracteriza por la queja y la penuria, predominando una sensación de indeterminación sobre lo que le sucede.

Bajo este enfoque, podemos agrupar estas manifestaciones dentro del campo de las impulsiones y las caracteropatías, según Rabinovich. Estas impulsiones destacan por su componente pulsional, que opera como núcleo del síntoma, es decir, aquello que retiene un carácter gozoso pero no interpela al Otro. Este elemento gozoso no entra en transferencia ni llama a la interpretación; más bien, es el analista quien debe buscarlo. Este núcleo pulsional está revestido por la envoltura significante del síntoma, su metáfora formal.

Dichas presentaciones reflejan más la oposición fantasmática del sujeto que el síntoma en sí mismo, ya que operan como un “tapón” del plus de gozar. Por ello, el trabajo analítico inicial implica inducir en el sujeto un efecto de división que posibilite la formulación de una pregunta, un primer paso hacia lo que Lacan denomina "histerización del discurso", condición fundamental para que el análisis propiamente dicho pueda comenzar.