viernes, 17 de octubre de 2025

¿Cómo reconocer cuando el discurso del paciente testimonia lo inconsciente?

 Lacan recurre a la banda de Moebius como metáfora para pensar la relación entre inconsciente y consciente. En una banda de Moebius, una superficie que parece tener dos lados se revela, al recorrerla, como una sola continuidad: no hay un “adentro” y un “afuera” separados, sino un solo plano que se torsiona.

De modo análogo, para Lacan el inconsciente no está debajo de la conciencia, ni funciona como una segunda instancia oculta. Más bien, ambos forman una misma superficie de discurso, en la que el sujeto pasa —sin notarlo— del decir consciente al decir inconsciente.
El límite entre ambos no es una frontera fija, sino un punto de torsión donde el sentido se invierte, donde lo dicho “de más” o el lapsus dejan ver el reverso del lenguaje.

Así, la banda de Moebius ilustra que el inconsciente no es otro lugar, sino el reverso mismo del decir consciente: su continuidad topológica muestra que no hay dos registros separados, sino una única estructura de lenguaje, en la que el sujeto se constituye a través de sus propias vueltas y deslizamientos de sentido.

Una de las formas en que puede manifestarse la torsión discursiva —esa continuidad moebiana entre consciente e inconsciente— se advierte, fenomenológicamente, cuando el paciente pasa del registro de lo singular al de lo general.

En el comienzo, el sujeto habla desde la contingencia de su experiencia, desde lo que le ocurre a él; pero, a medida que el discurso se despliega, la enunciación se desplaza hacia el terreno de lo universal, como si una fuerza anónima hablara a través suyo. Esa fuerza anónima no es otra que el discurso del Otro, que es una de las definiciones de inconsciente.

Este pasaje recuerda la distinción kantiana entre lo singular, lo particular y lo general, pero también la lectura freudiana del superyó, cuya voz tiende a presentarse como portadora de un mandato universal.

Así, en el nivel fenomenológico del decir, esa torsión entre lo propio y lo impersonal, entre lo vivido y lo normativo, da cuenta de cómo el inconsciente se enuncia en la palabra misma, haciendo visible el punto donde el sujeto se pliega sobre la ley que lo habita. Dicho de otra manera, en este pasaje del “yo” al “todos”, del relato contingente al juicio normativo, se hace visible la torsión del decir: el punto en que el inconsciente se enuncia, velado, en la forma de una ley.

Cuando este desplazamiento aparece en la clínica, el analista encuentra allí un punto de intervención.

Interrogar eso que se presenta como universal —esa afirmación que parece incuestionable o necesaria— permite abrir el pliegue de la banda, restituir la singularidad del decir y devolver al sujeto su lugar en el enunciado.

Allí donde el discurso se endurece en la forma del “todos”, la intervención analítica apunta a hacer oír el “uno por uno”: el modo en que ese universal se sostiene, precisamente, en la palabra de un sujeto.

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