martes, 2 de enero de 2018

¿Cómo ejercer la función del analista? Construcción del fantasma en el análisis.

Hoy vamos a trabajar el fantasma como fórmula, es decir, en términos matemáticos y metafóricos. Es una primera formulación y en la primera entrevista tenemos que desarrollar las condiciones para entender, para escuchar. No significa que sepamos exactamente todos los detalles, pero si vamos a tener una grilla de lo que es el fantasma en la primera entrevista. ¿Para qué es importante? Para fijar el encuadre y para orientar las intervenciones. Esto implica que vamos a trabajar, en las primeras entrevistas:

Encuadre:
  • Cantidad de sesiones. Sesiones semanales, 2 veces por semana, cada 15 días o una vez al mes.
  • Duración de entrevistas. Es en la primera entrevista que ya uno ve si dura 45 minutos, una hora y media, con esos pacientes que no puede acotar en el discurso, o hay pacientes que necesitan una sesión corta. Y no es por capricho, sino por lo que uno escucha.
  • Fijación de honorarios: cuánto y por qué. Yo, por lo menos, no trabajo con un monto fijo. cada paciente tiene una particularidad en cuanto a cuánto pagar, porque tiene que ver con la lógica del caso.


Estos tres elementos tienen en común que se trata de la fijación del número. Y ahí van a entender por qué Lacan al final de la obra dice “El número es lo real”. Tiene que ver con las cantidades de minutos, cantidad de dinero, de genitalidad. Los números son importantes y hacen a algo que va mucho más allá del texto simbólico. Ustedes recordarán que el el texto simbólico tiene estructura de ficción, es decir que en la línea de lo simbólico cuando uno escucha a un paciente, uno sabe que algo de esa ficción -que por supuesto uno se la cree- no deja de estar en el orden de la mentira, a lo que no tolera saber de sí mismo. Entonces, lo que nos guía a los analistas es el número, que no miente. Por eso, la intervención va a ir al detalle siempre, mucho más al detalle de lo que estamos normalmente acostumbrados.


Intervenciones:
  • Preguntas.
  • Señalamientos o puntuación.
  • Corte de sesión.
  • Interpretación. Incluso se hacen en las primeras sesiones. Es muy distinto lo que nos enseñan a lo que uno ve en la clínica. Hay análisis que empiezan con una interpretación, que el paciente descifra a lo largo de todo su análisis. Es cierto que hay que tener cuidado.
  • Nominación. Para casos que hay una identificación fuerte. Se señala ese goce en que está atrapado ese sujeto, supongamos un goce materno, diciéndole el nombre de la madre. “Ah, acá está hablando Martita, ¡Bienvenida Martita!” Si el goce es enorme, yo utilizo el nombre en dimunutivo.
  • Devolución.
  • Llamado. No a todos los pacientes uno llama ante su ausencia. Depende de cada caso.


Como estas, hay muchas más intervenciones. Vamos a hacer un recorrido necesario por la teoría para después poder determinar el fantasma en juego. Eso de ninguna manera significa que el fantasma sea algo cerrado y que se descubra en la primera entrevista. No es tan sencillo, pero si las marcas de ese fantasma son las que necesitamos para poder tomar estas decisiones sin perder tiempo. Y también para que el paciente no pierda tiempo, porque el tiempo de vida a veces está menospreciado en el análisis. Entonces, un paciente puede estar años y años en un análisis y no puede sacar ninguna conclusión. Eso es complicado. No quiere decir que no haya hecho cambios, pero alguna cosa tiene que tener clara. En ese punto, el tiempo de vida es valioso, para ellos y para nosotros también.


En un encuentro anterior hice un recorrido por la obra freudiana tratando de puntuar los momentos en los que Freud va creando el concepto de fantasma. Para recordarles eso, vamos a nombrar 4 o 5 textos:


1897: Cartas a Fliess.
Es cuando Freud dice “mis histéricas me mienten”. No se queda en el enojo imaginario, sino que dice que son guiones, repetitivos, en un número limitado, son escenas. Ya en 1897 estamos hablando de escritura.
En otra de las cartas, ubica 3 fantasías primordiales: castración, seducción y coito entre los padres. Estas 3 fantasías tienen en común en que hay un sujeto activo, otro pasivo y algo que no se ve: el ojo, ese tercer sujeto que mira. Lo voy a hacer en un dibujo.
Siempre, en las escenas que los pacientes relatan, vean dónde está el ojo, porque ahí van a ver la perspectiva, desde dónde está parado ese sujeto. Esto no necesariamente es sencillo.


1900: La interpretación de los sueños.
Freud dice que el aparato psíquico puede graficarse como un aparato óptico, como una cámara fotográfica. En estas 3 escenas de las que hablábamos antes, el sujeto saca una foto. La mirada no es evanescente, sino que graba. Graba y a partir de allí determina todas las formas en que el sujeto va a leer. Eso es lo que van a ver cuando Lacan en el seminario I trabaja el esquema óptico del florero invertido y dice que es una parte que en general no se presta mucha atención. Uno puede verse al espejo, pero si lo hace vascular, lo que yo veo es lo que antes no veía. Eso es lo que hace la función del analista, temblar ese espejo que estaba fijado. Entonces uno empieza a ver cosas que antes no veía ahí, conmueve una versión fija.


1919: Pegan a un niño.
Es un texto rarísimo y difícil. Se trata de una construcción que hace Freud en base a solamente 6 u 8 casos. Son 4 mujeres y 2 hombres. Tiene 3 ejes:
1) Mi padre pega a un niño (odiado por mí, agrega).
2) Yo soy pegado por mi padre (inconsciente, la versión edípica).
3) Un niño es pegado.
Las 3 escenas tienen en común un sujeto activo y otro pasivo. Hay un goce activo, otro goce pasivo y hay alguien que goza en el recorrido de la pulsión.


1923: El yo y el ello.
En ese momento, el yo está definido como la proyección de la superficie corporal. De nuevo, estamos cerrando términos de la mirada como constitutiva. Lo que dijo Lacan no salió de cualquier lugar.


1937: Construcciones en psicoanálisis.
Freud dice que todo esto es del orden de la construcción.  “Pegan a un niño” es del orden de la construcción como escena del inconsciente. Entonces, vamos a ir, para trabajar la clínica, al esquema del peine y a leerlo un poco topológicamente.


Freud empieza por el polo perceptivo. De nuevo, tenemos que la percepción es el modo inicial en que se acercan los estímulos. Todo esto tiene que ver con la pertinencia de la topología. La lectura en la clínica es una lectura en relación a las superficies, en relación a los agujeros. Esto, por supuesto, es mucho más fácil para Lacan años después, que trabajó la topología una vez que se desarrolló. El otro extremo del esquema es el polo motor.


Cuando recién llegan los estímulos al aparato psíquico, se producen marcas. Nosotros tratamos de escuchar su aparato psíquico, como arma sus guiones. En el comienzo, no hay huellas mnémicas, sino marcas. Esto es una cuestión esencial para poder luego discriminar el yo y el ello al esquema del peine. En la etapa que no hay huella sino marca, el aparato psíquico está lleno de estímulos. Están según Freud las pantallas neuronales, que no llegan a frenar esos estímulos. Los estímulos entran y arrasan. Entonces, lo que dice Freud es que empieza habiendo marca que después se traducen en huellas mnémicas. Freud habla de los procesos psíquicos como retraducciones. Esas huellas mnémicas, que ya implican una representación cosa, luego se van a unir, para hacerse conscientes, a la representación palabra.


La consciencia no tiene huellas mnémicas. La consciencia y la memoria son mutuamente excluyentes. Es un tema importante, porque cuando al término de un análisis el paciente ha trabajado para olvidar, (como decía Freud, recordar para olvidar y dejar cosas en el pasado), está plenamente consciente de su realidad y su memoria no le pesa. No es pavada lo que dice Freud cuando dice que la consciencia y la memoria son mutuamente excluyentes. Él lo dice una y otra vez y es por esto.


Pongámosle nombre a todas estas instancias:


La consciencia, que no tiene huella mnémica.


En el preconsciente, encontramos la representación palabra de la que hablábamos recién.
  • La identificación en tercer grado, como las jóvenes histéricas adolescentes del internado, están en el preconsciente-consciente.


La represión secundaria, separa el inconsciente del acceso al preconsciente-conciente.


En el inconsciente. Aquí encontramos
  • el falo.
  • El Edipo está en el inconsciente, no en ello, que lo vemos en todo el trabajo de rememoración que se hace con el Edipo.
  • La identificación secundaria. Es la identificación al rasgo. Está ligada al Edipo y al falo.
  • El síntoma. A veces los síntomas tienen un costado donde están anudados. No casualmente Lacan habla del nudo borromeo, porque está anudado. Nunca algo encaja perfectamente en una sola cosa.


La repetición está entre el ello y el inconsciente, porque la parte de compulsión está del lado del ello, es ese real que pugna por realizarse, que ex-siste, que quiere decir que está por fuera. Esto Freud lo decía en 1894-95 en las Nuevas aportaciones a las neuropsicosis de defensa, cuando dice que algo viene desde el exterior y aparece en el aparato al modo de la alucinación. La parte repetitiva, en el sentido “elijo a un hombre como mi papá”, está en el ámbito de lo inconsciente. Tiene más que ver con una trama, es esa parte donde el sujeto escribe eso que es imposible de decir en una trama simbólica -y acá vamos a Lacan- en una trama significante. Yo la dibujo así:


Estoy dibujando como si fuera una tela de lana, es una trama. La trama incluye consistencia (hilos), agujeros y también algo que no se ve, la existencia: el que la hizo. Es el discurso del Otro. El intercambio de consistencia, existencia y agujeros es lo que va a hacer el nudo borromeo, pero eso lo vemos en otra clase.


El ello no tiene marca. Es el reservorio de las pulsiones. Por supuesto, este concepto no estaba cuando él hizo el esquema del peine en 1900. El ello lo inventa en 1923. Pero ya pueden leer en La interpretación de los sueños, a la luz de lo que ya saben, el ello.
El ello es como un caldero hirviente de pulsiones.
  • A nivel del ello encontramos al fantasma.
  • La identificación primaria es la que da origen al aparato, la ubicamos en el ello.


La represión primaria, como marca inicial que constituye el aparato. Aquello que nunca fue consciente.


La angustia es el concepto clave que permite ver que el esquema del peine es un esquema topológico. El almácigo de la angustia es el yo. La última teoría de las 3 teorías sobre la angustia nos dice que la angustia es una señal, que surge cuando el aparato teme a “no tener con qué”. Ahí se dan cuenta bien que este esquema del peine es en realidad un esquema topológico: es un círculo. La angustia muestra bien que el yo y el ello están de alguna manera en un funcionamiento tan sincrónico que cuando ustedes a veces están interviniendo en lo real, piensan que están interviniendo en lo imaginario y no es así. A veces uno hace una intervención que aparenta ser en lo imaginario, es decir, en el sentido del yo y en realidad lo que están haciendo es una intervención en acto en relación a una cuestión repetitiva del paciente, que no la puede ver de otra manera que si ustedes no intervienen a algo cotidiano, porque es una estructura fantasmática. Es una estructura fantasmática, donde el paciente hace con nosotros su fantasma.


Por ejemplo, un paciente viene y nos trae algo y siempre lo critica. Si alguien critica todo el tiempo lo que hace, uno puede decirle:
Intervención en lo simbólico: “Porque como su mamá se critica a usted misma…” ese es un modo de intervenir.
Intervención en lo real: “¿Por qué tanta crítica?” Uno podría pensar que es una intervención en lo imaginario, respecto a algo que el paciente trajo, pero es una intervención en lo real, porque lo que uno está diciendo es “usted me pone a mi en el lugar de ser el que espera perfecciones y esa no soy yo”. En el caso del Hombre de las ratas, en la tercera entrevista él le cuenta a Freud que está espantado, que tiene algo que contarle. Intervención en lo imaginario: “bueno, quédese tranquilo, yo estoy aquí y lo voy a escuchar…” No es para denotar este tipo de intervenciones, que son necesarias para algunos pacientes, a veces durante mucho tiempo al tener que reconstruir las marcas. ¿Qué hace Freud? Él hace una maravillosa intervención: “Yo no soy el capitán cruel” Solo dice eso, si volvemos al dibujo del fantasma con sus 3 posiciones:
Freud allí intervino en lo real. Si la angustia surge ante un peligro que se percibe como real, ¿quién es peligroso? El analista, en la medida en que nos convoca a decir algo que que uno siente que nos parte en dos. Ese lugar también nos toca, mudar al paciente en ese parto, parir esas verdades.


Entonces, vimos la estructura gramatical del fantasma: Yo soy pegado por… El niño es pegado por… Pegan a un niño. El pasivo, el activo y el que está mirando. Esto es Freud, lo han estudiado y solo hay que usarlo. El fin de análisis, o mejor dicho, cuando termina la pregunta que hizo dar vuelta ese análisis es cuando el sujeto recorre esas 3 posiciones. En nuestros propios análisis vemos que hay situaciones en las cuales uno se queja de otros, lo que nos hicieron y resulta que nosotros también se lo hicimos a otro y no nos pareció tan terrible. “Yo no llamo al otro, porque no lo quiero molestar” y después nos quejamos “¿Por qué a mi no me llama nadie?”. La posición en una es activa y en otra es pasiva y en todos, yo me estoy mirando.


El lugar del analista, importante a tener en cuenta, es que el goce del que está mirando es un goce del que si uno no está advertido, el goce de ser analizante puede hacer que un paciente se pueda quedar años en análisis, porque goza de mirar estas escenas. Y el sujeto, cuando se queda mirando mucho, tarde o temprano se queda en el mismo lugar. Como analistas, es importante estar atentos y supervisar ese lugar, porque hay que salir y en algún momento invitar al paciente a salir: váyase, dé una vuelta, viva, haga, pruebe y después en todo caso viene a contarme.


Caso clínico nº 1. Posición pasiva.  (aportado una participante):
El señor B tiene 40 años. consulta porque la ex esposa no le deja ver a su hijo y porque quiere llenarle la heladera a su mamá. Él no trabajaba, pero quiere trabajar. La ex-mujer le dice que si no trabajaba, no le iba permitir ver al hijo.


Ahí tenemos un goce pasivo. No se trata de un llenar activo, porque activo sería que saliera a trabajar, hiciera un diferencia y produjera. No hay producción de objeto ahí. Él es, casi, ese objeto que le llena la heladera. No puedo evitar pensar en términos de espacios y de agujeros. Simbólicamente, no hay hijo de él. El triángulo sería: la madre o su ex esposa en el lugar activo, él en el lugar pasivo de recibir el maternaje y hay un tercero que es el que tenemos que poner a funcionar, porque este sujeto del caso podría quedar tan atrapado en ese discurso materno, que si no es una psicosis, le pega en el palo.


¿Qué intervenciones podrían ser posibles ahí? Estamos ante un sujeto de 40 años con dificultad de diferenciación del deseo del Otro. Las intervenciones, en esa estructura, ¿soporta intervenciones simbólicas? Una estructura simbòlica bien constituída tiene 3 lugares o posiciones que funcionan y se mueven. Tiene una superficie, “yo soy esto”. En este caso no.  Una interpretación, se apoya en la metáfora, que supone que en la base esté el nombre del padre, que en el caso está medio dificultado. La metonimia y la metáfora operan sobre una cadena significante, la cadena simbólica. Todas las intervenciones del orden simbólico son intervenciones que suponen una cadena simbólica constituida. Una intervención muy metafórica en un sujeto con una estructura muy pobre, no entiende nada y tiene razón. Otra de las características de las intervenciones simbólicas es que trabajan sobre cuestiones identificatorias o de elección de objeto. hablamos de linaje, de función paterna. Al hablar de cadena simbólica, hablamos de 3 generaciones, distintos personajes. “Usted no es su padre”, por ejemplo. Eso es una interpretación en relación al linaje. No sabemos si este sujeto pueda soportar intervenciones de este estilo. Las intervenciones simbólicas requieren mucho de la estructura, más que las intervenciones en lo real. Un sujeto que tenga un sostén simbólico es una madre que haya funcionado, un padre que haya funcionado para él. Son funciones que dieron lugar a superficies, a producciones.


En cuanto al encuadre, veamos los honorarios. Simbólicamente, los honorarios son pagar una deuda. En lo real, es una pérdida de goce. Pero en lo más concreto, ¿cómo fija el analista los honorarios? Tiene que ver con la posición inconsciente que ocupa. Este sujeto del caso, nunca va a ofrecer pagar mucho. Nunca va a pensar que puede llenar una heladera, o al menos en ese momento. No va a pensar que tiene un plus para darle a ese hijo, porque ese sujeto tiene el lugar pasivo no tiene con qué. En el fantasma no se tiene con qué.
Caso clínico 2. Posición activa.  (aportado por Violaine Fua Púppulo)
Un paciente económicamente muy potente tiene sus impotencias en otras áreas. Es un tipo muy difícil de trabajar desde lo simbólico. Su esposa pide venir a la sesión porque no encuentra modo de que él la escuche. Como él no escucha, ella me dice “yo le deseo que él logre algo de seguridad en sí mismo” respecto de ciertos lugares que toda esposa -el esposo sólo deja ver a su esposa sus partes débiles-. El hombre comienza a gritarle a la esposa, de que era un hombre muy seguro de sí mismo, que manejaba una empresa, etc.


Por supuesto que a este sujeto, que piensa que puede venir a mi consultorio cada vez que quiere, la intervención es mandarlo a pensar y que venga cada 15 días. Porque él paga. Las entrevistas, en esa línea, van a ser cortas para ese sujeto, porque él está en el lugar activo. El problema es que en la medida que él pasa al lugar pasivo, porque es un ser humano, se mete en la droga, en ambientes raros… Es un puro desecho. La salud está en que el sujeto debe poder atravesar de ser activo a pasivo sin sentir que se va por el agujero. Eso es lo que llamamos castración, elaborar la castración, que tiene que ver con que algo que me falte no significa que yo me pierda a mi mismo, que yo deje de existir. En ese sentido hablamos de cantidad, de duración de las entrevistas y de honorarios.


Caso clínico 3. Caso intermedio.  (aportado por Violaine Fua Púppulo)
Una paciente colega que me relata que se había analizado muchos años y que adoraba a su analista anterior. No volvió con él porque le cobraba mucho dinero y así llegó al hospital. Ella era muy afortunada y podía viajar y este hombre le cobraba enormes cantidades. Ella trabajaba más, salía del consultorio totalmente perdida y se tomaba el colectivo para el otro lado. Le empiezo a preguntar por esto y ella me dice que ella trabajaba para pagarle.

Esa paciente, que ama y adora, va al hospital con una desconocida. La verdad que no corresponde, porque si ella trabajó muchos años y se lo ha ganado, ¿por qué va con un desconocido al hospital porque no le puede pagar a ese? Entonces, fantasmáticamente uno lee que ella ofrece al goce del Otro cualquier cosa. No les voy a decir las cosas que hizo para pagarle las sesiones. Terrorífico, y que él lo supiera y la dejara. Pero además, ella se ofrece al goce del Otro. Ahí, el tema de los honorarios es invertir la cuestión. Si ella dice “Te pago $100”, yo le invierto la cuestión. “¿Cuánto estás dispuesta a pagar?”. Ese paciente va a pagar cualquier cosa y lo que uno tiene que hacer es no aceptar, porque no es esa la posición. Uno dice en acto “Yo puedo agarrar todo de vos y no”. Entonces, si ella dice “Tengo $100”, yo digo “pagame $80, los $20 son para vos”. Este lugar de hacer honor a la verdad, que tiene que ver con la estructura del fantasma, tiene que ver con decidir cuestiones rápido. Después van a tener mucho tiempo para trabajar simbólicamente, edípicamente, etc. Lo que importa es el analista lector.

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