Ese privilegio de la castración que en no pocas oportunidades mencionamos conlleva una teoría del significante como anterioridad lógica al sujeto, lo cual hace posible trascender cualquier innatismo a nivel del sujeto: éste nace en un baño de lenguaje y este campo determina sus posibilidades de advenir a la existencia a partir de la función de Otro, el de los primeros cuidados freudiano.
Dos aforismos sobre el inconsciente se desprenden de esta anterioridad lógica.
En primer término, El inconsciente está estructurado como un lenguaje, o sea que es la materialidad misma del lenguaje lo que el psicoanálisis descubre en el inconsciente.
Esta afirmación responde a la pregunta freudiana respecto de cuál sería el sustrato del aparato psíquico, a la par que despeja cualquier sustancia a nivel inconsciente: se trata allí de una pura materialidad, o sea que el inconsciente es solidario de un vaciamiento fundante, es un efecto de lenguaje, de allí que el significante deviene entonces en su causa material: tenemos un inconsciente porque hablamos y no al revés.
Se trata aquí del hecho, clínico, de que el sujeto, por ser parlante, se encuentra habitado por un saber que lo determina en la misma medida en que le es inaccesible, desde Freud el inconsciente es un saber no sabido.
En el segundo aforismo El inconsciente es el discurso del Otro, no domina la estructura sino el Otro. Aquí ya no se trata del lenguaje sino del discurso, por ende del Otro, lo cual nos parece que evidencia el tránsito de lo universal de la estructura, en la medida de su preexistencia; a lo particular del discurso.
Esta situación podría ponerse en forma vía una pregunta: ¿cómo se hace efectiva la distancia entre el lenguaje y el orden simbólico? Separación que en principio no queda clarificada, o también: partiendo del lenguaje como preexistente, ¿cómo se constituye el orden simbólico de un sujeto?
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