miércoles, 4 de julio de 2018

Clínica de las primeras entrevistas: No cualquier palabra causa la transferencia. (1)


Apuntes de la conferencia dictada por Silvia Coscio.
Clase del 11/05/2017
El título de la transferencia es intencionalmente ambiguo. Cuando hablamos de significantes, hablamos de ambigüedades y lo propuse para que resuene en distintas cosas. Haré incapié en algunas de ellas para ir hacia la dirección hacia la que pretendo invitarlos.

Hay cosas que se dan por hecho en psicoanálisis: que la palabra es nuestro instrumento,m que nosotros escuchamos. La palabra tiene una complejidad en sí: es un material y entenderla como un significante o un representante implica algunas áreas del conocimiento e intentaremos que ustedes aprendan a manejarlo dentro de la clínica.

El título tiene también la palabra causa. es una palabra muy famosa entre nosotros, como cuando nos preguntamos dónde está la causa. Causa y deseo parecen ser una pareja preciosa. la palabra causa está al lado de la palabra transferencia porque yo insisto en que la transferencia puede provocarse o causarse, en momentos en que la transferencia se detiene, en momentos donde el paciente habla y parece que no dice nada, viene pero no se sabe bien a qué. Nosotros esperamos escuchar algo en esas palabras y a veces sabemos que ese algo no llega. Voy a recuperar una noción muy primitiva de la transferencia en psicoanálisis, que es la de traslado. Traslado hay que entenderlo como transporte, como si estuviéramos transportando algo. El concepto de transferencia va más allá, se mezcla con el sujeto supuesto saber y otras cosas, pero la idea es que en las primeras entrevistas podamos ir pensando si algo de ese traslado sucede ahí. Por lo cual, deberíamos saber qué es lo que se está trasladando ahí. También tenemos conceptos como transferencia salvaje. Cuando la transferencia está a nuestro cargo, no es salvaje, sino que está más ordenada. Se trata de conducir eso.

Todo esto comienza por poder tomar a la palabra de una manera muy especial: de entender que la palabra está antes que nosotros. nacemos en un mundo donde hay palabras, las escuchamos desde que estamos en la panza. Pero a la hora de usar esas palabras, que están en el lenguaje que nos preexiste, esas palabras portan algo de nosotros muy especial y muy singular de modo tal que cuando alguien va a un tratamiento psicoanalítico, realmente percibe que algo del efecto de la palabra en él cambió. ¿Cómo logra eso? Hay un nudo ahí, un lugar muy especial donde la palabra logra encarnar esta cuestión que vamos a tratar en la transferencia y que tiene su momento original y su modelo en el fort-da. El fort-da tiene muchos lugares por donde se los puede tomar. Me parece un gran hallazgo de Freud, concepto que no terminó de desarrollar y que está en nosotros seguir tomándolo una y otra vez para poder ver qué era lo que maravilló a Freud frente a su nietito.

A mi me están interesando los quehaceres de los analistas, de los alumnos, de los docentes que están un poco al borde de lo simbólico. Con esto quiero decir que hacen cosas o trabajan con elementos que no están teñidas de la razón o de las cuestiones que están más del lado del significante. Quehaceres de borde, más reales. Generalmente tienen que ver con cuestiones más sublimatorias, y estoy convencida que en mucho de los recursos que nosotros tenemos y a veces usamos inconscientemente, alguna sublimación está haciendo lo suyo, incluso antes de la posibilidad de que una estructura significante se conjugue, porque nosotros no nacemos neuróticos ni sujetos del significante. El significante es un recurso que vamos a ganar después. Entonces antes debiera existir algo, alguna forma de poder manejarnos o agenciar (palabra de Deleuze). Los que trabajan con niños o psicóticos sabemos que a veces nos vemos en la situación apretada de crear algún hacer real. Hacer algo con lo que hay, con lo real o lo tangible. De esos quehaceres me estoy ocupando últimamente. Uno de esos lo voy a situar hoy en el fort da para ver cómo se origina esta posibilidad de la palabra de poder transportar nuestra vida pulsional.

Si una palabra no transporta, abarca y lleva nuestro estatuto pulsional, seguramente no se va a producir ningún cambio en el tratamiento psicoanalítico. A nosotros no nos interesa nada más que esa palabra lleve, sino que lleve bien. No se trata solamente de llevar, sino que implica un proceso que empieza y termina, para que esto sea un acto cumplido, que decante en un objeto terminado. Cuando esto no pasa -que suele no pasar, les quiero decir-, porque nosotros las personas tenemos que trabajar para absorber lo nuevo, no va de suyo que uno tome una palabra para absorber lo pulsional cuando somos niños y listo. Puede suceder al ser más grandes que algún desbarajuste económico le exija al psiquismo realizar esa tarea nuevamente. Uno puede estar atendiendo a alguien y verse en la necesidad primordial de hacer algo con la palabra de este orden antes de empezar a trabajar. Uno ve que hay algo necesario que debe hacerse antes de establecer el dispositivo. Es algo que es parte del dispositivo, es su marco, pero es como si les dijera que si vamos a comer, necesitamos un plato. Bueno, a veces hay que hacer el plato.

Vayamos al fort-da. Es un concepto que aparece en Más allá del principio del placer. Se trata de un modelo que Freud propone mediante una anécdota que le sirve de ejemplo. Con ella da cuenta de cosas que cree que encontró, pero mientras las explica no se da cuenta que explica otras que no encontró. El ve al niño jugando en la cuna. La madre está ausente y lo primero que ve es que el niño arroja cosas. Ustedes saben que los chicos tiran cosas, quizás están sublimando algo y hay que tener cuidado en cómo se los reta porque pueden estar trabajando algo ahí. Freud ve que al principio tira cosas, pero luego observa lo del carrete, que es un aparatito que tiene un hilo que el niño agarra y lo vuelve a traer. esto le permite a Freud volver a su teoría donde él se ampara y dice que el reencuentro con la cosa le da placer. está explicando esto con el principio de placer. Freud se pregunta por qué sigue tirando cosas, porque en realidad desaparecer cosas tiene que ver con la presencia-ausencia de la madre, así lo piensa. Freud dice que cuando el niño tira las cosas, las cosas desaparecen y que esas cosas que desaparecen ineludiblemente le producen un aumento de tensión. ¿Pero por qué un niño quisiera tensionarse? ¿Qué lo lleva a repetir esa tensión? Freud fue honesto, porque en vez de haberse quedado ahí o seguir dando teorías, él rompe sus teorías para decir que lo que pasa acá es que está más allá del principio del placer. Esto es una ruptura. Freud tiene la posibilidad de crear el psicoanálisis porque puede romper la piedra y volver a escribir. Quehaceres reales, decía yo.

Freud da algunas vueltas y aparecen conceptos que a mi me encantan. Dice que en realidad el niño está aceptando la ausencia de la madre mediante el juego. En esa aceptación, el niño juega para elaborar una renuncia pulsional, dice Freud. Eso me llamó a preguntarme a mí, ¿Por qué habla de renuncia pulsional ahí? Yo creo que los niños no juegan para aceptar nada. También dice que el niño juega para apoderarse de la situación. Esto es muy interesante, porque dice que esa pulsión, esa tensión que aumenta es una carga. Esa carga somete, porque el niño está tratando de dominar la situación descargando esa carga. Esto es muy neurótico, seguramente habrán escuchado a un paciente decir que se ponen a hacer muchas cosas físicas cuando se enamoran, o hacen cosas para descargarse como ir al gimnasio, como si se tratara de una carga que hay que sacarse de encima. Freud piensa que esta tensión es una carga y piensa que si esta carga somete al niño, entonces la forma de que este niño salga de este lugar donde es objeto de esa pulsión, la tiene que descargar para poder adueñarse otra vez de esa situación. La pulsión es inatrapable, solo se puede atrapar por aspectos. Un aspecto es la disrupción, la cosa equívoca. La situación disruptiva puede ser esto de querer apoyarse en una tarea que a uno le guste. Es muy difícil sostenerse en ese querer hacer algo ahí donde justamente se quiere. la pulsión tiene este carácter disruptivo.  Intenten situar en ustedes mismos la pulsión y eso les va a permitir situarse, que es a lo que los invito hoy.

Freud llama a esto pulsión de apoderamiento, que sería descargar esa pulsión creciente. Para mi ahí hay un fantasma de sometimiento, que es algo que no se ve taxativamente, sino que sobrevuela. Si él no tuviera un fantasma de sometimiento, no pensaría en apoderarse de una situación. Pero el aspecto fantasmático me interesa acá por una sola cosa: esto que a esta altura se dice fort-da, es solamente un aspecto de la pulsión que es el empuje o ímpetu (drang). No es toda la pulsión el ímpetu, de hecho Lacan se sale de la definición freudiana de pulsión y necesita decir que la pulsión es un trazado en acto. Este drang, este ímpetu, si no se traza provoca problemas, porque hay algo que Freud sí discierne en el fort-da, después de hablar de la pulsión de apoderamiento. Dice que este juego es un modo de trabajo de esta pulsión, que en realidad es un drang. Es un modo de trabajo de ese ímpetu constante. Les recuerdo que estamos hablando de esto porque estamos tratando de situar cómo la palabra puede agarrar eso que decíamos que la transferencia transporta o traslada. Ahora ya puedo decir que lo que la transferencia transporta o traslada, en el mejor de los casos, es drang. Ese drang como cosa molesta, como cosa indescriptible, como cosa que está siempre antes de nosotros, como lo indomeniable, lo inconcebible y demás términos que no terminan de agarrarla, esto que nos supera y nos desborda que es el drang. Alguien que tiene la pulsión y puede hacer un trazado completo, ya pudo hacer algo con eso, lo puso a trabajar. Y aunque no lo reconozca conscientemente, se trata de un recurso subjetivo. Quisiera aclarar que nadie tiene la posibilidad de matar al drang. El drang siempre va a insistir, porque es el ímpetu, que siempre vuelve e insiste. Nosotros vivimos con nuestros trazados y vamos cada vez teniendo más trazas, más recursos subjetivos. Pero siempre vamos a tener estas molestias, estas cargas, estas disrupciones. Estas disrupciones vienen a romper los cocos, se nos rompe algo aunque no nos demos cuenta. Aprendemos a hacer con esas disrupciones, pero siempre hay un resto.  

Ya dijimos que la transferencia es un traslado y es importante que los pacientes logren, con ustedes, que sus palabras sean un buen representante (palabra freudiana) que si bien no puede abarcarlo todo, representen bien esa disrupción, ese drang. Antes del fort-da, no había ningún modo de hacer. Freud sitúa esto y aunque él habla de la pulsión de apoderamiento y pone el acento en otras cosas, como la repetición, hay otros conceptos girando alrededor, como que el fort-da es un modo de trabajo. Lo tomo y lo elevo a la altura de concepto, porque luego él define a la pulsión como una medida de trabajo. ¿Por qué no pensar que el fort-da es un modo de trabajo con un destino muy particular, que es el de circunscribir una medida? Un niño que tira las cosas está circunscribiendo la medida de esa disrupción de ese drang. Lo hace porque sino no va a poder hablar de esta manera que nosotros queremos. Será un repetidor que tome palabras sin él, como una radio, que no lleven nada de él. O que cuando sea grande, que sienta que nada lo nomina, que nada lo que hace lo representa. O que cuando una chica le diga “ay, que lindo que sos”, sienta que no hablan de él, porque él habla con palabras donde nada de él fue representado ahí. Algunas cosas que creemos que son paranoias, no lo son. ¿Por qué me quiere si no hay nada en juego mío acá? La posibilidad de sostenerse sobre ese ímpetu es muy importante, porque por ejemplo pueden escuchar a gente que no puede hacer trazar su ímpetu. Tengo una caso donde la paciente se levanta a la mañana “re pilas”, pero a las 15 hs. se pincha. A la mañana se come al mundo, tiene fuerza, ímpetu, pero un momento después ya no está más. Más allá del diagnóstico, acá tenemos que solucionar algo muy importante, porque si ella no puede sostenerse en algo ahí, ¿cómo seguimos trabajando? Ella no sabe que lo dice, pero lo dice. Dice que su principal problema es ese, que no se sostiene ahí. Que no circunscribe eso para sostenerse, ya les estoy dando un dato más. Esto aparece seguido.

Intentemos cincunscribir esta circunscripción. ¿Cómo hacemos para que esto que empezó como un juego y un modo de trabajar el ímpetu se convierta? Esto es tarea del analista, porque si nosotros tenemos un paciente en las condiciones del ejemplo anterior, debemos reconocerlo y armar cosas. ¿Cómo hacemos para que esta persona se apropie, se agencie de la situación? No queremos que descargue (sino sería un depresivo), sino que se agencie de eso. Pero para que se agencie de eso, que lo conserve, que lo sostenga, le perdure. El otro día hablábamos del concepto de elaboración de Ulloa, que ahora se me viene a la cabeza. El otro día trabajábamos qué era esto de persistir, perdurar, permanecer allí. Necesitamos que esta persona adulta haga un fort-da. Porque en el fort-da, el niño lo que está haciendo según mi lectura es tratar de circunscribir esa medida.. El niño tira cosas, pero el niño necesita que luego el juego evolucione. El fin de ese juego es circunscribir esa medida. Esto significa saber cuánto calza, cuánto mide. Si una persona no sabe cuál es el alcance de su ímpetu, difícilmente lo pueda poner a su cuenta. Este niño está jugando ahí mediante un modo de trabajo (el modo de gozar está al servicio de un trabajo) que está al servicio de medir ese ímpetu. Es un poco paradojal, porque los chicos de esa edad no tienen todavía la función fálica, por decirlo de una manera lacaniana. No tienen todavía el aparato simbólico suficiente como para deducir medidas por el camino de lo simbólico, pero si por lo real. Empezamos diciendo esto de otros haceres con ciertas personas, por ejemplo los niños, donde lo simbólico está restringido. ¿Y si el niño no dibuja, quiere decir que no tiene pulsión? ¿Cómo se trabaja ahí? ¿Cómo podemos ayudarlo a circunscribir una medida pulsional? Hay muchos lugares donde ustedes pueden poner en juego esto de ayudarles de recrear esta herramienta de la palabra, hablen o no. Porque la palabra es un significante, que puede salir por la boca o de otra manera. este juego como modo de trabajo, se convierte en una forma de hacer una medida de trabajo en el segundo juego, que es el del carrete.
Nosotros tenemos al niño, que tiene un carrete que va y vuelve. No es lo mismo que arrojar cosas y que las cosas se vayan. En el caso de que tira, está creando algo que Lacan va a llamar gesto. Y en el caso del ida y vuelta, está formando algo que se llama letra. En el segundo caso se trata de una ida y una vuelta. Tenemos la medida. Cuando el niño simplemente arroja, no hay medida, las cosas se van y desaparecen. Se trata de un desaparecer angustiante, porque esa desaparición no está dominada. Cuando una madre se cuestiona si puede irse o no a trabajar, tiene que ver con que el chico maneje estas coordenadas. Si el chico está lejos de estas coordenadas, no va a tener mucho. No se olviden que en el juego estaba Freud mirando. Eso es un sostén.

Un gesto es un acto interrumpido. Le falta una parte. Se trata del caso de arrojar.

El trazado en acto es el caso del fort-da. El niño hace con lo real, tira y descubre que tiene fuerza. Cuando esto retorna, el niño encuentra una medida de su alcance pulsional. la medida se termina de congregar en ese ida y vuelta, y sabe qué alcance tiene su cuerpo libidinal. Hay chicos que hacen este juego con el papel higiénico, a modo de carretel. Cuando el carrete vuelve, tiene una medida de su fuerza pulsional. Tiene la medida de su empuje.

Los neuróticos confundimos fuerza con lo muscular, pero se trata de fuerza pulsional, que es solamente el drang. ¿Pero qué significa la medida de su ímpetu? Si alguien cree que tiene un ímpetu tan grande como para creer que puede dar la vuelta al mundo y volver, lo más probable es que le salga mal. Debe saber realmente, que se condiga realmente cuál es la medida de ese ímpetu. Entonces, lo tiene que poner a prueba. El que cree que puede dar la vuelta al mundo y sale corriendo, llega hasta la esquina y se cansa, sabe cuál es la medida de su ímpetu. La medida del ímpetu se sabe solo realmente. Esto lo pueden poner a hacer los que trabajan con chicos. El chico puede conocer -no que le digan- cuál es la medida de su ímpetu. Y los que trabajan con grandes, se les puede ir leyendo -no interpretando- que no está mal que a las 7 de la mañana se despierte con tanto ímpetu. Quizás el error es que piense que va a hacer todo eso, anda regulando y circunscribiendo la medida de ese ímpetu. Ir probando es irlo haciendo realmente, como en el fort-da.

Lo que más me interesa es que cuando el carretel vuelve, no solamente el niño tiene una medida, sino que además sabe dónde está, porque su cuerpo libidinal se termina de congregar y entonces sabe dónde está, cosa que antes no sabía. Tiene un mapa, precario, real y libidinal. Piensen en lo que comúnmente se llama ataque de pánico. Investiguen y se van a dar que se iba a casar, que conoció a una novia que le encanta, o algún otro desborde pulsional. Porque esa persona que se fue a caminar y se tuvo que sentar porque el cuerpo no le correspondía (“Lo único que pude hacer es sentarme”, dicen muchos de los que tienen ataque de pánico), lo único que pueden hacer es poner la pulsión tranquila, porque no saben dónde empieza ni dónde terminan. No saben están. No pueden llamar a nadie porque no pueden ni estirar el brazo. Se quedan paralizados. Tiene que ver con esto de que el ímpetu a veces queda por fuera de las capacidades nuestras de poder agenciarnos de esa medida. Claro que después del análisis uno se tranquiliza y da cuenta de que no tiene que intentar controlarlo todo, sino agenciarme de que siempre habrá un imprevisto, una capacidad de sorpresa… Porque por otro lado, si anulamos ese ímpetu, vienen todos los signos de la depresión y la falta de sentido. Cuando ya nada puede sorprender, el correlato de eso es el aburrimiento, la falta de esperanza, la desazón.

Estas son formas de que ustedes vean de que esta palabra necesita estar articulada para poder, lo mejor posible, circunscribir el ímpetu. la pulsión va circulando y trazando, pero acá lo que molesta de la pulsión es el ímpetu, con su intensidad creciente. Por eso falla la represión allí, porque no alcanza. Entonces, tenemos que con el ida no alcanza, solamente hay una mera descarga. Es lo que vemos cuando un niño rompe todo en la escuela porque los padres se divorciaron. La maestra llama a los padres y uno investiga por dónde pasa el desborde, porque este niño está pudiendo hacer el ida y vuelta. Lo importante es la circunscripción de un cuerpo ahí, porque cuando está esta medida y está este cuerpo, el sujeto tiene una posibilidad libidinal en el mundo. Estas posibilidades hay que recrearlas una y otra vez, a menos que creamos que podemos paralizar el devenir pulsional, como hace la gente que se encierra en su casa y queda agorafóbico.

Esto tiene varias corrientes y las más sutiles ocurren en el tratamiento ordinario y en las primeras entrevistas. Las primeras entrevistas son un momento crucial, porque cuando alguien se presenta viene con preguntas, sin saber bien dónde está situado, cómo se va a manejar bien ahí, quién es ese otro que le va a preguntar, qué grado de desestabilización le van a provocar esas preguntas. O sea, le crea preguntas fantasmáticas y viene nervioso. Si es que quiere hacer un tratamiento, quien acude a las primeras entrevistas viene con algún nivel de angustia. Y el hecho de que a veces no se note por ningún lado, habla de una defensa, si es que quiere realmente hacer un tratamiento. Si no quiere hacerlo, porque lo manda otro, es otro cantar. Por eso, en las primeras entrevistas nosotros tenemos una situación muy particular que es como una fotografía de cómo se presenta una persona en una situación mínimamente desestabilizante. La primera vez que ustedes reciben a un paciente, él está en condiciones de inferioridad. Ahí ustedes tienen la posibilidad de ver cómo se maneja. Cuando el tratamiento avanza, esto se empieza a borrar, porque se acomoda, se pone más tranquilo y la transferencia circula. Pero esta comodidad es operativa para nosotros. Cuanto más incómodo está, mejor se puede ver. Obviamente hay que maniobrar los niveles de angustia, pero en estas primeras entrevistas ustedes pueden ver exactamente esto que les digo, cómo se maneja este sujeto con la palabra. ¿Qué tanto la palabra representa sus pulsiones, sus ímpetus? Y es un dato que necesitamos tener porque quizás más adelante este paciente hable de una gravedad y ustedes no saben qué resto tienen para hacer una u otra intervención. Hay veces que la palabra toma una buena dosis de esa molestia pulsional, de esa disrupción o ese ímpetu.

Cuando Freud habla de drang, tiene en mente una idea meteorológica, igual que Lacan cuando habla de letra. Es extraño que los 2 para explicar algo hayan tenido la misma imagen.  Menciono un dato alegre: Freud era lector de Utter, quien pertenecía a un movimiento literario que se llamaba sturm und drang , en español “tormenta e ímpetu”. Drang es la palabra que él le pone después a la disrupción de la pulsión, a esto que yo digo que hay que circunscribir, transformar en una medida a cuenta y a disposición del que va a hablar, del que va a tratarse. El que no la tenga, pagará una factura, como la señora que a las 3 de la tarde se da cuenta que esa medida no la maneja.

Lacan, cuando explica letra, está a la altura de decir de otra manera ese drang. Cuando ese drang está ya circunscripto y es realmente una medida a cuenta del sujeto, es una letra. Lacan también utiliza una metáfora meteorológica para explicar la letra. Habla de un cuento de las nubes que condensan hasta que de repente llueven letras. Ahí tienen, en la condensación, una tensión creciente de la fuerza de la pulsión, el drang. ¿Estaban pensando en la misma cosa?

La vez que viene arrancamos con transferencia desde este punto de vista. No olviden que cuando diga transferencia, me voy a estar refiriendo al traslado de este drang circunscripto.

Pregunta: Vos mencionaste a la sublimación.
S.C.: La sublimación tiene muchas formas de entenderla. Yo la tomo en sentido hegeliano. hegel tiene un concepto, que es aufhebung. Es un sustantivo que viene de 2 palabras. No tiene una traducción precisa en castellano. Un ejemplo sería cuando se levanta el paro docente o de algo. El levantamiento del paro implica una dialéctica, un movimiento de 3 pasos. a) los docentes trabajando. b) la negación, mediante el el paro c) el estado normal de la situación, en este caso los docentes trabajando por levantar el paro. Hay un momento “más”, un momento “menos” y el otro menos sería el tercer momento de esta suspensión.
En la sublimación hay una dialéctica de este orden: un status quo de algo, ese status se detiene por una negatividad en juego, y después se produce el levantamiento de esa negatividad.
En el fort-da se produce así: el niño pulsa (1° momento), pero la mamá está todo el tiempo ahí atemperando, poniendo en suspenso sus disrupciones (2° momento). Por lo cual, este tercer momento se presentifica cuando la madre se ausenta, es decir, cuando se suspende el atemperamiento. Al suspenderse el atemperamiento de la mamá, surge en evidencia esto que estaba antes. Por supuesto que con un resto, porque se siente como ausencia materna, como que si eso que siente fuera culpa de ella. Eso es una sublimación. Pero si el niño simplemente arroja el objeto, esa sublimación no se produjo.    

Pregunta: Pensaba que la sublimación era negar algo, como el caso de las monjas que subliman su sexualidad reemplazándola por un amor ideal.
S.C.: La sexualidad no va de suyo con nacer, es algo que hay que construir. Sí nacemos con el erotismo de los padres, pero hay que sexuarse. Así que estas monjas, que ya están sexuadas, pasaron por un proceso donde ya hubo un segundo momento, una marca. Por lo cual, diría que la sexuación ya requirió una negación, una represión. Es importante ver que hay una dialéctica. La dialéctica de que hay un “más, menos, menos” permite situarse en el primer punto, el segundo o el tercero. En psicoanálisis nosotros sabemos que todo lo que tenga que ver con discurso, estructura, neurosis, implica una represión primera. O sea que la represión ya está en este lugar. Freud decía que la sublimación era la otra posibilidad de hacer con algo no por la vpia de lo sexual. O sea, está lo sexual que exige una pareja, por ejemplo, o hacerse monja y arreglárselas así. Pero tiene que estar esa barra que necesita la sexuación.
Que alguien pueda contar con una posición sexuada para jugarse frente a otro, es un producto de lo que Lacan llama discurso o lo que Freud llama Edipo. No privativo del Edipo, por eso lacan habla luego del discurso. La sexuación es un recurso logrado, una primera represión, una primera negación.

Pregunta: También está la sublimación del cirujano...
S.C.: A mi no me gusta mucho esa forma de entender la sublimación, porque toma a la sublimación como denigrándola, como si fuera “En vez de apuñalar, se hizo cirujano y se salvó”. Uno podría decir que una vez que está inscripta la posición sexuada, todo lo que vayas a hacer en la vida, ser cirujano o ser monja, es sexuado. Si todo lo que hacés es sexuado, ser cirujano también. A mi me gusta más esta veta de la sublimación porque no es excluyente de nada. La gente puede sublimar como cuando se dice de un cantante que no puede crear más nada porque salió de la droga. Hay ciertos mitos. La sublimación es un quehacer real que puede ir en paralelo con otros quehaceres simbólicos de otro orden. No tiene que ver con hacer algo aceptado culturalmente en vez de algo denigrado.

Pregunta: ¿Cómo ves a la resiliencia?
S.C.: Para mi la resiliencia es la capacidad del aparato de recuperarse una vez que se desborda. No porque haya vivido cosas traumáticas, sino porque lo traumático es eso y la capacidad de alguien de sobreponerse a eso, que siempre tiene que ver con personas contentas, tiene que ver con eso. El concepto lo usan mucho en el cognitivismo.

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