Ver la primera conferencia El cuerpo y el síntoma en la neurosis obsesiva (1)
La semana pasada vimos que la neurosis, en términos generales, y en la neurosis obsesiva en particular, es un modo de respuesta al malestar del sujeto en el campo del lenguaje. Es decir, lo que expresa es una discordia entre el sexualidad y el lenguaje. También vimos que la posibilidad de la entrada de la sexualidad en el cuerpo, tiene que ver con el Otro. Otra forma de decirlo es que la neurosis nos va a confrontar con el deseo del Otro, o sea, frente a la castración del Otro. El psicoanálisis descubre un ámbito que es el inconsciente. Ese ámbito está gobernado por una lógica que le imprime su funcionamiento, que es la de la castración. Una metáfora que yo uso es la del Senku, un juego con unos agujeritos donde van insertos unas clavijas y que todo circula porque hay un orificio central. Es decir, se puede jugar porque hay un elemento que falta. Si todo el tablero estuviera cubierto por los pinitos, no hay forma de moverlos ni de jugar. Imagínense esto con letras. Hay un elemento en el sistema inconsciente que falta. A partir de lo cual, todo adquiere movimiento, por ejemplo, lo vemos cuando los chicos empiezan a jugar con el lenguaje. Los chicos insisten y preguntan acerca del mismo cuento y cuando se dan cuenta que la versión no coincide, ahí viene el planteo. Esos niños están descubriendo que algo en el Otro falta. Los niños también se ponen a preguntar, como dice Lacan en el seminario de la transferencia. Los niños descubren la palabra como algo ajeno. Si un nene pregunta qué quiere decir una palabra, la respuesta del adulto no lo va a satisfacer porque con lo que el niño está confrontando en esa pregunta es con esta cosa que es ajena al sujeto humano, que es la palabra.
El lenguaje es un parásito que irrumpe y hace perder toda naturalidad. El lenguaje viene vehiculizado por un Otro que desea y goza. Ninguna madre es ajena a que en su niño deposite un deseo y un goce. En un momento, por suerte, el niño es un objeto para el Otro. También dependemos de lo mal o bien queridos que hemos sido, de lo bien o mal deseados y cuánto han gozado de nosotros. Esto es lo que introduce la sexualidad en el hablante. Justamente, porque el Otro nos posibilita la entrada al lenguaje porque desea y goza, nos introduce en este universo con falta. Si el Otro desea, es porque algo le falta. Si el Otro pone tanto en ese objeto que hemos sido, es porque algo lo descompleta. Esta percepción de que al Otro le falta no es algo que se dé naturalmente. Ustedes deben conocer todo lo que dijo Freud en el Edipo en cuanto a la intervención paterna. En determinado momento, es la intervención del padre la que tiene que producir ese alejamiento o separación entre la madre y el hijo para que la madre oriente el deseo hacia el padre, etc. En lo que me quiero detener es lo que pasa del lado del sujeto. Por eso les decía que lo que pasa en el campo del lenguaje, lo que es un observable, es que la palabra se le aparece como algo ajeno y después quiere constatar de que al Otro algo le falta. En ese derrotero, aparece lo que veíamos de la demanda en el estadío anal y de cómo con la intervención de los cuidados del Otro hace que se constituya una demanda que es el paradigma de cómo se instala la demanda en el obsesivo.
Cuando nosotros hablamos de síntoma, no hablamos de algo desvinculado de una estructura. Las 3 estructuras clínicas -psicosis, neurosis y perversión- son 3 formas de posicionarse ante el lenguaje y frente a esto que falta en el Otro. De acuerdo a como esta vicisitud de separación del Otro materno se atraviesa, nos van a dar los matices: en principio, en la diferencia de estructuras; luego, en los tipos clínicos, por ejemplo el de las neurosis. No podemos determinar una estructura clínica por el síntoma. No podemos decir que porque alguien sea prolijo y ordenado sea necesariamente un neurótico obsesivo. Este es el pasatiempo de la facultad de psicología, que para divertirse y jugar ahí está muy bien, pero en rigor lo que define la estructura no es el síntoma, sino su función en la estructura. Los nulevos manuales de diagnóstico borran la distinción entre estructura. Entonces, para la psiquiatría el TOC puede aparecer junto a rasgos psicóticos. Pero para nosotros, no es lo mismo la intervención en una neurosis obsesiva que en una histeria y mucho menos que la intervención en una psicosis. Necesitamos un diagnóstico, pero este no tiene que ver con el síntoma. Y el síntoma tampoco es solamente un observable.
Nosotros establecemos un diagnóstico en base a síntomas que se articulan en una estructura y una estructura que se define por su posición, relación y respuesta frente a la castración. Y con esto les estoy hablando del cuerpo de otra manera, porque fíjense que al decir que la madre desea y la madre goza, hay que recordar qué es el goce. Una vertiente para tomarlo es pensarlo como satisfacción de la pulsión. El goce entra en el cuerpo por el Otro y desde ese momento, ya ese cuerpo goza. Puede ser del lado del sujeto, al servicio del Otro, en función de un síntoma, o de una forma articulada que se oriente en la vía del deseo de cada uno. Desde el momento que hay sexualidad en el cuerpo, que el lenguaje irrumpe en el cuerpo, que hay pulsión, hay goce. Esto no quiere decir que sea placentero. Esta es la distinción muy fina que Freud hace a partir de Más allá del principio de placer. El cuerpo está en todo momento, porque dado cualquier tipo de síntoma, el famoso beneficio secundario -que es beneficio de goce- necesita un cuerpo para producirse. En los relatos de los pacientes neuróticos obsesivos, encontramos el agotamiento por pensar. No pueden trabajar, cada vez que tienen que estudiar empiezan a dar vueltas… Todo esto tiene un correlato corporal, porque el sujeto queda detenido en un tiempo y en un lugar que es en del objeto.
Todo esto que dije, Lacan lo formaliza en el seminario de la angustia. Hay un momento -primer piso- en que para el sujeto (S) y para el Otro (A) no falta nada. Acá viene lo del narcisismo primario. Hay un observable que es que entre el niño y su madre hay una zona compartida, que en principio es el pezón, que para el sujeto no hay registro que eso sea ajeno a su propio cuerpo.
Segundo piso: Por la intervención paterna, lo que se va a producir es Ⱥ, el A barrado que implica que al Otro le falta algo. Que al Otro le falta algo es un nombre del inconsciente. Como resultado de esta operación, lo que emerge es un sujeto que a su vez, objetivado en tanto que está dividido para siempre ($), entre lo que sabe y lo que dice, que es el fundamento último del psicoanálisis: invitamos a hablar a alguien que no sabe lo que dice.
Tercer piso: Como resultado de esta operación, va a aparecer un resto (a). La separación del niño con el pezón, como veíamos antes, va a hacer que un resto se desprenda del sujeto y el Otro, que por supuesto no es el pezón de la teta de la mamá, sino un resto del cuerpo de goce inicial en el sujeto y- el Otro. Ese resto hace que haya falta en el Otro y en el sujeto.
El objeto del deseo humano es un objeto perdido para siempre. cada cosa que pensamos que nos va a colmar, es siempre una nueva desilusión. Sin embargo, seguimos buscando datos de cualidad, coordenadas, signos de una experiencia que se dejó atrás. La diferencia para el psicoanálisis es que el objeto no está en la llegada de un determinado proceso, sino en el inicio como causa. Es decir, el objeto del deseo humano es algo que perdimos en un determinado momento y que cada vez que nos acercamos a un dato que lo acerca, es una nueva decepción porque nunca lo encontramos de verdad. Se trata de una falta, algo que se perdió en el momento de la constitución subjetiva. El objeto del deseo para el psicoanálisis no es hacia lo que el sujeto tiende, esa es la ilusión de todos los días, sino aquello que detona el deseo o lo causa, lo que hace que el proceso comience. Comienzo a desear porque algo falta. Intentar colmar esta falta (por ejemplo con entretenimientos) funciona un rato, pero después empieza a generar cierta incomodidad. Hay un exceso que viene a ocluir la dimensión del deseo.
Con este exceso que viene del Otro y con esa falta que viene del Otro, el neurótico no quiere saber nada. No sabe cómo lidiar con el exceso ni tampoco se quiere confrontar con la falta en el Otro. Se trata de la castración del otro, porque la falta del lado del sujeto es la que se mejor se tolera. Lo que al neurótico le cuesta es lidiar con que al Otro le falte y el modo en que se sitúa ante esto va a determinar las distintas neurosis. Hay un tiempo previo a la intervención del padre, del corte y la castración opere. También hay un momento posterior. Que la estructura se estabilice va a depender de cómo se sitúe ante la castración y qué hace con eso, cómo arma su fantasma.
El resto a del que les hablaba antes, es ese objeto perdido al cual nos lanzamos en la vida a tratar de recuperar lo que nunca hemos tenido. Este objeto no está suelto, sino que ancla en una escena. Freud hablaba de fijación, que es la relación de un sujeto con un objeto determinado. Con Lacan, le decimos fantasma, que es la escena que vincula a un sujeto con un objeto determinado y que finalmente es la que estabilice la estructura, porque es la que organiza el deseo. Que nosotros hablemos de la estructura de la neurosis implica una serie de cuestiones.
Los mecanismos fundantes de las 3 estructuras son la represión, la renegación y la forclusión. Neurosis, perversión, psicosis. Este es un primer organizador. Dentro de cada estructura, no todas son lo mismo y la estructura de cada neurosis en particular y de cada sujeto en particular depende de cómo se articulen una serie de elementos… De cómo se anudan, de cómo se enlacen. Uno de los elementos que estabilizan esta estructura es la posición de este objeto frente al Otro y en esa relación de ese sujeto con el Otro el sujeto construye su propio deseo, armando una escena que nosotros llamamos fantasma.
Inicialmente, el niño es el falo imaginario de la madre, la colma imaginariamente. Dejar de ser el falo para la madre implica que se produzca un resto. Se abre una hiancia y el niño no completa a su madre. Tampoco sabe qué quiere de él y ahí se instala la pregunta de ¿qué me quiere el Otro? En ese proceso se desprende el objeto a, que es un premio consuelo a este dejar de ser el falo. Con el objeto a el sujeto se va a vincular de una manera particular, armando una escena que va a sostener el deseo que es el famoso fantasma o fijación freudiana. Es en relación al Otro y al fantasma que la neurosis ocurren de un modo distinto.
La histeria está detenida en el momento donde el corte se produce. Por eso la fijación al padre. La histeria responde tratando de preservar lo que el Otro tiene de misterio en el mismo momento que le dirige la pregunta y que se produce este movimiento, justamente porque el Otro no respondió en su momento lo que deseaba. El sujeto histérico se relaciona con el Otro tratando de velar y desnudar la falta, interrogando todo el tiempo lo que es el deseo del Otro. La histeria tapa y muestra la falta, intenta suscitar el deseo del Otro. Lacan decía que Sócrates era un histérico, por el modo en que está todo el tiempo cuestionando al Otro y preguntándose por lo que el Otro quiere.
En la neurosis obsesiva, vemos que el síntoma es algo privado con lo que él se puede arreglar ¿hasta cuando? El obsesivo está en un tiempo previo a cuando el corte se produce, por eso está en ese mar de anulaciones y de formaciones reactivas, de ir y venir, de hacer y deshacer, avanzar pero no del todo… Se encuentra en un momento de imaginarización de que él es lo que le falta al Otro.
Ese velo que separa al obsesivo del mundo se puede sostener hasta la pulsación misma del inconsciente. Es decir, en el historial del hombre de las ratas, o examinan los historiales de neurosis obsesiva, van a ver que hay ciclos de mayor y menor equilibrio y que responde justamente a los momentos de apertura y cierre del inconsciente: por ejemplo, cuando el deseo del hombre de las ratas se encuentra con una mujer a la que ama y ahí toda la estructura tambalea y reaviva síntomas, porque justamente avanzar en la dirección del deseo del sujeto lo saca de esa posición relativamente confortable donde imaginariamente sigue siendo lo que completa al Otro. Mientras el neurótico obsesivo pueda creerse que completa al Otro, que está haciendo todo lo que el Otro quiere, que le va a demostrar, etc., la cuestión está relativamente estabilizada. El neurótico obsesivo se encuentra que los síntomas pueden ser realmente invalidantes cuando algo de su deseo se moviliza.
Pregunta: ¿Qué quiere decir que completa imaginariamente al Otro?
H.Z.: Completar imaginariamente al Otro no quiere decir que en realidad lo logre. Se trata de una posición en donde hay una ilusión de completud. Puede ser hacer cosas para que al Otro no le falte nada. Esto ilusión naufraga cuando algo del deseo pulsa, porque todo esto se puede mantener dentro de cierto confort, donde el obsesivo se desentiende de lo que es su deseo. El Otro le pide la caca, el obsesivo se la da porque es algo preciado para el Otro y se establece una dinámica por la cual todo es una ofrenda al Otro. Por lo tanto, el obsesivo despliega una serie de mecanismos para ofrecerle al Otro y completarlo (siempre ilusoriamente), hasta tanto le apriete el zapato el propio deseo al sujeto.
La completud nunca es tal, porque como hablamos de neurosis la castración operó. Pero cada neurosis tiene sus estrategias para velar que la castración operó y para arreglarse con lo que esto implica. Con lo que a uno le falta se arregla, pero lo difícil entender que lo que le falta es al Otro, que no hay garantías. El neurótico obsesivo se conforta en que no puede hacer lo que él quiere y sufre, porque mientras tanto lo posterga, se piensa que el padecimiento es por no hacer lo que quiere. En realidad, está haciendo lo que quiere, que es desentenderse de su deseo en función de que el Otro se quede más o menos tranquilo para él. El problema es que esto le funciona hasta cierto punto. En determinado momento, este confort se va al tacho.
Pregunta: ¿Este confort se va al tacho por la angustia?
H.Z.: Por el surgimiento de la angustia y el síntoma. La angustia es justamente ante la presentificación de este objeto de deseo, obturando la posibilidad de que el objeto sea realmente caído. Pero también es tiempo de eclosión sintomática. El hombre de las ratas, por ejemplo, llega a Freud con la dificultad que tiene que pagarle al Teniente A, pero no puede, porque si paga algo le va a pasar al padre -que ya había muerto- y a la mujer que ama. Esto lo veremos mejor la semana que viene, pero lo que está en juego en el horizonte es que él ama a una mujer. No perdamos de vista que a veces lo que desencadena la demanda es justamente lo que se movilizó en el orden del deseo, que actualiza una serie de síntomas con los que antes se arreglaba casi perfectamente. Por ejemplo, el hombre de las ratas tenía una amigo que cada tanto lo des-culpabilizaba y lo des-angustiaba, diciéndole que no era tan grave.
Pregunta: El neurótico obsesivo transforma el deseo del Otro en demanda…
H.Z.: Yo diría que rebaja el deseo propio a la demanda del Otro. Pero ahí está también el deseo del sujeto. Esto hay que escucharlo en el uno por uno. El obsesivo siempre está preguntando qué quiere, por ejemplo con la esposa…
El: ¿A dónde vamos?Ella: A donde vos quieras.El: Bueno, vamos a ver una película romántica.Ella: No.
Entonces, ella va a terminar decidiendo. Cuando la demanda tiene su espesor, él va a rebajar su deseo a esa demanda, donde finalmente quería eso. Otra alternativa de ese movimiento, es convertir un deseo en una obligación. “Tengo que hacerlo”, dicen. ¿Quién te mandó?”
La tensión agresiva que habita al neurótico obsesivo tiene que ver justamente cuando aparece un Otro que se le presenta como portador del falo, es decir, cuando aparece un Otro que le está mostrando una dimensión en falta. Ahí se pone agresivo, esa es la tensión que desarrollan en determinado tipo de relaciones, por ejemplo, que está entre la soberbia (un clásico de la fenomenología del obsesivo) y cierta agresividad que desata hacia aquellos que sitúa como portadores del falo. Ustedes pensarán que la amistad entre hombres obsesivos era fantástica, pero hay de todo.
Pregunta: De la fórmula de la constitución subjetiva podemos deducir el fantasma en general y yo me preguntaba por esa fórmula del fantasma que Lacan dio específicamente para la neurosis obsesiva. ¿Podríamos hablar de eso?
H.Z.: En el seminario de la transferencia, en la segunda parte, él establece 2 fórmulas, la del fantasma histérico y otra para el fantasma obsesivo. Para el obsesivo, Lacan escribe:
(Ⱥ ◊ φ (a, a’, a’’, a’’’, …)
La clave está en la especificidad del fantasma obsesivo, es que hace que su deseo se pierda en un montón de objetos intercambiables, que es lo que uno ve en la clínica cuando el paciente viene avanzando en algo que quería y de repente se le ocurre irse por otro lado de lo que él quería. Uno no censura esas iniciativas, pero hay un momento donde cualquier objeto se puede poner en el rango de los objetos circulables, todos en el mismo rango, que lo que evitan justamente es encontrarse con el objeto que lo causa. Una versión poco romántica, este objeto es mierda. Ese resto, eso que se pierde entre el sujeto y el Otro, en la neurosis obsesiva, tiene una pregnancia muy particular con lo que es el objeto anal.
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