martes, 8 de octubre de 2019

¿Qué hace a un buen psicólogo?

Patricio Leone, fundador de “Psicólogas y psicólogos en Argentina” grupo que funciona desde Noviembre del 2008, nos acerca esta reflexión que me parece interesante destacar:

Hace algunos años, en una Institución a la que prefiero no recordar, tuve la desdicha de conocer una Colega, con una interesante particularidad: había leído a Freud y Lacan de pies a cabeza, y de cabeza a pies, y podía decir, con absoluta precisión, en que tomo, seminario, capítulo, y párrafo, se encontraba aquello que le preguntaran.
Y acertaba. Siempre.

Tenía otra particularidad, igualmente interesante: su Consultorio tenía un resorte que catapultaba a sus Pacientes por los aires.
Por los aires, fuera de su Consultorio.
Trabajaba para una Obra Social, con lo cual los Pacientes no llegaban por recomendación, sino que se asignaban de acuerdo a disponibilidad horaria.
El ritual era ampliamente conocido por las Secretarias.
El Paciente llegaba, esperanzado y sonriente, entraba, transcurrían los 30 minutos de rigor y, al salir, enfilaban agobiados y frustrados a la Recepción.
- Señorita – decían, tímidamente – cómo hay que hacer para cambiar de Profesional?
Invariable.
Difícilmente los Pacientes le duraban más de 2 ó 3 sesiones.
Los más resilientes, de manera casi heroica, podían sobrevivir un mes y medio. No más.

Casi no tenía Pacientes privados.
Y digo casi para ser piadoso.
La pasaba mal.
Estudiaba y releía lo que ya había estudiado y releído en innumerables ocasiones.
Pero de Pacientes nada.
Una vez, me contaron de un ofrecimiento laboral de paga muy escasa en Isidro Casanova, un lugar lejano y algo áspero, y lo comenté en el Office.
Al llegar a mi casa y abrir el mail, me encontré con un correo suyo en el que me pedía encarecidamente que la recomendara para ese puesto, porque necesitaba desesperadamente trabajar.
Lo hice, pero no consiguió que la tomaran.
Probablemente, al entrevistador le interesara poco saber en qué capítulo de Escritos 2, Lacan habla de Melpómene.

Compartí un par de Jornadas con Ella.
Sus intervenciones y ponencias eran absolutamente soporíferas.
Todos, incluídos compañeros de mesa, coordinadores y hasta personal de limpieza, entrábamos en un trance colectivo, y cabeceábamos casi sin disimulo, frente a un estilo monocorde, y absolutamente despojado de la más minúscula gota de carisma y dinámica.
Madres con bebés inquietos, sujetos con insomnios primario o de fragmentación, o personas bajo los efectos de metanfetaminas que necesitaran bajar, se acercaban para lograr conciliar el sueño.
Ella lo hacía posible. Una inducción del sueño que ningún psicofármaco podría igualar.
Al finalizar, alguien, entre cabeceo y cabeceo, comenzaba a aplaudir, y todos se sumaban, mientras se desperezaban y meneaban su cabeza con un gesto de aprobación ficticio.

No sé muy bien que convierte a un Psicólogo en un buen Psicólogo.
Ella me dejó absolutamente claro que con la erudición no alcanza.
He conocido cientos de eruditos, carentes de eficacia profesional.
He conocido Colegas con excelentes promedios, que eran zapatos sin cordones a la hora de atender, y otros con promedios mediocres, dueños de una prodigiosa muñeca clínica.
He conocido egresados de Universidades prestigiosas que hacían desastres, y otros de Universidades de menor valía, que eran requeridos en cantidad.
He conocido cantidad de Colegas que no se analizan ni supervisan, y logran un éxito terapéutico tras otro.
Contrariamente, he conocido Colegas que respetan a rajatabla el famoso tridente, y provocan estampidas de Pacientes en fuga de sus Consultorios.

Sé que lo que digo es controvertido, pero descubrir qué convierte a un Psicólogo en un buen Psicólogo es algo que no deja de perturbarme, y para lo cual no he encontrado más que algunas tentativas de respuesta.

Mi hipótesis es que una intangible mixtura de carisma, un saber decir, ética, vocación, bajo la forma de devoción, recursos emocionales propios, experiencia de vida, escucha ávida, sentido común, empatía, buena memoria, ingenio, flexibilidad, repentización, humildad, prudencia, capacidad para ejemplificar, humor, curiosidad, entre otras cualidades, son vitales.
No alcanza con la erudición.
Excelentes Docentes pueden ser pésimos Terapeutas.
Y viceversa, claro. 

Por supuesto, sigo leyendo.
Y tratando de mejorar cada día.

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