Lectura de “La adolescencia normal” (Aberastury y Knobel) Capitulo 2: “El Síndrome de la adolescencia normal”
Normalidad y patología en la adolescencia (Knobel).
Estudiar la adolescencia, tan solo como una característica determinada seria realizar una abstracción muy parcial de todo un proceso humano que es necesario considerar dentro de una verdadera totalidad del conocimiento de la psicología evolutiva.
Considerar la adolescencia como un fenómeno dentro de toda la historia del desarrollo del ser humano, y por otra parte, estudiar su expresión circunstancial de tipo geográfico y temporal histórico – social.
No hay duda alguna de que el elemento socio – cultural influye con un determinismo especifico en las manifestaciones de la adolescencia, pero también tenemos que tener en cuenta que tras esa expresión sociocultural existe un basamento psicobiologico que le da características universales.
Concuerdo con Sherif y Sherif en que la adolescencia esta caracterizada fundamentalmente por ser un periodo de transición entra la pubertad y el estadio adulto del desarrollo y que en las diferentes sociedades este periodo puede variar como varia el reconocimiento de la condición adulta que se le da al individuo.
El problema de la adolescencia debe ser tomado como un proceso universal de cambio, de desprendimiento, pero que se teñirá con connotaciones externas peculiares de cada cultura que lo favorecerán o dificultaran, según las circunstancias.
En trabajos anteriores he llegado a definir a la adolescencia como: “la etapa de la vida durante la cual el individuo busca establecer su identidad adulta, apoyándose en las primeras relaciones objetales – parentales internalizadas.
Pienso que la estabilización de la personalidad no se logra sin pasar por un cierto grado de conducta patológica que, según mi criterio, debemos considerar inherente a la evolución normal de esta etapa de la vida.
El adolescente, presenta una cantidad de actitudes también cambiantes.
El concepto de normalidad no es fácil de establecer varia en relación con el medio socioeconómico, político y cultural.
Anna Freud dice que es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la adolescencia, y considera que, en realidad, toda la conmoción de este periodo de la vida debe ser estimado como norma, señalando además que seria anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente.
Erikson habla de tres estadios en el proceso evolutivo, que sintetiza en: niño, adolescente y adulto, basándose en conceptos de Piaget y aceptando que uno no es un adulto adulto sin lo que Piaget llama conflicto y que él prefiere llamar crisis. Destaca que de hecho, para cada unidad de estas, corresponde una crisis mayor, y cuando, por cualquier razón, una crisis tardía es severa, se reviven las crisis más tempranas.
El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extremas. En nuestro medio cultural, nos muestra periodos de elacion, de ensimismamiento, alterando con audacia, timidez, incoordinación, urgencia, desinterés o apatía, que se suceden o son concomitantes con conflictos afectivos, crisis religiosas en las que se puede oscilar del ateismo anárquico al misticismo fervoroso, intelectualizaciones y postulaciones filosóficas, ascetismos, conductas sexuales dirigidas hacia el heteroerotismo y hasta la homosexualidad ocasional. Todo esto es el “síndrome normal de la adolescencia”.
Sintomatología que integraría este síndrome:
1. Búsqueda del sí mismo y de la identidad, El proceso de individuación es una de las funciones esenciales de esta etapa de la vida. El niño entra en la adolescencia con dificultades, conflictos e incertidumbre que se magnifican en este momento vital, para salir luego a la madurez estabilizada con determinado carácter y personalidad adultos. Se logra lo que Erikson ha definido como una entidad yoica, una entidad personal y lo que Nixon ha denominado la auto cognición es un fenómeno esencialmente biológico y se relaciona con el concepto de “sí mismo” o sea, el símbolo que cada uno posee de su propio organismo.
La idea del sí mismo o del “self”, es el conocimiento de la individualidad biológica y social, del ser psicofísico en su mundo circundante que tiene características especiales en cada edad evolutiva.
El cuerpo y el esquema corporal son dos variables íntimamente interrelacionadas que no deben desconocerse en la ecuación del proceso de definición del sí mismo y de la identidad. El esquema corporal es la representación mental que el sujeto tiene de su propio cuerpo como consecuencia de sus experiencias en continua evolución.
Aquí son de fundamental importancia los procesos de duelo con respecto al cuerpo infantil perdido, que obligan a una modificación del esquema corporal y del conocimiento físico de sí mismo en una forma muy característica para este periodo.
Para Erikson el problema clave de la identidad consiste en la capacidad del yo de mantener la mismidad y la continuidad frente a un destino cambiante, y por ello la identidad a un destino cambiante, y por ello la identidad no significa para este autor un sistema interno, cerrado, impenetrable al cambio, sino más bien un proceso psicosocial que preserva algunos rasgos esenciales tanto en el individuo como en su sociedad.
De la infancia no se pasa al pleno actuar genital pro creativo, sino que se atraviesa primero por lo que Erikson ha llamado “la moratoria psicosexual”, donde no se requieren roles específicos y se permite experimentar con lo que la sociedad tiene para ofrecer con el fin de permitir la ulterior definición de la personalidad.
En esta búsqueda de identidad, el adolescente recurre a las situaciones que se presentan como más favorables en el momento. Una de ellas es la de la uniformidad, que brinda seguridad y estima personal. Ocurre aquí el proceso de doble identificación masiva, en donde todos se identifican con cada uno, y que explica, por lo menos en parte, el proceso grupal de que participa el adolescente y del que enseguida he de ocuparme.
En ocasiones, la única solución puede ser la de buscar lo el mismo Erikson ha llamado también una identidad negativa, basada en identificaciones con figuras negativas pero reales. Es preferible ser alguien, perverso, indeseable, a no ser nada.
La realidad suele ser mezquina en proporcionar figuras con las que se pueden hacer identificaciones positivas y entonces, en la necesidad de tener una identidad se recurre a ese tipo de identificación, anómalo pero concreto.
Existen también problemas de seudoidentidad, expresiones manifiestas de lo que se quisiera o pudiera ser y que ocultan la identidad latente, la verdadera.
Las identidades transitorias son las adoptadas durante un cierto periodo, como por ejemplo el lapso de machismo en el varón o de la precoz seducción histeroide en la niña del adolescente “bebe” o del adolescente muy “serio, muy adulto”; las identidades ocasionales son las que dan frente a situaciones nuevas, como por ejemplo en el primer encuentro con una pareja, el primer baile, etc. y las identidades circunstanciales son las que conducen a identificaciones parciales transitorias que suelen confundir al adulto, sorprendido a veces antes los cambios en la conducta de un mismo adolescente que recurre a este tipo de identidad.
Este tipo de identidades son adoptadas sucesiva o simultáneamente por los adolescentes, según las circunstancias.
El adolescente realiza un verdadero proceso de duelo por el cual a principio niega la perdida de sus condiciones infantiles y tiene dificultades en aceptar las realidades más adultas que se le van imponiendo, entra las que, por supuestos, se encuentran fundamentalmente las modificaciones biológicas y morfológicas de su propio cuerpo.
El muchacho presenta el crecimiento del pelo asilar, pubiano, y facial, el cambio de voz, el incremento muscular y el comienzo de la emisión seminal. La niña también muestra la aparición del pelo axilar y pubiano, la acentuación de las caderas, del desarrollo del busto, y el comienzo de la ovulación y de la menstruación. Todos estos cambios que se van sucediendo crean gran preocupación.
El proceso de duelo que se efectúa, necesita tiempo para ser realmente elaborado y no tener las características de una actuación de tipo maniaco o psicopático, lo que explica que el verdadero proceso de entrar y salir de la adolescencia sea tan largo y no siempre plenamente logrado.
La integración del yo se produce por la elaboración del duelo por partes de sí mismo y pos sus objetos. Un buen mundo interno surge de una relación satisfactoria con los padres internalizados y de la capacidad creadora que ellos permiten, como lo señala Aberasturi, quien destaca que ese mundo interno, que posibilita una buena conexión interior, una huida defensiva en la cual el adolescente mantiene y refuerza su relación con los objetos internos y elude los externos, es el que facilita un buen reajuste emocional y el establecimiento de la identidad adolescente.
La identidad adolescente es la que se caracteriza por el cambio de relación del individuo, básicamente con sus padres. Es durante la adolescencia cuando los seres humanos, como dicen Gallagher y Harris quieren desesperadamente ser ellos mismos.
En la adolescencia el individuo da un nuevo paso para estructurarse en la preparación para la adultez.
Duelos por el rol y la identidad infantiles y por esos padres de la infancia a quienes tanto se los necesitaba y de los cuales se podía depender.
La presencia externa, concreta, de los padres empieza a hacerse innecesaria. Ahora la separación de estos no solo es posible, sino ya necesaria. Las figuras parentales están internalizadas, incorporadas a la personalidad del sujeto y este puede iniciar su proceso de individuación.
2. La tendencia grupal, En su búsqueda de la identidad adolescente, el individuo, en esa etapa de la vida, recurre como comportamiento defensivo a la búsqueda de uniformidad, que puede brindar seguridad y estima personal. Allí surge el espíritu de grupo al que tan afecto se muestra el adolescente. Hay un proceso de sobre identificación masiva, en donde todos se identifican con cada uno. A veces el proceso es tan intenso que la separación del grupo parece casi imposible y el individuo pertenece mas al grupo de coetáneos que al grupo familiar.
En otro nivel, las actuaciones del grupo y de sus integrantes representan la oposición a las figuras parentales y una manera activa de determinar una identidad distinta de la del medio familiar. En el grupo el individuo adolescente encuentra un reforzamiento muy necesario para los aspectos cambiantes del yo que se producen en este periodo de la vida.
El fenómeno grupal adquiere una importancia trascendental ya que se transfiere al grupo gran parte de la dependencia que anteriormente se mantenía con la estructura familiar y con los padres en especial.
Después de pasar por la experiencia grupal, el individuo podrá empezar a separarse de la barra y asumir su identidad adulta.
La utilización de los mecanismos esquizoparanoides es muy intensa durante la adolescencia, y el fenómeno grupal favorece la instrumentación de los mismo. Cuando durante este periodo de la vida el individuo sufre un fracaso de personificación, producto de la necesidad de dejar rápidamente los atributos infantiles y asumir una cantidad de obligaciones y responsabilidades para las cuales aun no esta preparado, recurre al grupo como un refuerzo para su identidad.
Precisamente, también por los mismo mecanismos de tipo esquizoide a los que me estoy refiriendo, el individuo siente que están ocurriendo procesos de cambio, en los cuales el no puede participar en forma activa, y el grupo viene a solucionar entonces gran parte de sus conflictos.
El fenómeno grupal facilita la conducta psicopatica normal en el adolescente.
Frente a la perdida del cuerpo infantil, se un el producto del descontrol del rol infantil que se esta perdiendo, aparecen entonces conductas de desafecto, de crueldad con el objeto, de indiferencia, de falta de responsabilidad, que son típicas de la psicopatía, pero que encontramos en la adolescencia normal.
En el adolescente normal es un momento circunstancial y transitorio que se somete a rectificación por la experiencia.
El adolescente normal tiene conflictos de dependencia pero que puede reconocer la frustración, la imposibilidad de reconocer y aceptar la frustración obliga a bloquear la culpa e inducir al grupo a la actuación sado-masoquista, sin participar de la misma. Puede hacerlo porque disocia pensamiento de afecto y utiliza el conocimiento de las necesidades de los demás para provocar su actuación, satisfaciendo así, indiferentemente en apariencia, sus propias ansiedades psicoticas.
3. Necesidad de intelectualizar y fantasear, La necesidad de intelectualizar y fantasear se da como una de las formas típicas del pensamiento del adolescente.
La necesidad que la realidad impone de renunciar al cuerpo, al rol y a los padres de la infancia, así como a la bisexualidad que acompañaba a la identidad infantil, enfrenta al adolescente con una vivencia de fracaso o de impotencia frente a la realidad externa. Esto obliga también al adolescente a recurrir al pensamiento para compensar las perdidas que ocurren dentro de sí mismo y que no puede evitar. El fantasear y el intelectualizar sirven como mecanismos defensivos frente a estas situaciones de perdida tan dolorosas.
Como lo ha señalado Aberasturi solo teniendo una relación adecuada con objetos internos buenos y también con experiencias externas no demasiado negativas, se puede llegar a cristalizar una personalidad satisfactoria.
Surgen las grandes teorías filosóficas, los movimientos políticos, las ideas de salvar a la humanidad, etc. Es entonces cuando el adolescente comienza a escribir versos, novelas, cuentos, y se dedica a actividades literarias, artísticas, etc.
4. Las crisis religiosas, El adolescente puede manifestarse como un ateo exacerbado o como un místico muy fervoroso, como situación externa.
Es común observar que un mismo adolescente pasa incluso por periodos místicos o por periodos de un ateismo absoluto.
Las tan frecuentes crisis religiosas no son un mero reflejo caprichoso de lo místico, como a veces suele aparecer a los ojos de los adultos, sino intentos de solución de la angustia que vive el yo en su búsqueda de identificaciones positivas y del enfrentamiento con el fenómeno de la muerte definitiva de parte de su yo corporal. Además, comienza a enfrentar la separación definitiva de los padres y también la aceptación de la posible muerte de los mismos.
González Monclus afirma que, entre ambos extremos, misticismo exacerbado, ateismo racionalista, es quizás oportuno señalar entre los adolescente una muy frecuente posición: la del entusiasmo formal en contraposición con una indiferencia frente a los valores religiosos esenciales.
Considero que en la construcción definitiva de una ideología, así como de valores éticos o morales, es preciso que el individuo pase por algunas idealizaciones persecutorias, que las abandone por objetos idealizados ego sintónicos para luego sufrir un proceso de desidealizacion que permita construir nuevas y verdaderas ideologías de vida.
5. La desubicacion temporal, Desde el punto de vista de la conducta observable es posible decir que el adolescente vive con una cierta desubicacion temporal; convierte el tiempo en presente y activo como un intento de manejarlo. En cuanto a su expresión de conducta el adolescente parecería vivir en proceso primario con respecto a lo temporal. Las urgencias son enormes y a veces las postergaciones son aparentemente irracionales.
Considero que es durante la adolescencia que la dimensión temporal va adquiriendo lentamente características discriminativas.
A las dificultades del adolescentes para diferenciar externo-interno, adulto-infantil, etc., debo agregar la dificultad para disntiguir presente-pasado-futuro. Se puede unir “el pasado y el futuro en un devorador presente”, presente que tiene características no discriminadas.
El transcurrir del tiempo se va haciendo mas objetivo, adquiriéndose nociones de lapsos cronológicamente ubicados. Podría hablarse de un tiempo existencial, que seria el tiempo en si, un tiempo vivencial o experiencial y un tiempo conceptual. El tiempo vivencial y el conceptual puede corresponder respectivamente a los llamados tiempo rítmico y tiempo cronológico por Rolla.
Como defensas, el adolescente espacializa el tiempo, para poder “manejarlo” viviendo su relación con el mismo como un objeto.
La noción temporal del adolescente es de características fundamentales corporales o rítmicas, o sea, basadas en el tiempo de comer, el de jugar, el de dormir, el de estudiar, etc. ese es el que denomino tiempo vivencial o experiencial.
A medida que se van elaborando los duelos típicos de la adolescencia, la dimensión temporal adquiere otras características. Aquí es cuando surge la conceptualizacion del tiempo, que implica la noción discriminada de pasado, presente y futuro, con la aceptación de la muerte de los padres y la perdida definitiva de su vinculo con ellos y la propia muerte.
Los primeros intentos discriminativos temporales se efectúan a nivel corporal; por ejemplo el adolescente afirma, refiriéndose a su pasado: “cuando era chicos”, refiriéndose a su futuro: “cuando sea grande”.
Considero que la percepción y la discriminación de la temporal seria una de las tareas más importantes de la adolescencia, vinculada con la elaboración de los duelos típicos de esa edad.
Cuando este puede reconocer un pasado y formular proyectos de futuro, con capacidad de espera y elaboración en el presente, supera gran parte de la problemática de la adolescencia.
6. La evolución sexual desde el autoerotismo hasta la heterosexualidad, en la evolución del autoerotismo a la hetero-sexualidad que se observa en el adolescente, se puede describir un oscilar permanente entre la actividad de tipo masturbatorio y los comienzos del ejercicio genital, que tiene características especiales en esta fase del desarrollo, donde hay mas un contacto genital de tipo exploratorio y preoperatorio, que la verdadera genitalidad precreativa, que solo se da, con la correspondiente capacidad de asumir el rol parental, recién en la adultez.
Al ir aceptando su genitalidad, el adolescente inicia la búsqueda de la pareja en forma tímida pero intensa.
El enamoramiento apasionado es también un fenómeno que adquiere características singulares en la adolescencia y que presenta todo el aspecto de los vínculos intensos pero frágiles de la relación interpersonal adolescente. El primer episodio de enamoramiento ocurre en la adolescencia temprana y suele ser de gran intensidad. Aparece ahí el llamado amor a primera vista, que no solo puede no ser correspondido, sino que incluso puede ser totalmente ignorado por la parte amada de la pareja, como ocurre cuando ese ser amado es una figura idealizada, un actor de cine, una estrella del deporte, etc., que tiene e realidad las características de un claro sustituto parental al que el adolescente se vincula con fantasías edipicas.
La aceptación de la genitalidad surge con fuerza en la adolescencia, impuesta por la presencia difícil de negar de la menstruación o de la aparición del semen. Ambas funciones fisiológicas que maduran en este periodo de la vida imponen al rol genital la procreación y la definición sexual correspondiente.
Lo que vemos en la adolescencia, es el fenómeno de la evolución del autoerotismo a la heterosexualidad (masturbación, primero, como fase genital previa; actividad lúdica que lleva al aprendizaje –que es el aprendizaje lúdico del otro sexo a través del toqueteo, bailes, juegos, deportes- lo que constituye también una forma de exploración).
Cabe también aquí el problema de la curiosidad sexual. El exhibicionismo y el voyerismo se manifiestan en la vestimenta, el cabello, el tipo de bailes, etc.
Así como durante la fase genital previa se establece el triangulo edipico, en la adolescencia este se reactiva con toda intensidad porque como la instrumentación de la genitalidad se hace factible, el individuo se ve obligado a recurrir a mecanismos de defensa más persistentes y enérgicos.
Hay un fenómeno especifico de la mujer, que es el de la menarca, vivida en nuestra cultura como algo peligroso, dañino, y que refuerza todo tiempo de fantasías persecutorias y destructivas. Debo destacar, sin embargo, que este tipo de situación no es la que fatalmente se da siempre, aunque por supuesto, en una gran proporción de niñas de nuestra cultura es dable observarlo. Cuando las fases genitales tempranas y la sexualidad en general son mas aceptadas por los padres y cuando estos mantienen una relación armoniosa, brindando entonces una imagen externa de escena primaria positiva, la aparición de la menstruación puede ser vivida como una confirmación de la sexualidad femenina e iniciar entonces en la niña una verdadera etapa de satisfacciones y realizaciones genitales muy positivas.
Es normal que en la adolescencia aparezcan periodos de predominio de aspectos femeninos en el varón y masculinos en la niña.
Es que la sexualidad es vivida por el adolescente como una fuerza que se impone en su cuerpo y que le obliga a separarlo de su personalidad mediante un mecanismo esquizoide por medio del cual, el cuerpo es algo externo y ajeno a si mismo.
En la búsqueda de definición genital el adolescente suele tener que pasar por periodos de homosexualidad, que pueden ser la expresión de una proyección de la bisexualidad perdida y anhelada, en otro individuo del mismo sexo.
No deben pues alarmar a nadie las situaciones fugaces de homosexualidad que presente el adolescente y sobre todo aquellas que aparecen enmascaradas a través de contactos entre adolescentes del mismo sexo, salidas, bailes, etc.
Puedo decir que la raíz de la homosexualidad –que suele darse transitoriamente como una manifestación típica de la adolescencia- es preciso buscarla en la circunstancia de que el padre no asume sus roles o esta ausente. Entonces, tanto el varón como la niña van a ir a la homosexualidad, porque ambos quedan así obligados a mantener la bisexualidad como defensa frente al incesto.
El proceso masturbatorio esta presente desde la temprana infancia hasta la adolescencia avanzada.
La actividad masturbatoria en la primera infancia tiene una finalidad exploratoria y preparatoria para la futura aceptación de la genitalidad.
La masturbación, como fenómeno normal de la adolescencia, le permite al individuo en esta etapa de su vida, pasar por la etapa esquizo-paranoide de su personalidad, considerar a sus genitales como ajenos a sí mismos, tratar de recuperarlos e integrarlos, y finalmente realizar el proceso depresivo a través de una angustia, primero persecutoria y luego depresiva, e integrar sus genitales a todo el concepto de si mismo, formando realmente una identidad genital adulta con capacidad procreativa, independencia real y capacidad de formar una pareja estable en su propio espacio y en su propio mundo.
Es decir, habrá llegado el individuo a la genitalidad procreativa.
7. Actitud social reivindicatoria, no todo el proceso de la adolescencia depende del adolescente mismo, como una unidad aislada en un mundo que no existiera. No hay duda alguna de que la constelación familiar es la primera expresión de la sociedad que influye y determina gran parte de la conducta de los adolescente.
La misma situación edipica que viven los adolescentes, la viven los propio progenitores del mismo.
Muchos padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus hijos, reviviendo sus propias situaciones edipicas conflictivas. No son ajenos los padres a las ansiedades que despierta la genitalidad de los hijos y el desprendimiento de los mismo, y los celos que esto implica.
Se provoca la situación de “ambivalencia dual”, ya que la misma situación ambivalente que presentan los hijos separándose de los padres, la presentan estos al ver que aquellos se alejan.
Las primeras identificaciones son las que se hacen con las figuras parentales, pero no hay duda alguna de que el medio en que se vive determina nuevas posibilidades de identificación, futuras aceptaciones de identificaciones parciales e incorporación de una gran cantidad de pautas socioculturales y económicas que no es posible minimizar. La ulterior aceptación de la identidad esta forzosamente determinada por un condicionamiento entre individuo y medio que es preciso reconocer.
El comprender los patrones culturales puede ser sumamente importante para determinar ciertas pautas exteriores de manejo de la adolescencia, pero el comprender la adolescencia en si misma es esencial para que estas pautas culturales puedan ser modificadas y utilizadas adecuadamente cuando el adolescente claudica en la patología.
La adolescencia es recibida predominantemente en forma hostil por el mundo de los adultos.
Se buscar aislar fobicamente a los adolescentes del mundo de los adultos.
Frente al adolescente individual, es necesario no olvidar que gran parte de la oposición que se vive por parte de los padres, es trasladada al campo social.
8. Contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta, La conducta del adolescente esta dominada por la acción, que constituye la forma de expresión más típica en estos momentos de la vida, en que hasta el pensamiento necesita hacerse acción para poder ser controlado.
El adolescente no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque muchas veces la intenta y la busca.
La personalidad del adolescente es permeable, que recibe todo y que también proyecta enormemente, es decir, es una personalidad en la que los procesos de proyección e introyeccion son intensos, variables y frecuentes.
No puede haber una línea de conducta determinada, eso es una normal anormalidad, de una inestabilidad permanente del adolescente. Solo el adolescente mentalmente enfermo podrá mostrar rigidez en la conducta.
En el adolescente, un indicio de normalidad se observa en la labilidad de su organización defensiva.
Es el mundo adulto el que no tolera los cambios de conducta del adolescente, el que no acepta que el adolescente pueda tener identidades ocasionales, transitorias, circunstanciales y exige de el una identidad adulta, que por supuesto no tiene por que tener.
9. Separación progresiva de los padres, Uno de los duelos fundamentales que tiene que elaborar el adolescente es el duelo por los padres de la infancia. Una de las tareas básicas concomitantes a la identidad de l adolescente, es la de ir separándose de los padres.
La aparición de la capacidad efectora de la genitalidad impone la separación de los padres y reactiva los aspectos genitales previa. La intensidad y calidad de la angustia con que se maneja la relación con los padres y su separación de estos, estará determinada por la forma en que se ha realizado y elaborado la fase genital previa de cada individuo, a la que se sumaran, por supuesto, las experiencias infantiles anteriores y ulteriores y la actual de la propia adolescencia.
Muchos padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus hijos reviviendo sus propias situaciones edipicas, da lugar a situaciones conflictivas sumamente complejas que es preciso tener en cuenta.
La evolución de la sexualidad depende en gran parte de cómo los mismos padres acepten los conflictos y el desprendimiento que los hijos de una manera u otra pueden expresar.
Muchas veces los padres niegan el crecimiento de los hijos y los hijos viven a los padres con las características persecutorias más acentuadas.
La presencia internalizada de buenas imágenes parentales, con roles bien definidos, y una escena primaria amorosa y creativa, permitirá una buena separación de los padres, un desprendimiento útil, y facilitara al adolescente el pasaje a la madurez, para el ejercicio de la genitalidad en un plano adulto.
Por otro lado, figuras parentales no muy estables ni bien definidas en sus roles, pueden aparecer ante el adolescente como desvalorizadas y obligarlo a buscar identificaciones con personalidades más consistentes y firmes, por lo menos en un sentido compensatorio o idealizado.
En esos momentos la identificación con ídolos de distinto tipo, cinematográficos, deportivos, etc., es muy frecuente.
En virtud de la necesidad de negar las fantasías genitales, y la posibilidad de realización edipica, los mecanismos esquizoparanoides suelen ser muy intensos. Gran parte de la relación con los padres esta disociada y estos son vividos entonces como figuras o muy malas o muy buenas, lo que por supuesto depende fundamentalmente de cómo han sido introyectadas estas figuras en las etapas pregenitales, entre las que incluimos la fase genital previa. Las identificaciones se hacen entonces con sustitutos parentales en los cuales pueden proyectarse cargas libidinales, especialmente en sus aspectos idealizados, lo que permite la negación de la fantasía edipica subyacente. Es así como aparecen relaciones fantaseadas con maestros, héroes reales e imaginarios, compañeros mayores, que adquieren características parentales y pueden empezar a establecer relaciones que en ese momento satisfacen más.
10. Constantes fluctuaciones del humor y del estado de animo, Un sentimiento básico de ansiedad y depresión acompañaran permanentemente como substrato a la adolescencia.
El yo realiza intentos de conexión placentera –a veces displacentera-, nirvanica con el mundo, que no siempre se logra, y la sensación de fracaso frente a esta búsqueda de satisfacciones puede ser muy intensa y obligar al individuo a refugiarse en sí mismo. He ahí el repliegue autista que es tan singular del adolescente y que puede dar origen a ese sentimiento de soledad tan característico de esa tan típica situación de frustración y desaliento y de ese aburrimiento que suele ser un signo distintivo del adolescente. El adolescente se refugia en sí mismo y en el mundo interno que ha ido formando durante su infancia preparándose para la acción.
La intensidad y frecuencia de los procesos de introyeccion y proyección pueden obligar al adolescente a realizar rápidas modificaciones de su estado de animo ya que se ve de pronto sumergido en las desesperanzas más profundas o, cuando elabora y supera los duelos, puede proyectarse en una elacion que muchas veces suele ser desmedida.
Los cambios de humor son típicos de la adolescencia y es preciso entenderlos sobre la base de los mecanismos de proyección y de duelo por la perdida de objetos. Al fallar estos intentos de elaboración, tales cambios de humor pueden aparecer como microsis maníaco depresivas.
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