La interpretación de los sueños no nació con el psicoanálisis; tiene una larga tradición que se remonta a civilizaciones antiguas. Freud mismo señala en La interpretación de los sueños cómo estas culturas utilizaban los sueños para prever el futuro y trazar estrategias frente a lo desconocido.
El psicoanálisis, sin embargo, transforma radicalmente esta perspectiva. Para Freud, el sueño no es un mensaje que anuncia el porvenir, sino un texto que contiene una cifra del pasado. Este pasado, lejos de ser lineal, se actualiza en el sueño y en la transferencia, mostrando la plasticidad del tiempo inconsciente.
Lo que el sueño cifra es el deseo inconsciente, un material que se ofrece al desciframiento mediante la interpretación analítica. Esta interpretación no busca un sentido literal en el sueño, aunque los sueños puedan producir efectos de sentido. Más bien, apunta a descifrar los significantes que constituyen el texto inconsciente del sujeto.
Freud eleva el sueño al estatuto de un escrito, comparándolo con un rebus o un jeroglífico. En este marco, interpretar un sueño significa leerlo como un texto en el que la instancia de la letra en el inconsciente deja su huella.
Lacan retoma y profundiza esta idea, considerando el sueño como un testimonio de la escritura del inconsciente. En el relato del sueño, lo esencial es aislar aquellos significantes determinantes en la historia del sujeto, elementos que constituyen el entramado textual de su inconsciente.
De este modo, el sueño no es un mero fenómeno onírico, sino un horizonte desde el cual el psicoanálisis puede explorar la escritura del deseo, un texto siempre abierto al desciframiento.
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