miércoles, 19 de julio de 2017

Urgencias en la infancia.


Apuntes de la conferencia de Alba Flesler del 09/08/2016

En esta ocasión, el tema son las urgencias en la infancia e intentaré trazar algunas líneas respecto al tema general, sobre la clínica de la gravedad en psicoanálisis. Se trata de una investigación, pero entiendo también que se acentúa una práctica. Esto hace pensar que trataremos de ubicar no sólo la cuestión de qué entendemos por urgencias en la infancia, qué es esto de la gravedad, sino poder pensar las intervenciones que los analistas, en la práctica, hacemos respecto a eso que delimitamos y diagnosticamos respecto de lo grave.

Se me ocurrió pensar, al tratar este tema complejo, en cómo me llegó el afiche de difusión. No sé si ustedes recordarán que el afiche muestra la imagen de un niño con una determinada expresión. Expresa con su rostro y curiosamente, tiene una determinada posición de la cabeza.


Entonces dije, vamos a empezar por ahí. ¿de qué depende que un niño pueda empezar lo que siente? ¿De qué depende que sienta, que tenga sentimientos? Hay niños que nos presentan una imagen de inexpresividad. Parecen congelados, inexpresivos. No podemos atinar a decir que sienten, o no sostienen la cabeza o el cuerpo. Son niños que incluso, podríamos decir, en algunos casos no expresan dolor. Y nos referimos a los niños, pero como el sujeto más que edad tiene tiempos, también podríamos decir que nos encontramos con adultos que tienen esta presentación, que parecen no tener sentimientos o que respecto a ciertas situaciones que nos producen extrañeza, o aspecto de siniestro, no revelan ningún tipo de reacción. O frente al dolor de otros no tienen lo que llamamos empatía. ¿Es natural sentir y poder expresarlo? ¿Es natural que un bebé busque con la mirada, que busque el mòvil? ¿O que extienda la manito para intentar tocarlo? ¿Es natural que sostenga la cabeza? ¿Es propio de la naturaleza, es orgánico lo que determina que haya sentimientos?

Cuando pensamos en esta pregunta, que puede parecernos obvia porque sabemos que no es natural, sin embargo hoy es un tema de gravedad: cómo nos quieren transmitir por todas las vías mediáticas que hay algo que corresponde a la naturaleza, que todo viene de allí. Justo cuando estaba pensando en esto, viene a mis manos una nota de estos últimos días. Entonces, fíjense hasta qué grado llega el discurso de nuestra época en adjudicar todo cuanto ocurre al cerebro. Una persona le pregunta, en un medio de difusión, a un profesional: Doctor, soy estudiante de sociología y me llama mucho la atención cómo las personas registran un mismo hecho de manera tan distinta y cómo defienden su punto de vista. ¿A qué se debe que haya personas que perciben de manera distinta?

Respuesta: “El cerebro también a veces engaña. Miente adrede, es decir, controla la mentira y lo hace con el gran objetivo de inventar recuerdos. El cerebro inventa recuerdos. ¿Qué recuerdos inventa? Los que más le conviene”. Es decir, es el cerebro el que tiene las razones de nuestra percepción. El artículo es largo, pero escuchen la conclusión: “Lo concreto y definitivo es que vivimos en un mundo construido por nuestro cerebro”. Consejo final de quien escribe: “Ahí está la importancia de revisarlo con quien conozca sus secretos”. Es decir, se trata de ir a un especialista en cerebros. Pues bien, podemos decir que este discurso es de alguna manera representativo, si ustedes lo van a buscar en los medios, de un intento de naturalizar los sentimientos, percepciones, incluso todas las funciones que hacen a nuestra sensibilidad. ¿Qué decimos desde el psicoanálisis? Por supuesto es necesario que el cerebro funcione, sabemos que las funciones orgánicas cumplen su función, no las desestimamos. Es importante que no haya lesiones para que un bebé pueda buscar con la mirada, pueda alzar su manito, pueda llegar a sentarse, pueda sostener la cabeza. Pero reducirlo a una cuestión cerebral podrá valer para otros seres vivos, animales, plantas, pero no para la vida humana. Esto que parece de perogrullo, es necesario que nos lleve a las basamentos lògicos por los cuales debatimos estas cuestiones, que cada vez y paso a paso, intentan justificar todas las conductas humanas. ¿Pero por qué decimos que no alcanza para explicar la vida humana? Porque la vida humana responde a otras reglas. Responde a otras reglas que si no funcionan, puede ser grave. Ya empezamos a plantear cierta cercanía al concepto de gravedad, cuando en los inicios de la vida puede implicar una cuestiòn de vida o muerte. Estas reglas que no funcionan pueden costar la vida. El primero en plantearlo fue René Spitz, a quien lo recordamos por haber observado bebés que eran atendidos en sus necesidades bàsicas por alguien que les daba alimento, los arropaba, les cambiaba los pañales, pero lo hacía en una posición de tal asepsia que en ese atender las necesidades, no le hablaba. El efecto que produjo sobre estos bebés, recibir los cuidados básicos sin que alguien les hablara, es la eficacia de lo que él describió como marasmo. Es decir, podía llegar a morir y no estamos hablando de muerte simbólica, estamos hablando de muerte real. El organismo podía llegar a no funcionar por falta de palabra.

Entonces, primera pregunta: ¿qué función tiene la palabra sobre el organismo, sobre el cuerpo para que haya vida? No alcanza, entonces, con que haya un buen funcionamiento cerebral, fisiológico, porque el viviente humano necesita palabras para vivir. Recordaba, hace unos años, que me habían invitado a un congreso de psiquiatría. El tema para el que fui invitada estaba relacionado con el por qué hay niños que no hablan, qué se juega cuando un niño no habla. Yo estaba invitada a compartir esa mesa con un neurolingüista muy reconocido, realmente parecía alguien con mucha trayectoria, que habló antes que yo. Presentó videos de diferentes niños con sus cuidadores. Algunos contaban cuentos, otros jugaban con los niños, otros estaban allí y los observaban. Luego de esos videos, presentó unos gràficos del cerebro y explicó que toda la dificultad de los niños para hablar estaba relacionado con el cerebro, y no a nivel de la lesión, sino de las áreas y el funcionamiento. Mostró estadísticas, números. Yo lo escuchaba, pero cuando me encontré con ese nivel de reduccionismo ligado a porqué el niño no hablaba, dejé de lado mis papeles (para hablar de las operaciones de por qué el niño hablaba o no hablaba) y les hablé de por qué el niño no hablaba en las pruebas que el mismo neurólogo había aportado. Les dije “Fíjense, miren en los videos: los niños que hablan, hablan porque tienen al lado personas que les hablan”. Los que no hablan, son los que tienen al lado personas que no les hablaban. No les puedo explicar la sorpresa del neurólogo con respecto a las pruebas que èl mismo había aportado. Esta verdad de perogrullo de la importancia que tiene hablarle a un niño para que hable. Pues bien, entonces no todo depende del área de Wernicke. El cerebro, es importante que funcione, pero el tema es que la vida del ser humano depende del enlace al lenguaje. Si no se da ese enlace, puede no haber vida. Vamos a ver qué más quiere decir en relación a las urgencias de la infancia.

¿Y qué tiene que ver esto con la urgencia y la gravedad? Yo quiero traerlo porque considero que es muy importante entenderlo, porque de las razones que nos demos, van a depender las intervenciones. El neurólogo, frente a esta problemática, medicará estimulantes o inhibidores, que son en general los tipos de medicación. ¿Y el psicoanálisis? Si partimos de otras razones y podemos decir qué razones nos damos a la gravedad, podemos orientarnos. Esto es colocarnos ante la problemática de nuestro tiempo, el avance raudo y constante de un discurso que es regresivo respecto de lo que el psicoanálisis nos ha enseñado. Entonces, para poder pensar en nuestras intervenciones, acompáñenme un poquito por un rodeo para entender qué es para nosotros el ser humano. ¿Qué entendemos por las intervenciones con un niño, por la infancia? ¿Qué es un niño? Porque no nacemos siendo niños. Uno puede decir “ahí hay un bebé”, pero no es natural. Allí ya empiezan a funcionar reglas y operaciones que pueden fallar. Nada asegura que cuando hay un viviente, haya un niño. Si la vida fuera natural, no habría discusiones, por ejemplo, acerca del aborto. No estaríamos debatiendo si interrumpir un embarazo implica matar a alguien. Si se trata de interrumpir un ciclo de la vida o se le está quitando la vida a alguien. Es importante entender, entonces, de que antes de que pueda haber un niño, hay una operación o un tiempo operacional que debe realizarse y es que para el Otro haya niño, porque si fuera natural que haya niño, no ocurriría, por ejemplo, que una mujer arroje a su bebé por la ventana o que otra lo deje en una bolsa en una estación de servicio. O que lo estrangule con sus propias manos, como me contó una mujer durante mis prácticas hospitalarias, cuando le pregunté por qué lo había matado, me dijo “Era un gato que me quería amenazar”.

El viviente puede o no ser un niño. Y quiero insistir sobre las cosas que nos parecen evidentes y que cuando fallan, dan gravedad. La gravedad comienza a detectarse muy temprano, en el inicio de la vida, porque al inicio de la vida se es absolutamente dependiente de otro ser humano. Para decirlo en otros términos, depende de la interpretación de otro ser humano, de qué simboliza ese viviente para el Otro, de la significación que un niño tiene en su valoración. ¿Por qué es importante para el viviente la valoración que tiene ese Otro, o la significación que tiene para ese Otro? Puede decirle que es un gato, si es un objeto de venganza como en la tragedia griega… Es importante porque nacemos en un estado de profunda indefensión y ahí sí esa prematuración, como dice Freud, lo inacabado de la mielinización de nuestro aparato, hace que necesitemos, dependamos de la asistencia de otro. Ya entonces, yendo al tema de cursar ciertos tiempos, es importante ubicar que para que se pueda producir el pasaje de ser viviente a ser un niño, hay operaciones necesarias que deben realizarse, pero que son profundamente contingentes y no responden a reglas naturales. Decir que son contingentes es plantear que pueden o no realizarse. De esas operaciones dependen los tiempos del sujeto, pero inicialmente, esto ya podemos encontrarlo en Freud, del valor que tenga para el Otro ese viviente. El concepto de valor, ustedes sabrán, es un concepto proveniente de la economía. Se suele decir que dos elementos pueden ser intercambiados si tienen el mismo valor. Por ejemplo, yo puedo decir que se intercambian tantas bolsas de trigo, por tantas cabezas de ganado. ¿En función de qué se hace este intercambio? Se hace en función de que pueden tener el mismo valor. ¿Y qué determina que tengan el mismo valor y que yo pueda, entonces, poner el signo “igual”?

Bolsas de trigo = cabezas de ganado

Bolsas de trigo y cabezas de ganado tienen una equivalencia tal que hace que los pueda sustituir. Este concepto igual, quiere decir que no son idénticos. ¿En qué pueden equipararse bolsas de trigo con cabezas de ganado? Desde la economía se dirá que el valor para que pueda hacerse un truque, es que ambos para producirse requieren de las mismas horas de trabajo. Entonces, horas de trabajo es el operador que hace que haya una equivalencia y que puedan cosas muy distintas tener el mismo valor.

Cuando hablamos del niño, Freud escribe un sistema de equivalencias. Y lo pone al niño con la equivalencia:
pene = niño = heces = regalo = dinero = X
¡Qué horror, un niño igual a heces! Los psicoanalistas estamos habituados a escribir estas cosas, pero cuando llega alguien de afuera, lo mira y dice “Yo les dije que estaban todos locos”. Freud pone eso y sigue: regalo, dinero y a mi me gusta poner = X. La serie puede continuar, pero tenemos que entender que para que se pueda sustituir un elemento por otro, tiene que haber un operador que los haga equivalente. Entonces, ¿cuál es ese operador? Freud dice: el falo. Todos estos elementos son equivalentes porque toman el valor del falo, toman un valor fálico.

¿Y qué es el falo? Si vamos fuera del psicoanálisis, en la historia de la humanidad, si visitamos los museos pompeyanos, por no decir nuestro obelisco, vamos a encontrar al falo representado, habitualmente, con un gran pene erecto en todas las culturas. Y lo que viene imaginariamente a representar es un objeto que nunca cae. Es decir, un objeto que imaginariamente da completud y satisfacción contínua. Nada le falta. Ese operador, no se ilusionen, ese objeto falo no existe. ¿Entonces por qué opera? Produce una operación necesaria para que un niño tenga un valor y esa operación es la ilusión. Es necesario que haya ilusión imaginaria de falo. En criollo, diríamos que el niño tiene que tener el valor de ser un objeto que va a dar esa satisfacción. Ningún objeto, esto es lógica pura, es idéntico al falo. Respecto del falo, todo objeto es no idéntico. Gracias a eso, hay serie. Gracias a eso, no somos vacas, porque la vaca siempre come pasto. Y gracias a que ningún objeto es el que da la satisfacción completa, puede haber equivalencia. Tengan en cuenta que la equivalencia no es una igualdad. Que pongamos el signo igual para escribirlo, no nos hace olvidar en la lógica que implica. La lógica para que haya equivalencia es que haya no identidad. Esto es matemática, es como que yo les dijera:
a = a
En matemática la primera a es igual a la segunda. Para nosotros, que leemos, decimos que esta es una a, y esta es otra a. Es el inicio de una serie, de la posibilidad de pasar a otros objetos. Fíjense la importancia, entonces, que ese falo funcione como operador para la creencia o la ilusión de un valor en un objeto y que también funcione como una no identidad para que pueda pasarse a otros objetos. Pero en principio, para que no haya gravedad, es necesario que un niño pueda funcionar como el falo imaginario de un Otro, que en el fantasma materno el niño venga al lugar de esa ilusión. Puede ser grave si no lo ocupa. Veamos qué pasa si sí ocupa, eficacia, que nos permiten contrastar con lo que puede ser grave.

Si ese alguien quiere a ese niño, vamos a decir que desea el falo, se ilusiona con que lo será. Esto produce varias eficacias que hacen a los tiempos que podemos ir delimitando. La primera gran eficacia, es que divide las aguas entre la vida y la muerte del ser humano, porque el primer tiempo de anhelo de falo se juega con el embarazo mismo. ¿Qué pasa si este operador fálico funciona? La embarazada imaginarizará un cuerpo donde todavía no lo hay. En una verdadera operación de anticipación, donará un cuerpo, que no será operación menor de realizar respecto del efecto que tenga cuando ese cuerpo se separe del propio. Luego, otra eficacia, que no es sólo imaginaria: le pondrá nombre y lo cuidará. Se irá a hacer las ecografías, se fijará en qué no puede comer, se cuidará. Se va a cuidar, pero no por una cuestión de salud, sino porque está cuidando al falo. Es muy distinto a lo que ocurrió con una embarazada, según me relataron en una supervisión del lugar donde estaba internada clínicamente, porque llegó a ese sanatorio porque ella, cuando le empezó a crecer la panza, se tiraba de la cama porque no toleraba esa panza. Se tiraba para abajo para intentar aplastar esa panza que no podía tolerar su imaginario. Primer tiempo del sujeto, entonces, es un tiempo de anticipación en el Otro.

En la historia de la humanidad, los niños no siempre tuvieron el valor que tiene hoy, donde es anhelado como un gran objeto de orgullo, incluso de la liberación. Depende mucho de qué es un niño, yo siempre discuto mucho en los lugares de debate respecto de qué es un niño. ¿Qué valor tiene un niño hoy? Les decía que no siempre fue así y recordaba un texto que les recomiendo que está en “El niño y la vida familiar en el antiguo régimen”, de Philippe Ariès, el investigador, donde cuenta que hasta finales del S. XVII, el infanticidio era tolerado. Era un crimen que no estaba, sino severamente castigado, no obstante se practicaba en secreto con una frecuencia tal que apenas era disimulado por un accidente. Los niños morían naturalmente ahogados en la cama de sus padres con quienes dormían y no se hacía nada para vigilarlos o para salvarlos. Fueron en el S. XVII donde los obispos empezaron a prohibir con vehemencia el colecho. La vida del niño se consideraba con la misma ambigüedad que la del feto hoy. De hecho, no eran bautizados. Ustedes saben que adelantar la fecha de bautismo, que se realizaba en reuniones colectivas y mucho más adelante del primer tiempo, fue un modo de darle dignidad subjetiva al viviente, que se consideraba que si moría, era rápidamente sustituido por otro. A diferencia de los romanos, que exponían -y de ahí vienen los niños expósito- que se exponían en el umbral de las casas cuando no querìan tenerlos, aquí los ahogaban. O sea, no siempre los niños fueron valiosos ni anticipados para el cuidado ni se esperaba de ellos que funcionaran como el falo.

Pero volviendo a cuando esto sí funciona, cuando hay el cuidado de ese primer tiempo, ¿qué pasa cuando nace? Cuando nace, es requerido que esta ilusión se sostenga, porque de eso depende que una madre lo atienda en las cosas más básicas, porque espera que le dé satisfacción, porque lo ve como el falo y le va a demandar que sea el falo. Es muy interesante, porque es un modo de registro porque no lo es, pero se lo va a demandar y lo va a mirar como siéndolo. Si el pedito se lo tira el falo, es precioso. Pues bien, ¿qué efecto tiene para la constitución del cuerpo? Que el Otro tenga esa ilusión y lo vea como falo es que va a hacer funcionar lo que llamamos deseo de la madre. Deseo de la madre es un deseo que se sostiene del fantasma materno y cuando está enlazado al falo, entonces funcionará como deseo, brindando al organismo de un viviente, un sostén narcisístico. De esta operación, deseo de la madre, ilusión de falo, depende la constitución del cuerpo. No solo del cerebro, no solo de la mielinización, no solo de la buena fisiología, sino de que el Otro le brinde una imagen a la que pueda identificarse. El cuerpo del ser humano, para sostenerse, para no caerse, para poder caminar, para poder sostener la cabeza, necesita de este sostén narcisístico en la mirada del Otro. El organismo es solamente una parte del cuerpo, tenemos que diferenciar el organismo del cuerpo del sujeto.

El cuerpo del sujeto está hecho de lo real del organismo, pero también de lo imaginario y de lo simbólico que lo anuda. Ahora, ya ahí tenemos fallas, por ejemplo en bebés diagnosticados con hipotonía, chiquitos que no se sientan o no sostienen su cabeza, que no buscan con la mirada. Llegan a lo que se llama “estimulación temprana”, pero nosotros podemos decir que lo que falla es la operación deseo de la madre para incluirlo en la demanda. Si otro no lo incluye en la demanda, tenemos autismo. Ustedes dirán, ¿Y entonces, es urgente? ¿Qué es lo urgente? Si antes, en la primera operación, es cuestión de vida o muerte, aquí podríamos decir que el estado de indefensión respecto a la interpretación del Otro, también hace necesario pensar en lo urgente. Ningún bebé puede alcanzarse sólo la comida ni puede apagar la radio. Esto lo digo por un caso donde una mamá se iba a trabajar y dejaba al nene con la mamadera en la boca y la radio prendida para que no se sintiera solo. La importancia de la intervención del los terceros. Se lo dije con claridad a los pediatras, porque aún hoy sigo escuchando en el consultorio a pediatras que dicen “Hay que darle tiempo, ya se va a sentar”. En cambio otros aceptan que cuando algo del organismo no funciona, es porque cuando el sujeto no tiene otro recurso que la acción, acciona en lo real. Recuerdo en una supervisión el caso de un bebé que tenía todo el tiempo la cola escaldada, al rojo vivo y no había manera de lograr que esa piel se reparara. La analista pudo escuchar 2 cosas: la madre lo limpiaba para que estuviera muy limpito de un modo tan constante que no solo le sacó la materia fecal que podìa ensuciar su cola, sino la piel misma. Y los pañales, los quemaba. Fuego puro.

Si funciona la terceridad, he ahí entonces otra operación que es necesaria, el niño podrà sostener su cuerpo de la imagen y si cuenta con esa imagen, con ese imaginario, entonces podrá sentir los sentimientos, las las sensibilidades, las sensaciones de frío y calor, de dolor y los grados con los que sentimos estàn íntimamente relacionados a cómo se conformó la imagen de nuestro cuerpo. En la gravedad, es posible encontrar a quienes no sienten el dolor. Recuerdo un chiquito que no sentía el dolor y he tenido oportunidad de encontrar una muchacha en el Tobar García que se arrancaba la nariz. Iba caminando por los pasillos con el agujero de habérsela arrancado y muchas veces se quemaban con el cigarrillo para poder sentir. Porque la sensación depende del anudamiento del organismo a la imagen y a lo simbólico del lenguaje. Si esto se produce y hay constitución del cuerpo porque el Otro tiene la ilusión de que ese cuerpo esté parado y bien parado como el obelisco, es necesaria la terceridad para introducir otra operación fundamental, que yo llamo la función del intervalo. La función del intervalo es la que va a permitir que se mueva la imagen. Es la que hace, por ejemplo, que un niño pueda jugar a ser un personaje y no el falo. Es lo que habilita a ser y no ser el falo de mamá. Es lo que permite que se pueda mover el cuerpo. Las marcas de esos primeros tiempos las podemos leer en las rigideces de los adultos, en la posibilidad de movimientos, en los espacios a los que se dirigen, en las orientaciones o desorientaciones corporales, en las simetrías o asimetrías. ¿Y el espejo que nos obliga? a una operación de reversión de la simetría. Por eso, a veces cuesta estacionar mirando el espejo. Esa capacidad depende de cómo se constituyó la imagen del cuerpo. Por eso, hay niños que escriben en espejo cuando falla. Gracias, entonces, a esa posibilidad de la terceridad y del intervalo, se podrá mover la imagen, jugar a no ser. Y también, a relacionarse con otros. Ahí comienzan las posibilidades de lo que descriptivamente preguntamos “¿tiene amigos? ¿Juega con otros nenes?”. La relación con los otros comienza cuando se puede mover la imagen habida en la mirada del Otro. De allí nacen funciones humanas, mejores o peores, habilitantes o discapacitantes, como lo son la rivalidad, las competencias, que si están puestas al servicio de la sublimación, nos hará participar de los juegos, pero si están puestas al servicio del mal enlace, pueden llegar a la aniquilación del otro. Dejar de ser el objeto que satisface al Otro, es la condición para comenzar a buscar objetos. El otro día hablando también de este discurso de la naturalización, hasta pareciera que las hormonas decidían la orientación sexual. “Pero cómo, ¿no es lo hormonal?”, me decía una científica. Pues nosotros planteamos que la búsqueda del objeto “ex”, no solo el de la elección sexual, el objeto de la orientación del ser humano a la búsqueda del objeto de deseo. Y esto implica dejar de ser el objeto que da satisfacción al Otro. Orientar la búsqueda, entonces, desde buscar el móvil que está en la cuna hasta buscar con quién me voy a encontrar para ir al cine, o si me gusta el cine o prefiero el teatro, la elección depende de operaciones no naturales que pueden fallar.

Entonces, llegado a este punto, ¿Por qué y cuándo es urgente intervenir en la infancia? Antes dije, respecto a la creencia de que es mejor esperar, darle tiempo, ¿cuándo y por qué es urgente?

¿Cuándo? Cuando las operaciones que permiten pasar de un tiempo a otro están comprometidas. Fallan. Y entonces, puede haber gravedad. Tempranamente puede haber gravedad: puede haber gravedad de vida o muerte, pero puede haber gravedad de vida o muerte psíquica: el marasmo, por ejemplo. Puede haber síntomas, que son síntomas de efectuación de la estructura, pero puede también faltar un síntoma, entonces tenemos la expresión que dice “Es tan buenito, no lloró nunca”. Y realmente suelo decir que me preocupo mucho más con niños que no tienen síntomas. También, cuando hay síntomas que perduran. Ustedes recordarán que Freud plantea que los niños crecen con síntomas. Yo estoy de acuerdo, pero hay síntomas y síntomas. Hay síntomas de constitución de la estructura y hay síntomas de que está fallando la constitución de la estructura.

Ahora digamos por qué es urgente. Porque los tiempos se vencen. Porque no es cierto que se pueda constituir la imagen del cuerpo a los 8 meses o a los 20 años, porque no se puede volver atrás. ¿Y entonces? Lejos de ninguna operación apocalíptica ni mucho menos impotente, el psicoanálisis puede intervenir haciendo remedios, que no son estimulantes, ni inhibidores, ni psicofármacos. Puede producir remedios en el mal anudamiento. Pero es es un remedio que no subsana lo que no ocurrió. Es una reparación que se intenta hacer. No se cambia la estructura, por decirlo de otra manera. Entonces, ¿cómo intervenimos?

  • Las intervenciones del analista comienzan cuando no renuncia a diagnosticar. A veces uno escucha cosas como que el diagnóstico es encuadrarlo, es estamillarlo. Si lo que diagnosticamos son los tiempos del sujeto, qué tiempo tiene más allá de su edad, qué operaciones se han realizado, si el anudamiento se está haciendo bien… No me da pudor decirlo así, Lacan también plantea que el niño está hecho para que el nudo se haga bien, porque no hay nada más fácil que lo que falla. Entonces, diagnosticamos los tiempos más allá de la edad.

  • No dejar pasar el tiempo. El tiempo solo no cura las heridas. El tiempo puede pasar sin que pase nada.

  • Intervenir cada vez que las operaciones no se relanzan, apuntando a relanzar las operaciones entre el niño y sus padres. Por eso trabajo con los padres. No los analizo.

  • Tampoco desestimar, en las intervenciones, las intervenciones directas con el niño, no solo los padres. A veces incluso intervenimos con los maestros, con los pediatras.

El encuentro con un analista, en los tiempos de la infancia, es un buen encuentro para un niño. Mi experiencia, según los adultos que analicé cuando eran niños, pude constatar el apronte que deja en un niño, respecto del saber y la verdad. Y con los graves, la experiencia de esos niños graves que he tenido, como uno que me viene a ver para, como él dice, “hacerse chapa y pintura”, andan por el mundo y probablemente más de uno crea que no es una estructura grave. No se cambió la estructura, pero andan muy bien.

Pregunta: ¿A qué apuntás con la terceridad?

A.F.: A mi criterio, se refiere a dos aspectos: por un lado, que funcione en la madre lo que llamamos la significación fálica. Esto es que para ella el niño, el niño que ilusiona con ser el falo, incluya que no lo es. Es decir, que la castración funcione en la madre. Muchas veces se plantea que es la referencia de la madre hacia el padre. Pero yo creo que no es suficiente, que además se trate de la presencia real de un goce en otro cuerpo y en donde la madre realmente canaliza su goce más allá del cuerpo del niño. No alcanza con que en ella funcione la falta. Creo que es necesario que el niño pueda comprobar que el goce fálico se juega en lo real, en otro ámbito.

Ahora bien, esto respecto de que pueda haber orientación en un niño, pero para separar, para no ser el falo, la intervención la puede hacer cualquier otro que intervenga como intervalo: desde el pediatra, generando la transferencia y diciéndole “Señor, sáquelo de la cama”, interrumpiendo goce; un analista… Por eso digo que es urgente la intervención de producir el intervalo. No alcanza con producir el intervalo, que es necesario porque interrumpe la continuidad de un goce, pero luego para dar un paso más y orientarse en la búsqueda del objeto, es necesario que funcione otra operación que en psicoanálisis llamamos “nominante”, que no la puede sostener cualquiera, sino alguien que tenga una autoridad. Autoridad implica que esté autorizado por su posición al goce, no porque tenga el uniforme de maestro o militar. La autoridad implica redistribución de goces, que tiene que ser de carne y hueso, no alcanza simbólicamente. No es una terceridad simbólica solamente.

Pregunta: [pregunta inaudible]
A.F.: Lo que sostengo es que tempranamente precipita la estructura. Yo lo que creo, junto con Freud, que todo se define a los 2 o 3 años. Ahora, aclaro: depende. 2 o 3 años sin ningún tipo de intervalo, con una radio en la oreja, que nadie intervenga y una mamadera en la boca, no sobrevive. Spitz nos muestra también la continuidad de goce que está en el silencio del que atiende al niño, porque el silencio es un goce también, ese goce que no se discontinua hace que mueran a los pocos meses. Quiero decir, entonces, que si intervenimos tempranamente, podremos relanzar ciertos goces que son compatibles con la vida. Si estamos en el extremo de la incompatibilidad con la vida, va a venir mucho antes. Por ejemplo, esta mujer que si tiraba de la cama para reducir su panza porque no soportaba su cuerpo, cuando nacieron las bebés, que eran prematuras, no iba a verlas. Se hubieran muerto si alguien no intervenía. Entonces, si me preguntás acerca de la precipitación de la estructura, te diría que es temprana. Ahora, los efectos de modificarla, diría que depende de la presentación. Ese niño que lo tiran por la ventana, si nadie lo ve…

Pregunta: ¿...Y sin ser tan extremo?
A.F.: Sin ser tan extremo, la intervención de que los niños vayan tempranamente al jardín es para que haya espacios de terceridad que pesquisan rápidamente qué es lo que puede no andar. Si el chico llega al jardín con 2 años y la madre no lo incluyó en el circuito de la demanda y quien se encuentra con lo que fenoménicamente decimos un autismo, puede llegar a intervenir tempranamente y de ahí dar lugar, es decir, sale y se sorprende, porque es una intervención rápida. Ahora, la estructura, tendría que encontrarme -y no lo he encontrado en mi experiencia- con lo que yo llamo efectos de neurosis para saber que salió de la gravedad. Los efectos de neurosis, como muchas veces debatimos con los colegas que trabajan con niños, hacen que se diga “La psicosis se definen más tarde”. Y yo digo que nos enteramos más tarde, no que se define más tarde. Nos enteramos porque aparecen los fenómenos elementales, pero si uno se pone a encontrar con el lanzamiento de la estructura, ¿cuánto tiempo puede llegar a tolerar un cuerpo sin el sostén? Después, pueden no haber fenómenos elementales, por ahí uno puede encontrarse con un gran artista, pero si uno hace una lectura de lo que son los indicadores clínicos de la estructura, no solo los fenoménicos, se entera que no hay cambio de estructura. El destino del sujeto cambia, seguramente, si tempranamente hay una intervención en las operaciones tempranas que no se ha realizado, que les da una significancia y una impronta.

Pregunta: ¿Y reparar qué significación tiene?
A.F.: Reparar quiere decir que si en un tejido ustedes encuentran un agujero, se rompieron los hilos, se hace en ese punto un cierto zurcido y un intento de canalización por otras hebras. Si lo que recibió es una magnitud de goce auditivo, por ejemplo con el bebé de la radio, eso que tiene que ver con la eficacia de la expulsión de la voz del cuerpo puede llegar a repararse con el hecho de que haya... Pienso en un paciente que escuchaba escuchar música para poder estar con otros. Entonces, la música funciona como un catalizador, un reparador en lo real de la intolerancia del cuerpo a la voz del Otro. Es decir, buscar remedios en lo real que en las neurosis también son necesarios, pero en otra magnitud. Son reparaciones en esa falla en el anudamiento. Para lo cual, hay que registrar y delimitar bien dónde está el error en el nudo, es decir, qué es lo que no pudo expulsar como goce en el cuerpo.

Pregunta: Esa terceridad, ¿en qué medida entra por la legitimidad materna?
A.F.: En psicoanálisis de niños ha habido toda una tradición, que si uno va a esa historia verá que desde Melanie Klein, Anna Freud, Francoise Doltó, la influencia de cada teoría fue promoviendo cierta forma de trabajar. Y en una época se creía que todo dependía de la madre: si le daba o no lugar al padre, entonces se culpabilizó a la madre enormemente, por no darle lugar al padre, o porque la palabra del padre no tenía valor por ser desvalorizada por la madre y todo era la madre. Luego Lacan trabajó todo relacionado al Nombre del Padre desde el lugar del padre, que el padre no es solo un lugar en la madre, sino que funciona y opera desde el lugar que tiene con la castración. Entonces, no solo el lugar del padre es el de intervenir interdictando o separando al niño del cuerpo de la madre, sino que también el padre también es habilitador del buen encuentro con la madre. El padre es uno de los grandes temas de nuestro tiempo, que muchas veces se deriva en cuestiones más sociológicas, fenoménicas, que el género, que la madre, que los niños adoptados. El gran debate de nuestro tiempo es qué es un padre y qué entendemos por mujer. Porque cuando la madre deja entrar a alguien más, no lo hace como madre. Ella está, de algún modo, introduciendo el no-toda-madre donde hay otro goce que hace entrar al padre, otro falo que no es el niño, la significación fálica. Pero, desde el lado del padre, para intervenir no le tiene que pedir permiso a la madre. Hay padres que intervienen, introducen lo que se llama operación nominante más allá de que la madre le dé lugar.  la operación nominante no es solo darle el nombre a un niño. la operación nominante implica delimitar goces. Por ejemplo, decirle a un ser humano “tu eres mi hijo”, implica un sistema de goces respecto a la filiación. Entonces, la nominación es ordenadora respecto a los goces y no solo respecto del niño, es ordenadora respecto a los goces de la madre, si la considera mujer la está sustrayendo a que no se quede pegada al goce de la maternidad. El papel fundamental para que pueda funcionar como autoridad, básicamente depende no de que la madre lo autorice, sino de la relación que él tiene respecto del goce. Esto es lo que le da autoridad frente a su función. ¿Por qué se está insistiendo tanto en la importancia de los gestos, no solo de las palabras? Por ejemplo, leí un artículo hace poco de cómo los niños, gracias a lo que están escuchando en las escuelas acerca del planeta sano y del mundo verde, les dicen a los padres que no tiren los cigarrillos en la vía pública. Depende de cómo el padre se coloca él mismo frente a la nominación.

Pregunta: ¿Cómo transmitir a los padres cuando ellos no tienen registro de la gravedad?

A.F.: Es muy importante entender que en la presentación que los padres hacen cuando llegan, hay distintas presentaciones, valga la redundancia, y no siempre ellos vienen en posición de querer saber o preguntarse respecto del niño, porque el niño está tomado como objeto de goce y no registra. Entonces, es una terceridad que dice “acá hay un goce que no se está discontinuado”. Y así llegan. Entonces, las intervenciones del analista han de tener en cuenta que no cuenta con ese intervalo en los padres. Ellos llegan, supongamos, porque sino el chico repite el grado. O porque la escuela dice que si no hacen el psicodiagnóstico, no lo reinscriben. Entonces, hay que tener muy en cuenta quién o dónde sonó la alarma de la consulta y garantizarse, llamando a la escuela, de que eso persista. En algunos casos, es posible modificar la relación de los padres al saber. Porque a veces vienen con una certeza, no con una pregunta. “Lo que le pasa es…”. Entonces, no hay posibilidad de introducir una pregunta. Nuestra práctica, desde Freud hasta nuestros días, es una práctica de lo imposible. Lo imposible no implica que seamos impotentes para intervenir. Pero para no sentir la impotencia, para no caer en la impotencia de “no se puede con estos padres”, es muy importante partir de lo imposible. Porque si delimitamos lo imposible, que hay padres que no se hacen preguntas, es posible el acto posible. En este caso, ya sea la escuela o Juez, garantizar la terceridad para que este chico tenga un espacio donde encuentre posibilidades de responder de otra manera que siendo un objeto de un goce que no se discontinua.

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