martes, 28 de noviembre de 2023

¿Qué escucha un analista?

En la pregunta sobre qué escucha un analista, habíamos visto la diferencia entre lógica y gramática.

Sigamos con eso...

"El analista no se detiene en el sentido del discurso, su escucha no está orientada a ello". Es indudable que hay en Lacan, prácticamente desde el principio, una aspiración a abordar las cuestiones que se juegan en un análisis en términos de estructura. En este sentido encontramos la formalización del concepto de discurso, que no coincide nunca con lo efectivamente pronunciado.

Considerado el discurso en estos términos entonces, donde a partir de la diferencia entre enunciado y enunciación el discurso no coincide con lo que efectivamente se pronuncia. es que bien vale la pregunta ¿qué es lo que entonces escucha un analista?

Podríamos decir, en principio, qué es aquello a lo que no le presta particularmente atención. El analista no se detiene en el sentido del discurso, su escucha no está orientada a ello.

Por el contrario, la escucha analítica se dirige a los significantes determinantes de la historia del sujeto. A partir de la atención flotante -o sea el hecho de que no le presta atención a nada del discurso sino que escucha en la superficie- el analista podrá ir aislando los significantes constitutivos de la posición del sujeto con los cuales irá armando la cadena significante, inconsciente (o sea el inconsciente como discurso del Otro).

¿De qué manera se le hace posible al analista escuchar estos términos significativos? Pues, ellos aparecen en momentos fecundos del discurso donde se produce una vacilación, una ruptura del sentido, una discontinuidad, donde aparece algo del orden de lo antigramatical, algo que esencialmente rompe con la coherencia que la significación le otorga al discurso corriente, o sea, al discurso del moi.

¿Qué hace posible a la escucha analítica?

La pregunta respecto de las condiciones de posibilidad de la escucha analítica implica interrogarse sobre la necesariedad del análisis del analista.

Llamativamente, hoy en día se puede leer en algunos ámbitos del psicoanálisis de orientación lacaniana, cierta idea, algunos planteos que discuten dicha necesariedad para practicar el análisis. Suponer que ese paso se podría eliminar equivale a desconocer la raíz freudiana del psicoanálisis.

En el planteo freudiano, él mismo señala esa condición afirmando que para que el analista pueda escuchar, se hace necesario que alguien le haya “interpretado los sueños”, o sea que haya sido escuchado, más allá del sentido de lo que dice.

Vamos un paso antes. ¿Qué es la escucha analítica?

Lo primero que podríamos decir es que no es una escucha ingenua. No es una que se dirija al sentido de lo que alguien intenta decir. La escucha analítica no se ocupa de poner orden en un discurso que quizás esté gobernado por la desorientación y el desorden. Tampoco es aquella que tendría como objetivo clarificar una verdad allí donde la neurosis es supuesta como una especie de ilusión que engaña al sujeto.

La escucha analítica es la posibilidad de un tiempo y un lugar para un sujeto. Habilita, acomodación del analista mediante, la posibilidad de que el sujeto advenga en el dispositivo, al sujeto más allá del moi, más allá también del analizante.

Si el Otro es quien sanciona el mensaje, también determina aquello que alguien puede o no escuchar, en el sentido de a lo que puede o no darle lugar. Por ello el análisis del analista es condición de la escucha, porque no sería posible esa escucha no ingenua si previamente no se hubieran conmovido ciertos determinantes históricos que lo condicionan como sujeto. Y de allí que Freud planteó que “a un punto ciego en el análisis del analista le corresponde un punto ciego en la escucha”.

¿Conocer o saber?
Existe una distancia entre el conocimiento y el saber. El conocimiento es algo propio del campo del moi, ligado a lo que en el planteo griego clásico sería la episteme. El saber, en cambio, es el conjunto de significantes que para cada sujeto se emplaza en el lugar del Otro.

Así, el saber constituye esa dimensión de la enunciación a partir de la cual se determina lo que el sujeto dice, e incluso la posibilidad de que al hablar en análisis, se diga más de lo que se quiere decir. A partir de esta diferencia, entre conocimiento y saber, es que se puede establecer un correlato del lado del analista.

La función del analista es la de escuchar. Y para poder llevar a cabo tamaña función, debe abandonar la aspiración a comprender.

Esto le hará posible entonces, a partir del recorte que produce en su escucha (en función de las discontinuidades, de las rupturas del sentido, de los desfallecimientos del sentido, de lo anti gramatical que aparece en el discurso) ir aislando los elementos con los cuales va a componer esa cadena que es el inconsciente como discurso del Otro.

Eso constituye una red, lo que indica su soporte topológico, pero ¿todo es significante ahí? No. En esa cadena, quedan incluidos ciertos puntos inerciales, del orden de una fijeza, de un punto de detención. Y es una manera muy interesante de retomar el problema del núcleo patógeno freudiano.

O sea que Lacan separa el sostén, lo articulado, la cadena significante, de algo que es inasimilable, intratable, lo que resiste al discurso. Algo que está en las antípodas de la resistencia subjetiva que fue uno de los resortes clínicos que Lacan más discutió desde los inicios de su enseñanza.

Preparando una supervisión...

Así como no hay una sola manera de analizarse, no hay un solo criterio que sea válido en todos los casos para poder pensar cómo se arma una supervisión.

En principio, es claro que la idea central es recortar del modo más riguroso y más preciso posible la pregunta, el obstáculo, la dificultad que se quiere supervisar.

En segundo lugar, hay que entender que la supervisión es un trabajo sobre un texto recortado por quien escucha al sujeto. Lo que se trabaja en la supervisión no es el texto del sujeto, sino que es el texto que el propio analista recorta a partir de su escucha. Esto ya implica una pérdida en el pasaje entre un texto y el otro. Así, lo que está concernido en la supervisión es el lugar desde el cual escucha quien acude a la supervisión.

Es importante entonces que esta escucha esté orientada a recortar en el discurso del sujeto los significantes que son determinantes. Este recorte casi sería equivalente a la distancia que hay entre el sueño del sujeto y lo que el sujeto dice del sueño en el análisis. El relato del sueño en el análisis no es el sueño. Hay una pérdida.

Lo interesante de la supervisión, leída en estos términos, es que implica la escucha del analista, la cual se hace efectiva en el modo en que recorta el material. ¿Qué partes privilegia? ¿Dónde se sitúan los puntos significativos del discurso?

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