El síntoma, según Lacan, puede entenderse como una función en el sentido matemático: una relación f(x) que establece una correspondencia específica. En este caso, el síntoma es función de la instancia de la letra en el inconsciente, es decir, de la inscripción de aquello que no se negativiza, una identidad consigo mismo. Esta idea subraya la singularidad del síntoma en el discurso lacaniano, diferenciándolo del registro metafórico o de la sustitución significante.
El síntoma no opera en el plano de la metáfora, sino que encuentra su referencia en la escritura. Por esta razón, su carácter necesario se manifiesta en su insistencia: el síntoma no cesa de escribirse. Esta dimensión de necesidad destaca su función anudante, que sostiene la relación entre los tres registros: lo real, lo simbólico y lo imaginario. En este marco, el síntoma se convierte en el cuarto elemento indispensable para estabilizar el nudo borromeo.
El padre como síntoma y la función de la excepción
Lacan plantea que el padre puede ser entendido como un síntoma, o más precisamente, que el síntoma es una de las versiones del Nombre del Padre. Esto se debe a que la operación que este realiza permite que la relación entre los registros RSI se mantenga. Al anudar los registros, el síntoma provee un soporte al sujeto, afirmando que, en última instancia, el nudo mismo es el que soporta al sujeto.
Como cuarto elemento, el síntoma-padre realiza una operación de excepción. Esta función ha sido desarrollada ampliamente por Lacan, especialmente en los Seminarios 18 y 19, donde se explora cómo esta particularidad anudante permite la singularidad del sujeto. Sin embargo, esta función de excepción no implica un modelo fijo o preexistente de anudamiento. Por el contrario, el modelo surge a posteriori, sostenido en una contingencia inicial que determina su especificidad.
Conclusión
El síntoma, concebido como función y como anudamiento, es esencial para la constitución del sujeto en el marco lacaniano. Su papel como cuarto elemento en el nudo borromeo asegura la estabilidad de los registros, mientras que su dimensión necesaria y singular permite pensar al síntoma como aquello que soporta la existencia misma del sujeto.
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