La repetición es una constante en la clínica, presente no solo en la praxis analítica, sino también en la psicológica, psiquiátrica y médica en general. Sin embargo, lo que distingue al psicoanálisis es su modo de abordarla, que va más allá de lo observable en la conducta.
Desde el punto de vista conductual, la repetición tiende a abordarse como un fenómeno circunscrito a comportamientos o patrones visibles, un enfoque que resulta clínicamente ineficaz para captar su verdadera dimensión. Lo que aparece como repetición a nivel conductual no es más que un efecto, un eco de algo que se juega en un nivel más profundo: en el registro del Otro.
En psicoanálisis, la repetición no se busca eliminar, sino trasladarla al terreno discursivo, donde puede ser trabajada. Esto implica utilizar la transferencia como medio para extraer los significantes que no solo conforman la repetición, sino que la organizan y le dan sentido.
El abordaje analítico, por tanto, no se limita a identificar qué repite el sujeto, sino a interrogar qué opera en esa escena que se repite. Este recorrido lleva a remontar la repetición al lazo primario del sujeto con el Otro, que se estructura en torno a tres ejes fundamentales: la demanda, el deseo y el goce.
Así, el psicoanálisis no se queda en los efectos visibles de la repetición, sino que busca conmover el fundamento pulsional que la sostiene. Solo incidiendo en esa fijación pulsional, que actúa como núcleo de la repetición, es posible desmontar el emplazamiento fantasmático que la organiza.
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