Hacia finales de la década de 1950, Lacan introduce el valor del nudo y la función de nudo de la castración, un concepto clave para entender el funcionamiento del síntoma y su relación con la estructura subjetiva. Este nudo, por su función constituyente, está estrechamente vinculado al síntoma, que aún no se define completamente como el soporte del sujeto, pero que anticipa una operación que permite su desarrollo.
En esta fase, el nudo se entiende como solidario de lo "serial" de la cadena significante. Es decir, está correlacionado con la estructura discursiva del inconsciente, que Lacan concibe como el discurso del Otro. Este enfoque sitúa al inconsciente dentro de una lógica propia que está en función de la cadena significante.
Siguiendo esta dirección, Lacan afecta el estatuto del Nombre del Padre, modificando la concepción freudiana clásica. En un primer momento, el Nombre del Padre no se reduce a ser simplemente un significante que opera como sustitución dentro de la cadena. La metáfora paterna, por tanto, no se ajusta solo a la lógica serial de los significantes.
Posteriormente, Lacan realiza un giro importante al redefinir al padre dentro de la metáfora paterna. Si antes el padre se comprendía como S2, es decir, un significante dentro de una cadena, Lacan lo coloca como S1, el agente real de la castración. Este cambio permite recuperar la dimensión del padre real, una figura que Lacan ya venía elaborando a partir de las teorías freudianas, pero que ahora cobra una nueva luz al ser reubicada dentro de la estructura del nudo.
Este paso es crucial para comprender cómo Lacan aborda la función del Nombre del Padre en relación con la estructura borromea. El nudo borromeo, que conecta tres consistencias (lo real, lo simbólico y lo imaginario), requiere una cuarta consistencia, que Lacan identifica con el síntoma. Es fundamental destacar que este síntoma no es el síntoma clínico en el sentido tradicional, sino una consistencia que mantiene unidas a las tres dimensiones anteriores.
La necesidad de esta cuarta consistencia proviene de la propia estructura del anudamiento borromeo. La lógica de este anudamiento implica que ninguna de las tres consistencias se interpenetra, es decir, cada una de ellas "ex-siste" independientemente de las otras dos. La no interpenetración de lo real, lo simbólico y lo imaginario genera una inestabilidad que requiere del síntoma como un factor que hilvana estas tres dimensiones, proporcionando así cohesión y estabilidad a la estructura psíquica.
En resumen, el síntoma, en este contexto, actúa como el elemento que da unidad al complejo entramado de lo real, lo simbólico y lo imaginario, asegurando que la estructura subjetiva pueda mantenerse funcional a pesar de las tensiones y separaciones inherentes a cada uno de estos registros.
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