Real, Simbólico e Imaginario pueden considerarse los nombres propios de Jacques Lacan, pues constituyen las coordenadas fundamentales de su retorno a Freud. Estos registros no solo estructuran su marco conceptual, sino que también sirven como base para su crítica al psicoanálisis de su época, en la cual denuncia lo que denomina un “desvío”: el abandono de la función primaria y constituyente de la palabra en el sujeto.
Este desvío conduce la práctica analítica hacia un atolladero dominado por lo imaginario, donde prevalecen términos como significaciones, sentidos, afectividad, resistencias y lo especular. Frente a esta orientación, Lacan opone la “función del símbolo”, la cual inicialmente concibe a través de la función de la palabra y, posteriormente, desarrolla mediante el concepto de significante tomado de la lingüística.
La entrada en juego del significante introduce una materialidad propia al aparato psíquico freudiano, una materialidad vaciada de significación y sustancia. Este cambio conceptual impulsa un crecimiento exponencial en la formalización del pensamiento lacaniano, lo que se traduce en el desarrollo de sus matemas y en la elaboración de un concepto estructural del lenguaje, distinto del que propone la lingüística.
A partir de esta diferencia entre materialidad y significación, Lacan logra abordar el lenguaje prescindiendo de su función semántica. De este modo, introduce el concepto de significancia, que en La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud se aborda como el efecto de significado que el significante imprime en el sujeto, precisamente por su encadenamiento con otros significantes.
Así, se hace evidente que el significante no posee un significado intrínseco, sino que su efecto emerge del encadenamiento en la serie discursiva. Es esta estructura la que sostiene la praxis psicoanalítica lacaniana, diferenciándola de una práctica centrada en la interpretación de sentidos preestablecidos.
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