miércoles, 23 de agosto de 2017

¿Qué sabe un analista?


Esta es una pregunta que se hace cada paciente a lo largo de un análisis, incluso siendo él mismo analista e iniciando por enésima vez una cura. Y, si en general, todos acordamos en decir que sobre el paciente no sabe nada, también sería útil señalar que tiene un saber formalizado, sea cual fuere su pertenencia teórica. Sólo daremos de ello un breve resumen, dado que su desarrollo in extenso no es el objeto de este trabajo.

a) Sabe que el lenguaje es trabajo: que aquello que organiza a la vez la vida y el sufrimiento del paciente no debe ser recobrado como un viejo juguete roto en el fondo de un desván sino que su eventual hallazgo es una creación de la palabra.

b) Que el hecho de enunciar la regla fundamental: "diga todo lo que se le cruza por la cabeza", desencadena la repetición.

c) Que no puede ubicar la represión sino a partir de su retorno. Y que ésta nunca pasa por las mismas vías que a "la ida."

d) Que ello supondrá que su atención sea atraída por las nadas reales (reale Nichtigkeiten - ver nota 1) que le permitan aprehender las identidades en las diferencias. A esto llamaba Freud "atención flotante".

e) Es decir que es en su lectura de lo que es dicho que se produce el Inconsciente.

f) Y ello, por un motivo fundamental: por el hecho de hablar lo simbólico se escinde. Se divide irremediablemente.

Freud lo escribía con perfecta claridad en Recordar, Repetir y Reelaborar, en 1914, al poner en boca del paciente la siguiente declaración: "siempre lo supe pero nunca lo había pensado". Y explica que lo que impide el acceso a la rememoración es una barra (Sperrung).

Hay entonces una barra entre el pensamiento y el saber. ¿Qué significa esto? Que el pensamiento inconsciente, gobernado por el principio de placer, es impotente para tomar sobre sí la exigencia que le impone el saber: aumentar su capacidad de operar bajo alta tensión. Para ello, para pensar este saber que está inmerso en el goce y satisfaciéndose en él, el pensamiento debería invertir el vector que lo dirige hacia la menor tensión y querer producir nuevas diferencias. Cosa que casi nunca puede hacer por sí solo. Lacan escribe S2 al saber inconsciente. Nosotros escribiremos S1, al conjunto de los signifacantes que organizan el pensamiento inconsciente.

Estos significantes, que siempre tienen carácter de mandamiento, son desplazados en el preciso momento en que el paciente empieza a hablar al analista y a extraer cierto saber sobre lo sexual.

Desaparecen, de alguna manera de allí, de donde el paciente habla y deshaciéndose de ellos, los guarda en el lugar del analista.

Estos significantes, que constituían para Freud la parte "más reprimida" de cada complejo, son girados a la cuenta del analista. Son los significantes de la transferencia Gracias a este giro, podrá el paciente con intervención del analista, constituir su saber; justamente por haber puesto en reserva una parte del tesoro simbólico.

Pero, en definitiva, estos significantes de la transferencia permanecen inconscientes tanto para el uno como para el otro.

No obstante, si el analista funciona realmente como tal, no lo hace sin tener un saber opaco sobre estos significantes que lo constituyen en tanto tal. Él es estos significantes, está a su espera, y cada vez que el paciente entra en una zona de donde fueron extraídos y desaparecieron, el analista se encuentra físicamente estorbado por ellos e impedido de pensar.

Una de las actividades del analista, cuando no es propulsado al acto por uno de estos significantes es pensar los pensamientos no pensados del paciente. Para ello, el embarazo y el impedimento son en éste, la manifestación de su resistencia, la presencia efectiva, en él, de la barra.

La experiencia de la supervisión muestra que el hacer del analizante se ve modificado sin que el analista haya dicho o significado nada, desde el mismo momento en que ha trabajado sobre su resistencia, es decir, sobre su propia vertiente de la transferencia con otro.

O bien, cuando el analista ya no está supervisando, cambia la situación transferencia! Si éste se deja, en el medio de cierta invasión afectiva, constituir como superficie donde la letra del analizante, una vez leída, se vuelve desecho.

Al principio de la cura, el saber del analista es formal —cualquiera fuese su obediencia teórica. A medida que avanza la cura, este saber se vuelve un saber de la misma. Pero nunca un saber acerca del analizante. Por lo tanto, el analista sabe que el saber que se produce en la cura y que sigue produciéndose luego, como su efecto, una vez terminada la misma, no es el gran Otro. El desplazamiento de la barra operado por el paciente le permite comenzar a decir un saber que estaba en él. Ahora bien, que diga lo que sabe no significa que sepa lo que dice.

Así se desprenderá un primer objeto alrededor del cual gira este saber. Esto era lo que Freud llamaba prima de placer, o plus de goce —Lustgewinn—, presente tanto en el chiste como en el fantasma que escribiremos an.

Las letras que hemos comentado hasta aquí y su posición respectiva tendrían la escritura siguiente:


Nota 1: Freud, "Ein Kindheitserinnerung des Leonard de Vinci", Studien Ausgabe, X, p. 110, nota. Un recuerdo de infancia de Leonardo da Vinci, T.XI, Amorrortu editores.


Fuente: Héctor Yankelevich, “Lógica del goce”, Capítulo I: El marco del análisis y el cuerpo del analista

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