viernes, 7 de marzo de 2025

Lectura e inconsciente: ¿descubrimiento o creación?

¿Una lectura solo revela lo que ya estaba presente o puede, en cambio, dar lugar a algo que no tenía existencia previa? Este interrogante trasciende ampliamente cualquier dimensión meramente gnoseológica. Si la interpretación es una operación de lectura, entonces esta cuestión plantea el problema de la posibilidad de lo nuevo.

En Posición del inconsciente, Lacan aborda esta problemática a través de una serie de afirmaciones sobre el inconsciente. Una de ellas sostiene que el inconsciente es un concepto que se "forja" sobre un "rastro", en donde rastro y lenguaje quedan anudados en su dimensión topológica y escritural.

El lenguaje deja un rastro, una marca en el cachorro humano que, a partir de la latencia que determina, implica una pérdida fundante y un vaciamiento. Esta marca inicial, que aún no es un rasgo unario, constituye la impronta de la pérdida, estableciendo así al inconsciente como un efecto del lenguaje.

Esta afirmación podría parecer evidente, pero su verdadero alcance se revela con la siguiente tesis: “El inconsciente de antes de Freud no es pura y simplemente”. Es decir, la lectura freudiana no fue simplemente una interpretación más precisa de algo ya existente pero oculto, sino que fundó algo nuevo, alterando el régimen de causalidad. En este punto, la noción de "forjar" resulta clave: el rastro emerge del lenguaje, pero es a través del Otro que el inconsciente se constituye.

Por lo tanto, el inconsciente freudiano no es un descubrimiento de algo preexistente, sino el resultado de una lectura que no solo lo delimita, sino que también lo establece. No se trata de una mera descripción de lo ya dado, sino de una operación que modela y fragua.

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