(primera parte)
La transferencia imaginaria se pone en juego en sus dos vertientes de amor y agresividad. Freud lo llamaba transferencia positiva y negativa. A partir de Lacan, vamos a ubicar la agresividad como parte de la tensión pulsional en los tiempos del estadío del espejo.
En “La agresividad en psicoanálisis” (1948), Lacan nos brinda una serie de tesis elaboradas desde la experiencia clínica para ubicar donde leer la agresividad que el sujeto pone en juego en el análisis. El texto se encuentra en Escritos I, editado por Siglo XXI.
Hoy, en un primer acercamiento al texto, veremos cómo se presenta la intención de agresión puesta en juego para la neurosis y la tendencia agresiva puesta en juego para la psicosis. También vamos a ver la agresividad como razón para construcción de las reglas del dispositivo analítico.
Lacan nos propone una serie de claves para leer esta experiencia, inscripta en una experiencia clínica que se funda en una técnica, un sistema de conceptos al que somos fieles. Nos ubica en una paradoja o dificultad lógica sobre la pulsión de muerte y propone una serie de tesis sobre la agresividad en el marco de la clínica.
Tesis I: La agresividad se manifiesta en una experiencia que es subjetiva por su constitución misma.
La experiencia de análisis se produce por la comunicación verbal y supone un sujeto que pone en juego una intención.
Tesis II: La agresividad, en la experiencia, nos es dada como intención de agresión y como imagen de dislocación corporal, y es bajo tales modos como se demuestra eficiente
La experiencia analítica es el lugar para medir y calibrar esta intención, que se juega en las neurosis.
¿Dónde la leemos? En el sentido simbólico de los síntomas que desconectan al paciente de sus relaciones con la vida cotidiana, de su historia, en la confesión de sus fantasmas y en lo deformado de los sueños; en las suspensiones del discurso, en las vacilaciones, inflexiones, titubeos en el relato, en la dificultad de aplicación a la regla fundamental, en los retrasos en las sesiones, las ausencias calculadas, en los reproches, los problemas con el pago de honorarios, las reacciones de enojo o de ira.
Lacan dio a las imágenes una función formadora fundamental, como lo hemos visto en el artículo anterior sobre el estadío del espejo.
Hemos visto que en un comienzo del estadío del espejo estas imagos de cuerpo fragmentado, pulsiones dislocadas, sólo después se unifican en la imagen del cuerpo, como totalidad y que esa totalidad le viene de afuera.
Esta fragmentación, intención agresiva, imágenes de mutilación, castración, de devoración, de reventamiento del cuerpo, las encontramos en los sueños, por ejemplo.
Se trata de una Gestalt propia de la agresión en el hombre y de una función imaginaria.
Tesis III: Los resortes de agresividad deciden las razones que motivan la técnica del análisis
La regla del análisis propuesta por Freud nos permite que todo esto se ponga en juego, la intención es la aparición en la situación analítica del montante de pulsión de muerte.
La del sujeto será la única voz que se hará oír por un tiempo y el analista se ubica despojado de características individuales, nos borramos, no expresamos nuestros gustos ni preferencias. ¿Para qué?
El analista debe representar para el otro un ideal de indiferencia para que la transferencia sea el lugar donde vaya a colocarse todo esto de parte del paciente.
Dice Lacan que “debemos poner en juego la agresividad del sujeto para con nosotros, puesto que esas intenciones, ya se sabe, forman la transferencia negativa, que es el nudo inaugural del drama analítico”.
En la transferencia imaginaria se pone en juego tanto el amor como la agresividad de los tiempos de constitución del sujeto.
Este nudo es difícil de trabajar en la neurosis obsesiva, donde la intención agresiva es camuflada, desplazada y amortiguada por la estructura.
Tesis IV: La agresividad es la tendencia correlativa de un modo de identificación que llamamos narcisista y que determina la estructura formal del yo del hombre y del registro de entidades característico de su mundo.
Dejamos la intención de agresión para pasar a la tendencia agresiva que es fundamental en las psicosis paranoides y paranoicas. Podríamos decir, en la psicosis en general.
Vamos a poder leerla en distintos temas que se manifiestan en los delirios, desde la explosión inmotivada del acto a las formas diferentes de actitud combativa. Ideas de envenenamiento, maleficio, telepática, del robo del secreto, de la influencia, de la violación del secreto, del daño, del ataque del honor, etc. Es tomado el yo, los objetos, el espacio y el tiempo vividos como espejismos donde queda suspendida toda dimensión dialéctica.
Lacan nos vuelve a llevar al estadío del espejo para ubicarnos en ese primer tiempo donde el niño anticipa en el plano mental esa unidad de su propio cuerpo, se anticipa porque esa unidad le viene del exterior.
Es un primer tiempo de captación por la imagen en la que se da un primer momento de captación de la dialéctica de las identificaciones imaginarias.
El momento del reconocimiento de la imagen donde está implicada la subjetividad Lacan lo ubica en los efectos de alegría característicos al sexto mes cuando el niño encuentra su imagen en el espejo.
Es esa captación por la imago de la forma humana entre los seis meses a los dos años y medio la que va a dominar toda la relación entre el niño y su semejante. Las emociones se pondrán en juego y se articularán.
Hay una especie de encrucijada estructural, nos dice Lacan, “en la que debemos acomodar nuestro pensamiento para comprender la naturaleza de la agresividad en el hombre y su relación con el formalismo de su yo y de sus objetos”.
La próxima continuaremos con este texto que anuda con el estadío de espejo, nos trae la constitución del yo, de los otros y del espacio, junto con la tensión propia de ese tiempo de constitución del sujeto.
(segunda parte)
En la segunda parte de nuestra lectura de “La agresividad en psicoanálisis”, veremos cómo Lacan ubica la agresividad en la relación del yo con el semejante y da cuenta del juego pulsional en el tiempo de la constitución imaginaria.
Continuamos nuestro recorrido por el texto lacaniano “La agresividad en psicoanálisis”.
En la primera parte de nuestra lectura, veíamos cómo Lacan nos presenta una diferencia entre agresividad y agresión; se refiere a la agresión que se pone en juego en los actos violentos, a la violencia.
Retoma el concepto freudiano de ambivalencia de los afectos, este juego de amor y odio, transformación de amor en odio y de odio en amor; como movimientos de la pulsión.
La agresividad queda ubicada en la relación del yo con el semejante.
Habíamos dejado en un punto de la tesis IV, donde ubica la relación con el semejante.
La organización original de las formas del yo y del objeto queda afectada por su estructura misma y llega también a la organización del tiempo y del espacio. Todo esto configura el estadío del espejo.
En un primer plano, como veíamos, la experiencia de sí, en cuanto se refiere al semejante, se desarrolla a partir de una situación que es vivida como indiferenciada.
Alrededor de los ocho meses, cuando el niño está frente a su semejante (un otro con un margen de dos meses y medio de edad), observamos gestos con los que espeja el gesto del otro; por ejemplo, levanta la mano como el otro. Se adelanta así a su condición motora.
El niño “anticipa en el plano mental la conquista de la unidad funcional de su propio cuerpo, todavía inacabado en ese momento en el plano de la motricidad voluntaria”.
Lacan ubica aquí una dialéctica de la identificación imaginaria.
En los primeros meses de vida se da un fenómeno de percepción de la forma humana, y más temprano, antes de los diez días, de percepción del rostro humano.
Pero cuando el niño encuentra su imagen en el espejo y se da un reconocimiento que implica la subjetividad, aparecen signos de júbilo. Se trata de un momento diferente a la sola percepción de la imagen.
Entonces, de los seis meses a los dos años y medio hay toda una dialéctica con el semejante, donde se dan mociones afectivas y consecuencias estructurales de un transitivismo que hasta allí no se daba.
Nos dice Lacan en relación al semejante: “es en una identificación con el otro como vive toda la gama de las reacciones de prestancia y de ostentación, de las que sus conductas revelan con evidencia la ambivalencia estructural, esclavo identificado con el déspota, actor con el espectador, seducido con seductor”.
Tesis V: Semejante noción de la agresividad como una de las coordenadas intencionales del yo humano, y especialmente relativa a la categoría del espacio, hace concebir su papel en la neurosis moderna y en el malestar en la civilización.
Lacan coloca de entrada la preeminencia en nuestra civilización de la agresividad, que queda confundida como una virtud de fortaleza.
La agresividad se mantiene y se expresa según la moral de cada época.
Es una visión desde “El malestar en la cultura”, de Freud, con la presencia de la pulsión de muerte como destructividad.
Lacan nos habla de las distintas formas en que los hombres destruimos el mundo, nuestro espacio. Coloca también la caída del superyó y de los ideales que hoy conocemos bajo las formas más degradadas.
El progreso y avance de la civilización siempre está en relación a las guerras.
Entre la tensión subjetiva del desvalimiento, ese desgarro original, ese temor narcisista, y la pulsión de muerte.
Lacan relaciona la agresividad con la neurosis moderna y el malestar en la civilización.
¿Qué es esto que nos habita? Freud nos dice en “El malestar en la cultura”: “El ser humano no es un ser amable, manso, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual sino una tentación para satisfacer en él la agresión. La existencia de estas inclinaciones agresivas es el factor que perturba nuestros vínculos con el prójimo y compele a la cultura a realizar su gasto de energía. Pero este afán cultural no ha conseguido gran cosa hasta ahora…”
“La agresividad en psicoanálisis” nos trae la tensión agresiva que se da en la constitución del imaginario en la relación al semejante.
Esto se va a poner en juego en la transferencia, como hemos visto en las primeras tesis planteadas por Lacan. Si la agresividad es constitutiva, ¿con qué montante de pulsión de muerte nos encontramos y debemos maniobrar?
Como la constitución del imaginario no sólo se trata del yo (moi), sino de los objetos y del tiempo, nos da una nueva vuelta al malestar en la civilización.
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