En la Clase 2 del Seminario 12, Lacan abre el trabajo con una pregunta: “¿Cómo vamos a trabajar?” No se trata sólo de una interrogación metodológica respecto del seminario actual, sino de una puesta en cuestión que remite a toda su enseñanza previa: ¿desde dónde, con qué conceptos, y hacia qué dirección abordar la relación entre sujeto y lenguaje?
Lacan retoma aquí una preocupación que atraviesa su enseñanza: el estatuto del lenguaje como estructura. Pero con un giro preciso: estamos frente a una interrogación topológica, en la cual se introduce una torsión fundamental en el modo de pensar lo simbólico. El pasaje que propone es el que va de la falta hacia la falla.
🔹 Falta: función significante de lo que no está
Del lado de la falta, el problema no se reduce a una carencia empírica dentro de un conjunto de significantes. No se trata de un significante que “falta” como tal, sino de una función: la función de la falta como tal, aquello que introduce negatividad en el campo del Otro y posibilita la aparición del sujeto. De allí la conocida paradoja: el conjunto está completo en la misma medida en que le falta un elemento. Ese elemento no es otro que el que vendría a nombrar al sujeto: su exclusión lo funda.
🔹 Falla: imperfección estructural
Pero Lacan ahora complejiza este esquema. Propone pensar no ya una falta que constituye el campo del Otro como sistema simbólico cerrado, sino una falla inherente al propio sistema. No es un elemento externo al conjunto el que se sustrae, sino una imperfección constitutiva del conjunto mismo. Es decir, el significante no sólo organiza el campo simbólico a partir de una falta, sino que está él mismo afectado por una falla. Y esta falla no es contingente: es consustancial al lugar del sujeto.
🔹 Entre sincronicidad y diacronía
Aunque el lenguaje preexiste al sujeto en tanto estructura sincrónica, Lacan subraya aquí que su eficacia subjetivante exige la introducción de la diacronía. Esto supone la entrada del valor y la historia: el sujeto adviene en la medida en que la falla es tramitada como falta, es decir, se simboliza. Esta operación hace posible que el sujeto pueda recibir un valor dentro del campo del Otro, valor que lo torna visible —y deseable—.
🔹 El deseo del Otro: ¿puedes perderme?
Si el sujeto es un ser estructuralmente en falta, sólo puede instalarse en el lazo con el Otro en la medida en que esa falta es investida, alojada en el deseo del Otro. De allí el interrogante que Lacan recoge en el grafo del deseo: “¿Puedes perderme?”. No es una pregunta banal, sino el modo en que el sujeto interroga su posición como objeto en la economía deseante del Otro.
Esta pregunta se traduce en el célebre che vuoi?: ¿qué quiere el Otro de mí?, ¿qué soy yo para ese deseo? El valor de verdad del sujeto depende, entonces, de la posición desde la cual causó el deseo del Otro. No es sin esa causa que el sujeto puede constituirse.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario