El problema de la identidad, nos remite al yo como estructura autónoma pero que se haya influenciado por el ello, repitente de lo ancestral de los discursos vacíos, de las pulsiones que una y otra vez hacen su recorrido y pujan en demanda de satisfacción, por el super yo vocero del texto familiar y social que exige cumplimiento y la realidad externa que se presenta irreverente en el aquí y ahora.
El yo es, como dijera Freud, una parte del ello modificada por la realidad exterior, el yo asoma con el narcisismo y no es sin el Otro.
El yo toma modelo, imagen y semejanza a partir del Otro, espejo, mediante el cual cristalizan como un precipitado las identificaciones. La identificación primaria es una imago, una imagen simbólica sostén de todas las identificaciones futuras, es por ello que según Lacan el yo es pura exterioridad, semejante a una cebolla en el cual cada capa es una identificación de manera tal que al quitar cada una de ellas nos deshacemos de esos otros con quienes nos hemos identificado.
La identificación nunca es total, siempre es parcial, es a un “rasgo”. Al niño, por ejemplo, le dicen “tiene los ojos del papa”, “la boca de la mama” y así mientras crece copia rasgos, que los otros ofrecen como modelo, por lo que el yo, no es una instancia totalizadora integrada cohesionada como dice el concepto de self, sino el yo es fragmentado, tal como un collage en de identificaciones, dando esa apariencia de unidad y totalidad coherente que parecemos desde lo conciente.
El niño se identifica, entonces, parcialmente con las personas, objetos y actividades que le reportan placer al Yo. El psicoanálisis reconoce la identificación como la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona, por lo tanto, la infancia es ese momento de estructuración psíquica, en donde las identificaciones van dando forma a ese pequeño ser, dar forma en el ser y en el hacer, a partir de copiar al mundo adulto. Ya Freud, decía que el niño juega en definitiva a “ser grande”, o sea que va formando-se según la interacción que el entorno y la cultura de su comunidad le ofrecen
Donald Meltzer, desde una perspectiva kleiniana, Propone que en la pubertad reaparecen las confusiones propias de la etapa preedípica y también la confusión de las zonas erógenas. Esta situación se agrava con la aparición de los caracteres sexuales secundarios, que hacen que el/la joven se cuestione con preguntas del tipo: ¿de quién es este cuerpo? La llamada transición adolescente implica justamente el pasaje del mundo del niño en la familia hacia el mundo de los pares y de allí al mundo adulto.
El proceso adolescente, es un momento crítico en el que ese Yo infantil, aparentemente estable, se pone en jaque, debido al avance pulsional, que lleva al sujeto a explorar en la exogamia, y a medida que esto sucede el mundo familiar al cual se ha identificado en sus comportamientos y en su acervo cultural se ve cuestionado y sacudido
El tránsito de la pubertad a la adolescencia y de allí a la llamada vida adulta implica complejísimos procesos que crean una exigencia de “trabajo psíquico” a una mente que se encuentra en cierto modo en una situación caótica, como dijimos
Al entrar en la adolescencia se produce un choque en el encuentro con un mundo que no sigue las pautas que reglaban las instituciones que regulaban la infancia del que ahora es un joven.
En este tránsito entonces aquellas identificaciones infantiles son revisadas a fondo, el adolescente entonces cuestiona los emblemas paternos de los que había estado orgulloso en su latencia, salir acompañado por los padres avergüenza, más si es visto por sus pares, aunque a escondidas de todos se niegue a deshacerse de sus juguetes , tal es el estado de cosas. Así cuestiona las identificaciones con respecto al “parecerse a “por lo que rápidamente encuentra un modelo externo en quien encontrar ropas que le guste, aunque como veremos al final de la adolescencia, estos modelos transitorios, caerán para dar pasó a su propia identidad en el vestir. Así sucede con todo: música, deportes, religión, y…vocación...
El ideal del Yo, trazado en base a los ideales paternos es cuestionado debido a la tensión en la comunicación con los padres, ya que lo normativo es desidentificarse de aquello que direccionó el Ideal, y ese es el punto para la construcción de las identidades, ya más que la pregunta sobre qué debo hacer (en el futuro en el mundo adulto) está la de cómo debo ser.
Así en el crecimiento y la evolución las identificaciones infantiles son revisadas y abren paso a la construcción de identidades en los diferentes aspectos de la vida, en un proceso de revisión-selección-elección.
La palabra identidad viene del latín ”identitas” y éste del término ídem que significa “lo mismo”. Ésta palabra tiene la particularidad de referirnos a que una persona tiene características que la hacen única y diferente a las otras personas, y por otra parte refiere a características que son “lo mismo” que una persona tiene con otras.
Esta cuestión lingüística nos lleva a afirmar que cuando hablamos de identidad nos referimos a lo que nos diferencia por los que somos únicos, construcción que en la adolescencia se realiza a partir de las identificaciones infantiles, que perviven en el inconciente o bien han transmutado durante el proceso hacia la adultez, pero el criterio de idéntico lleva a que compartamos esa característica con otros, por ejemplo el Nombre y el Apellido, que son portadores de identidad con algo que somos para nuestros padres ( o que fuimos), así vemos jóvenes que se ponen nombres de fantasías o sobrenombres ya que lo rechazan por disgusto o como proyección del conflicto con los padres..
Nombre y apellido son emblemáticos con la identidad del ser, así entramos en el terreno de otras identidades construidas con sus ladrillos basales en aquellas identificaciones arcaicas: la identidad sexual, la identidad cultural, la identidad política, la identidad religiosa-espiritual, la identidad vocacional-ocupacional, ya que no hay de ninguna manera una identidad única, ya que el Yo como hemos visto no es total ni único.
Desde otra postura psicológica, quien ha trabajado y buceado acerca de la construcción de la identidad, desde la potencia que ejerce la sociedad, es Erik Erickson, quien considera que Freud desmerecía el rol de la sociedad con respecto a la identidad.
Su teoría observa a la sociedad como una fuerza positiva que influía para moldear el yo durante el desarrollo. Esta teoría del desarrollo psicosocial divide en ocho períodos críticos y conflictivos la construcción de “la identidad”. Erikson no habla de identidades sino de identidad, ya que se basa en un yo que a través de éstas etapas maduraba desde una fragmentación hacia un yo maduro y total.
Cada crisis es un momento crucial para la resolución de aspectos importantes; éstas se manifiestan en momentos determinados según el nivel de madurez de la persona.
Si el individuo se adapta a las exigencias de cada crisis el yo continuará su desarrollo hasta la siguiente etapa; si la crisis no se resuelve de manera satisfactoria, su presencia continua interferirá el desarrollo sano del yo. La solución satisfactoria de cada una de las ocho crisis requiere que un rasgo positivo se equilibre con uno negativo.
A modo de síntesis, diremos que Erikson sostiene que para llegar a tener identidad el niño parte de la confianza básica vs. la desconfianza, pasando por la Autonomía vs. La vergüenza y la duda, y la Iniciativa vs. La Culpabilidad en la primera infancia, la Industriosidad (adaptación a la cultura y producir en ella) vs. Inferioridad en la latencia. Ya en la adolescencia para Erikson el tomar identidad se debatía entre Identidad vs. Confusión, en la cual el adolescente debe determinar el sentido de sí mismos, es decir quiénes son, las antípodas de este proceso sería quedar atrapado en la confusión adolescente, entre el yo y los objetos, entre el yo y los otros yoes.
Observamos así que Erikson tiene una postura teórica en la que el adolescente parte de su confusión a una determinación de identidad, de quien es, lo que implica la suposición de llegar a un Yo maduro y total. (Las otras etapas se dan entre la adultez y la vejez).
Hemos citado a Erikson por ser un reconocido autor que trabajó acerca del problema de la construcción de la Identidad valorando el rol de la sociedad en este proceso, pero discernimos en algunos puntos, como lo es la madurez total del Yo, y por ende llegar a una absoluta certeza de quien soy.
Ya hemos discernido acerca del proceso de identidad del ser o identidad personal y hemos partido desde las identificaciones infantiles para explicar su constitución, hemos apelado a autores como Freud y Lacan desde una postura psicoanalítica y a Erikson para referirnos a una postura más psicosocial.
Con referencia a la identidad vocacional-ocupacional tomaremos como autoridad a Rodolfo Bohoslavsky., quien desde la modalidad clínica se aboca a trabajar lo vocacional-ocupacional a partir de una exploración exhaustiva de la personalidad del consultante
Sostiene que el adolescente “no busca sólo el nombre de una carrera, lo que va a buscar es algo que tiene que ver con la realización personal, la felicidad, la alegría de vivir, etc.”….” Al adolescente le preocupa más lo que puede llegar a ser”
Bohoslavsky dice que el futuro no es sólo definir qué hacer, sino quién no ser, hay preocupación por el qué hacer en el futuro, y el proceso de orientación no sólo se debe trabajar con la identidad ocupacional, es decir el qué hacer, a partir de identidades de carreras, y roles, sino que el Orientador debe ayudarlo a ver qué forma de ser elige, o quiere elegir en su futuro hacer, y qué relación tiene ese qué hacer concreto con el ser que desea ser...
Bohoslavsky nos trae el tema de las identificaciones en la Orientación aludiendo que la elección está basada sobre identificaciones, argumentando que estas refieren a funciones defensivas, si se utilizan como forma de superar un conflicto o contradicción.
Cuando las identificaciones pierden su carácter defensivo original. Una elección basada en una identificación no es una mala elección si se hace de forma autónoma y pierde su conexión con sus motivos originales.
La identidad ocupacional se desarrolla como un aspecto de la identidad personal, concluye Bohoslavsky, con quien coincidimos. La identidad personal y vocacional –ocupacional se basan en el esquema corporal, y se relacionan con el medio que las rodea. Ambas son una “continua interacción entre factores internos y externos a la persona”
La problemática del Orientador es la estrategia para que el consultante trabaje su ser en el hacer por ende en Orientación vocacional-ocupacional se trabaja con la identidad personal y la identidad vocacional-ocupacional, no se podría de otra manera.
“La identidad personal y la identidad ocupacional, se van gestando simultáneamente, en un proceso que puede llevar a la unidad o a la fragmentación; a la salud o la enfermedad psico-social por cuanto están en continua articulación, en tanto referencia del ser en actividad y actividad que hace al ser”. Gelvan de Veinstein.
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