A lo largo de su obra, Lacan reformula la subversión del sujeto del inconsciente desde distintas perspectivas, avanzando hacia una formalización lógica de la división subjetiva. No la concibe desde lo meramente fenoménico, sino que la inscribe dentro de una estructura que busca precisar y formalizar.
Un punto clave en este recorrido es la elaboración del grafo del deseo, que ya da cuenta de la subversión del sujeto. Más adelante, en El Seminario 10: La angustia, Lacan introduce una serie de interrogantes sobre la diferencia entre el deseo en la dialéctica hegeliana y el deseo en el psicoanálisis. Para marcar esa distancia, recurre a escrituras lógicas y fórmulas que buscan precisar las coordenadas del desarreglo estructural de la sexualidad.
De esta reflexión emergen sus fórmulas de la división subjetiva, que oponen dos campos fundamentales: por un lado, el Otro como lugar preexistente del significante; por otro, el sujeto "aún no existente", que no es el sujeto mítico de la necesidad, sino un antecedente lógico que solo adquiere existencia en su inscripción significante.
El acto de inscripción del significante en el campo del Otro determina la división del sujeto, pero también genera un resto. Este resto introduce una dimensión de opacidad, un elemento irreductible que no se agota en lo significante y que queda velado bajo las "galas fálicas".
Este planteo permite delimitar la dimensión real de la división subjetiva, en la que el fantasma opera como una respuesta a la falla estructural que atraviesa al sujeto.
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