domingo, 31 de mayo de 2020

Género y transexualidad

¿Qué puede decir el psicoanálisis en relación al género y a la transexualidad?

Históricamente, el psicoanálisis ha apoyado y compartido su camino con el movimiento LGTTB y el feminismo. Freud fue primero en hacer la distinción entre el sexo anatómico y el psíquico (actualmente, la diferencia entre sexo y género) en Tres ensayos para una teoría sexual (1905), siendo un inspirador de los posteriores estudios de género. 

En 1955, desde la medicina, John Money plantea plantea el término género, como los estereotipos de masculinidad y femineidad. Diez años después, Robert Stoller introdujo la distinción sexo-género para diagnosticar a las personas que teniendo un cuerpo de un sexo se sentían del otro, introduciendo el concepto de identidad de género y presentando casos de transexualismo.

A partir de los años '70, el término gpenero se extiende en los autores sobre feminismo. La investigación feminista recurre a la oposición sexo-género como un instrumento de análisis de la relación entre los sexos. El término genero se va a utilizar para hacer patente que lo que los comprtamientos, las actividades, los papeles y los roles son construcciones sociales y culturales. Los autores ponen en juego lo que Bordieu llamaba habitus, todos los modos de comportamiento que se hacen en automático y que reproducen los roles femeninos y masculinos.

A fines de los años '80, Judith Butler toma el concepto de habitus de Bordieu y de género y plantea la noción de transgénero, una tercera posición diferente. Habla de lo queer como lo extraño, lo raro, lo que no entra en los conceptos heteronormativos que se utilizaban hasta el momento y que no entraban en ninguna categoría. Butler, a partir de sus primeros sexos, pone la dimensión de lo queer y de lo transgénero, que no es transexualismo sino una categoría de análisis que permite pensar la relación entre el sexo biológico y el género. Butler no es psicoanalista, sino más bien foucoulteana.

Leo Bersani dice que:
El primer gran intento teórico de desexualizar el placer no fue la Historia de la sexualidad de Foucault, sino Tres ensayos de una teoría sexual de Freud, unos setenta años antes, la cual planteó por primera vez la posibilidad de disolver toda la noción de sexo en una reorganización de los placeres corporales.(…) la originalidad de su pensamiento está centrada en la apropiación de la noción de sexualidad para ciertos fenómenos que fue el primero en describir y que tenían poco que ver con lo que, hasta él, se había entendido como específicamente sexual”

Lo que utiliza Butler para pensar la diferencia entre sexo y género y para releerla en lo que ella describe como queer o transgénero, son los conceptos foucaulteanos que tienen que ver con La Microfísica del Poder, que básicamente consiste en que no hay un amo que ordena lo que los sujetos deben hacer, sino que el poder se reproduce en todos los elementos de una sociedad, contagiando las mismas categorías que usamos en el uso común del diálogo y hábitos cotidianos. Se trata de un movimiento en red donde todos nos regulamos entre nosotros.

Butler propone el concepto de performatividad, la palabra que constituye un acto. Es, por ejemplo, el "si quiero" del casamiento, donde la palabra constituye al acto de casarse. O la firma de la escritura constituye lo performativo del acto de escritura. Según Butler, cuando se actúa un rol masculino o femenino determinado en una cultura, se viste, se piensa, camina de un determinado modo. Cada acto cotidiano constituye un modo de performatividad que pone en juego el rol del género en que cada quien se ubica. Al vestirse de determinada manera, un hombre o una mujer performativiza el género. Esto se produce en red, de manera que todas las personas performativizan el rol femenino o masculino.

Butler propone que lo real del sexo anatómico está releído desde el género, o sea, en la cultura. El género no se diferencia tanto del género, porque el género preinterpreta a lo biológico. La cultura performativiza constantemente los roles masculinos y femeninos. Ella cuestiona el binarismo sexual por el cual se determinan roles femeninos y masculinos y plantea que la sociedad performativiza ese binarismo, que es heteronormativo. Aparecen otros modos de la diversidad de genero, que permite albergar otros modos de abarcar lo que no entra en lo heteronormativo. Butler además plantea que las identidades masculinas  y femeninas no son fijas, sino variables.

Género y psicoanálisis
El psicoanálisis está atento a las modificaciones del Otro social y Freud desde el principio estuvo en contacto y en diálogo con el movimiento feminista. Muchas de las psicoanalistas fueron feministas y Freud, con su diferenciación entre sexo anatómico y psíquico puso en juego conceptos que las feministas utilizan, aunque a veces lo acusen de patriarcal y falocéntrico.

Los logros conseguidos por los movimientos LGTB y el feminismo en el mundo, el alcance de la Ley de identidad de género argentina, única en el mundo por sus derechos adquiridos, han tenido grandes consecuencias para la vida de las personas trans, pero además, han modificado culturalmente la percepción del género y han tocado en todos los estamentos a las formas patriarcales y misóginas de conformación de la sociedad. Ya no pasan desapercibidos los comentarios machistas en los medios ni los distintos modos sutiles de segregación que eran normales hasta hace pocos años.

¿El psicoanálisis puede mantenerse incólume ante ellos? ¿Puede decir que se ocupa de otra cosa, de la singularidad del sujeto, y con eso estar tranquilo? Ante esto, los psicoanalistas suelen tomar alguna de estas posiciones: algunos se oponen al avance del feminismo, otros intentan explicarles que no entendieron la sexuación o los nudos, otros lo apoyan de modo militante. En efecto, pueden tomarse todas esas direcciones y otras más, pero nos interesa interrogar la política que implica cada una de ellas. El concepto de Acción lacaniana implica considerar que el acto psicoanalítico no se reduce sólo a la clínica con los pacientes, sino que el acto tiene una dimensión política que no puede dejarse de lado si el psicoanalista intenta -sólo intenta estar a la altura de la época. Por ello, se hace necesario un debate entre el psicoanálisis y el feminismo. Pero para sostener un debate debe haber dos lados, no uno que le explica al otro ni uno que denuncia al otro.

Luego de observar varios fracasos de este debate, que más parece una disputa (por las vías de iluminar o evangelizar), intentamos empezar de otro modo: estudiar los postulados feministas principales, sin agregar nuestros conceptos, sino ubicando sus categorías fundamentales y también los puntos de impasse que se producen en relación al psicoanálisis. Luego de ello, ubicar los modos en los que esa relación sexual entre el feminismo y el psicoanálisis fracasa, para intentar situar los síntomas en ese modo de fracasar, sabiendo que el fracaso del síntoma orienta.

Para Lacan, la relación sexual siempre fracasa, pero fracasa de un modo determinado y eso es lo que hay que estudiar. Por eso el fracaso del síntoma orienta.

La antropóloga Marta Lamas propone una tercera categoría en relación al sexo y el género, incluyendo al psicoanálisis como herramienta para pensar el debate con el feminismo. Además la posición de sexo y género, pone en juego lo que en psicoanálisis se llama diferencia sexual, que no solamente es anatómica ni solamente cultural, sino que se trata del elemento que pone en juego en cuatro órdenes: el inconsciente, el deseo, el goce y la castración. La diferencia sexal no es solamente anatómica ni cultural, sino que desde el psicoanálisis se intenta poner en juego la pregunta en relación al inconsciencte, el deseo, el goce y la castración. Intenta poner en juego lo que Lacan llama lo real del sexo o lo real de la sexuación.

El psicoanálisis sostiene una elección inconsciente del género, que implica un diálogo con la dimensión del género como autopercibido, presente en las leyes de género internacionales. En Argentina, la ley de identidad de género plantea derechos que tiene un sujeto en relación a su género autopercibido.  Las diferentes marcas de goce, de deseo, de identificación y fijación que se producen en la historia del sujeto, determinan su elección inconsciente, la cual se autopercibirá conscientemente en un segundo tiempo lógico, en la cual el sujeto podrá luchar por los derechos de su género.

La elección inconsciente de género se produce en tres dimensiones:
• Identificatoria.
• Pulsional.
• Sexuada.
Son tres dimensiones que Lacan estudió en tres momentos diferentes de su enseñanza y que deben articularse entre sí.

Las identificaciones.
Se van produciendo en el sujeto, por los tres tiempos del Edipo. El sujeto se identifica en relación a los títulos paternos y toma una posición de identificación sexual que, en el seminario V, Lacan ubica como una posición de asunción de su propio sexo a nivel identificatorio. Esto no implica toda la elección de su propio sexo. La identificción a los títulos fálicos del tercer tiempo del edipo ubica al sujeto en relación a una posición de identificación que puede ser heterosexual, masculina o femenina (acá está el tema de la virilidad del lado masculino o de la femineidad), que puede ser una elección homosexual masculina o femenina, o puede ser una elección bisexual.

Lacan va trabajando a lo largo de La significación del falo y del seminario V cómo un sujeto, a la salida del tercer tiempo del Edipo puede salir con alguna de esas identificaciones. Lacan plantea que en algún momento del pasaje por el Edipo el sujeto asume una posición y la identificación a los títulos fálicos se constituye, se fija en su ideal del yo. A partir de ahí su ideal del yo funciona como una norma tipificante según el tipo ideal del sexo. El ideal del yo normativiza el deseo, lo regula, le pone una orientación que puede ser hetero, homo o bisexual. El ideal del yo fija al sujeto en una elección tipificada de su orientación.

Desde la teoría del género, esto es una elección identitaria, elige una identidad heterosexual, bisexual u homosexual como salida del Edipo. Estas tres son las que Lacan estudió, pero pueden haber otras. Lacan analiza varios casos, como el hombre de las ratas, la joven homosexual, para ubicar cómo el sujeto elige su elección sexual, su identidad de género, que queda fijada al nivel del inconsciente.

La importancia de esto es que esta posición se produce ante el deseo del Otro, es decir, se pone en juego una elección del sujeto según como se articula los deseos de los Otros que han constituído su función materna (DM) y paterna (N.D.P) , quien las haya desempeñado. 

Lo identitario, desde esta primera dimensión del psicoanálisis, está ubicado en relación a la respuesta frente al deseo del Otro, tanto consciente como inconsciente. Hay algunos autores que dicen que el sujeto responde al deseo inconsciente de sus padres y se hacen lecturas un poco básicas, como que la elección de la orientación sexual de un sujeto está dado como una respuesta al deseo inconsciente de los padres. Es básico decir "Como su madre deseaba tener una nena, se hizo trans". Al considerar las otras dos dimensiones, veremos que el tema tiene otra complejidad. En la dimensión de la identificación no podemos decir cuál es su posición de goce.

La dimensión pulsional.
Este nivel y el siguiente no tienen que ver con el deseo del Otro, porque se trata de una elección del sujeto según su propio goce. Tiene que ver con contingencias, marcas que se produjeron en los modos de satisfacción.

La elección del objeto pulsional pone en juego al fantasma. Es, en tiempos lógicos, una elección anterior a los tres tiempos del Edipo, porque implica el recorte que ha producido el fantasma en los procesos lógicos de alienación y separación que se prodecen en la constitución del sujeto, los tiempos lógicos más tempranos.

Aquí se pone en juego la elección de uno de los objetos pulsionales, que es lo que Freud llamaba punto de fijación. Freud hablaba que la libido, en el camino progrediente en alguna de las etapas (oral, anal, fálica) se fija en uno de los puntos de fijación. Lacan relée esto con el concepto del fantasma, planteando que el fantasma recorta uno de los objetos pulsionales (la voz, la mirada, lo oral, lo anal) como el objeto prefrencial por donde la pulsión va a hacer su circuito. El momento donde se produce la separación del objeto, que es un tiempo muy inicial (el tiempo del fort-da en Freud) donde pierde el objeto, el fantasma produce una recuperación del objeto por medio de este matema: $◊a

Es una relación fijada a uno de los objetos de la pulsión. En este punto, anterior a la identificación, el sujeto ha elegido un medio de goce en relación a uno de los objetos de la pulsión. Según el objeto que se constituye en su fantasma, el recorrido pulsional va a ser en relación a la mirada, a la voz, a lo anal o lo oral. 

Lacan establece que en este recorrido pulsional el fantasma le permite al sujeto salir de su goce autoerótico. Es decir, no se queda con su propio objeto, sino que se pierde y entra al campo del Otro. El sujeto está obligado, por medio del fantasma, a ir a buscar el objeto al campo del Otro. El fantasma produce el pasaje del objeto fantasmático al lazo con el otro. Un lazo que implica la dimensión de desear a un otro, de ser atraído o amar a un otro. Lo que el fantasma corta de lo autoerótico, hace que el sujeto lo tenga que buscar al campo del Otro.

Dijimos que el primer elemento de la elección inconsciente de género estaba lo identitario. Este segundo elemento no da lo identitario (hétero, homo o bi), pero sí establece cuáles son los elementos que van a producir su deseo y atracción en el campo del Otro. La elección del fantasma va a definir qué de la otra persona produce deseo, más allá que sean hombres o mujeres. Se trata de un detalle mínimo, pequeños rasgos que producen pasión y deseo. El ejemplo de esto es el trabajo que hace Freud en el glanz, el brillo en la nariz que su paciente le relata sobre su atracción a las mujeres. Justamente, en el análisis con Freud descubre por la asociación libre un juego de palabras: glanz y glance (mirada en inglés), lo cual es el objeto escópico. Él quedaba capturado por el brillo en la nariz de las mujeres y le producía atracción.

La dimensión sexuada
Esta tercera dimensión tiene que ver con la sexuación. Lacan plantea que esta elección es electiva, es decir, el sujeto se inscribe en relación al lado hombre o mujer de las fórmulas de la sexuación. Esta elección no implica una identidad de género, sino un modo de goce singular, que puede pasar:
• Por el goce fálico, es decir que su goce es regulado fálicamente.
• El no-todo fálico, es decir, del lado femenino un sujeto se inscribe ubicado dentro del goce fálico y un no-todo fálico, en un goce que Lacan llama suplementario.

Un sujeto se inscribe en relación a ese modo de goce que implica una respuesta al "no hay relación sexual". Lacan ubica el muro de la no relación sexual entre hombres y mujeres, donde no se puede pasar de un campo al otro y donde los hombres no se relacionan con las mujeres por estos dos modos de goce diferentes. Lo que sí hay son modos de pasaje que son siempre modos sintomáticos. 

Lacan le da mucha importancia al fracaso, al errar. Lacan dice que la relación sexual se fracasa del modo hombre o del modo mujer. El sujeto puede establecer una relación con el otro sexo, hetero, homo, trans o bisexual, pero se falla en la relación sexual al modo hombre o mujer. Lacan establece estos dos modos.

La respuesta a la no relación sexual siempre es sintomática, sea cual sea la forma de inscribirse en relación a lo masculino o lo femenino. En ese fracaso de la relación sexual, el sujeto se pronuncia desde un lado u otro de las formas de la sexuación.

Estos tres modos de la elección inconsciente del género (dimensión identificatoria de los títulos en el bolsillo, la elección de uno de los objetos del fantasma que dan el lazo con el otro y la elección de goce de uno y otro lado de la sexuación) son tres elementos que deben articularse entre sí para dar lo que la ley de género habla como género autopercibido.

La articulación es sumamente compleja y el tiempo donde habitualmente se produce esta articulación es entre la pubertad y la adolescencia. Allí se dan todas las batallas entre las tres dimensiones de la elección insconsciente. Una elección inconsciente del sexo es siempre conflictiva, nunca armónica, aunque se trate de la heterosexualidad del hombre macho y la mujer femenina. La elección siempre es sintomática.

Encontramos puntos de articulación que pueden ser más o menos articulados entre sí o también pueden haber muchas otras modalidades y convinaciones. Puede haber una identificación masculina con un deseo homosexual; se puede autopercibir una identidad femenina en un cuerpo biológico masculino y sentir atracción por las mujeres. Son combinaciones que se obserban habitualmente en el campo de la diversidad, que dependen de la articulación de las tres dimensiones que vimos.

Los niveles identificatorio, electivo y de sexuación pueden ser paradógicos y contradictorios entre sí, lo cual conforma todas lasdificutades que conocemos en la asunción de un género, que en ningún caso se asume sin dificultades, ni siquiera en los heteronormativos. La adolescencia, con su segunda oleada pulsional, da cuenta de estos conflictos y batallas de esta articulación y la elección inconsciente de género. El cuerpo pide que se realice esta elección.

Cuando hablamos de la identidad autopercibida, se trata del resultado de un proceso de articulación de estos tres niveles, de una elección que ha sido hecha en un tiempo lógico anterior en distintos tiempos de la infancia:
• En el momento más temprano de la elección del fantasma.
• En el momento de la salida de la infancia, cuando se produce la elección a nivel identificatoria.
• En el momento de la contingencia que roduce la elección de goce del lado de la sexuación.

La persona realiza esta articulación en distintos momentos de su vida y hará diferentes cosas con ella: asumirla, reprimirla, actuarla o no. Cada sujeto encuentra como puede su modo de inscripción y de regulación de goce.

Hay una crítica al psicoanálisis acerca de que patologiza al género. Freud planteaba que el campo del sexo psíquico no era un campo de patología, sino que es un campo de elección. Al psicoanálisis le interesa los modos de elección sexual porque tiene que ver con todos los modos de elección pulsional. 

El psicoanálisis estudia una elección homosexual, pero también una elección heterosexual. El psicoanálisis se pregunta por el deseo y goce de un sujeto. Eso no es patologizar, el asunto es que la articulación del deseo y el goce no es armónica. Lacan sitúa al deseo y al goce en el límite que se produce en Freud en relación al principio del placer y la frontera del más allá del principio del placer. La dimensión de la satisfacción pulsional se ubica en los dos órdenes y lacan estudió lo que pasaba más allá del principio del placer, que hace sufrir al sujeto. Ninguna elección de género es feliz ni armónica y siempre es sufriente. Cada sujeto, hetero, trans, homo o bisexual, sufre por lo que esa elección produce a nivel del más allá del principio del placer. Los modos de goce son siempre sufrientes y se consulta al analista porque se sufre de esa elección. El psicoanálisis trabaja con las elecciones del sujeto, sean las que sean, y no intenta guiar ni orientar. 

El psicoanálisis, en el tema del genero, incluye la dimensión del síntoma. Toda elección es sintomática y el psicoanálisis trabaja con el síntoma, no con la elección de género. 

En cuanto a la patologización, el psicoanálisis considera que todo sujeto se inscribe en el campo de las estructuras clínicas que Lacan sitúa: neurosis, psicosis y perversión. Esto no implica una equivalencia con el género y esto es un punto problemático en la historia del psicoanálisis, por ejemplo, al hacer corresponder al transexualismo con la psicosis o a la homosexualidad con la perversión. Estas corrspondencias no se encuentran en la clínica, hay transexuales neuróticos y psicóticos; un homosexual puede ser neurótico o psicótico. Cada sujeto con su propio género tiene una estructura, en la medida que se haya inscripto el Nombre del Padre o no. La elección de la estructura no se corresponde con los géneros.

Hacer un diagnóstico diferencial permite que el analista se oriente en la dirección de la cura y las intervenciones del analista van a ser diferentes si se trata de una neurosis o una psicosis. Los casos muestran que una reasignación sexual, transexual por ejemplo, puede funcionar como un intento de suplencia lorada o fallida en el caso de la psicosis, puede funcionar como un síntoma neurótico (obsesivo, histérico, etc). No hay correspondencia entre género y estructura, pero la dirección a la cura no la determina el género, sino la estructura.

Cuando el sujeto solicita una ayuda al psicoanalista, éste acompaña en relación al sufrimiento que le causa su síntoma para escuchar las determinaciones insconcientes que marcaron su elección de gpenero y a asumirlas del mejor modo posible. Las soluciones para el sujeto no necesariamente tienen que seguir el camino heteronormtivo propio del discurso del amo.

Fuente: Esta entrada se confeccionó con las notas de la conferencia Patricio Álvarez - "Género y transexualidad" del 19/05/2020 en Centro Dos

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