En un escrito de Fernando Ulloa “El efecto iano”, estudia algo que ha perjudicado mucho al psicoanálisis, que es el efecto de capilla o escuela ligados más al deseo de dominación política y de primacía institucional, que a trabajar y a hacer avanzar al psicoanálisis.
El narcisismo es una de las categorías más importantes del psicoanálisis, pero a mi juicio es un concepto mal parido, que quedó colocado de manera errónea con múltiples consecuencias y es lo que me propongo a revisar. Bleger proponía directamente abolir el concepto de narcisismo. Él consideraba que el concepto debía ser sustituído y en su lugar proponía cambiarlo por su propio concepto de simbiosis.
El concepto de narcisismo es introducido por Freud en una situación de política institucional complicada, en donde Freud está a la defensiva. No es una buena posición para una buena teorización. Narcisista sería alguien que está enamorado de sí mismo, que solo se relacionaría consigo mismo y que no tendría prácticamente interés ni conexiones con otras personas. En los tiempos de Freud había una idea muy arraigada, que era pensar al psiquismo como un círculo cerrado. Según esta representación, una persona es un círculo cerrado que se vincula con otro círculo cerrado. Según esta idea, uno nace sin relacionarse con nadie en una especie de estado autoerótico, como lo llamaba Freud. También se decía que los bebés tenían una especie de autismo normal, algo totalmente dislocado. Entonces, se pensaba que uno al principio no se relacionaba con nadie, luego con uno mismo: esto sería el narcisismo, relacionarse amorosamente con uno mismo. Recién después de esto, uno se vincularía con las demás personas. Después de eso vendría el famoso complejo de Edipo y uno se relacionaría con el padre, la madre, y los hermanos. Para el psicoanálisis clásico, recién de todo eso uno se relacionaría con la sociedad. Entonces, se partía de la idea de un niño asocial que estaba únicamente relacionado con su propio placer, luego consigo mismo, luego con papá y mamá y finalmente con otras personas. Esta concepción hoy es totalmente insostenible, pero todavía se la sigue enseñando.
Esto llevó a asociar al narcisismo con 2 figuras que en los ensayos morales filosóficos inspirados en el cristianismo de los siglos pasados se criticaba mucho: la figura del vanidosos y del egoísta. El narcisista sería un vanidoso, alguien engreído de su propia perfección, belleza, etc. A la vez sería alguien profundamente egoísta, porque no le interesarían los demás. Hay otro pequeño detalle: no hay ningún estudio ni análisis del mito de Narciso. Freud había intentado hacer un análisis del mito de Edipo cuando introdujo la teoría, pero con el de Narciso no hubo ninguna lectura del mito. En esa época, previa a Lévi-Strauss, no había mucho criterio para analizar los mitos. Cada autor los usaba para lo que les servía, los interpretaba como les parecía y eso fue lo que pasó con el mito de Edipo. Freud no tenía nada de qué agarrarse, porque no habían criterios metodológicos serios para analizar mitos hasta bien entrado el s. XX, donde tenemos a partir de la década del ‘60 los 4 grandes tomos de Mitológicas de Lévi-Strauss.
Cuando empecé a interesarme por el narcisismo, fui al mito de Narciso. Me apoyé en una de las versiones más desarrolladas del mito de narciso, que es la de Ovidio, un poeta latino. En Metamorfosis están ese y otros mitos. Narciso aparece como un joven, hoy diríamos un adolescente, que para entonces no se los consideraba como tales, sino niños que se volvían jóvenes y enseguida adultos. Narciso es un joven muy solicitado amorosamente, tanto por varones como por mujeres, pero él se rehúsa, se aparta y se reserva. Él toma distancia y en cierto momento se va lejos. En muchos mitos y en las religiones se ve que héroe cultural va a traer algo nuevo a la cultura, replegándose de lo social. Un ejemplo es Jesucristo cuando se va al desierto, donde subsiste a las tentaciones del demonio, o el mismo Mahoma, Buda, que se retiran porque están por hacer un movimiento que requiere justamente que se retire. Es dar un paso atrás, un paso al costado, para dar un paso que se va a producir.
Narciso se va y un día llega a un bosque que nadie había pisado jamás. En ese bosque hay un lago de aguas purísimas, un lago que espejaba muy bien. En ese lago tiene lugar el encuentro: Narciso encuentra una imagen en el agua. En esos momentos él no lo experimenta en términos de reconocimiento, como que ese es él. Ni siquiera reconoce que eso es una imagen. El mito da muy bien con un detalle clínico, que se puede ver en la evolución del niño: pensar primero que lo que hay ahí es alguien de carne y hueso, digamos, al cual quisiera agarrar. No se da cuenta que ha pasado de un medio terrestre a un medio acuático. Finalmente Narciso se da cuenta que es una imagen. Lo interesante es que al darse cuenta de que es una imagen, se apasiona más que nunca. Finalmente termina por reconocer que es su propia imagen y Narciso se queda morando allí, se queda en ese lugar.
Lo que el mito nos cuenta es que Narciso es el primer hombre que descubre un espejo. También podríamos decir que lo inventa, donde para otro quizá no habría más que agua. Al hacerlo, descubre esto tan interesante que es la imagen. Esto es un rasgo específicamente humano. El homo sapiens es la única especie viviente que cuando se da cuenta que dentro del espejo es una imagen, en lugar de desencantarse o desinteresarse como ocurre con los animales, ocurre exactamente lo contrario. Cuando se da cuenta que es una imagen, su pasión llega al límite y eso le deja una marca que no se borrará jamás. Entonces, de lo que Narciso se enamora no es neciamente de su propia imagen al estilo de un creído que se saca selfies, sino de la imagen en sí misma. El cuerpo es el medio es lo único con lo que se cuenta para llegar a eso de la imagen, porque no olvidemos que se trataba de la antigua cultura griega, que no tenía espejos. Menos pantallas, cine, fotos, ni nada que implicara la posibilidad de la imagen, más que esa imagen en el espejo.
Hay otros mitos de origen brasileño en donde el protagonista se regodea burlándose de un monstruo torpe que cuando se ve en el agua, quiere agarrarse y se abalanza como si fuera una presa. El chico está arriba de un árbol, viendo todo eso y riéndose de este tonto que toma la imagen por la cosa y se confunde. Este es el punto en narcisismo, el descubrimiento de la imagen o la invención de la imagen, que en Narciso va a ser la larga punta de una larga madeja del desarrollo de la imagen de nuestra cultura, que hoy justamente está en una etapa de notable culminación, aunque nadie sabe qué vendrá después. Hoy tenemos espejos, pantallas de todo tipo, televisores, computadoras, celulares… Esto de Narciso es la punta de una enorme desarrollo, el interés por la foto, el cine. Hoy en día, podemos ver que cuando estamos con gente ante un pasaje muy lindo, vemos personas que en lugar de entregarse a ese paisaje, le sacan una foto. Ni lo miran, pero sacan la foto sin detenerse en el encuentro con el paisaje. Esto sería exactamente una relación narcisista, una relación donde prima la relación con la imagen. No se trata necesariamente de la imagen de uno mismo.
El narcisismo opera una intervención sobre la subjetividad, que va a ser sumamente paradójica: uno es doble. Si me puedo reconocer como que soy yo, allí es donde me duplico en alguna imagen: mi imagen en el espejo o la imagen que me devuelve el Otro. La práctica de autofotografiarse tiene que ver con eso, son prácticas narcisistas, pero no porque sean engreídas o ególatras, sino que hacen un culto a la imagen. L imagen se vuelve algo muy importante. Un paciente me contó que había entrado en Tinder, pero él no tenía ninguna inhibición con las chicas. Interrogué para qué quería Tinder, cuando en la vida real él se manejaba bien. Él dice que le había dado curiosidad cómo sería encontrarse con una chica a través de la imagen, mediado por la imagen. Era una exploración y ahí también se ve la atracción narcisista que la imagen ejerce.
El psicoanálisis tardó mucho en llegar al espejo, no partiendo del mito. El primero que llegó al espejo como algo que no podía no estar en la constitución del sujeto, fue Lacan. La concepción que Lacan desarrolla en relación al narcisismo, desde mi punto de vista tiene una serie de problemas que cada vez dificultan más trabajar con ella. Tiende a alinearse en una tradición platónica metafísica que tiene muchos hitos y figuras de referencia, que consideran la imagen y lo imaginario como algo engañoso, mentiroso, falso, ilusorio en donde podemos quedar empantanados y hay que salir. El segundo problema de la forma lacaniana de pensar el narcisismo es que tiende a quedarse en la idea de reflejo, la imagen que refleja nuestro cuerpo. Se queda en esta cuestión de la reflexión y nosotros tenemos que pensar que se trata de un texto de la década del ‘40. Hace muchos años años de esto, Lacan no tiene la culpa si alguien sigue diciendo lo mismo después de tantos hallazgos dentro y fuera del psicoanálisis, los hallazgos de las neurociencias. Hoy podemos pensar las cosas de forma distinta y es ingenuo (incluco positivista y organicista) limitarse a decir que la imagen refleja nuestro cuerpo.
La imagen es una interpretación. Lo que vemos allí es una interpretación de nuestro cuerpo, suponiendo de que se trate del encuentro con el espejo o cualquier encuentro con pantallas que no sea ya de nosotros. Nadie se limita a ver en un sentido perceptual, sensorial, viendo con los ojos en tanto órgano visual. La interpretamos, de forma que podemos interpretar un rostro como felicidad, de pesadumbre, de crueldad, etc. El espejo no se limita nunca a reflejar, sino que es un espacio donde inventamos, ponemos cosas, escribimos e interpretamos continuamente. Hay materiales clínicos muy claros al respecto. Por ejemplo, todos podemos estar de acuerdo con que alguien sea delgado, pero que esa persona se vea gorda. Siempre hay un trabajo interpretativo, uno se inventa una identidad. Hay un trabajo de ficción, no es porque sí que hoy en las redes sociales predominen las ficciones de identidad. Por ejemplo, al hablar con desconocidos, donde se narran historias ficticias. O se editan las imágenes con photoshop, se retoca, se reinterpreta su propia figura. Es lo mismo que el maquillaje, hace máscara. Hay ahí una interpretación en el rostro que hace que alguien haga resaltar sus labios, los ojos, blanquear la piel para contrastar con el cabello o los párpados. Hay un trabajo interpretativo en acto que se va haciendo y un trabajo sobre la imagen que también va inventando una identidad. De eso se tratan todas estas cuestiones del narcisismo. Hoy es más fácil verlo gracias a la informática y al avance del cine y la fotografía, pero digamos que si uno quiere ir a la definción más abreviada posible, podría decir que el narcisismo empieza allí donde la imagen ocupa un espacio decisivo en mi. La relación con la imagen puede volverse tan o más importante que la relación con otra persona. O la relación conmigo mismo pasa incluso por la imagen.
Hace muchos años tuve un análisis muy largo con un político muy importante de la Argentina, de más de 50 años. Había un detalle que a mi me llamaba mucho la atención, que luego me di cuenta que formaba parte de la identidad de un político, que son ciertas deformaciones profesionales. Él era un senador y batallaba por conseguir determinadas cosas por su provincia, como inversiones para mejorar las condiciones de vida de esa población. Pero él le prestaba más atención a cómo salía eso en el diario que a como salía en la realidad. Esa es una situación narcisista, estar conectado con las cosas a través de una cierta primacía que toma la imagen. Esta pasión por la imagen puede llevar a situaciones de alienación furiosa, a que alguien esté más pendiente a como sale en la foto que como se está verdaderamente desempeñando.
El interés de la imagen es cada vez más precoz. Uno ya puede ver chiquitos de menos de un año que ya empiezan a interesarse por las pantallas. No entienden el relato, pero ya entienden el dibujito, el movimiento, la música, etc. Las imágenes publicitarias también nos espejan y nos devuelven retratos de familias felices y proponen todo el tiempo figuras de identificación en las cuales reconocernos. Pero el reconocimiento no es exacto, no se trata de un tema perceptivo ni de maduración neuronal, sino que hay un trabajo interpretativo en reconocer que ese soy yo. Es un trabajo interpretativo que me da una identidad y me protege de cierta relación con lo desconocido. Daniel Stern propone una experiencia que es muy interesante: si uno se mira a los ojos por mucho tiempo, se inquieta, excepto la pareja de enamorados o la pareja mamá-bebé. Estas parejas pueden mirarse por largos períodos sin inquietarse, pero en cualquier otra situación, una mirada insistente (incluso por parte de íntimos) empieza a inquietar o a molestar. Si uno se pone frente a un espejo y se queda mirándose por largo tiempo, va a terminar en angustia. Pasado el tiempo del reconocimiento, va a empezar a surgir lentamente la imagen de lo desconocido en mi. Ese “soy yo” es ficcional. Cuando digo “soy Rodulfo”, se apropia de mí una ficción, con una serie de personajes. Tengo una serie de nombres, de apellidos asignados, que es muy ficcional. El verdadero nombre es como los seudónimos, no existen.
En ciertos puntos de inflexión del tratamiento, donde ha ocurrido o está por ocurrir un cambio importante en el paciente, como dejar atrás un duelo o deshacerse de un síntoma, o se despierta una capacidad creativa que no sabía que tenía, puede ser que el paciente vaya a la peluquería y se aparezca con un peinado totalmente distinto al que tenía. O cambia la manera de vestirse. Son todos anuncios del cambio que está aconteciendo. Pero todos esos cambios tienen lugar en un terreno interpretativo. Es imposible mirar una película sin interpretarla. La imagen es mucho más que una mera reflexión. Proyectamos allí un montón de cosas. Nuestra imagen está cargada de ideales de qué es ser hombre, qué es ser mujer, qué es tener tal edad, ser de tal clase social, y que ayudan a pensar los procesos que están teniendo lugar.
Gracias a lo que Lacan llamó efecto del significante, las palabras no vienen puras, sino que arrastran una serie de elementos ideológicos, míticos, políticos, aunque no lo querramos. Cuando uno dice narcisismo, incluso en el ámbito psicoanalítico, nunca es un elogio. Pareciera que tiene que ver con el engreimiento. En realidad, sin narcisismo no podríamos vivir como seres humanos, estaríamos amputados de la imagen. ¿Cómo vivir sin pantallas, celulares, pantallas? La tecnología actual permite la multiplicación frenética de identidades inventadas, historias, etc. El ser humano tiene una relación muy importante con la imagen, como si fuera algo real. La imagen está viva, es viviente. Eso es el narcisismo. La religión musulmana prohíbe pintar imágenes. Es un sacrilegio, por eso el arte plástico musulmán es un arte no figurativo: tiene figuras geométricas, decoraciones, arabescos, todo menos figuras humanas. El mito religioso dice que el día del Juicio Final, Allah le va a ordenar al pintor de la figura humana que le dé vida. Como el pintor va a fracasar, porque solo Allah puede dar vida, ese pintor va a ir al infierno para siempre. Este mito marca de forma negativa, pero muy clara, que se trata de dar vida al dibujo. Ese es el elemento vivo que descubre Narciso, la imagen como viviente en general y no solo su propia imagen.
El niño aburrido. Es todo una problemática hoy, hay más niños, adolescentes y jóvenes aburridos que angustiados. Hay poco sobre el aburrimiento en la literatura psicoanalítica. Una gran psicopedagoga argentina, Alicia Fernández, escribió sobre el aburrimiento. También lo hizo Heidegger. Los padres se quejan de que sus hijos no pueden ver una película son aburrirse, todo los aburre. Me interesa el caso de los niños que se aburren mirando o leyendo algo. Se aburren cuando no pueden ver en la imagen que les ponen, por ejemplo en una película, ningún aspecto propio. No se encuentran allí, no interpretan que hay algo suyo. Cuando alguien ve una película o serie y se identifica con un personaje, no se aburre porque se reconoce en eso. Algo de su deseo pasa por cómo es ese personaje. Ahí no hay aburrimiento posible.
Lo que el psicoanálisis descubre es que las personas llamadas narcisistas están mucho más pendientes de los otros que otras personas. El narcisista, lejos de satisfacerse en la contemplación de su propio ombligo, es alguien que depende de muchas personas y sobre todo depende de las imágenes que los otros le devuelven a él. La clínica desmintió todo ese formato en que se volvió el concepto de narcisismo.
Pregunta: ¿Cuál es la relación del concepto de narcisismo con el de simbiosis de Bleger?
R.R.: En los años ‘70 Bleger (Él murió en el ‘71) propuso que la subjetividad humana no comenzaba como un círculo que crecía hasta desarrollarse con los demás. Propuso que la subjetividad humana se formaba en una mezcla indiscernible que él llama simbiosis. Somos mezclas mal delimitadas o débilmente delimitadas, de ahí viene lo de ambigüedad. No es ni interno si externo, ni mío ni del otro, sino que participa de los 2. La interpretación, en este sentido, es ambiguo, porque no es una propiedad del saber del analista que condesciende a decírsela al paciente, ni tampoco es pura invención del paciente. es algo que se va haciendo entre paciente y analista y ya no interesa ver de quién es cada cos. ¿De quién es el orgasmo, en una relación de pareja? No hay un autor, eso es la simbiosis, una mezcla donde crecemos y nos formamos y siempre vivimos en un “entre”, entre 2 o más. No hay yo sin un sentimiento previo de nosotros. Yo no puedo decir yo sin salir de un foco donde me reconozco como miembro de un nosotros, que puede ser la familia o los que lo rodean. Yo soy todos esos, es una cosa muy plural. Este trabajo él lo presentó en un congreso y al año murió, sin poder desarrollar este concepto. Cambiar este concepto es muy difícil por el efecto escuela, las enseñanzas estereotipadas, la inercia del significante.
Pregunta: A veces los padres consultan preocupados porque el niño mira todo el tiempo a la pantalla. ¿Cómo lo piensa?
R.R.: La pasión por la pantalla siempre va a ganar la partida. En este punto, yo siempre me acuerdo de Don Quijote de La Mancha. Don Quijote se había vuelto loco, supuestamente, de tanto leer novelas de caballería y eso hizo que adopte una identidad ficticia narcisista, que es don Quijote de la Mancha, cuando él en realidad se llamaba Alonso Quijano. Él sale, entonces, a correr el mundo. La novela está ambientada en el momento que Gutenberg había inventado la imprenta hacía un tiempo y ahora estaba la posibilidad de leer libros impresos y que los libros circularan. Don Quijote leía contínuamente y en una escena de la novela, se reúnen el barbero y el cura del pueblo y deciden quemarle los libros para curarle, pensando que se había vuelto loco por tanto leer. En esa época no había televisión, pero es la misma situación trasladada a la lectura. Luego aparecieron otras novelas donde la lectura arrastraba a la perdición, como Madame Bovary, que leer la arrastra a la muerte o al suicidio. Para ese entonces, leer era peligroso, aunque hoy en día los padres quieren que sus hijos lean. Antes se les decía a los niños que se iban a quedar ciegos por tanto leer. La pantalla actual pasa por esta misma fase y tiene muchos aspectos.
El niño puede entablar relaciones lúdicas con la pantalla. hay chicos que se ponen a hacer experimentos con las pantallas, las fotos, celulares… Pueden entrar y salir, por ejemplo, a jugar a la pelota con sus amigos. Cuando es una chico que no hay manera de sacarlo de allí, o es un genio que está creando algo, o a está a la defensiva aislado… O en la casa falla alguna regulación por parte de los padres, que se quejan cuando han dejado avanzar demasiado las cosas por mucho tiempo. Caen en prohibiciones como querer dejar a los chicos en la edad de piedra sacándoles el módem, la tablet, etc. El mismo mito de Narciso nos dice, no en un sentido moralista, sino por la pasión que despierta. No se puede dejar al chico solo, porque la pasión es muy voraz y devora todo. Hay que acompañar a los chicos para regularlo, no entrar en estas cuestiones binarias de todo prohibido - nada prohibido.
Muchos docentes ven a la informática como una amenaza y antagonizan… Pero lo hacen en desventaja. El maestro debe subirse a la imagen para ser valorizado.
Tampoco se puede privar a los chicos de la tecnología para que no se sientan descolocados o marginados frente a sus padres. Hace falta regulación sin demonizar a la pantalla, que a veces se la culpa de demasiadas cosas. Es cierto que tienen sus peligros, ¿pero qué invención humana no lo tiene? Hasta las mejores cosas que inventamos tienen su costado maravilloso y peligroso. Por ejemplo los medicamentos, que mal usados pueden enfermar. Es parte de la cultura humana, no hay algo que sea unilateralmente bueno. Nosotros podemos decir que la imagen es peligrosa, pero no podemos sacarla de allí, hay que trabajar con eso que ya está.
Pregunta: (Pregunta por las terapias New Age).
R.R.: esas terapias de quererse a sí mismo son su propia caricatura. Si alguien hace eso sin reírse, carece de sentido del humor. Y si carece de sentido del humor, no tiene demasiadas chances. Pero me parece que no se trata de quererse mucho o poco, sino de querer producir consumidores sociales útiles que consuman ese material terapéutico y sobre todo, obediencia. Las sociedades, sea cual sea su gobierno, siempre quieren que seamos obedientes. Se valoriza la obediencia, la ley está del lado de los obedientes y nunca de los transgresores. Estas consignas de quererse a uno mismo son para personas fácilmente manipulables. Quererse mucho o poco no está en juego, sino la relación que uno tenga consigo mismo.
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