Desde el lado del deseo, este responde a la carencia inherente al hecho de que falta un objeto que lo complemente, lo que convierte al deseo en una relación entre el ser y la falta. A partir de esta falta de un objetivo concreto, se define la función del objeto que lo causa, es decir, el objeto que pone en movimiento al deseo.
Por otro lado, en el registro del goce, Lacan introduce una articulación que vincula al mismo objeto que causa el deseo, pero en relación con otra función. El objeto a, en este contexto, se convierte tanto en la causa del deseo como en el plus de gozar.
Si, en el deseo, el objeto opera como causa, en el goce, el objeto actúa como una condición. ¿Qué implica que el goce dependa de una condición?
El acceso al goce se asocia en el sujeto con una posición determinada. Es crucial no confundir el término "acceso": en este caso, es la posición la que lo determina, a través de lo que el sujeto “se hace hacer” (en un sentido causativo) en el fantasma. Lo que se accede es un recorte específico del goce.
Este acceso problemático se sostiene sobre ciertas condiciones. En primer lugar, el sujeto solo accede al goce a través de un recorte, lo que señala la función y operación del significante. Este aspecto desnaturaliza profundamente el concepto de goce, impidiendo su consideración fuera del marco del lenguaje.
Además, será a partir de un rasgo particular que el goce puede manifestarse en el sujeto. Este rasgo está vinculado a la captura del Otro del sujeto, lo que implica que el goce, al depender de una condición, carece de toda naturalidad o inmanencia.
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