miércoles, 25 de septiembre de 2019

Una intervención para pacientes con sobrepeso (y que desean perderlo) que vale la pena intentar.


Por lic. Lucas Vazquez Topssian
La obesidad es una enfermedad prevenible, que debe ser abordada desde diversas disciplinas y que consiste en la hipertrofia del tejido adiposo, al punto de traer reigos para la salud. Entre otras cosas, la obesidad es uno de los riesgos de enfermedad coronaria, por poner un ejemplo. También está la diabetes tipo II. 

Voy a tomar una presentación, relacionada al sobrepeso, que me llamó la atención. En todos estos casos, propios y otros facilitados por colegas, se trata de pacientes mujeres cuyo motivo de consulta incluía el no poder bajar de peso. Todas ellas hicieron consultas previas con médicos y/o nutricionistas, quienes efectivamente han confirmado un sobrepeso moderado. El sobrepeso del que se trata oscila, tomando todos los casos, de 5 a 10 kilos. Los médicos indicaron dietas pero estas pacientes no han logrado seguirlas exitosamente. Ninguna de las pacientes pretende llegar más allá del peso que les corresponde. 

Investigando en las entrevistas, descubrimos dos datos llamativos: por empezar, ninguna ubica algo que le llame la atención acerca su dieta. Ninguna registra episodios de ingesta compulsiva como podríamos ubicar en los casos de bulimia. Más bien, justifican su peso con teorizaciones simplistas acerca de la genética o el metabolismo. La segunda cuestión es que no suelen sentarse en la mesa para comer. Durante los mediodías, suelen comer en los escritorios de sus trabajos sin interrumpir su trabajo. Durante las noches, comen el sillón con o sin compañía. En todos los casos, incluso las que ocasionalmente se sientan en la mesa, está la televisión, la computadora y excepcionalmente, un libro.

Vayamos al grano. La intervención que da el nombre del título fue, entonces, la indicación de sentarse a la mesa para comer. Sin televisión, sin celular y sin computadora.

Se trata de una indicación simple que, no obstante, apunta a un fenómeno muy actual y ajeno a todo lo que estudiamos de los autores que no vivieron en la era digital. Ocurre que es mucho más fácil sobrealimentarse toda vez que uno se distrae. El ejemplo de esta cuestión que cualquiera puede constatar podría ser el de una reunión -navidad, un cumpleaños-, donde uno tiende a come en mayor cantidad que estando solo. Ese tipo de reuniones, sin embargo, son esporádicas, ¿Pero qué sucede hoy en día? Que la distracción es permanente.

Comer sin prestar atención al plato puede aumentar la ingesta en un tercio, en el caso de mirar la televisión. Aparentemente, lo mismo ocurre cuando se almuerza respondiendo mails o mirando la computadora del trabajo. Debemos tener en cuenta que esto ocurre durante casi todos los días, a la manera de una costumbre.

También puede ocurrir que la comida se presente en forma de snacks y uno coma mientras se entretiene con un juego de comutadora o trabaja. En estos casos, se estudió que la ingesta puede duplicarse y que las personas tampoco pueden dar cuenta de lo que comieron. Se concluye entonces que la distracción interfiere en nuestros hábitos alimentarios.

En este artículo de Harvard, lo que se recomienda es deshacerse de las lecturas, pantallas y la televisión durante la hora de comer... Que ni siquiera se trata de una hora, porque una comida sin distracciones toma alrededor de 20 minutos. Algo que agrego yo es quitar toda la comida de los lugares donde están este tipo de actividades.

Ahora, uno podría pensar que con esta indicación alcanza. ¡Nada más lejos de la realidad! En todos los casos las pacientes pusieron excusas. "Mi trabajo me impide frenar", es de lo mas escuchado. Y ahí es donde pasamos de la queja al síntoma analítico, que es nuestra especialidad, porque nos toca averiguar dónde está la satisfacción (satisfacción en el sufrimiento, como sabemos) en hacerse impedir restarse a El Trabajo, que en este caso es el Otro en el ejemplo. 

Pregunta: No entendí lo de hacerse impedir...
Rta: Decir "Mi trabajo me impide frenar" está al nivel de una queja, que es diferente a un síntoma. Es autoerótico, no está ahí la dimensión subjetiva porque stá en posición pasiva, de objeto impedido de frenar. Ahora, cuando alguien dice -invento- "Bueno, yo podría frenar un rato, pero no puedo hacerlo porque dejar cosas pendientes me pone mal", ahí tenemos al sujeto dividido entre lo que quiere pero no puede hacer. Hay una mínima distancia que le permite decir "Yo me hago impedir", lo cual es activo, como la pulsión. Y si el paciente se pregunta por qué será que se hace impedir, entonces hay síntoma: a nosotros nos toca investigar junto con él dónde está la satisfacción pulsional en hacerse impedir

Pregunta: ¿Por qué dijiste que los casos se trataba de mujeres?
Rta: Porque así fue, lo cual no quiere decir que esto no pueda sucederle a un hombre porque esto no es un estudio estadístico. Lo que puedo decir, como generalidad, es que un hombre con 5 kilos de más no lo sufre lo suficiente como para hacer una consulta.

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Lucas Vazquez Topssian es psicólogo clínico y forense. Podés hacerle tu consulta por Whatsapp o seguilo en su página de Facebook.

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