No es azaroso que el psicoanálisis haya comenzado a partir de la escucha de la neurosis histérica. Puntualmente porque, y era notorio en la época de Freud, es el sujeto histérico quien puso en juego, sobre el tapete la división del sujeto, el no saber que le era correlativo y cierta dimensión del síntoma que se asocia a lo corporal, pero que no responde a una etiología orgánica, o sea médica.
O sea que vía ese síntoma el sujeto histérico puso en juego un cuerpo de otra índole, uno erogeneizado, de deseo, marcado por la dialéctica de la demanda.
A partir de allí Freud pudo situar cierta palabra que está amordazada en el síntoma neurótico, definición que vale no solo para el síntoma histérico, sino también para la obsesión e incluso para la fobia. En esta entrada nos proponemos interrogar ciertos modos defensivos del deseo, o sea, ciertas modalidades fantasmáticas del deseo en las neurosis, en la medida en que el síntoma aludido está sobredeterminado por el fantasma.
La insatisfacción histérica
En el caso de la neurosis histérica, se trata de un deseo asociado a la dimensión de una insatisfacción: es una deseo insatisfecho. Hablamos de una insatisfacción de la cual el sujeto se queja y sobre la cual elabora toda una serie de acciones y argumentos. Esta insatisfacción puede dominar gran parte de la vida del sujeto histérico, y comandarla.
Pero el carácter defensivo, fantasmático, de esta insatisfacción implica que en realidad se trata de una respuesta neurótica a la imposibilidad que es inherente al deseo mismo. Sería como afirmar que el sujeto asume, promueve esa insatisfacción como modo de mantenerse a resguardo de la castración del Otro.
La insatisfacción histérica entonces es solidaria de la distancia que hay entre la histeria y la femineidad, es una trampa que esconde la discrepancia entre ser deseado y ser deseante.
La imposibilidad obsesiva.
Continuando con la interrogación respecto de los modos de defensivos del deseo en las neurosis, consisten en modalidades. Hay que considerar, siempre, que el deseo conlleva la posición del sujeto en una escena, y ello en la medida en la cual el deseo no se dirige a un objeto predeterminado, o uno que fuese una cosa del mundo.
Entonces, el objeto es en realidad una posición de objeto, del propio sujeto. Decimos que el deseo implica una posición del sujeto en una escena en la cual toma lugar como deseante del deseo del Otro. Y si hablamos de escena, hablamos del fantasma.
En el caso de la neurosis obsesiva, ese modo defensivo, fantasmático del deseo cobra la forma de un deseo imposible.
Tomado allí, el sujeto obsesivo está dominado por una serie de imposibilidades que le dificultan la existencia, que le impiden avanzar en determinada dirección, sea esto en el campo del trabajo, de sus estudios, en su vida amorosa. Lo enmarañan o enredan no permitiéndole llevar incluso a cabo una serie de acciones en las cuales quien lo sufre dice estar comprometido, y decidido a llevarlas adelante.
Sin embargo, así como el deseo insatisfecho en la histeria defiende contra la insatisfacción estructural del deseo; el deseo imposible del obsesivo, en el sentido fantasmático del término, no es otra cosa más que el velo de una impotencia.
Allí, donde el obsesivo denuncia una imposibilidad, lo que la escucha analítica puede situar es una posición de impotencia que es la consecuencia de una evitación. No es poco habitual que el correlato de esta imposibilidad protestada sea el impedimento, que es la situación por la cual el obsesivo cae en la trampa narcisista como modo de cortocircuitar el vínculo del deseo con la castración.
Otra coyuntura clínica donde esto se plasma es la postergación del acto en favor de la duda. Allí la vacilación propia de la duda instala una alternancia que resguarda de lo real. Por ello el obsesivo “prefiere” la duda, porque ella arranca a la angustia su certeza.
La prevención fóbica
Se plantearon ciertas discusiones en la historia del psicoanálisis respecto de si considerar a la fobia como una neurosis más; o situarla, como lo hace Lacan hacia el final de su enseñanza, como una especie de placa giratoria que constituye un momento determinado en la configuración de la neurosis en el sujeto.
Si la tomáramos por este último sentido, como placa giratoria deriva entonces eventualmente hacia una neurosis histérica o una neurosis obsesiva.
Pareciera ser, en el caso de Freud, que se sitúa entre las otras neurosis, llegando incluso a llamarla, por momentos, histeria de angustia para diferenciarla de la histeria de conversión o histeria propiamente dicha, podríamos decir. Esta oposición, de algún modo inicial de Freud, conlleva distintos modos de pensar el destino del montante de afecto que se desconecta de la representación, vía represión.
No es importante que tomemos posición respecto de esta discrepancia, acerca de si entra en la serie de las otras neurosis o no. Más allá de eso podemos situar que, al igual que en la neurosis histérica y en la neurosis obsesiva, encontramos en la fobia una modalidad preventiva, fantasmática del deseo, que defiende al sujeto del peligro que ese componente económico del deseo del Otro conlleva.
La modalidad particular que toma este deseo defensivo en la fobia es la de la prevención. El deseo prevenido funciona de resguardo o parapeto que le evita al sujeto ese encuentro complejo con el deseo del Otro. Por ello las fobias no son un síntoma poco común en la infancia, momento de la configuración de ese plafond a través del cual el sujeto se aloja como deseante del deseo del Otro.
Pero en este caso, el modo defensivo tiene un costo significativo. Dado que se trata de evitar, el sujeto elabora toda una serie de estrategias en orden a mantenerse a distancia, lo que conlleva una progresiva restricción que, en muchas oportunidades, puede concluir en el aislamiento.
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