Como punto de partida, incluso como una dimensión inherente al concepto de sujeto que Lacan apunta a definir como subvertido, buena parte de su retorno a Freud se ordena sobre el concepto de falta.
Éste tiene no solo un valor causal, sino que es un elemento constitutivo, determinante del orden simbólico, lo cual separa a Lacan del estructuralismo, y de allí su definición de estructura del seminario 3: la estructura es un conjunto de elementos que forman un conjunto covariante. O sea que la falta, condición de la covariancia, le es consustancial.
El problema a nivel de la falta es que es posible de imaginarizar en la medida en la cual podría suponerse allí una permutación. Quiero decir que un sujeto podría eventualmente poner, a nivel de esa falta, algún significante que, al menos ilusoriamente, pudiera nombrar lo que falta, más allá de que ella, efectivamente, no desaparecería por eso.
A partir de este asunto o problema, Lacan se interroga respecto de la naturaleza de la falta, en la medida en la cual la estructura significante está afectada por una paradoja. Está en falta en la misma medida en la cual los significantes son los que están. Con lo cual entonces hay que empezar a pensar que no se trata de que la falta implica que falte un significante cualquiera, sino que es la función significante de la falta, lo que escribe el significante de una falta en el Otro, del grafo.
De allí entonces que Lacan lleva a cabo un pasaje que lo desplaza desde el concepto de falta al concepto de falla, a nivel del seminario 11 por ejemplo.
La falla viene a indicar, ¿designar?, no que algo en particular falta, sino un límite en cuanto a aquello que el significante es capaz de escribir. O sea, si la falta señala que hay algo de lo que se carece; la falla viene a señalar que hay un límite en la simbolización y esto afecta a la estructura del conjunto, y no a la relación entre sus elementos.
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