miércoles, 19 de febrero de 2025

La voz de Freud y su silencio

Entre quienes conocieron a Freud, algunos dejaron testimonio sobre su voz, tanto de su potencia como su tono y articulación. Hanns Sachs, quien fuera un cercano alumno y colaborador, recuerda esa voz como baja, sin caer en el tono metálico común entre los conferencistas. Y agrega: “Su elocución impecable y su cuidadosa acentuación lo hacían siempre perfectamente audible, aunque su voz no tenía ninguno de los tonos plenos y ricos que se extienden y dan una fuerza sugestiva a las palabras. Nunca lo escuché alzar la voz con ira o emoción.

La francesa Maryse Choisy, conoce a Freud en 1922 y registra las variaciones de entonación usadas en una entrevista, aunque dentro de un registro áspero y estridente.
Ludwig Binswanger, quien lo trató por años, alude a esa voz cuando habla del estilo freudiano: “Agudo y preciso en la elección de las palabras (…) sin levantar nunca su voz bien modulada: así es Freud tal como lo recuerdo hasta el día de hoy. Su manera de hablar estuvo condicionada por su inquebrantable y apasionada devoción por el tema en discusión, por el tema científico y sus diversas implicaciones.
Una variación en los testimonios se introduce en 1923, año en que comienzan las operaciones en la boca de Freud, cuando se suma el uso de las distintas prótesis y el avance del cáncer.
Robert P. Knight, por ejemplo, anota que aquella voz era ronca y esforzada. Rememora que Freud se disculpa por las dificultades en su habla, dado que había sido operado de garganta recientemente.
Raymond de Saussure registra esa voz como una compañía, que se mezclaba con el silencio de los cigarros, cuando estaba en el diván.
La poco amable Odette Pannetier, una periodista francesa que visita a Freud en 1936, recorta que la voz del profesor era chirriante, acompañada como de un contrapeso, que compara con el ruido de un ascensor.
El amante de las piezas probatorias sabrá que hay un único registro de la voz de Freud. Se trata de una grabación obtenida por la BBC y que data del 7 de diciembre de 1938. La información disponible señala que se le había solicitado a Freud que leyera algunos fragmentos de su trabajo. La oferta debió ser declinada: en aquel momento cualquier tarea, incluso el hablar, era ardua. Es por eso que los técnicos de la BBC debieron trasladarse al domicilio de Freud, para obtener la grabación. Y también se debe al esfuerzo que lo pronunciado abarca menos de dos carillas o poco más de dos minutos. En busca de superar la debilidad del tono, la BBC ofreció suplirla con el uso de amplificadores. Se cuenta que, una vez obtenida la grabación, Freud no se interesó en escucharla.
Richard Sterba, quien había hablado con el profesor desde 1928, nota algunas alteraciones en aquella voz grabada. Escribe: “Me sentí triste cuando escuché el disco fonográfico en el que estaba grabado su discurso (…) hay un silbido en su discurso que no estaba presente antes. En el momento en que se grabó su voz, el cáncer debía haber progresado de tal manera que ya no era posible el cierre completo de la cavidad bucal”.
La grabación en cuestión nos permite tener alguna idea de la voz de Freud, una voz que nos llega atravesando variadas dificultades, de un hombre enfermo y en su vejez. Solo por unos pocos segundos lo oímos hablar en la lengua en que soñaba.
Luego no tenemos la voz de sus conferencias, de sus exposiciones o los tonos de sus intervenciones. Acaso no sea del todo injusto. En especial para Freud. Se ha dicho que su más grande invento es el silencio. La expresión tiene su especificidad. Se trata de un silencio operativo. Un silencio que funciona como umbral, como forma de acceder y de hacer acceder a lo desconocido, incluso a lo indecible, de aquellos que hablan.

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