lunes, 2 de diciembre de 2019

Clínica de las depresiones: imagen, duelo e ideal.

Apuntes de la conferencia dictada por Dardo Tumas el 30/10/2018.

Hay una serie de estadísticas acerca de las depresiones. La OMS dijo, el 30/03/2017, que la depresión es la principal causa de problemas de salud e incapacidad en todo el mundo.
Se estima que cerca de 50 millones de personas en la Región de las Américas viven con depresión, casi un 17% más que en 2005. La depresión es la principal causa de problemas de salud y discapacidad en todo el mundo. Según las últimas estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas viven con depresión, un incremento de más del 18% entre 2005 y 2015. La falta de apoyo a las personas con trastornos mentales, junto con el miedo al estigma, impiden que muchos accedan al tratamiento que necesitan para vivir vidas saludables y productivas.

La depresión, en el peor de los casos, puede llevar al suicidio. Cada año se suicidan cerca de 800.000 personas. Hay más muertes por suicidio que por asesinatos, guerras o catástrofes. El suicidio es la segunda causa de muerte en el grupo etario entre los 15 y 29 años.

La OPS (Organización Panamericana de la Salud) dice que en Argentina que uno de cada veinte argentinos sufre depresión, enfermedad que crece en el mundo de manera alarmante y es un factor de riesgo de infarto, de ACV y de deterioro cognitivo temprano. Más allá de la manera en que afecta la calidad de vida de las personas que la sufren, la depresión desde hace tiempo preocupa como causa de discapacidad y de ausentismo laboral. Si en 1990 se ubicó a la depresión como cuarta causa de discapacidad en el mundo, la proyecciones para el 2020 la ubican como la segunda causa, solamente detrás de las enfermedades isquémicas del corazón.

Otro dato para pensar, del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos: En el 2012 se vendieron 2580 millones de psicofármacos. En el 2017, se vendieron 3720 millones de psicofármacos. Es decir, 44% más en 5 años. Dicen que en tiempos de crisis, los psicofármarcos encabezan la lista de consumo, aún por encima de los analgésicos: aspirina, ibuprofeno y el paracetamol.

La idea es plantear algunas cuestiones de la teoría de Freud acerca del narcisismo, para poder conceptualizar alguno de los posibles cuadros de sufrimiento narcisista en relación a la dimensión de la pérdida. Para el psicoanálisis, la depresión está asociada a la noción de pérdida. Cuando Freud trabaja en Duelo y melancolía las vicisitudes del objeto (y cuando digo objeto es el objeto objetal, el objeto investido libidinalmente). Los destinos del objeto, en relación a esta noción de pérdida, conjuntamente aparece un desafío conceptual para Freud, en términos de cḿo definir lo que es el dolor psíquico. En los ambientes psi es muy común hablar de diferentes emociones o afectos, como la angustia o la ansiedad, pero se habla poco del dolor psíquico. El dolor psíquico está muy asociado a la sensación de pérdida.

Voy a tomar como referencia Introducción al narcisismo para definir cuáles son las instancias psíquicas en juego. Freud dice que dada la opacidad y la complejidad del tema del narcisismo, se hace necesario abordarlo por caminos colaterales. Toma por un lado las enfermedades orgánicas y el impacto en la economía libidinal, la psicosis, la hipocondría y la vida amorosa de los seres humanos. Todas son áreas donde pensar la noción de narcisismo. ¿Pero por qué no lo aborda directamente?

Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo; el yo tiene que ser desarrollado. Ahora bien, las pulsiones autoeróticas son iniciales, primordiales; por tanto, algo tiene que agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se constituya.

De esta manera, instancia del yo y narcisismo surgen de forma simultánea. Freud trata de organizar el concepto de libido, que hasta ese momento él la venía trabajando en términos de investimento objetal. Si aparece el yo como instancia y el narcisismo como sistema, se hace necesario repensar el tipo de energía psíquica que sea patrimonio de estas instancias. Aparece la libido narcisista o la libido yoica, por oposición a lo que pertenece al sistema inconsciente reprimido y objetal. A partir de ahí, ambos investimentos van de la mano y de sus vicisitudes va a depender mucho de la forma en que funcionen ciertos cuadros clínicos.

En Duelo y melancolía, Freud plantea que la depresión es a la reacción a la pérdida de un objeto, plantea que se sabe qué es lo que se perdió: un ser querido, un objeto deseado, una abstracción altamente investida, un ideal. Pero no se sabe lo que se perdió en ese objeto, aludiendo justamente a qué lugar tiene en la economía libidinal narcisista. Para poder plantear la diferencia entre el duelo normal y el duelo patológico (melancolía) por el otro, Freud pone como condición que el objeto perdido debe haber sido elegido según la modalidad narcisista de objeto. Cuando decimos melancolía, Freud toma el cuadro clínico de la melancolía con su metodología: a partir de lo que la psicopatología muestra como desgarradura o desarticulación, entender qué es lo que la normalidad encubre como articulación. Otro ejemplo sería el delirio de la psicosis y las voces que el sujeto escucha. Lo que ahí aparece como desarticulado o desgarrado son esas voces que le hablan al sujeto. En la normalidad, se trata de un diálogo interno que el sujeto tiene con su superyó. Solo se hace escuchar de manera evidente para un observador a partir de la patología.

Con la melancolía, Freud la toma y la analiza puntillosamente en relación a sus manifestaciones clínicas y poder entender cómo funciona el duelo normal o el duelo patológico. Pero en ese texto, ¿qué significa elección narcisista de objeto? Él desarrolla 2 tipos de elección narcisista de objeto:
  • Cuando el sujeto elige por lo que fue, por lo que es, por lo que querría ser o por lo que formó parte de uno mismo. Freud toma un ejemplo clínico, que es el del homosexual entrado en años que tiene una relación amorosa con un joven. Freud plantea que el sujeto ha elegido amorosamente a este objeto de amor porque en algún lugar él representa lo que fue en algún momento. A su vez, ese investimiento amoroso carga con esta característica. El sujeto le depara en su investimento amoroso el mismo trato que su madre le dio a él en su infancia. Ahí está claro que la elección de objeto narcisista está a imagen y semejanza del yo.
  • Cuando eligen como objeto sexual amoroso es alguien que los admire, los sobreestime y los convierta en su ideal. Freud trae como ejemplo ciertas mujeres, aunque podemos hacerlo extensible a cualquier sujeto, en donde, según Freud:
Tales mujeres sólo se aman, en rigor, a sí mismas, con intensidad pareja a la del hombre que las ama. Su necesidad no se sacia amando, sino siendo amadas, y se prendan del hombre que les colma esa necesidad.
Su elección narcisista de objeto no está hecha a imagen y semejanza de su yo, sino que ese objeto sexual amoroso debe satisfacer el narcisismo del sujeto y su autoestima.

Entonces, cuando decimos elección narcisista de objeto se plantean 2 destinos diferentes y con características diferentes. Freud agrega algo más, dice que la importancia de estas mujeres para la vida amorosa de los seres humanos es de suma relevancia y no solo porque en general son las más bellas, sino por la fuerza de atracción que generan en los hombres en general, pero también en las personas. Esa admiración que es compartible con los niños pequeños, los grandes felinos y egoísta. Lo toma como la posibilidad de poder alejarse de esta realidad y poder reírse de ella, como si nada lo afectara. Por lo tanto, un sujeto hombre o mujer elige un objeto, ya no por sus atributos, sino por su condición, que va a ser que de alguna manera esté al servicio de su autoestima.

En lo que es elección narcisista de objeto se puede revisar, ya sea a imagen y semejanza del yo, o porque alimenta su autoestima, quiere decir que en el concepto de narcisismo están articuladas 2 categorías diferentes.
  • La relación de semejanza o diferencia del yo con el objeto.
  • La vivencia de completud, de perfección, de autoestima satisfecha.

Una persona aspira a ser de determinada manera. Supongamos que bella, inteligente, valiente, etc. Se trata de atributos que él considera que lo harán digno de estimación y admiración. Si por cualquier circunstancia esta persona llega al convencimiento de que no alcanza o no responde a la exigencia de estos atributos, puede deprimirse. ¿Qué pasó? Ha dejado de ser su propio ideal y ha perdido el amor a sí mismo y el amor de su superyó. Si para una persona un atributo es la condición para ser amado y al mismo tiempo satisfacer su autoestima y su completud narcisista, la posibilidad de no alcanzar ese ideal también puede generar el sentirse destituido de ese lugar de ideal y por lo tanto deprimirse. Ahí está la vigencia de cuando Freud plantea en Duelo y melancolía que la pérdida de la que se trata en el duelo también puede ser un ideal, además de todos los otros objetos que planteaba. Acá vemos que el ideal está íntimamente ligado a la representación de sí que el yo tiene. Para que todo esto sea posible, es necesario que esta persona haya significado muchos atributos ideales para sí. Y es precisamente esto, que alguien se tome a sí mismo como objeto de amor y es un ideal lo que define el narcisismo. En el caso Schreber, queda como característica definitoria del narcisismo que el sujeto empiece a tomarse a sí mismo y a su cuerpo como objeto de amor.

La pregunta es si el sujeto en constitución, ¿de dónde saca la fuerza para investir a su yo y a su cuerpo como objeto de amor? Y aquí Freud dice que
El narcisismo primario que suponemos en el niño, y que contiene una de las premisas de nuestras teorías sobre la libido, es más difícil de asir por observación directa que de comprobar mediante una inferencia retrospectiva hecha desde otro punto. Si consideramos la actitud de padres tiernos hacia sus hijos, habremos de discernirla como renacimiento y reproducción del narcisismo propio, ha mucho abandonado. La sobrestimación, marca inequívoca que apreciamos como estigma narcisista ya en el caso de la elección de objeto, gobierna, como todos saben, este vínculo afectivo. Así prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones (para lo cual un observador desapasionado no descubriría motivo alguno) y a encubrir y olvidar todos sus defectos (lo cual mantiene estrecha relación con la desmentida de la sexualidad infantil).

El niño le trae a los padres un garabato y la madre ve un Picasso. El chico empieza a darle las primeras patadas a una pelota y el padre ve a un jugador de fútbol. Hay una sobrestimación en ese investimiento amoroso de un atributo o una cualidad, que hace que ese sujeto no solo sea mirado, sino visto potencialmente como perfecto. Más adelante Freud dice:
El niño debe tener mejor suerte que sus padres, no debe estar sometido a esas necesidades objetivas cuyo imperio en la vida hubo de reconocerse. Enfermedad, muerte, renuncia al goce, restricción de la voluntad propia no han de tener vigencia para el niño, las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser de nuevo el centro y el núcleo de la creación. His Majesty the Baby, como una vez nos creímos. Debe cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres; el varón será un grande hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para la madre. El punto más espinoso del sistema narcisista, esa inmortalidad del yo que la fuerza de la realidad asedia duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño.

Tengan presente esta frase de Freud: “esa inmortalidad del yo”. Freud concluye estas observaciones diciendo:
El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza.

Es decir, amor a si mismo, amor a la representación de sí por el amor de los padres. Ahí también vemos cómo Freud desarrolla lo que planteábamos como ese otro tipo de relación narcisista de objeto, por lo que uno fue, por lo que uno es, por cómo querría ser. Las conclusiones que podríamos sacar de este párrafo son:
  1. Lo más propio del sujeto, lo más íntimo de su ser, lo que constituye el soporte base, que es el narcisismo y el yo, es relacional. Surge en y por la relación con los otros. De manera tal que cuando planteamos los problemas clínicos de la depresión, como las estadísticas de las que les hablaba de la OMS, es interesante plantearse no solo la problemática de la subjetividad, sino el problema de la época y la relación con el semejante.
  2. El amor del otro como investimiento libidinal tiene como presupuesto el amor al propio yo y se vehiculiza a través del juego de identificaciones: lo que uno es, lo que fue, lo que querría llegar a ser.
  3. La construcción de representación que un sujeto y los otros significativos hacen del yo implican siempre elementos valorativos. Los rasgos, los atributos que un sujeto y los otros cargan especial significación están determinados por los juicios de valores de la cultura y la microcultura del ámbito de pertenencia. El sistema narcisista se construye, entonces, en el interior de un campo de valores socialmente instituído, que presuponen elementos de máxima y mínima valoración. Si alguien aspira a ser bello como atributo de máxima, es porque necesariamente aparece el atributo “feo” como mínima. Por ejemplo, valentía-cobardía. Los atributos siempre están planteados en relación a una escala de valores.

El yo ideal, que es lo que estamos tratando de definir, se encarna en los atributos de máxima preferencia. Por eso la caída del lugar de máxima preferencia produce un colapso narcisista, ubicando al yo ideal en un lugar de mínima aceptación para el propio sujeto, para los otros, etc.  Tomemos cualquier atributo, por ejemplo la belleza. Si este atributo le ofrece al sujeto la garantía de amor y admiración incondicional de los otros y de sí mismo, la caída o la destitución de ese ideal (donde está encarnado su yo) necesariamente implica que el yo está ubicado en relación a un valor de de mínima importancia.

El yo ideal es el efecto de un discurso tomado por la pasión de los enunciantes y condicionado por sus propias determinaciones inconscientes a través de una operatoria que Freud describe como idealización. El yo ideal es un producto por excelencia. Esto que Freud decía que la madre o el padre inviste de una manera tan particular al niño que terminan idealizándolo por lo que no es. La identificación con esa idealización es lo que Freud define como yo ideal. Lo interesante es que en esa idealización que hacen los otros significativos, donde toda valoración vehiculiza un nudo de determinaciones que ni siquiera los propios enunciantes saben qué es lo que le están transmitiendo, porque están atravesados por sus propias determinaciones inconscientes.

La sexualidad infantil a la que hace alusión Freud en relación a que cesa toda observación o juicio crítico y por más que las imperfecciones estén a la vista los padres no las ven, es lo que inaugura en el psiquismo el vasto territorio de las creencias. Por eso la desmentida. La desmentida sexual infantil, como Freud la plantea, en su momento está muy asociada a lo que él conceptualizó como la cuestión fálica en relación a la madre. Podemos hacerlo extensible más bien a una imagen. En ese sentido, Lacan plantea que la emergencia de la angustia del infantil sujeto aparece cuando el Otro, la madre, queda restituido en el lugar de completud. Porque si el Otro no es todo, el sujeto queda enfrentado a su propio desamparo.

Además de describir al yo ideal como una representación privilegiada del yo que posee todas las perfecciones de aquello que es de valor, un medio para obtener la admiración incondicional de los otros, también plantea una modalidad de funcionamiento inconsciente. Si esto ocurre dentro del ámbito de la libido, los seres humanos no renuncian a la satisfacción de que a partir de un rasgo o un atributo altamente investido por la corriente libidinal narcisista, este pasa a significar el supuesto todo. Lo que el Otro aporta, además de contenidos específicos, es una forma de construir deseos narcisistas y representaciones de sí y de los otros.

Caso clínico.
Hombre de 20 años, con un cuadro depresivo: desalineado, poco aseado, desinterés generalizado por las cosas del mundo, algunas fobias. Estudiaba y zafaba y hacía algún que otro trabajo para solventar sus gastos. Como tenía una vida socialmente reducida, sus gastos eran muy austeros. Él tenía cierta conciencia de lo que le pasaba y por eso quería hacer terapia. Dice “Funciono en piloto automático”. Luego de un tiempo, comenta que conoció a una chica en la facultad. Le pregunto qué le pasa, si le gusta, si le excita o le atrae. Dice que no lo pensó. Él ya había tenido unos encuentros sexuales. Transcurre el tiempo y concreta un encuentro sexual con esta chica. Viene a la sesión muy entusiasmado. Empieza a hablar mucho, cosa muy inusual en él. Dice que esta chica le encanta, que la pasó bárbaro, que es muy bonita, que es inteligente y que tiene vagina pequeña. Ahí, contratransferencialmente me empezó a hacer un poco de ruido. ¿Vagina pequeña? Le pregunto. Él dice que le gustó mucho sexualmente y describe el sexo con esta chica. Aparece algo que nunca había traído: una suerte de condición que él tiene, que su pene es delgado.

Si el atributo vagina pequeña a él por contraste le devuelve la creencia en pene grande y esto gratifica y aumenta su autoestima de sentirse lindo y poderoso, es porque el atributo pequeño queda significado como valioso al colmar de gratificación narcisista al sujeto y es gracias a esto que el objeto -el otro- puede ser sobreinvestido junto con los objetos valiosos. Recordemos la la secuencia: cuando le pregunto si era linda, no la había registrado. Tampoco registraba su cuerpo. A partir de la vagina pequeña, ella se transforma en bella, inteligente, lee libros, etc. Aparece investida con todos aquellos atributos que para él hacen de una mujer algo casi perfecto. El atributo, en este caso, está el servicio de la autoestima del sujeto. y por eso la subestimación de vagina pequeña empieza a poder expandirse a la persona toda.

Por su historia, el sujeto aparece identificado al lugar de menor valía para su virilidad, que es pene delgado, pene chico. Esa herida narcisista, como toda herida, produce una hemorragia del sentido por empobrecimiento yoico. El atributo pene delgado ya no es localizado, él habla de su persona toda. Es lo que justamente lleva a un progresivo desinvestimiento de su propio yo como objeto de amor y atrae el amor de su superyó que lo maltrata y lo considera poca cosa. Empobrecimiento yoico, representación de sí como frágil y vulnerable, angustia narcisista que activa defensas yoicas, por ejemplo, del orden de las compensaciones, aquellas de las que se adquiere un atributo positivo, como en este caso vagina pequeña, que permite identificarse imaginariamente con ese lugar de mayor valía del ideal.

Otro recurso puede ser la inhibición. Ejemplo, si el sujeto tiene la convicción de que su pene es pequeño y por lo tanto todo encuentro sexual va a ser una injuria narcisista para la imagen de sí, puede progresivamente desinvestir la posibilidad de encuentros sexuales. Con lo cual, a la larga, lo que puede aparecer es un desinterés por todo lo que sea relaciones sexuales con el otro. Esto que aparece es la consecuencia de lo que en algún lugar su yo ideal está identificado como un atributo de poco valor o de mortificación narcisista.

Ser el yo ideal es tanto deseo narcisista para con los padres y para consigo mismo. También de los padres para el niño. Ser el ideal es también deseo narcisista del objeto de amor para el enamorado, del dogma para el religioso, de los héroes de las películas, del cantante para sus fans, etc. Sobreestimación y ausencia de juicio crítico caracterizan estas relaciones. El yo ideal se caracteriza por la incondicionalidad de la admiración del Otro. Su perfección está fuera de toda discusión y la posibilidad del examen crítico de sus atributos queda anulada. Al comienzo puede ser un atributo lo que causa la gratificación, pero luego la admiración está sobre toda la persona y es de manera incondicional.

Otra caso.
Un hombre de 38-40 años. Llega a la consulta por apatía, traído por su esposa. Sentía que era bueno en lo suyo, pero que no iba a llegar muy lejos. Que a su pareja la quería, pero que no se había apasionado ni con ella ni con nada. Era profesional, se había casado. Hasta ese momento no había podido tener hijos. Hijo de una madre muy herida amorosamente, porque el padre a sus 7-8 años se escapó con la prima de la madre y no lo superó. Ella se angustiaba mucho cada vez que le sacaban el tema del padre. Cada vez que a ella le hablaban del padre, se ponía muy mal. Le decía a su hijo -el paciente- que él era hermoso y que cuando fuera iba a ser más hermoso. Decía que los hombres eran malos y las mujeres débiles y que él tenía que cuidarse de los hombres porque había mucho degenerado y como él era tan hermoso, corría peligro. Él comenta que en la casa habían muchas fotos en grande de él, que recorrían todas sus edades. La madre se había dedicado a que en cada evento o situación, sacarle una foto al hijo y enmarcarla en un cuadro grande, llenando toda la casa con fotos. Él recuerda un comentario de la madre, de cada vez que tenía un examen: “¿Cómo te va a ir mal si sos hermoso?”.

Por momentos, cuando iba al club, le parecía ver a un hombre con gorra que lo miraba fijo. Él se asustaba mucho y se iba corriendo. recordó un juego a los 11-12 años en el colegio, la botellita. Cuenta que varias veces las chicas que más le gustaban lo habían rechazado, ante la pregunta de si él les gustaba. Varias chicas le habían dicho que no. Él recuerda que volvió corriendo a la casa, llorando, y con un palo empezó a romper todos los cuadros de la casa. No recuerda mucho cómo fue, pero cuando la madre trataba de abrazarlo y calmarlo, algunos vidrios saltaron a la cara de la madre y la vio sangrando. Dice que después de eso, él nunca más fue el mismo. Él siguió en esa casa hasta que terminó la secundaria y después dejó de estudiar.

Está claro que desde el momento de la experiencia con los otros, de golpe se fue confrontado a la destitución de ese lugar de yo ideal a partir de “sos hermoso”. La furia narcisista o esa caída es lo que se traduce en golpear todas sus imágenes en la casa. La relación con la desmentida, porque ahí él toma conciencia de la herida narcisista de que la madre le mintió en aquello que durante tantos años fue construyendo como imagen de él.

Luego de un tiempo en análisis trabajando esas cosas, él empezó a querer saber del padre. Logra ubicarlo, empiezan a verse y un día llega a sesión y me cuenta que hablando con el padre acerca de que los había abandonado, el padre les dice que no fue así. Él nunca se fue con la prima de la madre. Esa chica se fue del pueblo por quedar embarazada, pero él no tenía nada que ver. Él se tuvo que ir porque trabajaba en la empresa familiar de sus suegros y sus cuñados. Hubo un negocio turbio (época de la dictadura) del cual él fue testigo involuntario. Le dieron una paliza, le dieron dinero y lo amenazaron con matarlo si volvía al pueblo. Que él nunca quiso abandonarlo, que lo veía con una gorra puesta hasta que le pareció que un familiar de la madre lo había reconocido; se asustó mucha y nunca quiso volver. El paciente descubrió que su mamá estaba enamorada de su imagen, pero no de él. Dijo “eso a un hijo que amás no se lo hacés”.

La incondicionalidad de la admiración que construye el yo ideal se basa en el libre desplazamiento de la valoración del atributo idealizado hacia la totalidad del sujeto. No es que la parte pase a representar al todo, como en la metonimia, sino que la sobreestimación de la parte pasa al todo. Para que los datos del mundo se organicen en representaciones a dominancia del objeto ideado, es necesario que el examen valorativo pase del rasgo a la totalidad. Esta forma de investimiento libidinal, a dominancia del yo ideal, forman parte de nuestras maneras espontáneas de sociabilidad. A los héroes populares no se les perdona que los desilusionen cuando algo de vida privada aparece en público.

Los prejuicios se basan en esta manera de funcionamiento a dominancia del ideal. Aparece un atributo, como el color de la piel, el origen, una elección sexual. Automáticamente este atributo califica a la persona toda. La política hace uso de esto. En la época de Menem, él inauguró esto de convocar a candidatos que no eran de la política. El único rasgo significativo que tenían era haber sido destacado en lo suyo. Scioli era corredor de motonáutica; Palito Ortega, cantante. Gente que había sido exitosa en lo suyo terminaron siendo candidatos a gobernador en sus provincias. El desplazamiento del atributo a la persona toda funciona en nuestras prácticas cotidianas. Si alguien es exitoso en esto, probablemente sea exitoso en todo. Discurso totalizante, diferenciado del discurso discriminante.

¿Cómo plantea Freud la constitución del ideal del yo? Cito a Freud:
Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez. No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal.

Proyecta en su doble ascepción: proyectar como la acción a futuro, donde Freud se plantea la temporalidad del psiquismo; proyecto como objetivo, como meta o algo a alcanzar. La tarea del yo, entonces, es ser capaz de pensar su propia temporalidad. Para ello hace falta pensar, anticipar, catectizar el espacio a futuro. En los primeros momentos de constitución subjetiva, la existencia del yo del niño sigue dejando a los otros significativos que formulen esos anhelos identificatorios.

Es la madre la que dice “Cuando vos seas grande, vas a ser…”. En general, esto antecede a “Cuando yo sea grande, vas a hacer”. El ideal del yo es el discurso social tomado como realidad, en diferencia última. El ideal es una meta de objetivo, un logro a alcanzar y depende de lo socialmente instituido como valioso. Ya no tiene que ver con un atributo, que es algo propio que suscita la admiración de los otros, sino como algo externo al sujeto, una exigencia, que se referirá siempre a un texto parcial, una unidad de medida en que se comparará el rasgo como siendo de una misma categoría temática. Alguien puede aspirar a ser campeón olímpico de natación, pero ese ideal va a estar siempre dentro de la categoría de actividad deportiva. No hay un salto de categoría temática como en la política.

Por último, ¿cómo plantea Freud el tema de la autoestima o el sentimiento de sí? En rigor, es el sentimiento de estima de sí. El sentimiento de sí arranca de la conciencia de existencia. El sentimiento de estima de sí, en cambio, es un valor afectivo que tiene el ser. Freud dice que es un buen rostro, que necesariamente surge por la parte del narcisismo infantil -el yo ideal-. Por otro lado, de la experiencia corroborada de la impotencia, como logros del ideal del yo. La tercera parte constituitiva de la autoestima es la vida objetal en la relación con los otros.



Si tomamos esta definición constituida por las diferentes variables de lo que la autoestima y la autoestima aparece como una de las afectaciones más evidentes en el cuadro depresivo, esquemáticamente podemos plantear que los cuadros de depresión narcisista están del lado de las problemáticas del yo ideal. La caída del yo ideal, o de las miradas de preferencia o de admiración… La pérdida, para volver al viejo concepto de pérdida en relación a la depresión. Si la pérdida se ubica más en relación al lugar del ideal del yo, es decir a aquellos logros que se plantean como investimentos a futuros y por alguna razón fracasaron (ej. El profesional que se hace cargo de la empresa familiar y va a quiebra), lo que él puso ahí como ideal del yo en términos de realización, se ve fuertemente afectado. Con lo cual, la pérdida de ese ideal del yo necesariamente afecta a su economía libidinal narcisista y por cascada, también la relación con los otros.  En las depresiones de duelo patológico, ubicamos la problemática más central de la autoestima, que es la relación con los otros.

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