Un análisis no es solo un espacio estructurado por el dispositivo psicoanalítico, sino también la apertura de un tiempo singular. Es el tiempo que un sujeto necesita para recorrer las marcas que el vínculo con el Otro ha dejado en su historia. Esta historia, lejos de definirse como una sucesión lineal de contenidos, puede comprenderse como el conjunto de esas marcas, inscritas en lo más profundo del sujeto.
El proceso analítico permite al sujeto reconocer y situar las consecuencias de esas marcas, entendiendo cómo han delineado distintos aspectos de su vida. Para acceder a este campo del Otro, Lacan introduce una distinción fundamental en la dimensión de la palabra: la diferencia entre la palabra vacía y la palabra plena.
Palabra vacía y palabra plenaLa palabra vacía es la palabra de uso habitual y cotidiano, aquella que no compromete al sujeto ni lo toca profundamente. Es el lenguaje en su función corriente, donde el sujeto permanece en una posición más distante respecto de su verdad inconsciente.
Por el contrario, la palabra plena surge en momentos cruciales donde algo del inconsciente se pone en juego. Es la palabra que toca aquellas marcas significativas, esos lugares donde se inscribe la relación del sujeto con el Otro. La palabra plena permite abrir una brecha en lo habitual, iluminando zonas del inconsciente que permanecían ocultas.
Temporalidad de la palabra plenaLa temporalidad de la palabra plena no responde a lo constante o predecible; es fugaz, como un relámpago. Lacan la relaciona con el término aletheia (verdad), en el sentido griego de develar algo oculto, un acto de arrancar un fragmento de oscuridad. No se trata de eliminar la oscuridad, sino de lograr un recorte que ilumine lo suficiente como para generar un cambio.
La chispa de la palabra plena abre paso al equívoco y desplaza las certezas previas. Allí donde había seguridad, se abre un campo de interrogación, permitiendo la emergencia de lo contingente. Es precisamente en esta contingencia donde reside la posibilidad de la sorpresa, condición fundamental para que el sujeto recupere un margen de libertad.
En síntesis, la palabra plena, con su temporalidad singular y su capacidad de conmover lo establecido, es clave en el proceso analítico. No solo ilumina lo reprimido, sino que habilita la reconfiguración de las marcas del Otro, permitiendo al sujeto transitar un camino hacia nuevas posibilidades de ser.
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