domingo, 2 de marzo de 2025

La transferencia como temporalidad del corte

La transferencia puede ser abordada desde diversas perspectivas, pero una de sus dimensiones más fundamentales es la temporalidad. No solo constituye un campo inseparable del significante—y, por ende, del Otro más allá del otro—sino que también se define por un tiempo específico, lo que permite denominarla la temporalidad del corte. Este corte, con resonancias tanto topológicas como quirúrgicas, se sitúa en un punto preciso: allí donde el deseo y el goce se entrelazan fantasmáticamente.

Sin embargo, este corte no ocurre de manera inmediata, sino que requiere un tiempo singular, determinado por el propio ritmo del sujeto. Es decir, es el tiempo del sujeto el que rige el desarrollo de la transferencia, y el analista no puede forzarlo ni precipitarlo, sino que debe asumir una actitud de paciencia.

Lacan, en el Seminario 1, hace una aclaración clave sobre el concepto de resistencia, señalando que lo que los analistas de su época llamaban resistencia no era más que un estado del sujeto: el punto al que había llegado, aquello que era capaz de registrar o leer en ese momento. En este sentido, no es posible llevar a un sujeto más allá de donde él mismo pueda ir, no solo en términos de deseo, sino en función del momento estructural en el que se encuentra.

En L’Étourdit, Lacan sostiene que el análisis consiste en un tiempo de trabajo sobre las vueltas dichas. Estas vueltas implican una repetición en la transferencia, donde el discurso retorna una y otra vez sobre el mismo punto, hasta que el equívoco permite aislar una cifra de goce y abrir la posibilidad de una reescritura. Es en este juego entre repetición y diferencia donde puede emerger algo nuevo en el sujeto.

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