lunes, 3 de marzo de 2025

La tragedia y la soledad en la experiencia analítica

En la práctica analítica, el analizante se enfrenta a un punto radical de soledad, un momento en el que se confronta con su posición respecto del deseo del Otro. Para llegar a este umbral, es necesario atravesar lo que Lacan denomina el campo trágico, un entramado de creencias y mandatos que estructuran la subjetividad.

Lacan encuentra en la tragedia una vía privilegiada para abordar este proceso. A lo largo de su enseñanza, trabaja con distintos momentos de la tradición trágica: desde la tragedia antigua, especialmente Sófocles; pasando por Shakespeare, con Hamlet y Rey Lear; hasta la tragedia moderna con la obra de Paul Claudel. Estos distintos registros configuran diversas maneras de tratar la verdad y distintos estatutos del Padre.

El análisis se vale de este entramado escénico para descifrar los mandatos que impulsan al sujeto hacia el deber y el ideal. Aquí surgen preguntas fundamentales: ¿cómo se articula esto en la experiencia analítica?, ¿de qué modo se pone en juego en la demanda que el sujeto dirige a un psicoanalista?, ¿cómo esta demanda orienta el análisis?

El analista se sirve de la dimensión trágica en la que el sujeto se inscribe para leer los determinantes significantes de su padecer y de su actuar. En este proceso, se abre una bifurcación que introduce una paradoja: la elección entre un deber costoso y el riesgo que se intenta evitar. Este movimiento permite transitar desde la posición fantasmática de ser el deseado hacia la contingencia de convertirse en el deseante.

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