La elección de un analista, en el momento en el que un sujeto quiera comenzar un análisis, la decisión de dirigirse a tal o cual analista, es un una cuestión que merece algunas interrogaciones.
Hay diferentes maneras de acceder a un analista. Se puede hacerlo a través de la sugerencia de algún otro a quien se le consulta o se le pregunta si puede dar el nombre de alguien con quien comenzar un análisis; o el analista puede ser fruto de un encuentro la más de las veces azaroso, en distintos ámbitos en los cuales se haya leído o escuchado a un analista sostener sus lecturas o los interrogantes que pone en juego en su práctica.
En principio se puede elegir un analista a partir de una inicial suposición de saber, la cual después deberá volverse operativa en el inicio de las entrevistas y la puesta en forma de la transferencia. Y este punto ya conlleva una vuelta respecto de ese encuentro inicial, algo más debe pasar.
Pero hay aún una dimensión mucho más opaca, si se quiere, en la elección de un analista, algo que no que no está, en principio, en el primer plano. Incluso es algo que esta entramado, disfrazado o velado detrás de esa suposición de saber.
Nos referimos a la cuestión de que el analista de un sujeto (que por supuesto no reducimos a quien lo encarna) implica un lazo que presupone la puesta en juego de algún rasgo o algún matiz.
Se trata de una singularidad que conecta con el Otro del sujeto. Con lo cual entonces, en la elección de un analista hay aquello que es posible de decir, de articular y significar; y hay también de lo que escapa la palabra, de lo que es reacio a ella. Y quizá se juega en esto una cuestión fundamental de un análisis: ¿cómo transmitir lo mas singular que allí pasa? Precisamente porque eso lo implica al analista.
La elección del analista.
Cuando alguien decide consultar por un padecimiento que lo aqueja, puede acceder a un analista a través de distintos modos. Puede llegar a uno porque lo conoce por alguna circunstancia de la vida o algún lugar por el que transita. Se puede también llegar a un analista a través de la recomendación de alguien; incluso, eventualmente es posible acceder a un analista a través de una consulta en un seguro médico o en un hospital.
En cualquier caso, el punto relevante de la pregunta: ¿porque se elige un analista? es el verbo elegir. ¿Qué quiere decir elegir a un analista?
¿Significa decidir acudir a la primer consulta o significa decidir quedarse?
Planteo estos interrogantes porque lo que me interesa remarcar, es que elegir a un analista es la decisión (no del todo voluntaria, ni del todo consciente) de quedarse en un análisis con determinado analista para emprender un trabajo.
A partir de ello entonces, y retroactivamente, en el trabajo mismo quizás se podrá dar cuenta de que la elección de ese analista no fue azarosa.
Sino que el sujeto pudo encontrar allí un determinado estilo, un cierto rasgo, algo que en ese analista hace resonancia de alguna cuestión de su historia o de su propio padecimiento. En ese punto, la persona que encarna al analista en cuestión no es más que el vehículo o el sostén de algo que pertenece a la historia del sujeto, y que la más de las veces es totalmente inconsciente hasta que el trabajo lo vuelve evidente, no en el sentido de lo que se ve, sino de la posibilidad de caer en la cuenta.
Y es relevante hablar de cuenta tratándose, quizás, de un cierto rasgo. Porque lo discreto del rasgo conlleva lo contable, y fue a través de ello que el sujeto entró en la cuenta del Otro. Es lógico entonces que algo de esto se juega en el vínculo con el analista, dado que el trabajo del análisis conlleva la transferencia y ésta no es algo que se pueda establecer con cualquiera, a diestra y siniestra.
¿Hay elección del lado del analista?
Hay dos dimensiones por las cuales me parece que se podría tomar esto. El analista elige en el punto en el cual es quien decide la modalidad y la temporalidad de sus intervenciones. Es cierto que estas están condicionadas por el discurso del sujeto y por el lugar que el analista le toca ocupar en la transferencia.
Sin embargo, hay algo del orden de una cierta elección que se juega en la modalidad de un estilo, en un cierto tiempo de intervenir. Hay diferentes maneras de practicar el psicoanálisis y se juega, en ese punto, algo del orden de una elección. Incluso porque podría pensarse esta elección asociada al estilo como la consecuencia del análisis del analista.
Pero también hay otra cuestión, mucho más delicada si se quiere. Es el hecho de que el analista elige si da o no lugar a la demanda que recibe. O sea, el analista recibe una demanda asociada a un cierto padecimiento, una demanda de escucha, la cual podrá eventualmente transformarse en una demanda de análisis.
Este punto es importante porque el analista decide si da lugar o no, o sea, decide si hace posible o no la entrada al dispositivo. Queremos decir con esto que el analista no está obligado a acoger todas las demandas. La pregunta es, ¿qué lectura llevó a cabo un analista que le haría factible decidir no dar lugar a una demanda?
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