En la clínica nos encontramos con distintos tipos de duelos: la pérdida de un ser querido, el fin de una relación amorosa u otro tipo de situaciones. Los duelos se dan a todas las edades: niños, adolescentes como crisis normativas, en los adultos y también en la tercera edad cuando sienten que tienen cerca la sombra de la muerte.
- ¿Qué es el duelo?
- ¿Cuál es su tratamiento en la clínica?
Nos vamos a encontrar con duelos normales y patológicos, en tanto su re solución. Avanzar por las categorías freudianas y lacanianas sobre el duelo nos permite orientar nuestras intervenciones en dirección de los tratamientos en el caso por caso.
El encuentro con un analista
Hay diferentes maneras de abordar el duelo, a partir del padecimiento que un sujeto trae a la consulta. Cuando el analista recibe a alguien, se pregunta por el enigma que motivó la consulta. Donde hay un enigma, hay algo a descifrar. Nos preguntamos por el motivo de consulta que lleva a la demanda de tratamiento o de análisis. Generalmente, es el miedo cuando le suceden cosas que no entiende. Sufre por no entender lo que le pasa. Los analistas acompañamos y alojamos en el buen trato a que se despliegue discursivamente. El paciente debe comenzar a decir sobre su padecer.
Freud describe la cura como la asunción del sujeto de su propia historia, en la medida que está constituída como una palabra dirigida a un otro. Reunírse con un analista es diferente que hacerlo con un amigo, por ejemplo. El analista ubica que el saber está del lado del analizante, aunque el analista se sostiene en el lugar de sujeto supuesto saber. El analista sostiene una relación donde aloja al analizante para que despliegue su padecer y así ir avanzando en la dirección a la cura.
En el encuadre, analista y analizante tienen distintos lugares aunque compartan el mismo espacio. Lo que interesa es la palabra de ambos. El analizante trabaja con la asociación libre y el analista en su acto, lee a la letra. Se trata de una relación interdiscursiva, una relación de discurso, donde se intercambian letras. Paciencia y mesura son los instrumentos del psicoanálisis.
La constitución subjetiva y las pérdidas
El ser humano, a diferencia de cualquier otro mamífero, está habitado por la palabra. Es un humano parlante distinto al cachorro humano. El lenguaje lo antecede: un nombre, un lugar y los padres lo esperan, todo esto cifrado de goces del Otro que espera alojar a este niño: ¿Será grande, lindo, artista, deportista? Hay una red significante en el campo del Otro que espera que este cachorro humano advenga como sujeto.
El niño nace sin hablar y son los padres decodifican el llanto del bebé. La apropiación del lenguaje es una adquisición: los significantes vienen del deseo y el goce del Otro primoridial. El niño pasa de puro sujeto de la necesidad al alojamiento como un hijo. En este desamparo inicial, se constituye un sujeto entre uno y otro significante, que devienen desde Otro lugar.
La primera pérdida del sujeto es la del cuerpo biológico por entrar al cuerpo del significante. El sujeto necesita caer en el significante y el campo del Otro: es perder ese cuerpo para entrar al significante. Estas marcas quedan inscriptas y guiarán el deseo del sujeto, produciendo sus efectos.
Posteriormente, entra la ley del incesto propuesto por Freud. Se trata de una salida a la exogamia y a la búsqueda de los emblemas de la elección sexual de cada quien. En tiempos instituyentes -no cronológicos- nos encontramos con una lógica de la constitución del deseo del sujeto, a partir de las demandas que en el inicio le vienen del Otro y que será un enigma: ¿Qué me quiere el Otro? Esto hará al fantasma como soporte del deseo. Algo falta y esto propicia el movimiento. El inconciente se estructura como un lenguaje, donde entran los sueños, los fallidos, los equívocos, los olvidos.
En el seminario V de Lacan Las formaciones del inconsciente, habla de la metáfora paterna. La metáfora es la sustitución de un término por otro. Es decir, ubica que hay un deseo de la madre al incicio, puesto que el primer objeto de amor para el niño y la niña es la madre. Va a haber un deseo de la madre, que será intervenido por el Nombre del Padre. El deseo de la madre será interdicto, se inscribirá la ley, donde separará a esa madre de ese niño de la relación incestuosa: el par de la díada primordial.
El padre, es su función de tercero, la ley opera sobre el deseo de la madre "No reintegrarás tu producto" y sobre el hijo "No te acostarás con tu madre". El deseo de la madre cae sobre la barra de la represión y libera al niño de la completud, que da como resultado un sujeto deseante. Aquí hay una segunda pérdida: nos encontramos con las operaciones de alienación a los significantes del Otro y separación de ese lugar de objeto de completud del Otro, que se juega en el fantasma.
El duelo en la obra de Freud
Cuando hablamos de duelo, se trata de la reacción del sujeto ante la pérdida de amor del Otro, de ser ese objeto de completud del Otro, ante la pérdida de un lugar que tenía en el Otro. Es un afecto penoso hacia el exterior. La pérdida, como vimos, aparece desde el incicio en la constitución subjetiva.
En el abordaje de los duelos, no hay una receta y no se tramitan igual en todos los sujetos. El analista debe escuchar en cada paciente su padecer, que está ligado a los significantes de su prpopia historia. El sujeto se historiza en el recorrido de un análisis.
Freud llega a Duelo y melancolía aproximándose con diferentes textos y aportes, conformando este texto que parece fácil o difícil por momentos.
En el Manuscrito G de 1895 habla de algo perdido dentro de la vida pulsional. Habla de la anestesia sexual, de la anorexia, que hace a la sintomatología de la melancolía. Dice que la melancolía va a consistir en el duelo por la pérdida de la libido. Una cosa es la libido como energía psíquica, que incluye el campo de lo pulsional, y otra cosa es la pulsión. La libido incluye lo pulsional, pero es tomado de la teoría de la afectividad, por eso el duelo es la pérdida del afecto.
La pulsión se sitúa entre lo somático y lo psíquico y la libido va a designar un aspecto psíquico. Es la manifestación dinámica de la vida psíquica de la pulsión sexual. Ahí también encontramos el recorrido pulsional, como se arma cada una de las pulsiones.
El objeto de la pulsión oral es el seno y a ese objeto le corresponde una zona erógena: el pecho y la boca.
En lo anal tenemos la pulsión anal, donde el objeto son las heces y la zona erógena es el ano.
En lo escópico, el objeto de la pulsión es la mirada.
La pulsión invocante, el objeto es la voz y la zona erógena es el oído.
En la neurosis, el empobrecimiento de libido está en el mundo. En la melancolía, el agujero está adentro.
En el Manuscrito N, Freud empieza hablando de sus correspondencias con Fliess de 1897 y haba de los impulsos hostiles que los niños tienen hacia los padres. Si posteriormente alguno de esos padres mueren, se enfermn o se ponen viejos, esa exteriorización del dueño se vuelve en reproches que retornan como castigo en autorreproches y castigos melancólicos, histéricamente el sujeto identificándose a sus síntomas. Por un lado hay una añoranza al objeto perdido y habla de melancolía, no de duelo. En Duelo y melancolía el duelo será el afecto que corresponde a esa melancolía.
Todos estos textos tienen su contexto en la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Aparecen textos como De la guerra y de la muerte como temas de actualidad. En 1918 aparece la gripe española y muere gran parte de la humanidad, incluyendo una de las hijas de Freud. Sofía estaba embarazada y Freud no llega a despedirse de ella, porque vivía en otra ciudad. Este es un caso donde está subvertido el orden: se espera que primero mueran los mayores y después la descendencia. Cuando esto queda subvertido, es muy difícil de soportar. Aparecen los textos Duelo y Melancolía y Lo perecedero. Escribe Introducción al narcisismo y Pulsiones y sus destinos.
En Lo perecedero, tenemos un texto que antecede a Duelo y melancolía. Allí Freud se pone a investigar el duelo. Es un texto muy agradable de leer, donde Freud tiene una conversación con un joven poeta en un paseo durante el verano anterior a la guerra, donde el poeta se preocupaba porque todo lo bello estaba condenado a desaparecer y a perecer, como la belleza humana.
El carácter de lo perecedero de bello origina dos tendencias psíquicas: una es la condena por el amargado hastío por el mundo en el que se encontraba este joven. Pero también la rebeldía contra esa pretendida fatalidad de que no ocurra. Es algo que nos sucede, estamos frente a lo perecedero. Freud plantea que no hay representación de nuestra propia muerte en De la guerra y la muerte. Uno ubica la muerte del otro, pero siente que va a vivir indefinidamente. Pensar en la desaparición de aquello que nos maravilla nos hace perder la posibilidad de vivir la vida que nos toca vivir. ¿Por qué? Porque hay un incremento por sobrevalorar todo lo que hace al principio del placer, a lo bello y a lo perfecto.
Freud ubica que la posición de este joven de sobrevaloración se debe a que algo le debería estar sucediendo, que hace que si no es tan bello, caiga en esta gran desazón. La rebelión psíquica contra el duelo por algo perdido debe haberse malogrado un goce de lo bello. Freud situaba que el principio del placer es, de alguna manera, sostenerse en ese goce de lo bello para contrarrestar ese otro punto donde aparece el displacer.
Todos hablamos naturalmente del duelo, hasta que nos toca tramitar uno. El analista puede ubicar en su paciente duelos no tramitados en otro tiempo. Allí hablamos de duelos patológicos: se produce un duelo que por alguna razón no se tramitó. Esto fija al sujeto en esa situación traumatizante que desencadena otra cosa tiempo después. Esa libido que originalmente se orienta hacia el propio yo para luego dirigirse a los objetos, de algún modo queda incluída en nuestro yo. Esos objetos, si son destruídos y no queda libre en el trabajo del duelo, puede llevar a la melancolía: allí el sujeto se identifica al objeto perdido y se pierde con él. En casos extremos puede llegar al suicidio, o evolucionar hacia la manía.
La tramitación de un duelo es que el sujeto pueda ir desenlazando pieza por pieza, ideal por ideal, todo aquello que el sujeto enlazó a ese lugar. Cuando a alguien se le pierde un ser querido, por ejemplo en un ruptura de pareja, se trata además de todo lo enlazado a él. Se pierde, más alla de ese otro, el lugar de amor. En casos como la muerte lo mismo. De esta manera, Freud considera que se va desprendiendo la libido de sus objetos, que debe ser necesariamente un proceso doloroso. Es decir, hay que soportar el dolo que permite atravesar un duelo porque no es sin atravesar ese dolor.
El sujeto se libera de la posición de dueo cuando la libido que se aferra a los objetos puede disponer de nuesvos objetos, Freud dice que después de la guerra, donde la naturaleza y el arte quedan arrasados, queda la pregunta de si por ser perecedero eso tiene menos valor.
Así, entra en Duelo y melancolía. Dice que el duelo es un afecto penoso, como una manifestación exterior. Define al duelo como la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga a sus veces, como la patria, la libertad, el ideal. En la melancolía y el duelo, se ven características parecidas, con la diferencia que en el duelo normal no hay algo inconsciente: el sujeto sabe que perdió un ser querido, por ejemplo.
Los tiempos de un duelo no son cronológicos, sino subjetivos, donde el sujeto se tiene que ubicar frente a esa pérdida. Hay un momento del duelo donde el sujeto le da existencia a eso que perdió, como cuando guarda la ropa de se ser querido que falleció. El sujeto aquí niega esta posibilidad de sustitución. Otro tiempo del duelo es la repetición del desencuentro, entre la imposibilidad de sustituir el lugar de lo que perdió. El cuarto tiempo es abandonar lo perdido, un timpo donde se admite y madura el duelo. Se admite al objeto como irrecuperable y de eso de lo que uno fue para ese objeto perdido. Recién aquí está la posibilidad de relanzar la libido hacia otros objetos. Es importante esto, porque a veces ante un corte de pareja se busca a otro igual al se perdió y el analista debe llevar al paciente, de a poco, a que esa persona se perdió. El sujeto se agota en la identificación con el objeto perdido, hasta que puede liberarse y pasar a otro tiempo de enlazar a un nuevo amor.
En el duelo, hay diferentes tiempos y un cifrado a descifrar. En el duelo normal, el sujeto pierde el sentido de la vida, se entritece, se siente mal, no tiene ganas de formar nuevos lazos, pierde el interés por las cosas que hacía. Hay una desazón, pérdida de capacidad de amar y de trabajar.
En el duelo patológico, encontramos lo mismo que en el duelo normal, pero se le suma su entrampamiento en la ambivalencia de amor-odio. No se puede desprender de eso y queda fijado en un tiempo donde queda ligado a esa situación trumática y no puede seguir avanzando. En la melancolía, esta cuestión se juega a nivel del yo: en lugar de jugarse la pérdida del objeto en el mundo exterior, se identifica al objeto perdido. El melancólico equivoca la lógica, porque al identificarse él al objeto perdido y perdiéndose él como sujeto, queda extraviado fuera de su deseo. En el duelo normal, el sujeto vuelve a desear.
El sentimiento de si en el duelo normal y en la melancolía
En la melancolía, hay tres premisas. La pérdida del objeto, la ambivalencia amor-odio y la regresión de la libido al yo. Hay algo que aparece en la melancolía, que no aparece en el duelo normal: la rebaja del sentimiento de sí, que se exterioriza en autorreproches, en autodenigraciones y expectativas de castigo.
El sentimiento de si es algo que Freud trabaja en Introducción al narcisismo. El sentimiento de sí se presenta como la expresión de un agrandamiento del yo. Es diferente en la libido narcicista en relación a la vida amorosa: no ser amado deprime al sujeto. El sentimiento de sí ahí se pierde o sufre una rebaja, porque queda la dependencia en el objeto perdido. El narcisismo implica amar y dar una parte de lo propio a cambio de ser amado. Hay una negociación inconsciente en esto, la necesidad de ser amado es totalmente necesaria para que un sujeto se pueda sentir alojado. Sentirse amado realza el sentimiento de si. El ser amado constituye la meta y la satisfacción en la elección narcisista del objeto.
Esa pérdida del sentimiento de si que está tan afectada en la melancolía, se afecta transitoriamente en el duelo. En todos los vínculos, el sentimiento de si guarda una relación con el componente narcisista de la vida amorosa.
En la formación de la identificación narcicista al yo, la consciencia moral es una encarnación crítica de los padres primeros y después de la sociedad. Esto es lo que hace a la posición crítica del sujeto en relación al duelo. Hay algo que se juega en relación al ideal del yo, que también está en el texto de Introducción al narcisismo. Es decir, el ideal del yo difiere del yo corporal.
Caso clínico
La paciente F., de 46 años, es derivada a análisis por un médico psiquiatra con el diagnóstico de depresión. La consulta la hace el esposo, pidiendo una consulta para conversar porque ella estaba muy mal y no queda en claro si la consulta es para él o para ella. Él cuenta que hubo un desliz, nada serio, pero que parece que produjo serios efectos.
En este motivo de consulta tenemos la derivación del psiquiatra y un desencadenamiento, que aparentemente tuvo que ver con el desliz del marido, una infidelidad del que cada uno tiene su versión del hecho. En esa primera entrevista la analista atiende a los dos y ellos comentan lo sucedido. En ella, este hecho produjo un derrumbe. No puede superar esa situación: siente celos. Cuando aparecen los celos, debemos escuchar de qué celos se trata: hay celos normales, ante la pérdida del amor. Hay también celos proyectivos, donde se proyecta en el otro algo propio. Después están los celos delirantes, que tienen que ver con las celotipias de las psicosis.
La pareja se historiza y comentan que se conocieron en una fiesta. Él estaba en pareja, ella no. Él deja a la otra chica y se queda con F. Arman su historia de vida, se casan. Ella es docente, él es médico. Tienen dos hijos mellizos. Deja de trabajar durante el embarazo por tener que hacer reposo y desde ahí se dedica al cuidado de sus hijos. Ellos viajan en familia por los congresos que él tiene y dicen que todos estos años transcurrieron sin sobresaltos.
¿Sin sobresaltos? —pregunta la analista, suponiendo que algún sobresalto debió haber ocurrido antes, pero cada uno insistía con su historia.
El tratamiento siguió con F. de manera individual. Ella dice que no vale, que se siente mal, desganada, que no encuentra sentido a la vida y que tiene miedo a a sentirse abandonada. En el consultorio, tenemos que ser cautos, pacientes, y esperar a que el discurso se despliegue. El analista lleva al paciente al sin sentido para que encuentre otro sentido. El paciente nos va a acercar a su letra, que va a estar cifrada.
F. comenta que los mellizos decidieron irse a estudiar en una Universidad afuera del país. También se siente abandonada por eso. La analista le señala que no está siendo abandonada, que se trata de un tiempo donde los hijos necesitan irse para poder armar sus proyectos de vida. Así como en la adolescencia hay un duelo por la pérdida del cuerpo, la sexualidad y los padres infantiles, también ocurre en los padres. Ella siente esto como un abandono.
Interrogando este lugar del abandono, ella empieza a desarmar esta familia que ella había armado y siente que se empieza a quedar sola. El esposo viajaba por su profesión y ella sentía que nada de lo que había hecho tenía sentido. Se preguntaba para qué había dejado lo suyo si finalmente iba a quedarse sola. Entra en una ambivalencia de amor-odio que le generaba esta situación. Se sentía enojada con su esposo e hijos.
Todos eligen menos yo— dice F. —Y eso me desvela y no puedo dormirme, me desvelo.
La analista toma el significante "eligen". ¿Qué la desvela, qué le estṕa generando y qué pasa con ese tres? ¿Qué quedó velado? F. dice que su padre era médico y ella quería estudiar medicina. F. era única hija y estaba de viaje cuando había terminado con los mellizos estaba viajando con una tía fuera del país y muere su padre súbitamente. Cuando ella regresa de su viaje, su padre ya no estaba y no tuvo esa única posibilidad para despedirse. Ella, única hija para su madre. räpidamente, F. tuvo que hacerse cargo, resignar su elección y no pudo elegir irse. Le eligieron magisterio, que no era lo que ella deseaba. Lo que estaba "desvelado" es que ella no veló la muerte de su padre. Empieza a jugar la polisemia del significante. F. había tenido que rápidamente haberse hecho cargo de su madre, que la cuidó hasta que sus hijos tuvieron 10 años. La madre era psiquiátrica y estaba mal. F. teme quedar como su madre: sola y psiquiatrizada.
Entonces, tenemos en F. el duelo normal por la pérdida de sus hijos y el momento de la vida en que se van. Después, está el dulo patológico que quedó puesto en época de su adolescencia, que le llevó a la renuncia de su carrera y proyecto de vida, quedando entrampada en una nueva situación. F. llega casi melancolizada, con un diagnótico de depresión. Ese duelo trunco se presenta asintomáticamente como una depresión, no una melancolía, pero tiene esta pérdida del sentimiento de sí y pérdida de amor y desencuentro. había empezado a identificar al objeto perdido perdiéndose ella. Justamente, en ese tiempo, empiezan a ubicar que velo, desvelo, velar, velatorio y la cifra tres como signo (lo que representa algo para alguien), significante de la relación con otro. Ella se levantaba a las tres de la mañana, la hora señalada. Eran 3: ella, la madre y el padre. Única para sus padres. O ella y sus dos hijos, que posteriormente se van y queda ella nuevamente sola. O ella, el marido y la infidelidad del marido, donde ella queda sola. Es algo que en la repetición insiste.
Avanzar por un análisis es perder los lugares en los que un sujeto se encuentra retenido, logrando de alguna manera aliviar sus padecimientos. En el análisis en tranbsferencia, el sujeto puede dar esta vuelta donde tres implica ella, los dulos donde ella había quedado retenida y la palabra en la transferencia. La palabra en la transferencia es ese punto de desciframiento que desarma este tres que venía como signo en una consistencia que la desvelaba com una hora señalada, una hora que le señalaba un tiempo donde ella había quedado retenida en un duelo patológico, en una pérdida inesperada, en un tiempo donde perder a este padre fue también perder un proyecto de vida. Así F. fue descifrando ese lugar en el Otroprimordial, donde estaba ella estaba siempre ofrecida a tapar la falta. F. mue melancolizándose al perder su lugar deseante.
Ella se ubicaba en ese punto: el padre, normalmente ubicado en un lugar de terceridad como la puerta para salir a jugar, la deja atrapada en la maternidad y en la vida familiar. A los 46 años se encuentra que pasó de "sin sobresaltos" a un desvelo, donde lo que aparece es esta caída de estos duelos, desencadenados por la infidelidad, pero que reactualizaron diversos duelos donde ella fue quedando identificada al objeto perdido y extraviándose ella en su posición deseante.
F. va tramitando los diferentes duelos, pieza por pieza, ideal por ideal, y va armando una red significante nueva. Empieza a preguntarse qué quiere, qué puede hacer... Es una mujer joven, que puede iniciar distintas cosas. En tanto ella libera los lazos que están atados o ligados a esa primera impresión traumatizante, que la dejan sumida en ese momento de duelo.
Finalmente, no todo duelo no realizado es patológico. En el Hombre de las Ratas, él sigue nombrando a su padre como si estuviera vivo, aunque había fallecido 10 años atrás. Ese duelo no es patológico.
Fuente: Notas del Taller Clínico "El duelo ¿Se lo trata o se lo descifra en la clínica?" a cargo de la prestigiosa psicoanalista Liliana García Maese del 11 de junio de 2020
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