lunes, 20 de octubre de 2025

¿Qué aporta André Green al tratamiento de la hipocondría?

En esta suerte de recorrido por los autores que venimos recorriendo, analizaremos los aportes de André Green, quien retoma la cuestión de la hipocondría desde una perspectiva estructural y metapsicológica mucho más moderna, inscribiéndola en el campo de las psicosis blancas y los estados límites.

En su pensamiento, la hipocondría deja de ser simplemente un fenómeno “somático del narcisismo” (como en Freud) o una “melancolía corporal” (como en Abraham), y pasa a ser una manifestación del vacío psíquico y de la desinvestidura del objeto. Veamos sus aportes más relevantes:

1. La hipocondría como “psicosis blanca del cuerpo”

Green toma la noción de “psicosis blanca” (o “melancolía blanca”), para designar formas de sufrimiento donde no hay delirio manifiesto ni desorganización formal del pensamiento, pero sí una profunda desorganización libidinal. El sujeto parece “normal”, pero interiormente vive una especie de apagamiento psíquico.

La noción de psicosis blanca (psychose blanche) aparece en Green hacia fines de los años 70 y comienzos de los 80, principalmente en textos como “El discurso vivo” (1973) y “La locura privada” (1980). Surge de su intento de dar cuenta de patologías que no encajaban ni en la neurosis clásica (donde hay conflicto y represión) ni en la psicosis estructurada (donde hay forclusión y producción delirante). Green los llama “locuras sin delirio” o “psicosis blancas”, porque no hay color ni dramatismo (como en la psicosis florida); hay, en cambio, blancura (blanco en tanto falto de color, afecto), anestesia, vacío, una forma de muerte psíquica.

En este marco, la hipocondría aparece como una psicosis blanca del cuerpo:

  • No hay alucinaciones ni delirios corporales como en las psicosis somáticas graves.

  • Pero hay una desmentida de la vida psíquica, una retirada de la libido hacia el cuerpo que se convierte en escenario de lo que no puede pensarse.

El cuerpo se vuelve el lugar del inconsciente abolido.
(Green, 1983, “El discurso vivo”)

El cuerpo, en lugar de ser el soporte del yo, deviene el sustituto de la mente vaciada.

2. Desinvestidura del objeto y del yo

Siguiendo a Freud, Green considera que el narcisismo primario sostiene la posibilidad de investir tanto el yo como los objetos. Pero cuando este circuito se rompe —por traumas primarios, pérdidas o carencias en la función objetal—, el sujeto queda con una vida psíquica empobrecida, desinvestida.

En ese contexto, el cuerpo aparece como el último bastión de investidura: allí donde no hay pensamiento, se instala el dolor corporal. Allí donde no hay representación del objeto, se produce una sensación somática que ocupa su lugar.

Es decir, el cuerpo suple la representación faltante. El dolor hipocondríaco es, en ese sentido, una forma paradójica de mantener el lazo con el objeto: se sufre para seguir existiendo psíquicamente.

3. Del conflicto al vacío

Mientras Freud y Abraham conciben la hipocondría como un conflicto pulsional (entre investidura libidinal y retiro narcisista), Green la piensa como un trastorno del aparato psíquico mismo. No hay represión eficaz ni conflicto representacional. En su lugar, hay un agujero en el tejido psíquico, un “espacio negativo” donde la representación no se produce.

De ahí su célebre concepto de “pensamiento operatorio” (desarrollado en el contexto psicosomático, junto a Marty y de M’Uzan):

el pensamiento operatorio es una forma de pensamiento sin afecto ni simbolización, puramente funcional.
El sujeto describe sus síntomas, pero no los significa.
Ese tipo de funcionamiento está muy presente en los pacientes hipocondríacos: hablan del cuerpo, pero sin erotismo ni emoción, como si narraran una máquina que falla.

4. El cuerpo como “objeto negro”

Green introduce la idea de que el cuerpo del hipocondríaco funciona como un “objeto negro”, una especie de agujero libidinal que absorbe toda la energía psíquica. El cuerpo no es amado ni odiado: es habitado como una presencia mortífera, un lugar donde la libido se coagula.

Este “objeto negro” tiene dos efectos:

  • Devora la energía del yo (la vida psíquica se empobrece).

  • Impide la investidura de nuevos objetos (bloquea el deseo).

Por eso, el sufrimiento hipocondríaco puede volverse crónico y autorreferencial, sin apertura a la interpretación ni a la transferencia, a menos que el analista logre reinstalar algún circuito libidinal.

Implicaciones clínicas

Green propone pensar la intervención con el hipocondríaco no tanto en términos de interpretación del sentido oculto del síntoma (como en Freud o Abraham), sino en términos de reinvestidura de la vida psíquica. Algunas orientaciones:

Priorizar la función de sostén: el analista debe ofrecer una presencia que funcione como “objeto continente”, capaz de alojar los fragmentos de experiencia corporal sin exigir interpretación inmediata.

Evitar la saturación simbólica: el exceso de interpretación puede vivirse como intrusión o anulación del pequeño núcleo de investidura que queda.

Apuntar a reanimar el vínculo con el pensamiento y el afecto, no tanto a “curar el síntoma”.

En otras palabras, la dirección del tratamiento pasa por reconstruir la frontera entre cuerpo y psique, restablecer la circulación libidinal entre representación y sensación.

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