• ¿Qué son los afectos?
• ¿Cómo se afecta el cuerpo en el ser hablante?
• ¿Cómo se distingue la afectación según el trauma de la lengua, como trauma inaugural que todo ser hablante padece y nos humaniza?
• ¿Cómo se diferencia de las contingencias traumáticas? Se trata de los segundos traumas que se enlazan y anudan a ese primer trauma de la lengua originario y que dan estatuto de repetición y resignifican las marcas del trauma de la lengua.
Durante mucho tiempo, se habló mucho de la angustia, que efectivamente es un afecto muy importante en la clínica. Pareciera que durante mucho tiempo se dejaron de lado otras presentaciones de los afectos, bajo la premisa de que eran afectos que engañaban. Es cierto que hay una situación de engaño puesta en juego en esos afectos, pero eso no implica desconocer su valor clínico o hacer una lectura de eso en el marco de la transferencia. El afecto ha perdido cierta dignifdad en función de la entronización que tuvo la angustia como único afecto que no engaña.
Los afectos en Freud
En la teoría de Freud, los afectos tienen un lugar privilegiado. Para Freud, la conexión entre cuerpo y afecto aparece tempranamente, aunque nunca planteó que el afecto partiera del cuerpo. Esto es fundamental, porque el afecto es un efecto de la incidencia de lo simbólico y esto ya está en el Freud de 1890.
En el texto Tratamiento psíquico tratamiento del alma, Freud afirma que
en ciertos estados
anímicos donde la coparticipación del cuerpo es tan llamativa y
tan grande que muchos investigadores del alma dieron en pensar
que la naturaleza de los mismos, consistiría sólo en estas exteriorizaciones corporales
Es decir, se manifiestan predominantemente en el cuerpo, pero no se reducen a él. Freud habla de las alteraciones que producen en el cuerpo los afectos. Habla del miedo, de la ira, las preocupaciones del alma y el arrogamiento sexual. Dice que los efectos sobre el cuerpo inciden, incluso en los estados depresivos o afectos penosos, hasta provocar la pérdida de peso e incluso producir cierto envejecimiento. de modo inverso, plantea que la dicha hace al cuerpo florecer y que la persona recupera rasgos de juventud.
Los afectos se singularizan por una relación muy particular con los procesos corporales. Es decir, afecto y cuerpo se relacionan. Pero en rigor, según Freud,
todos los estados anímicos, aún los que solemos considerar procesos del pensamiento, son en cierta medida afectivos y de ninguno de ellos está ausentes las exteriorizaciones corporales y la capacidad de alterar procesos físicos.
Freud habló de afectos violentos sexuales, obsesivos, pensosos, depresivos.
En Proyecto de una psicología para neurólogos, distingue afecto de deseo. Plantea que el afecto y el deseo son resultado o consecuencia de dos experiencias vitales: la experiencia de satisfacción y la experiencia de dolor.
• La experiencia de satisfacción da lugar al surgimiento del deseo, producido por sumación de investidura.
• La experiencia de dolor tiende a producir procesos de descarga y hace surgir a los afectos.
Es importante este pinto que el afecto tiene que ver con la descarga y evita la ligadura.
En Sobre el mecanismo de los fenómenos histéricos (1893), Freud articula afecto y trauma. Esto dio lugar a la hipótesis freudiana de la abreacción, a esta tendencia de descargar el afecto. Freud dice, en relación al trauma, es que lo que importa sobre el suceso afectante es si se reaccionó enérgicamente o no.
La debilitación o pérdida de afecto de un recuerdo depende de varios factores y, sobre todo, de que el sujeto reaccione o no enérgicamente al suceso estimulante. Entendemos aquí por reacción toda la serie de reflejos, voluntarios e involuntarios -desde el llanto hasta el acto de venganza-, en los que, según sabemos por experiencia, se descargan los afectos.
Todo esto tiene un valor clínico:
La reacción del sujeto al trauma sólo alcanza un efecto «catártico» cuando es adecuado; por ejemplo, la venganza. Pero el hombre encuentra en la palabra un subrogado del hecho, con cuyo auxilio puede el afecto ser también casi igualmente descargado por reacción (Abreagiert).
El lenguaje permitiría casi sustituir a la venganza. Agrega Freud:
En otros casos es la palabra misma el reflejo adecuado a título de lamentación o de alivio del peso de un secreto (la confesión).
Es decir, la queja y la declaración en el caso de un secreto que atormenta, también lo sería. La queja muchas veces abre al dispositivo analítico. Los modos de decir dan cuenta de la posición del sujeto sobre aquello que hace trauma.
En Neuropsicosis de defensa (1894) Freud plantea la hipótesis auxiliar. Dice que en el aparato psíquico hay un monto de afecto o suma de excitación susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga. Son las derivas del afecto.
En Lo inconsciente (1915), Freud dice que los afectos y sentimientos corresponden a procesos de descarga cuyas exteriorizaciones últimas se perciben como sensaciones.
En La represión (1915), dice que el
...monto de afecto corresponde a la pulsión en la medida
en que esta se ha desasido de la representación y ha encontrado una expresión proporcionada a su cantidad en procesos
que devienen registrables para la sensación como afectos.
Es decir, relaciona afectos y pulsión. Acá aparece otro concepto fundamental de la clínica: el afecto tiene que ver con el carácter cuantitativo de la pulsión. En esta etapa ya estaba en Freud el gérmen, en su teoría, el componente pulsional como traumático y también un problema que acompaña a Freud en toda su obra y que en 1920 cobra un valor central: lo no ligado, lo que no puede ligarse.
A esta altura, Freud trabaja con la primera teoría de la angustia: las pulsiones que no logran satisfacerse devienen en angustia, de manera que es la represión la que causa angustia. En 1926, en Inhibición, síntoma y angustia, introduce el giro y es la angustia la que promueve la represión. De todas maneras, Freud no abandona nunca la idea de un angustia que se descarga, a diferencia de la angustia señal (encargada de disparar el proceso represivo y cuyo almácigo es el yo)
En la Conferencia 25 Freud se pregunta qué es el afecto en el sentido dinámico. Dice:
Un
afecto incluye, en primer lugar, determinadas inervaciones
motrices o descargas; en segundo lugar, ciertas sensaciones,
que son, además, de dos clases: las percepciones de las acciones motrices ocurridas, y las sensaciones directas de placer
y displacer que prestan al afecto, como se dice, su tono dominante.
Hay que resaltar que el afecto es algo que siempre se siente y es percibido, aunque la persona no sepa con qué tiene que ver.
En 1926, Freud en Inhibición, síntoma y angustia, le da a la angustia un lugar privilegiado y el carácter de afecto. Lacan discute con Kierkegaard de que la angustia no es un concepto, sino un afecto. Freud planteó a la angustia como un afecto intrincado al cuerpo. La angustia traumática es aquella para la cual no estamos preparados y es más cercana a la experiencia de terror, mientras que la angustia señal ya implica la activación de una marca que previene cierto peligro mediante una alerta y funda la represión secundaria y la formación de síntomas.
Freud dice, en ese texto "aunque no sepamos todavía qué es un afecto". Lacan se detiene en distintos momentos de su enseñanza en esta pregunta de qué es un afecto y cómo abordarlos.
Los afectos en Lacan
En el Seminario VI El deseo y su interpretación (1959), Lacan discute con los anlistas de su época, pues lo habían acusado que con su noción de inconsciente estructurado como un lenguaje su teoría era puro intelectualismo. Le critican haber dejado de lado los afectos. En la clase 3 del seminario VI vuelve a algunos de los textos freudianos que ya vimos. Al tomar el texto de Lo inconsciente, y se pregunta qué es lo que se puede reprimir en el inconsciente. Dice que lo que se puede reprimir es el representante de la representación (lo que puede representarse de la pulsión a nivel psíquico), que es lo que Lacan le da valor de significante. Esto Lacan lo mantiene, es la relación entre significante y afecto.
Además, al igual que Freud, Lacan dice que no hay afectos inconscientes. Lo mismo retoma en el seminario X. Dice que cuando hablamos de un afecto inconsciente queremos decir que éste es percibido pero desconocido. Lo que desconocemos son sus enlaces, pero no es inconscientes en términos de estar reprimido. El afecto siempre es percibido, pero se enlaza con otra representación no reprimida. Por eso es que el afecto aparece siempre dislocado, la idea de que el afecto es engañoso: el afecto está siempre enganchado a otra cosa, que no es aquella a la cual el afecto le corresponde. Por ejemplo, en la neurosis obsesiva el paciente sufre por reŕesentaciones de las que él mismo dice que son una tontería, pero que se le imponen con un afecto disruptivo. Esto nos indica que el afecto está efectivamente desplazado, enganchándose en otra cosa. Lo que hay que ubicar son los enlaces que han quedado suspendidos y conllevan al lazo con la representación reprimida.
Lacan sitúa el carácter enigmático de la plasticidad del afecto y dice que el problema es saber en qué se convierte el afecto en la medida que está desenganchado de la representación reprimida y que ya no depende más de la representación sustitutiva, a lo cual logra enlazarse. A lo desenganchado, dice Lacan, corresponde esta posibilidad que le es propia de ser anexado otra representación. Por lo tanto, el afecto se presenta en la experiencia analítica como algo problemático.
Cuando el afecto aparece, nos indica que hay algo que ocurrió: algo se soltó, que algo se enlazó falsamente, que algo se traspasó al cuerpo. En algún punto, la emergencia del afecto es orientativa.
En el Seminario X, que Lacan dedica a la angustia, Lacan descata por qué le importan los afectos. Dice la frase paradigmática de este seminario, dice:
Quienes siguen los movimientos de afinidad o aversión de mi discurso y a menudo se
dejan llevar por las apariencias piensan sin duda que me intereso menos por los afectos
que por otras cosas. Es totalmente absurdo. Llegado el caso, traté de decir lo que el afecto
no es: no es el ser dado en su inmediatez ni tampoco el sujeto bajo una forma en cierto
modo bruta. No es, para decirlo, en ningún caso protopático. Mis ocasionales
observaciones sobre el afecto no quieren decir otra cosa. E incluso por ello hay una
estrecha relación de estructura con lo que hasta tradicionalmente es un sujeto; (...)
Por el contrario, lo que dije del afecto es que no está reprimido; y esto lo dice también
Freud. El afecto está desamarrado, va a la deriva. Se lo encuentra desplazado, loco,
invertido, metabolizado, pero no reprimido Lo que está reprimido son los significantes que
lo amarran.
¿Qué ocurre entonces cuando faltan los significantes que lo amarran? Las situaciones de urgencia son los momentos clave donde fallan los significantes que amarran a los afectos, que entonces disrupcionan de manera ruidosa y extrema.
En el S. X Lacan inventa el objeto a y a partir de allí se producen una serie de seminarios que son sumamente importantes. El S. XIV y XVI Lacan empieza a conmover la noción de Otro con la que él se venía manejando. Introduce una cuestión escencial, que es que además de que el Otro es el lugar del inconsciente, lugar de las inscripciones y reservorio del acto, dirá que el Otro es el cuerpo. Desde ahí, el lazo entre cuerpo y discurso va a tomar distintos niveles. Desde los cuatro discursos, sabemos que los discursos tienen que ver con procesos de ligadura: ligadura en el lazo social y ligadura de los cuerpos entre sí.
En el Seminario XIX, con la noción de lalengua ya nacida en las charlas de Santán, el cuerpo va a ser retomado en su lazo con el discurso. ¿Cuál es la exigencia del discurso sobre el cuerpo? Para Lacan, los discursos atrapan cuerpos. Lacan se pregunta cómo es esto posible. Pensemos en los cuerpos de la época, que no son sin los discursos de la época: niños diagnosticados como TGD, depresiones, niños con déficit de atención.... Los discursos atrapan cuerpos porque tienen efectos sobre la subjetividad, en los modos en que se configura el lazo del sujeto con el cuerpo. Hay una elaboración que anuda el proceso de subjetividad con el cuerpo.
Lacan toma la tríada que el semiólogo Charles Sander Peirce estableció al dar cuenta del signo. Él hablaba del representámen, el inerpretante y el referente como partes del signo. El interpretante y el representámen hacen específicamente a aquello que se despierta o se representa en la mente del otro al decir algo, por ejemplo "casa". El representámen genera en el interpretante algún efecto y el referente tiene que ver, supuestmente, con la cosa en sí.
Para Peirce, nunca el signo representa totalmente a la cosa, sino solamente algunos rasgos de ella. Lacan toma esta noción del signo peirceano para decir que el cuerpo es el referente. Es cuerpo, lugar de las inscripciones y que queda atrapado por los discursos, va a tener una relación estrecha con aquello que llamamos afectos. Lacan dice que entre el cuerpo y el discurso se encuentran los afectos. Podemos ser afectados por un análisis, aunque esa afectación no debería ser de cualquier modo.
En el Seminario XX, Lacan ya ha hablado sobre lo simbólico como registro; ya ha diferenciado el campo del lenguaje y la palabra; ha elaborado una teoría de los discursos y sin embargo... da las charlas de Santán donde él quería ver cómo resonaba lo que decía, dobde dice "Le hablo a las paredes", ya que nadie le cuestionaba lo que él decía. Es interesante, porque de lo que se trata es de los efectos que puede producirse sobre los cuerpos.
Hablando del saber, de la verdad dice que a dos que podrían haber hilado algo de esto, les encargaron que escribieran un diccionario de filosofía... Lacan se da cuenta que cometió un lapsus, pues de trataba de un diccionario de psicoanálisis. Dice que lo que decía sobre la relación entre saber y la verdad, bien vale para La langue. La langue es un dicionario de filosofía muy conocido en Francia y una oyente le marca la homofonía. Lacan se alegra de esta resonancia de su decir y a partir de ahí habla de lalengua -todo junto- para empezar a diferenciar dos estatutos de lo simbólico:
• El estatuto de lalengua como lengua materna. No es el idioma, ni lo que dice la madre, sino ue tiene que ver con el trauma de la lengua: el modo en que hemos sido hablados por el Otro.
• La noción de lenguaje, donde dice que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, que el inconsciente es un saber hacer con los efectos de la lengua.
Además, va a decir que es lalengua la que introduce los afectos en el cuerpo. Es decir, estamos afectados por la incidencia de lalengua. Es lalengua la que introduce a los afectos en el cuerpo y el inconsciente, estructurado como un lenguaje, es un intento de hacer con eso.
Los afectos en la experiencia psicoanalítica
La articulación del cuerpo y los afectos en la experiencia analítica es crucial, en la medida ue la afectación del cuerpo es efecto de lalengua en el viviente. Ciertos afectos en el marco del dispositivo analítico nos permiten a veces confirmar que se empiezan a producir ciertas operaciones de constitución subjetiva.
En los niños graves vemos que ni el pudor ni el asco no se han constituído como un borde, ni como un dique. Cuando algo de esto surge por primera vez en el dispositivo analítico, por ejemplo, un niño que por primera ve se pone colorado y siente pudor o vergüenza, es un indicador que hay una opertoria psíquica que todavía no se había producido y que ahora se ha constituído. No podemos quedarnos únicamente con que la angustia es un único afecto que no engaña: debemos hacer una lectura clínica de esos otros afectos.
Los afectos pensos, muchas veces, son la antesala a un pasaje al acto. Eso que se dice en un análisis, se entrama en una afectación del cuerpo. Nos sigue costando, hasta el día de la fecha, romper con el dualismo cartesiano. Hay algo que todavía allí persiste y hay que discernirlo.
Los afectos -angustia, vergüenza, el pudor, la extrañeza, la pesadumbre, el aburrimiento, la tristeza, la cólera, la ira, el amor, el odio, la risa- son modos de afectación del cuerpo y son modos en que podemos recobrar, a partir del decir del enfermo y del tratamiento del cuerpo donde a veces incluso el decir fracasa.
Donde leemos la afectación del cuerpo que el pudor que puede surgir durante el mismo dispositivo, también vamos a escuchar cuando aparezca el enojo, la ira o aquello que va a presentarse como una disrupción que incluso puede hacer peligrar el lazo transferencial.
Los afectos no provienen del cuerpo, pero el cuerpo hace signo de afectación. En los afectos depresivos, las que según Freud son de cuño obsesivo, vemos una deflación al nivel del yo y del narcisismo. En la histeria vemos deprresiones con bordes melancólicos también. Uno ve el desmejoramiento del cuerpo y de cómo los afectos penosos tocan al cuerpo.
Los afectos son posibles en tanto el ser habla. El ser habla en el sentido de haber sido traumatizado por la lengua. El hecho de ser hablados introduce la dimensión de los afectos. A veces se habla de los niños autistas como niños en donde no hay afectación... Pero ¿hay afectación más terrible que la de no poder olvidarse en ningún momento que el cuerpo está todo el tiempo presente al modo de un sosías insoportable? En el autismo, los modos de afectación no son los mismos, pero eso no quiere decir que no haya afectación.
Hay una estrecha ligazón entre significante, afecto y cuerpo. No podemos pensar por separadas estas cuestiones, aunque se traten de categorías distintas. Es por la incidencia de lo simbólico que hay afectos, pero el afecto no es significante. Tiene relación con el significante, que se amarran o no a él y por otro lado el afecto tiene relación con el cuerpo, pero no nacen de él. Fíjense cómo el afecto funda ese "entre" significante y cuerpo. Esto es crucial para la clínica.
¿Es siempre el afecto engañoso? Pueden tener, algunas veces, una pincelada de lo real. Cuando Lacan habla de la ira, Lacan dice que surge cuando en la bella trama de lo simbólico, donde uno se hace la novela que todo estaba hermoso y maravilloso, irrumpe lo real. La ira, en algún punto, está conectada con lo real. Lo que sí es engañoso es a lo que la ira se engancha. Eso a lo que la ira se engancha no es exactamente la causa, ahí hay un desplazamiento. En Dora, cuando Freud habla de los pensamiento hipervaentes, Dora estaba enojadísima con el padre, el sr. y la sra. K. Freud dice que mientras Dora está enojada, él no puede meter ningún bocadillo, no hay posibilidad de meter un equívoco y que la torción se logra cuando Freud ubica que estos reproches dirigidos al padre no era más que autorreproches. Ahí hay un ejemplo de lo dislocado del afecto.
Afecto y goce. En algún unto, afecto y goce se relacionan, pero no se confunde. En Juanito, Lacan dice varias veces que hay un goce del pene real, goce peneano o dice goce fálico que no logra enlazarse, como algo que irrumpe al nivel del cuerpo y fragmenta. A eso que emerge en el cuerpo como un goce que no puede reconocerse como propio, Juanito responde con la angustia. Lacan dice que la angustia es lo que a disparar la formación de síntomas. El síntoma fóbico es respuesta a un goce rechazado y ese goce rechazado se vehiculiza así por emergencia de la angustia, en tanto ese goce implica un peligro para el sujeto.
No se puede decir que a cada goce le corresponda un afecto, pero de alguna manera el afecto denuncia y señala algo del orden de la posición del sujeto respecto al goce.
Algunos afectos
Angustia. Lacan señala que la angustia es el único afecto que no engaña, como señal de lo real. Está relacionada con la emergencia del objeto a, orque allí donde debería haber una falta aparece algo disruptivo, que es el objeto mismo. Lacan dice que la angustia se siente en el cuerpo y bes el sentimiento que surge de esta sospecha que nos embarga, de ser reducidos a nuestro cuerpo, no ser más que nuestro cuerpo. Es un miedo al miedo, según Lacan.
A nivel de las neurosis de angustia, Lacan dice que el significante retorna al estatuto de traza. Es decir, el significante vuelve a una instancia anterior. La traza es la primera impronta del sujeto con el Otro y de las trazas devienen o no significantes. Si la traza se borra, deviene significante; sino permanece como tal.
Pudor. Freud lo trabajó en Tres ensayos... para trabajar lo que eran los diques morales. Constituye un punto central en la constitución subjetiva, en la medda que articula un borde entre lo íntimo y el afuera, lo público. Lacan dice que el pudor es amboceptivo de las coyunturas del ser. Entre dos, el impudor de uno basta para constituir la violación del pudor del otro. Esto es algo que el perverso sabe y el acto perverso está puesto al servicio de hacer surgir la dimensión de la mirada, que corrobore la afectación en el cuerpo de ese encuentro.
Vergüenza. Para Freud también es parte de estos diques morales e implicaba un avance en el dominio de lo pulsional. La vergüenza implica que algo de lo pulsional se logró domeniar. Lacan la distingue del pudor: puede aparecer como un temor a hacer el ridículo, donde se pone en juego más lo imaginario. El pudor es más cercano a la emergencia de lo real.
Humor. El humor descompleta al Otro. Lacan lo trabaja en el seminario V. Es una indicación clínica contra la angustia.
Culpa. Freud señalaba que cuando la culpa aparecía, tenía que ver con algo desplazado. Lacan retoma la culpa en relación al deseo y establece que la culpa aparece cuando hemos cedido frente a nuestro propio deseo. La culpa está enlazada a las exigencias del superyó.
Fastidio. En los textos de Radiofonía y Televisión, Lacan toma al fastidio y a la pesadumbre como dos afectos propios de la época. Al fastidio lo ubica en torno a la diferencia sexuada en relación a lo Uno y lo hétero, que hace imposible la identificación del otro con el uno. Hay algo radicalmente otro y ahí donde el falo intenta unir, por decirlo de alguna manera, hay una otredad radical que no logra nunca subsumirse. El fastidio es no soportar que no hay relación sexual, que no hay escritura sobre esa diferencia sexuada.
Lacan alude a los encuentros sexuales de los jóvenes en los años '60, sin represión familiar, señala que allí donde no está ese borde, el ser hablante necesita generarse otros. El fastidio puede ser una forma de afectación, de cierto empuje a gozar de la época.
Pesadumbre. Está más cercana al aburrimiento. Lacan dice que es un afecto que llega a un cuerpo cuya peliculiaridad consiste en habitar el lenguaje. "Me pavoneo aquí de plumas que se venden mejor que las mías", el afecto de no encontrar alojamiento, al menos no de su gusto. Es la sensación de sentirse incómodo con el cuerpo que uno habita. Lacan habla también del mal humor como algo dislocado y se pregunta si es un pecado, una poco de locura o una pincelada de lo real.
Cobardía moral. Ligada por Lacan a la melancolía, por presentarse el sujeto como un desecho del inconciente y donde el cuerpo se encuentra radicalmente afectado y perturbado de un modo radical. Son sujetos que incluso pierden las funciones vitales básicas, como alimentarse. Algo de lo que es rechazado en el lenguaje retorna de ese modo. Se opone a la excitación maníaca, ese punto en el cual falta algo que haga de lastre o de tope que enganche de alguna manera a los afectos. Aparece aquí la exaltación del afecto como forma patognomónica, que lleva también a una infinitación que puede poner en riesgo a la vida.
Los afectos del analista
Lacan en el seminario VIII trabaja, en la clase 13 de la crítica a la contratransferencia y se opone a esa versión del analista depurado, sin afectación y plantea que el analista queda afectado por el residuo transferencial, por estar tomado en el lazo transferencial. Se pregunta: ¿Qué hace que no nos vayamos a la cama con el paciente o que no lo tiremos por el balcón? Responde que se trata de un deseo más fuerte, el deseo del analista.
Un modo privilegoado de la afectación del cuerpo del analista es el deseo del analista, que permite hacer otra cosa con esos afectos.
Fuente: Notas de la conferencia de M. Luján Iuale "La disrupción de los afectos" en Centro Dos. El martes 22 de junio de 2020.
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