Para abordar lo femenino desde la dimensión de un campo, Lacan necesitó poner en valor una inconsistencia que afectara al campo fálico. Esto no es posible sin trascender lo imaginario del atributo, base de todas las imaginarizaciones de la castración. Uno de los sesgos desde los que se aborda esta cuestión es lo que denomina “inexistencia”.
El recurso elegido para pensarla es el conjuntista. ¿Por qué Lacan llama significante tanto al conjunto como al elemento que en él se inscribe? Esto introduce una distancia entre el Uno del conjunto y el Uno del elemento. Usar el mismo nombre para dimensiones tan distintas permite interrogar al conjunto desde su propia autoaplicación, lo que implica un trabajo sobre el impasse.
Su estudio sobre el conjunto, con el fin de delimitar aquello que le sirve de tope —inconsistiéndolo e indemostrándolo— se apoya en la teoría de conjuntos aplicada a los números enteros y naturales. A través de la diagonal de Cantor, es posible situar un término imposible de numerar, es decir, que no puede incluirse en la serie. Surge así la pregunta: ¿lo no enumerable y lo no contable son lo mismo? Cantor muestra que se puede precisar el lugar de un número que, sin embargo, no figura en la serie. Se trata, en definitiva, de interrogar si un conjunto infinito puede o no ser enumerado.
Este trabajo, apoyado en la genialidad de Cantor, se traslada a la estructura del conjunto entendido como el Otro —sede del significante— para demostrar la imposibilidad de asignar una cardinalidad que lo cierre. Si el elemento recibe el mismo nombre que el conjunto, ¿puede ese elemento clausurarlo y hacerlo universo?
La respuesta es negativa. Por ello, Cantor recurre a la letra para cerrar aquello que el número no puede. Es la letra más allá del significante la que abre una vía de respuesta a la pregunta de por qué Lacan se apoya en ella, más allá de lo serial de la cadena.
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