viernes, 7 de febrero de 2025

El orden simbólico y su límite en el psicoanálisis

El psicoanálisis sostiene, como principio fundamental, que el orden simbólico es incompatible con cualquier intento de totalización. Desde esta perspectiva, se configura el vínculo esencial entre lo simbólico, el sujeto y el deseo. No obstante, lo simbólico nunca logra abarcar completamente el campo de lo posible en términos de significado.

Precisamente porque se sitúa fuera de la lógica de la unificación, lo simbólico se arraiga en lo elemental, no solo en el sentido de lo básico, sino también en lo que Lacan, en La angustia, denomina un rasgo de simplicidad. Incluso, este carácter elemental puede entenderse como una apuesta por la enseñanza.

En este sentido, el significante llega a considerarse desde la perspectiva del elemento. Así, lo elemental sostiene una "nomenclatura del parentesco", concepto que resuena con la influencia inicial de Lévi-Strauss. Esta nomenclatura actúa como índice de una nominación que permite trascender la dimensión imaginaria de los vínculos familiares, introduciendo una temporalidad distinta de lo instantáneo. De ahí surge la afirmación de que "el nombre es el tiempo del objeto", vinculada a la operación de reconocimiento y a la lógica del pacto, en sintonía con la noción hegeliana del tiempo de la cosa.

Sin embargo, detrás de esta estructura subyace otro nivel de lectura: la articulación del orden simbólico con la muerte, no en su dimensión biológica, sino en su relación con la pulsión de muerte y la insistencia del símbolo. Este vínculo abre un horizonte que apunta hacia lo innombrable, el litoral y el borde de lo simbólico.

Para alcanzar esta dimensión, se requiere un orden simbólico depurado de sentido, despojado de cualquier carga antropológica, lo que permitiría una exploración más radical de sus límites y posibilidades.

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