jueves, 6 de marzo de 2025

Los dos tiempos de la nominación

El tiempo no es un dato dado, sino que debe constituirse en el sujeto. Para su instauración, se requiere una orientación, y es aquí donde la nominación interviene como el cuarto anudante. Su función es orientar el nudo al restringirlo, determinando las posiciones relativas de cada consistencia en relación con las otras dos. De este modo, no hay tiempo sin restricción.

La nominación es la operación de dar nombre, lo que implica que “…precede a la necesidad por la cual éste no dejará ya de escribirse”. Esta afirmación introduce una contraposición basada en una lógica temporal:

  1. En un primer tiempo, el agujero escupe letras sin función definida. Aquí puede pensarse el nombre propio como marca de la falta de goce, aunque esto solo se verifica retrospectivamente desde el segundo tiempo.
  2. En un segundo momento, el síntoma se instala con la aparición de lo necesario, aquello que no cesa de escribirse.

Estos dos tiempos conforman la operación de la nominación en tanto constitutiva del síntoma. Podría decirse que el primer tiempo corresponde a la marca, la cual adquiere la función del nombre propio mediante el síntoma.

Entre ambos tiempos opera la palabra. Es la palabra la que permite el pasaje entre la marca y el síntoma, reafirmando su función primordial en la práctica analítica. En el dispositivo analítico, la palabra es el medio por excelencia, lo que garantiza ese efecto de verdad ineludible que Lacan llama “el olor de verdad”.

Desde otra perspectiva, estos dos tiempos pueden entenderse de manera complementaria. El primer tiempo es el del lenguaje, manifestación de que hay de lo Uno, lo que implica la imposibilidad de una totalización: un Uno que no se suma. El segundo tiempo introduce el Otro, la inscripción del significante S₂, que parodia el Uno sin eliminar su falta estructural.

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