jueves, 7 de agosto de 2025

Agresividad e identificación narcisista: de lo imaginario a la estructura formal del yo

En la cuarta de las tesis que componen su texto La agresividad en psicoanálisis, Lacan establece una articulación clave entre agresividad e identificación narcisista. Es a través de este vínculo que se constituye lo que llama la estructura formal del moi (yo), y con ello, se moldea también el campo de los objetos en la experiencia humana.

Cabe recordar que estas formulaciones surgen en la década del 40, cuando Lacan inscribe estos desarrollos en el registro imaginario. Allí sitúa la pluralidad de los objetos, a diferencia del objeto simbólico privilegiado: el reconocimiento. En este contexto, la agresividad aparece como efecto estructural del estadio del espejo, en tanto el yo se forma mediante una imagen unificada y especular, cuya base es siempre una identificación alienante.

Puede decirse que en ese punto inaugural de constitución subjetiva, el sujeto se enfrenta a una disyuntiva estructural: la agresividad o la mediación de la palabra. La primera, ligada a la fascinación y rivalidad especular; la segunda, al ingreso en el orden simbólico, que habilita la diferencia y la falta.

Esta identificación imaginaria no solo configura el yo, sino que también estructura el mundo de los objetos. Y lo que Lacan subraya en este punto es su carácter formal: no se trata de un contenido psíquico, sino de una forma estructurante, determinada por la incidencia del significante. En este sentido, no es casual que el fantasma —en tanto escena subjetiva fundamental— aparezca inicialmente en el eje imaginario, condensado en la fórmula i(a).

Ahora bien, al referirse a lo formal, Lacan tiende un puente con la metapsicología freudiana: ¿qué implica llevar la agresividad más allá de su manifestación fenoménica? Significa inscribirla en una estructura que articule tópica, dinámica y economía. Es decir, dar cuenta de su función en el aparato psíquico, en el juego de fuerzas pulsionales y en la distribución del placer y el displacer.

Así, la agresividad se concibe en relación a los vínculos libidinales del yo con los objetos, y esta dimensión introduce una cierta medida, una equivalencia estructural. Al elevar la identificación al plano de lo formal, se revela también que detrás de esta se encuentra la repetición. El sujeto, como hablante, repite los mismos lazos libidinales, lo que evidencia una fijación estructural —una detención formal— en el modo en que se relaciona con el mundo y con el Otro.

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