En el psicoanálisis, el deseo se estructura de una manera particular, y esta concepción tiene implicaciones clínicas profundas. La elaboración analítica del deseo se basa en un hecho clínico crucial: el deseo se orienta hacia otro deseo, ya que no tiene correlato o complemento en la "realidad" tangible.
Desde esta perspectiva, el planteamiento de Freud ubica el deseo en el registro de la realización, precisamente debido a la imposibilidad de satisfacerlo, lo cual está lleno de consecuencias significativas.
Así, si el deseo no se orienta hacia un objeto específico, sino hacia otro deseo (lo que llamamos el “Otro” deseo), el sujeto solo puede establecer una conexión con ese deseo a través de una relación. Este concepto de "relación" indica el marco lógico que sostiene al deseo, permitiendo así hablar de su estructura.
Pensar el deseo desde la relación introduce una posición desde la cual el sujeto desea. Esta posición deseante, que surge del deseo del Otro, requiere que el sujeto se sitúe en una escena. Es importante señalar que no es lo mismo si el sujeto está en esa escena como respuesta al deseo o como la causa de dicho deseo. En ambos casos, la relación está mediada por el deseo, pero las consecuencias varían notablemente.
Las consecuencias de estas posiciones pueden entenderse en relación con el margen que permiten en el sujeto para el desasimiento. Para reflexionar sobre esta dinámica, que debe verificarse en cualquier análisis, podemos preguntarnos si se trata del deseo: su correlato es siempre la pregunta.
No es lo mismo preguntarse si el sujeto es o no el objeto del deseo del Otro (el falo), que cuestionarse si el sujeto causó o no el deseo del Otro. Esta distinción es clave: el sujeto puede entrar en relación con el deseo del Otro sin haber sido su causa. Este fenómeno tiene importantes consecuencias clínicas, que, por ejemplo, se reflejan en el funcionamiento del fantasma.
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