martes, 8 de octubre de 2024

La escritura en la castración

 El inicio de la obra de Jacques Lacan se especifica por la articulación entre el Otro escenario, el lugar del Otro inherente a la estructura del lenguaje, y el significante en la medida en que preexiste y es condición del sujeto.

El sujeto será entonces un efecto del hecho, simbólico, de que el significante toma lugar en el Otro, a partir de lo cual se hará posible caracterizar al discurso como una estructura que se soporta de dos cadenas: el enunciado y la enunciación, tal como Lacan puede plasmarlas en la estructura del grafo del deseo. Este matiz, que hace una especificidad de la estructura del discurso articulada al inconsciente, es la vía por la cual hará su entrada la dimensión de la escritura, la cual en principio comienza a ser interrogada en función del concepto de letra, tal como la encontramos trabajada en La instancia de la letra….

La escritura contribuye entonces a la reelaboración de la sobredeterminación tal como Freud la había elaborado, llevando al inconsciente al estatuto de un texto que condiciona lo efectivamente dicho. Desde esta concepción la escritura implica la dimensión de lo imposible, no sólo de decir, sino esencialmente de escribir y le hace posible a Lacan acreditar lógicamente ese impasse que ya había podido delinear en La significación del falo respecto de la sexualidad del hablante.

En esta consideración por la cual la escritura, en su operación, se conecta con la sexuación del sujeto, hace su entrada el complejo de castración como función de nudo.

Específicamente Lacan podrá respecto de la escritura elaborar recursos clínicos que den respuesta a este impasse lógico que condiciona al sujeto en su existencia, lo cual, nos parece, se justifica si nos detenemos sobre cómo interroga el vínculo entre R, S e I y la función que lo escrito cumple en orden a sostenerlos juntos.

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