En esta exposición trataré de situar la neurosis obsesiva en su relación con el deseo, y como este deseo se vuelve imposible en esta estructura debido a la tensión entre el ideal, y el dejar caer el deseo ante lo imposible de alcanzar este ideal. Esto produce que el sujeto se precipite en un goce o satisfacción pulsional que le aísla. Es lo que conocemos como ensimismamiento del obsesivo. Aislamiento que le imposibilita en ocasiones de actuar, o bien de lo contrario, de un pasaje al acto.
Las cuestiones que querría llevar a debate son esencialmente:
1- De qué manera la neurosis obsesiva esclarece en cuanto al deseo. 2- ¿De qué forma articula Lacan la cuestión del deseo en el obsesivo?
Trataré de tres puntos para situar estas cuestiones:
1- El síntoma
2- La demanda del Sujeto entendida como Demanda primordial. 3- El Padre en la Neurosis obsesiva.
I-EL SÍNTOMA EN LA NEUROSIS OBSESIVA
En la neurosis obsesiva tenemos como caso paradigmático El Hombre de las ratas, caso de Freud, del año 1909. Desde Lacan, éste efectúa una lectura del mismo, en Mito individual del neurótico de 1953, y lo tomaré muchas veces como punto de partida para la exposición de hoy.
Hablando del síntoma del neurótico obsesivo el síntoma fundamental podemos decir que es La duda y la elección en tanto dificultad de poder elegir.
Introducción: Recordemos una vez más que el síntoma determina la relación problemática del sujeto con él mismo y sus deseo inconsciente, que produce por medio de un rodeo la satisfacción sexual. Asimismo es una especie de compromiso entre una representación reprimida inconciliable con la conciencia y el campo de la representación consciente en el Yo.
Tanto para Freud como para Lacan, el síntoma en las neurosis, tiene dos ejes articulados entre sí. Esto Freud lo manifiesta en el texto: Inhibición, síntoma y angustia de 1926.
1º-el eje de mensaje interpretable.
2º el eje de mensaje cifrado, el del valor de satisfacción pulsional o goce en Lacan.
Para Lacan, además, el síntoma es el encuentro enigmático con el deseo del Otro materno, en donde ante este enigma, ante este ¿Qué quiere el Otro materno de mí?, enigma que como tal angustia, el sujeto crea un efecto de significación, articulado al fantasma, a lo que despliega que cree que el Otro quiere de él, como una forma de defensa ante esta angustia. Esta defensa da lugar en el obsesivo al síntoma de la duda, o de la precipitación para salir de lo que siente como un estar atrapado en el Otro. En ambos casos, el resultado será no poder acceder al deseo y subjetivarlo como un deseo imposible.
Haciendo un pequeño histórico de la neurosis obsesiva I-Antes de Freud:
La obsesión era conocida en Pinel como manías sin delirio. La definían, cuestión vigente hoy en día, por el carácter forzado de ideas y conducta que se le imponían al paciente y contra las que se defendía por actos o rituales en un intento de desplazamiento de estas ideas.
Esquirol llamaba a estos síntomas las monomanías razonables. En ellas se trataba de la reducción de lo extraño a un número pequeño de signos que trastornan el entorno. Por ello también se hablaba de delirio parcial o de locura con conciencia.
Posteriormente se conoció como delirio emotivo de Morel o vértigo mental de Lasegue. Todos estos psiquiatras trataban ya de la lucha del obsesivo con su deseo, aunque no lo dijeran así, y ilustraban esta lucha con síntomas como el delirio del tocar, o la locura de la duda.
II- En Freud: Hay tres momentos.
a- En su texto Las psiconeurosis de defensa de 1894, donde trata de la noción de defensa.
b- En sus textos: Obsesiones y Fobias de 1908 y El hombre de las ratas de 1909, donde trata de los recuerdos en relación al trauma sexual.
c- En el texto de I.S.A. de 1926, donde trata de la formación de un superyó feroz y sádico en el obsesivo.
a- La noción de defensa trata de la operación por la que el sujeto se defiende de la satisfacción pulsional total o del goce en términos lacanianos, defendiéndose con el síntoma que le llevan a situar este deseo como imposible. Esto es así, porque cree que este deseo si lo lleva a cabo, le hará esclavo del Otro, sometiéndose entonces a su capricho, y a su goce. Es decir, primer punto importante, el obsesivo es el que confunde su propio deseo con la demanda del Otro, como nos dice Lacan.
Esta defensa se conoce como barrera frente al goce sexual y es lo que da como resultado el no dejar pensar o el desvío del interés del sujeto dando lugar al síntoma en forma de desplazamientos. Estos desplazamientos tienen una traducción en síntomas como bloqueo, petrificación, duda, rituales, pasajes al acto.
Asimismo hay una regresión de la libido hacía la fase sádico anal, con todo el tema de retención, ya que las demandas del Otro o el deseo son vividas como una exigencia de la que el sujeto intenta escapar negando o destruyendo su propio deseo.
b- En el Hombre de las ratas, Freud trata de la etiología de la obsesión en relación a lo sexual, a la infancia y a que el sujeto se sintió “abusado”, es decir sintió un exceso de goce sexual, que atribuía al Otro hacía él. Es lo que se conoce como un exceso precoz de placer sexual y de esta precocidad nacen las Ideas obsesivas y los reproches.
c- Cuando Freud habla de erotismo anal en I.S.A., habla de la formación de un súper yo feroz, que es lo que da cuenta según Lacan, de que la demanda del Otro se le convierte en mandato a gozar y de forma sádico anal, en una compulsión de repetición.
III-Lacan:
Es decir que desde Lacan, el obsesivo confunde su deseo con la demanda del Otro y esta demanda se le convierte por la exigencia de su super-Yo en un mandato sin matices.
Define el síntoma obsesivo como una especie de laberinto para negar el deseo. Este laberinto le lleva a los más variados desplazamientos como exigencia del Superyó.
Es en Variantes de la cura tipo de 1955 y sobre todo en El mito individual del neurótico de 1953, que Lacan reinterpreta el caso del Hombre de las ratas. Les doy algunos de los ejes que nos da Lacan para empezar:
1- El obsesivo es el que resuelve la cuestión de su deseo situando en el lugar del deseo, la demanda imperativa del Otro y escapando de ella y por tanto del deseo. Así el deseo que conlleva necesitar al Otro, según la fórmula lacaniana, de que el deseo pasa por el deseo del Otro, produce que el obsesivo se obstine en la destrucción simbólica del Otro, que es vivido como peligroso. De ahí, su agresividad a veces reprimida y a veces actuada. Pero al intentar destruir al Otro, en este esfuerzo desaparece su propio deseo, o aparece bajo la forma velada de un objeto del que duda que sea el apropiado. Por ejemplo, el hombre de las ratas de Freud con la duda acerca de si quiere a la mujer rica o a la mujer pobre.
2-Estas dudas producen el laberinto de su síntoma que es una metáfora dirigida al Otro, como lo es el síntoma de conversión en la histeria.
3-Vemos en la clínica que mantiene el deseo como imposible en su eterna duda, Ser o no ser…, para Lacan, ser o no ser el Falo del Otro. Es decir ser el que apoya o sostiene al Otro, le consuela, le complementa imaginariamente, o salir de ahí por temor aquedar atrapado en este fantasma.
4-Por otra parte, al ser reducido el deseo a la demanda y ser ésta vivida como exigencia, como ya hemos dicho, se aplica a matar simbólicamente la posible demanda del Otro, es decir lo que Lacan denomina la muerte de la demanda.
Es en este afán de “matar” en lo simbólico la demanda y el deseo, que tiene una particular relación con la muerte. Es un sujeto en el que sus dos grandes preguntas son sobre la muerte y el padre. Ese padre si bien aparece en ocasiones, como humillado, es siempre un rival y lo sitúa teniendo que sostenerle privándose de su propio deseo para ello. Esto produce el particular deseo inconsciente de muerte de este padre. Es un padre, en cierta manera, muerto también simbólicamente, y la identificación del obsesivo a este padre produce una identificación a un dolor de existir propio del obsesivo.
A través de esta puntuación ¿Cómo podemos entender los síntomas de la duda y la elección? La duda es el efecto de la posición de bascula o de no resolverse a salir del señuelo de Ser o no Ser el Falo del Otro. Es el posponer enfrentarse a esa desilusión fundamental de no ser el Falo del Otro, que le daría si se enfrentara, como resultado no estar tan preocupado por el deseo del Otro y enfrentarse al suyo propio. Por la duda misma, el esto o aquello, mujer pobre, mujer rica, en el caso del Hombre de las ratas, el obsesivo se mueve en torno a un eje fijo ya sea en un sentido o en otro.
Este síntoma produce que el sujeto ocupado en sus pensamientos presenta un bloqueo, y se queja muchas veces de su inutilidad porque no puede cumplir con lo que la vida le pide. Esta posición, por otra parte, plantea una dificultad en la dirección de la cura ya que queda “petrificado” en esa oscilación que es un cierre a la “histerización, entendida como el preguntarse por sus síntomas. Es decir lo propio de toda entrada en análisis, una pregunta sobre el síntoma dirigida a Otro, el analista, al que se le supone un saber, algo distinto del estar ensimismado del obsesivo, al que le cuesta salir de preguntarse a sí mismo.
En El Mito individual del neurótico, Lacan trata del Hombre de las ratas en referencia a los trabajos de Freud sobre la Novela Familiar del neurótico de 1909 y propone la noción de mito para hacer valer la historia del caso. El mito que todo sujeto se fabricaría, que sería lo que vela lo imposible de decir de la verdad del sujeto y por otra parte indica el lugar de esta verdad.
En la neurosis obsesiva, lo que da su valor de mito y gira en torno a la duda y a la petrificación es que los reordenamientos son orientados por una tendencia del sujeto a cargarse con las faltas del Otro, a rectificarlas, en este caso, tanto la duda del padre sobre si una mujer u otra, la pobre, la rica, sus deudas de juego. La neurosis obsesiva se caracteriza por la subjetivación forzada de la falta del otro poniéndola como una propia.
Las dos situaciones en el caso, son las de las “faltas” del padre, la deuda del juego, y la elección falsa de la mujer rica que es la propia madre del paciente.
La neurosis se le desencadena cuando se encuentra en una situación parecida a la del padre, la duda entre mujer rica o pobre, la deuda de los lentes y el encuentro con el goce del capitán cruel puesto en situación paterna. Recordemos el relato que le hace el llamado capitán cruel del suplicio de las ratas. Todo ello va a desencadenar el trance obsesivo. Lo que no resolvió el padre, el sujeto lo pone a su cargo y pospone o destruye el encuentro con su deseo.
La angustia surge cuando el montaje de un Padre Ideal cae, por el encuentro traumático con el goce del Otro (capitán cruel) con la evocación de un goce anal colocando al capitán cruel en el lugar del Padre. Este padre aparece entonces como cobarde y gozador. Situado como rival en un eje imaginario, el paciente se sitúa en una agresividad especular y se identifica a este padre. A falta de diferenciarse de él y ante el temor a su propia agresividad, desea por y para el padre, se hace su escudero, tomando a su cargo las faltas de éste: la deuda y la duda, constituyendo sus síntomas. Es así que el sujeto invierte mucho tiempo para reducir este padre gozador, y esto lo encontramos en todos los sujetos obsesivos que se sitúan en su fantasma, como el que tendría que colmarle o matarle simbólicamente.
Por otra parte el analista, como Freud, en este caso es situado como Ideal para borrar la división subjetiva. Lo que se evita en otros términos es la castración. En la cura existe el riesgo de que toda ella quede soldada en la petrificación de esta oscilación, y que el síntoma quede congelado.
El síntoma de la duda y el no poder elegir ponen en acto, dice Lacan, el término de laberinto y el de contrabando de su fantasma, pasar como un camaleón, ir de furtivo por la vida, como espectador y no como actor, manteniendo el deseo como imposible.
El pensamiento de la duda es el síntoma del obsesivo, pero el sujeto para que se convierta en síntoma analítico lo debe hacer suyo y preguntarse por este síntoma, no quedar fijado en él. La verdad de este síntoma, será opuesta a la alienación de la fijación en el Ser o no Ser. Sólo el síntoma articulado al fantasma y asumiendo el goce como propio, permitirá deshacerse del síntoma lo más posible. La inscripción del síntoma como analítico se hace cuando de la pregunta por sí mismo, pasa a la pregunta al Otro. Es lo que se conoce como histerización. De esta forma el analista será no sólo el testigo imaginario de sus dudas ni el Otro Ideal, sino que tomará a su cargo el lugar de objeto, en la transferencia, donde el sujeto pueda ir construyendo este objeto, causa de deseo en su propio fantasma sin estar sometido al fantasma del Otro.
II punto: La articulación entre el DESEO Y LA DEMANDA EN LA NEUROSIS OBSESIVA
1-En primer lugar, situaré el Concepto de La demanda primordial.
Lacan habla de la demanda primordial del sujeto al Otro. La demanda primordial es lo más primitivo, se refiere casi a la Necesidad. En el texto de La Significación del Falo, de los Escritos de 1958, Lacan habla de los tres registros de la Necesidad, La demanda y el Deseo. Lacan ubica esta Demanda primordial dentro de la temporalidad, cuando no hay todavía para el niño el concepto de qué es él ni el concepto de la alteridad. Solamente hay la demanda de la satisfacción de la necesidad. Lo que se conoce desde Freud como la experiencia mítica de la primera satisfacción. En este momento el Otro es anterior todavía al lugar de la palabra. El niño llora por falta del objeto de la necesidad, por el hambre, se le satisface y deja de llorar.
Pero como existe el lenguaje, pronto el primer Otro, la madre o su sustituto, traducirá el llanto no sólo en necesidad sino en signo de otra cosa, de una demanda a la que tratará de dar respuesta y de cuya respuesta que no podrá satisfacer del todo, siempre quedará un resto que será el deseo. Paralelamente, el Otro también va a pedir al sujeto, y quedará como lugar simbólico de un intercambio de demandas y de dones.
Continua diciendo Lacan que estamos sometidos al Otro a causa de nuestra Demanda, la llamada Demanda primordial, vinculada a la necesidad a través de los objetos que proporcionan placer.
Asimismo, Lacan dice que este Otro es de “carne y hueso” es un otro materno, que satisface las necesidades. Es el llamado después el Otro materno como tesoro de los significantes, que por la palabra produce la castración originaria por el recorte de goce por el acceso al lenguaje y traduce las demandas. Es así que el sujeto es víctima estructuralmente y de forma universal de la violencia necesaria del lenguaje vehiculada por las demandas.
Esta violencia del lenguaje, Lacan la denomina “trauma primordial”, trauma de la alienación al Otro de la palabra, donde surge la intención de este Otro, que desconocemos del todo, su deseo, del cual nos vamos a interrogar con el Che vuoi? Qué quiere el Otro, ¿mi madre de mi?, en la estructura neurótica por medio del fantasma.
De esta relación del sujeto y este Otro y de la interpretación por parte del sujeto de sus respuestas a sus demandas, quedará una huella que dará como resultado una estructura determinada. Así cada una de las tres estructuras clínicas son respuestas diferentes a la frustración de la Demanda primordial.
2- La Neurosis obsesiva como exponente de la muerte de la Demanda y la destrucción del deseo.
Volviendo a la neurosis obsesiva, Lacan insiste en los vínculos del obsesivo con la muerte. En el Seminario V, Las Formaciones del Inconsciente dice del obsesivo que se encuentra marcado por “el exceso” de los instintos y su salida será la de anular el deseo del Otro.
En el obsesivo ha funcionado la metáfora paterna, la función simbólica del padre, pero de un modo particular. En la relación del obsesivo con la muerte, Lacan pone el acento en la interpretación por parte del sujeto del deseo mortífero de la madre. En ese Otro, que produce la experiencia de la primera satisfacción, algo ha funcionado de tal manera que no permite borrar de esta experiencia algo que el sujeto interpreta como lo mortífero, lo peligroso de la madre, y de allí la especial relación del obsesivo con la muerte. Recordemos a Freud que dice que el obsesivo ha tenido una vivencia muy precoz de satisfacción, de goce peligroso. Esta vivencia de satisfacción pulsional queda mantenida y ubica al niño como un objeto de un cierto “abuso” que le llevan a decir a este primer Otro: déjame en paz, que es una forma de querer matar al Otro, ya que al quedar inscrito en su inconsciente esta interpretación que ha hecho de un cierto “abuso”, desea la muerte del Otro, de su deseo.
Por lo tanto, todo lo que quiere el obsesivo es anular el deseo del Otro, hasta el punto de pensar en su muerte. Antes de este deseo de muerte del Otro, tendrá también una particular relación con su propia muerte, con la muerte de su propio deseo. Su aspiración es ser un desierto de deseo, para hacer contrapunto a interpretar haber sido un objeto de goce del Otro, o también podemos decir haber sido demasiado deseado, lo que le hacía padecer, por la interpretación que daba de ser atrapado. Ante esto, el obsesivo hace una denegación del deseo del Otro, y de su propio deseo. El obsesivo, tiene simbolizado el deseo del Otro, pero no quiere saber nada de él. Lo vive como una amenaza.
Si el obsesivo actúa así, es porque su demanda es una demanda de muerte simbólica para que le dejen en paz. Lacan dice que esto es así porque su deseo es destruir el Otro del deseo para convertir al Otro en un otro semejante, peligroso, y engancharse a éste como pareja imaginaria, en una rivalidad y agresividad: O tú o yo.
Es en el Seminario de La relación de objeto, donde también da referencias respecto del obsesivo. Dice que es un actor que cumple su función y cierto número de actos como si estuviera muerto. A través de su juego de esconderse, se intenta poner a resguardo de ser mortal. Se intenta mostrar invulnerable. Se dedica a un mimetismo que condiciona su relación con los demás, situándolos en ocasiones como su alter-ego, y él mismo se pone en muchas ocasiones como un espectador, sacando placer de esta forma de situarse. Pero lo inconciente de todo esto, es que no sabe bien que lugar ocupa y que lo que hace lo hace como coartada para no enfrentarse a su deseo o al deseo del Otro. Sabe que el juego no se juega donde él está, casi nada de lo que ocurre parece a veces importarle, pero no sabe desde donde ve todo esto. Lacan añade que es un juego perpetuo de si y de no, de separación, de selección de lo que en su palabra, en su propia demanda lo destruye frente al Otro, situado en una dualidad imaginaria.
Continúa diciendo que el obsesivo está ocupado en sostener al Otro, pero siempre en peligro de caer. En el trabajo analítico, se trata de que se realice en el plano inconciente “no el Soy el Falo, sino Soy, como sujeto. Es decir no se trata de ponerse en el lugar de Ser el Falo, propio del bloqueo de la neurosis. Recordemos Ser o no Ser de Hamlet, sino en el lugar de sujeto deseante que reconoce la falta, o en términos freudianos, la castración.
Lacan en El deseo y su interpretación nos diferencia la forma de enfrentarse a este deseo del histérico y del obsesivo.
El histérico para no enfrentarse al deseo lo hace dando un rodeo, según el modelo que su Yo le permite situar. Lo da por la imagen del Otro, se sitúa en un cierto tipo Ideal a través de una determinada imagen con la que se identifica. Recordemos el caso Dora identificada con el Sr. K.
Pero el obsesivo, trata de encontrar su lugar no a través de la imagen del Otro, sino a través de la plaza fuerte de su Yo. Parece alguien encerrado en su Yo en forma de castillo desde mira al otro, semejante y rivaliza con él a distancia.
Trata del sentimiento agudo de culpa que tiene algunos pacientes por sus pensamientos de tipo obsceno. Esta culpa es una paradoja en la neurosis obsesiva porque el sujeto piensa que estos pensamientos se le imponen y que poco puede hacer para que no sea así. Es decir se pone más como víctima que como responsable.
Es por ello que notamos que para el obsesivo el Otro le viene dado como otro terrorífico cuya demanda se le convierte en exigencia, en mandato super-yoico y por ello lucha para mantenerlo a distancia, anularlo o provocar la muerte de su demanda, y por consiguiente de su deseo.
Otro punto importante es poder comprender porque el deseo aún siendo negado, le resulta culpable al obsesivo. Para empezar por la cuestión freudiana del Edipo, en el sentido de remitir a un deseo prohibido, y a un personaje, el padre terrible que puede castigar por esos deseos incestuosos hacía la madre. Y aquí nos quedaríamos sino tuviéramos en cuenta al Falo como elemento mediador entre la madre y el hijo, para poder acceder a un Padre donador de ese falo según su deseo. Esto es la característica de la mediación simbólica que permite que una demanda o un deseo no se conviertan sólo en órdenes o mandamientos. Esto es lo que falla en la neurosis obsesiva, el no poder aceptar a este Padre como donador del Falo. Este rechazo, se ve en los casos de Freud en que algo que es posible hacer o que se desea hacer se convierte en un mandato y en ocasiones en un desplazamiento. Por ejemplo, en el caso del Hombre de las ratas, el pensamiento “Si amas a tal mujer le pasara tal cosa a tu padre”.
Es decir ante un deseo, aparece la culpa, como algo peligroso, ante un Otro que se muestra demasiado potente, y ante el temor de estar a su merced, ya que teme que el deseo propio vaya a sucumbir por el deseo del Otro.
Por otra parte, en el tratamiento, no se trataría de interpretar las ideas obsesivas sino dejar que se vacíen de sentido y que los pacientes puedan interrogar no tanto el sentido de lo que se repite sino el goce de su parte que está en juego y al que tendrá que renunciar para llegar a desear.
Lacan comentaba, que el sujeto odia en el Otro, ese algo de él mismo que depende del Otro, de la respuesta a su demanda y lo que no quedó satisfecho en esa respuesta. Sólo, atravesando esa dependencia tejida de amor y de odio logrará llegar al: Allí donde fui, (Falo imaginario del Otro, que le consuela o le sostiene), debo llegar a ser (Falo simbólico) para él mismo y para poder perderlo por la castración simbólica.
III EL PADRE EN LA NEUROSIS OBSESIVA Y LA DEUDA SIMBÓLICA
1- La neurosis obsesiva y el padre:
La neurosis obsesiva le sirve a Lacan, tomando apoyo en el historial del Hombre de las ratas, para trabajar la cuestión del Padre, y para tratar de los tipos de Padre, y de lo que ocurre cuando el sujeto sólo se encuentra como referencia con un Padre Ideal o del goce y no con el Padre donador de falo o Padre Simbólico.
2-Desarrollo de la cura en relación al Padre en el Hombre de las ratas.
Vemos claramente como el sujeto sitúa primero un Padre Ideal (caballero, buen soldado) y después un Padre del goce cuando este Ideal cae pero no puede situar por si sólo un Padre donador o simbólico. El don del Padre le “estorba”, no lo acepta, y de ahí el tema de la deuda simbólica, imposible de saldar por el rechazo de aceptar su don. Es el no quiero deberle nada. Por otra parte el recorrido analítico con Freud está articulado a la pregunta por el padre a través de su vida sexual (el padre como amenazador e invasor, piensa que adivina sus pensamientos). También a través de la Neurosis Infantil (el recuerdo de los azotes del padre y su deseo de muerte hacía él).
La neurosis del adulto, como decíamos, se desencadena en este paciente por el encuentro con el padre del goce personificado en el capitán cruel y su relato. Este relato le lleva a pensar en el goce del padre y en el suyo propio, que descubre con horror. Esto reactiva las identificaciones con un padre “caído” del Ideal, el de la duda y el de la deuda. El de la duda entre una mujer pobre y una rica, siendo cobarde y quedándose con la rica que es la propia madre del paciente. El de la deuda porque es jugador y tiene deudas.
Sabemos que esto le lleva a sus propios síntomas, la duda también entre una mujer pobre y una rica, y la deuda imposible a saldar de sus gafas que le lleva a lo imposible de saldar su deuda simbólica con su padre. Es decir no puede aceptar el don del padre, el falo simbólico, porque esto significaría enfrentarse a su propio falo, es decir pasar de la duda de ser o no ser el falo, a tenerlo para poderlo perder. De esta forma, decíamos que el sujeto se carga con las faltas del padre, hasta llegar a lo que se conoce como el trance obsesivo, que es una defensa frente al goce, desviando el interés a rituales y otros pensamientos, en un desplazamiento y en una regresión de la libido a un estadio sádico anal. Sin embargo en este trance, que culmina en un reto al padre mostrándose desnudo y creyendo que este padre le mira, el sujeto se muestra como una víctima en relación al padre.
En todo este recorrido es importante el deseo de muerte inconsciente del padre como rival imaginario, y la identificación a este padre como padre muerto sin deseo.
En el caso de Freud, el desenlace de la cura es lo que se conoce como Complejo paterno y la solución del significante rata” (la idea de las ratas).
Efectivamente, el desarrollo de la cura en Freud en el caso del Hombre de las ratas, es la búsqueda de la causa de los síntomas del paciente. Por ello busca la etiología sexual del conflicto basándose en el C. de Edipo y en la culpa inconsciente del deseo de muerte del padre y la ambivalencia hacía éste, así como el amor a la madre.
3- Formas de salida en Freud y Lacan: De la novela familiar al fantasma.
Freud busca aliviar al paciente por la construcción de la novela familiar, y la construcción alrededor del significante de su goce, rata, de diferentes significaciones que al encadenarlas o asociarlas le den una salida a sus síntomas.
Para ello Lacan nos habla de la importancia del significante en la neurosis obsesiva y especialmente en el hombre de las ratas, y de cómo Freud supo ver esta importancia a lo largo de esta cura.
El significante es lo que da cuenta del goce del sujeto articulado al objeto.
Sin embargo el sujeto obsesivo se esfuerza por aislarlo y no asociarlo a lo pulsional, en un intento de borrar el goce. El sujeto repetía la duda y en la deuda de forma compulsiva, para cubrir el goce, desplazando a otros síntomas. Intentaba borrar la huella del goce. Freud dice que la repetición se da para tapar el núcleo traumático y va a buscar ese núcleo traumático para hacerlo caer. Se ve como no es posible tapar el goce y en este caso aparece el significante rata alrededor del que se van a trabajar diferentes significaciones, permitiéndole a Freud interpretar al paciente en relación a su goce y a su deseo.
En términos lacanianos, diríamos que Freud conduce al sujeto a no desviar más la atención por los síntomas, que le saca del estadio imaginario y le conduce a un significante articulado al goce.
Lacan pone de relieve en el texto citado del Mito individual del neurótico, como Freud utiliza sus herramientas de análisis: la repetición, lo que se repite a nivel de síntoma y de goce (rata), la transferencia y la rememoración, que permiten la reconstrucción en análisis de su historia traumática.
Tenemos:
Ratten (las ratas del suplicio)
Raten (los pagos a cuenta de las gafas)
Heiraten (deseo de casamiento con la mujer pobre) Raten (Florines)
Rat (trozos de estiércol) que tapan sus ojos.
Es decir Freud interpreta finamente en relación a tantas ratas, tantos florines, tanta mierda…
Para Lacan, se trata de situarle en sus diversas acepciones para quitarle el sentido único de objeto de suplicio, en todo caso para poner a este objeto de suplicio en equivalencia con un desecho, lo que se puede tirar. Le saca de la alienación al objeto y de la confusión con ese mismo objeto. Sería pensar que el sujeto en su fantasma se ve reducido a su objeto de goce, el desecho para el Otro, el objeto anal.
S/ ---a (rata, objeto anal)
En este esquema el sujeto está sometido a un Padre del goce, caprichoso, con mandatos sin sentido para el sujeto, situando entonces una ley sólo a partir del goce y no instalando el deseo.
Ante estas demandas sin sentido, lo que le retorna a través del síntoma es la matriz pulsional de la relación con el Otro. Detrás de la duda, está el ¿Que quiere el Otro de mi?, que le aparece como algo peligroso. El dilema para el sujeto sería: O me conformo con los ideales del Otro y me identifico a ellos, o me sitúo como desecho de este Otro.
De esta duda el hombre de las ratas puede salir por el enunciado simbólico, es decir por las asociaciones que tienen que ver con el significante rata, que desvelan su forma de goce y que van a producir una separación entre él como sujeto y el objeto del cual gozaba, es decir lo separan de la confusión con el objeto. Este significante rata se le revela como el significante al cual se asoció el paciente cuando a los tres años el padre dijo refiriéndose a él: “Este niño será un gran hombre o un criminal”. El temor de ser un criminal se evidencia cuando va a ver a Freud y piensa que éste se va a dar cuenta de sus impulsos asesinos.
Freud le alivia por la construcción de su novela familiar, como hemos comentado antes, en donde se evidencia este entramado en torno al significante rata. De esta forma el sujeto al no confundirse con lo criminal, la rata, que causa su goce, puede construir su propio escenario del fantasma. Para Lacan, esta novela familiar, conduce al sujeto a su propio mito, y después a la construcción de su Fantasma, en este caso, este fantasma tiene que ver con los tres registros: El imaginario del relato del capitán cruel y la escena de azotes, el simbólico de la frase del padre, o sea un enunciado inconsciente hasta ese momento, y el real con el objeto que es el objeto anal.
Es decir que el fantasma es el escenario donde el sujeto presentifica el objeto que le colma, le satisface, pero le impide desear por él mismo. Para Lacan, es en su construcción y atravesamiento que el sujeto escapa a la alienación al Otro y a la demanda del Otro vivida como exigencia y así puede atreverse a desear.
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