viernes, 25 de julio de 2025

El surgimiento del significante: entre huella, borramiento y lectura del Otro

Existe una paradoja —fecunda pero esquiva— en el pensamiento de Lacan: afirmar al mismo tiempo que el significante preexiste al sujeto y, a su vez, que es el significante lo que constituye al sujeto. Por un lado, el significante preexiste como materialidad del lenguaje, que espera al sujeto incluso antes de su llegada. Por otro, el significante se vuelve causa material tanto del inconsciente como de la división subjetiva, en la medida en que se inscribe en el campo del Otro y funda allí su eficacia.

Entonces, ¿de dónde surge el significante? ¿Qué hace posible su inscripción en el lugar del Otro? Lacan aborda esta cuestión a partir de un recorrido que va desde la idea de una simbolización entendida como desnaturalización —producto de la preexistencia de lo simbólico— hasta una concepción en la que el significante deviene del trazo, consecuencia de un borramiento inaugural.

Este pasaje desde la huella hacia el significante requiere de una operación lógica: el borramiento que delimita un lugar. La huella, inicialmente equiparada al trazo o la marca, comienza a diferenciarse en la medida en que se conceptualiza la función del significante no solo desde su inscripción, sino desde su posibilidad misma de surgir.

Así, el significante no simplemente "está ahí", sino que adviene: emerge como tal a partir de una operación de lectura por parte del Otro. No hay borramiento sin palabra; es decir, no hay constitución del significante sin una instancia que lea y articule esa marca.

En términos sincrónicos, esta operación de borramiento produce una división fundamental dentro del campo de la repetición. Por un lado, está la repetición de una diferencia radical —una pura diferencia que inaugura—, y por otro, la repetición que se articula en torno al síntoma, es decir, una repetición estructurada, significada y atrapada en un circuito determinado.

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