El sujeto no puede ser al mismo tiempo el que nombra y el que es nombrado sin generar una contradicción porque el lenguaje introduce una división estructural en el sujeto. Esta división es similar a la paradoja de Russell y tiene que ver con la imposibilidad de un autorreconocimiento total en el lenguaje.
Veamos esto paso a paso:
Para Lacan, el sujeto del inconsciente es un efecto del lenguaje, pero al entrar en el lenguaje, pierde algo de sí mismo. Al decir “yo”, el sujeto se designa con un significante, pero ese significante no agota todo lo que el sujeto es.
- Cuando digo “yo soy”, el yo que dice (sujeto de la enunciación) no es idéntico al yo del que se habla (sujeto del enunciado).
- Hay una distancia entre quien habla y la identidad que esa palabra designa.
Este desfase genera una hiancia, una falta estructural que impide al sujeto coincidir completamente consigo mismo.
Vayamos a la paradoja de Russell:
- El conjunto R se define a partir de una condición que se refiere a sí misma, lo que genera una contradicción.
- De manera análoga, el sujeto intenta nombrarse a sí mismo dentro del lenguaje, pero como está atrapado en la estructura simbólica, siempre hay un resto que queda fuera.
Si el sujeto pudiera capturarse completamente en un enunciado, eso significaría que hay un significante último que lo representa de manera total, lo cual es imposible en el sistema del lenguaje.
Imagina que te miras al espejo. Lo que ves es una imagen de ti, pero no eres tú mismo en sentido absoluto, sino una representación.
- El nombre propio es como ese espejo: te da una identidad, pero no es tu ser en su totalidad.
- Siempre hay algo del sujeto que no se deja atrapar por el lenguaje.
- El sujeto está dividido, nunca es idéntico a sí mismo.
- La búsqueda de un sentido total de la identidad es imposible porque el lenguaje siempre deja un vacío.
- La falta que introduce el lenguaje es lo que sostiene el deseo: siempre hay algo más allá de lo que podemos decir sobre nosotros mismos.
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