En el comienzo de la cuarentena, la gente salía puntualmente a las 20 hs. a aplaudir la labor del personal de salud, esos guerreros al frente del campo de batalla. Aunque la cantidad de infectados aún era relativamente baja, las calles estaban vacías y el lema “Quedate en casa” se multiplicaba por las redes sociales.
La pandemia trajo lo imposible en Argentina: el cierre de la grieta. Kirchneristas y miembros del PRO compartían mesas de diálogo; se hacían anuncios juntos, por fin la barbarie se había convertido en civilización. Las primeras quejas de los empresarios fueron acalladas por un distinguido presidente, que no dudó de tildar de avaros a quienes se atrevieron a preguntar por frivolidades como la economía o cómo iban a pagarle a los empleados. Incluso, criticó el sistema de salud sueco, exhibiendo unos números que colocaban a la Argentina entre el mejor país en cuanto a la prevención de la enfermedad se refería.
Todo marchaba bien, éramos topos felices viviendo en nuestras madrigueras, combatiendo el virus mientras engordábamos a base de panificados.
El achatamiento de la curvaCon el tiempo, todo se degradó y lejos de la revolución del barbijo que algunos prometieron, finalmente fallida, pasó algo más simple pero con peores efectos: darle la espalda al Estado y guiarse por la ley del corazón. ¿Qué pasó?
Bueno, varias cosas...
1- La salud como ausencia de enfermedad sólo sirve en el ámbito veterinario.
La OMS define a la salud como "La salud es un estado de perfecto (completo) bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad". Es algo que se repite trilladamente, pero que pocas veces se aplica realmente. En el ámbito de la salud, lo mental y lo social es considerado algo secundario.
Las medidas que tomaron en Argentina solo tomaron el último aspecto de esta definición, la salud como la ausencia de enfermedad, algo que podría servirle muy bien al estanciero que quiere prevenir la brucelosis en una población de vacas en su estancia. Aún así, la idea de la salud mental y social no es tan sólo poética: son dimensiones propias y exclusivas de la naturaleza humana.
¿Pero por qué no nos funcionó la receta de las vacas? Ellas, tan tranquilas y buenas que son… Porque la naturaleza de las vacas -y demás animales- no tiene nada que ver con la humana y eso tiene diversas consecuencias. La vaca, por empezar, es incapaz de organizarse junto a otras vacas y actuará ni en más ni en menos que lo que su instinto le indique. La vaca, tan solo con pasto y agua logra obtener el objeto que satisface a su instinto, mientras que el ser humano anda errante buscando algo incapaz de obtener por la estructura que lo habita. La vaca jamás sabrá lo que es la creatividad, el deseo, la sorpresa de una nueva satisfacción, pero también está salvada de caer en conductas que la lleven a la muerte porque hasta la fecha, no se ha conocido ninguna vaca con anorexia ni con depresión. También la vaca está salvada de la brucelosis, y de la angustia anticipatoria a su llegada al matadero.
2- A un líder se le perdona casi todo, menos no saber.
La modalidad de extensión de la cuarentena argentina se fue dado con permanente postergaciones de la misma, anunciadas cada 15 días. El Presidente dijo, con humildad, que se trataba de una situación nueva, que era imposible saber qué iba a suceder. ¿No es esta clase de honestidad y de humildad la que cualquier ciudadano esperaría de su líder? No.
Sabemos que la figura de cualquier líder está en extremo idealizada, al punto de volverse una caricatura poco realista en la mayoría de los casos, pero que igualmente todos elegimos creer porque nos reconforta: alguien que sabe. El encanto es el mismo que el de la transferencia positiva con el analista: se supone que el líder sabe y seguramente tiene todas las respuestas, aunque se trate de certezas delirantes de un paranoico como Hitler.
Extender la cuarentena cada 15 días en nombre de la prudencia es loable a nivel individual, pero a nivel social menguó la investidura del Presidente. ¿Por qué seguir las pautas de alguien que sabe tanto como yo, es decir, nada? La palabra en sí misma es vacía y la puede decir cualquiera, lo que se valoriza o se degrada es la estima en la fuente. Entonces, en el caso Alberto, pasamos de decir "Qué orgullo un presidente que habla tan claro y con tanta información… Claro, se nota que es docente de la UBA" a un bufoso "Uy, va a hablar el señor con las filminas; seguro que extiende 15 días más, ¿Qué hay para ver en Netflix?"
3. No se puede apelar al miedo indefinidamente… ni a ningún otro afecto.
El miedo y el terror son afectos distinto a la angustia. Dice freud, “el miedo requiere un objeto determinado, en presencia del cual uno lo siente; en cambio, se llama terror al estado en que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado: destaca el factor de la sorpresa.” En el miedo, el objeto es temido es real y éste prepara al cuerpo para atacar o huir, aunque también puede paralizar. Ambos afectos dependen, en gran medida, de la sorpresa… Es un recurso que vemos en las historias de terror y los thrillers: el monstruo o el asesino solo pueden ser mostrados por breves momentos, pues el afecto solo dura unos breves instantes.
Al miedo, como al amor, a la lástima y a la felicidad, lo mata la costumbre. Sencillamente, el ser humano se acostumbra a vivir en las condiciones más horribles, ya sea una ciudad con bombardeos o en el medio de una guerra de bandas narco. Este acostumbramiento es algo que las terapias conductuales hacen uso y abuso, cuando exponen gradualmente a alguien al objeto temido.
El COVID-19, como cualquier objeto peligroso, digno de temer, ya tenía sus días contados cuando se lo vulgarizó a lo largo del tiempo. No se hablaba de otra cosa. Algunos doctores llevaron a la televisión los juguetes de sus nietos para explicarle al vulgo, de una manera muy seria, lo que era el coronavirus...
No tardaron en aparecer ingeniosas frases del orden del humor, como Circovid (Circo Beat de Fito Páez), Coronadengue, Infectadura (Infección condensado con dictadura), que terminaron relativizando el peligro. Humor, una indicación clínica en Freud para aliviar estados de angustia.
A partir del lunes 18 de mayo, en las redes sociales ya hablaba de otra cosa.
4. Si, la angustia existe y desconocer su lógica arruinó la cuarentena.
Uno de los hitos más notables de la cuarentena fue cuando, el el 23 de mayo, el Presidente habló de la angustia al responderle a una periodista. La angustia, ese afecto incómodo de difícil definición y del que tanto han escrito y aún escriben los psicoanalistas. Desde entonces, todo se descontroló: se empezaron a multiplicar las personas circulando en la calle, los permisos fueron mal utilizados, al punto que a partir del 29 de mayo se dieron de baja para implementar un nuevo sistema y las noticias sobre reuniones clandestinas se multiplicaron.
Los analistas le dan muchísima importancia a la angustia, ¡Qué pesados con la angustia! Se la pasan hablando de ella. Y no solamente ahora: Freud escribió “Inhibición, síntoma y… -adivinen qué-” tras años de haber investigado el dichoso afecto, para que luego Lacan le dedicara un año entero en su seminario 10 y la definiera como el afecto princeps en psicoanálisis. ¿Pero por qué tanta insistencia con la angustia? ¿Por qué no se dedican con igual ahínco a la vergüenza, a la felicidad o a la agresividad?
La respuesta es que la angustia, como afecto que no engaña, avisa sobre el peligro de que el Otro se acerque demasiado... Por otro lado, también avisa del peligro de que el Otro se aleje demadiaso. Si el sujeto se acerca demasiado al Otro, ¡Zas! Angustia señal, afecto que prepara un corte con ese Otro. Si el sujeto se aleja del Otro, ¡Zas! Angustia de desamparo. Cada sujeto vive en una órbita elíptica y trágica con el Otro, con sus apogeos y perigeos, de la que no puede salir.
El problema de la cuarentena no es el encierro, sino la posibilidad de escape al encierro: de esto advierte la angustia. Cuando en la Ciudad de Buenos Aires se habilitó a correr, ¡la gente salió corriendo! La angustia señala esa oportunidad.
Con el diario del lunes, podríamos decir que si el Presidente hubiera decretado una cuarentena de 6 meses, el sentimiento hubiera sido la resignación y toda flexibilización se sentiría como un motivo de felicidad, pues toda resignación es triste por definición. Esto es exactamente lo que le pasa a alguien recluido en la prisión, que si no se resigna a cumplir el tiempo de la pena (una fecha cierta) se esfuerza y trata de reducir su pena.
5. La sociedad no actúa ni se mantiene unida con la represión ni con el superyó
Era demasiado optimista pensar que los mandatos a repetición al estilo "Quédate en casa", o "Al virus lo paramos entre todos" iba a funcionar indefinidamente. Hay una extendida concepción de lo que mantiene unida a la sociedad, compartida incluso por muchos psicólogos, de que la represión y el superyó ayudan a la convivencia y el acatamiento de las normas sociales. Fue un intento de encontrarle una utilidad a ese mecanismo de defensa (represión) y a esa formación reactiva (superyó) generadores de patología, bajo el prejuicio de que si están, para algo deben servir. Nada más lejos de la verdad: la sociedad descansa en un convenio fraterno que funciona porque lo invertido (la no satisfacción de las pulsiones) retorna en creces con los beneficios de la vida en sociedad, aunque también genere el malestar que Freud describe en El malestar en la cultura.
Este convenio, sin embargo, es frágil. Basta que el beneficio obtenido no sea suficiente como para que el convenio se rompa. Algunas pocas comidas al día menos alcanzan para que cualquier humano pierda su dignidad y en todo contexto extremo -guerras, por ejemplo- vemos conductas que horrorizan al hombre civilizado: violaciones, canibalismo, conductas sádicas, robo.
Por supuesto, esta pandemia y la cuarentena no es una guerra, pero el factor económico empjó a muchos hacia la necesidad. Alguien que se ve a sí mismo y a su familia padeciendo necesidades básicas, ¿Puede también contemplar el bienestar de una organización mayor como la sociedad?
Además de las necesidades, también hay que ubicar la dimensión de los deseos. Con el tiempo, nada impidió que algunas personas se tentaran -las tentaciones provienen del ello- y que eventualmente encontraran el punto ciego al Estado-Polifemo. ¿De qué manera? Comercio clandestino, encuentros sexuales secretos, festejos ocultos al gran ojo de las redes sociales, discretas visitas a familiares y a amigos. Sabemos que en la fiesta hay algo de la pulsión puesto en juego, pero también están los ritos, muy importantes como el caso de velorios (Leer Antígona), casamientos, etc. La pregunta es en qué medida podrían haberse habilitado cierta descompresión: salidas a hacer deportes, encuentros limitados, como para que la olla no salte.
¿Y por qué no funciona la represión policial? A nivel individual sabemos que la represión no sólo consume al yo una enorme cantidad de energía, sino que además lo reprimido retorna una y otra vez. A nivel social pasa algo parecido: no hay en la historia humana registro de que la represión policial, militar o la que fuera, haya funcionado sin “retornos”. Se trata de la imposibilidad del amo de gobernar al 100%.
Los controles policiales fueron insuficientes: los permisos de circulación que daba el Estado fueron utilizados con otros propósitos (la excusa de una vacuna daba un día libre) y hasta fueron adulterados con la facilidad de editar un PDF. A los 70 días de la cuarentena, se armó un nuevo sistema que los ciudadanos no tardarían en quebrar: solicitudes de turnos a los bancos que jamás serías utilizadas, la excusa de ayudar a un familiar mayor o a un niño, dieron vía libre para reconquistar la calle. Para fines de junio se volvieron a revocar los permisos y ya veremos para dónde apunta la creatividad argentina.
Los vecinos que denunciaban fueron identificados y rápidamente filtrados en la información que podían ver en las redes sociales, si directamente no fueron bloqueados. Los casos denunciados -fiestas, velorios, casamientos, baby showers, cumpleaños- fueron censurados por los medios, solo para dar cuenta de que todo eso es posible.
A nadie le sorprendió que a partir del 18 de mayo los casos empezaran a subir: de menos de 300 diarios, la centena de los 400 empezó a ser habitual y rápidamente se pasó los 700… 900.. 1000 o más por día ¿Eso detiene a la gente? No. Lamentablemente, sabemos que el ser humano sufre de la repetición y de una especie de neurosis de destino, sin darse cuenta que es agente de su propio infortunio.
-En Argentina, el ciudadano compra dólares temiendo esa divisa va a subir, conducta que es la que efectivamente causa la suba.
-En Estados Unidos, la gente acopia anticipåndose a un desabastecimiento que ellos mismos generan.
-Con el tema COVID-19, el caso fue igual: "Visitaré a mi pareja ahora que los casos son pocos, porqie cuando aumenten ya no podré hacerlo", siendo que esa es precisamente la causa por la que los casos aumentan.
Por otro lado, la promesa de enfermedad o de muerte apenas evita que mucha gente fume, conduzca ebria, o tengan relaciones sexuales sin preservativo. El éxito de cualquier enfermedad, incluso las tratables como la vieja sífilis, es ese empuje a la muerte propio de la condición humana. El predominio de la pulsión de vida Eros siempre es relativo.
Actualización 2/10/2020:
Desde que se escribió este texto el 18 de junio de 2020, mucho ha ocurrido en materia de contagios y de muertes:
La cuarentena de estos días, aunque aún se sostiene desde el discurso estatal, es respetada por muy poca gente. Es bastante común reunirse, más o menos clandestinamente con amigos o la familia dentro de las casas, que es de los pocos lugares que hay para tales eventos. Efectivamente como se anticipó, a nadie le conmueve ya la cantidad de muertes, aunque a la fecha hayan llegado a las 16.937.
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