viernes, 5 de julio de 2024

Rasgos perversos en la neurosis y la perversión como estructura

 A partir del planteo de Freud la nosografía psicoanalítica se ordena en función de una tripartición: neurosis, perversión y psicosis. Más allá de algunas cuestiones que se han discutido a lo largo de estos años respecto de en qué medida esa nosografía podría o no ser ampliada o modificada, me parece que estas tres, estructuras me animaría a decir, constituyen o configuran unos pilares fundamentales del abordaje analítico del sufrimiento humano.

Un punto divisorio respecto de cada una de ellas es la operación del complejo de Edipo. A diferencia de la escuela inglesa, o de parte de ella, Lacan plantea una repartición por la cual la perversión y la neurosis implican el atravesamiento por la trama edípica, aunque la modalidad en que operan el deseo y la posición del sujeto respecto a la castración no es la misma en una que en otra.

Una cuestión relevante de nuestra práctica es que es posible encontrar rasgos perversos en las neurosis. Esto no hace del neurótico un perverso, o sea que marcamos la distancia entre los rasgos perversos en una neurosis y una perversión clínica.

El rasgo perverso en la neurosis es solidario de ese rasgo de goce que el sujeto soporta o que en todo caso se soporta del entramado fantasmático, entendido éste como un menú, un menú de goce. Estos rasgos son solidarios del carácter perverso de la pulsión, o sea de lo perverso polimorfo de la sexualidad, ya desde lo infantil.

La participación de la pulsión en la sexualidad hace imposible la síntesis o totalización En este sentido, entonces, hablar de rasgos perversos conlleva de alguna manera una redundancia o pleonasmo, porque el rasgo remite a lo discreto en el sentido del corte y de lo que no se unifica o totaliza. Y lo perverso queda asociado a esa parcialidad de la pulsión que impide la relación sexual que no cesa de no escribirse.

La estructura perversa

 Es sabido que Freud, respecto de la sexualidad infantil, señala su característica de ser perversa y polimorfa. Con ello entonces se puede sostener que para el psicoanálisis la perversión reviste un carácter estructural que está enlazado al modo en que el deseo opera en el sujeto y a la particularidad de la satisfacción pulsional.

A partir de estas afirmaciones se nos hace posible separar a la perversión, como estructura clínica, de la dimensión de la perversidad. Esto último podría constituir un campo de sentidos, la sumatoria de unos contenidos, incluso las significaciones que podrían adoptarse respecto de las conductas o comportamientos del sujeto.

A diferencia de esto, la perversión junto con la neurosis y la psicosis conforman tres estructuras que son respuesta a la castración, la del Otro. Desde ello podemos, también, delimitar el campo de la psicopatología, la nosografía psicoanalítica, la que entonces no se asocia a la idea de la morbidez.

Tomada así, la perversión, es un armazón ficcional que afirma un modo de respuesta a ese impasse o enigma que el deseo del Otro inserta en el sujeto. Es también, a su vez, un intento de hacer consistir una respuesta frente a la anomalía del goce en el hablante, constituyendo así una respuesta frente a la imposibilidad de la relación sexual.

Pensada de este modo, la perversión es solidaria de esa relación de deseo que Lacan caracteriza a partir de la delimitación de una escena (a falta de un objeto complementario), escena en la cual el sujeto toma lugar, o sea que queda concernido. Por esto último es digno de mencionar el hecho de que hable de la voluntad de goce como modalidad del deseo en la perversión, lo cual puede en principio considerarse una sutil ironía.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario