Antes de que nos apuremos a tomarlas como una receta, Freud nos advierte que creó estas reglas a su medida: “esta técnica ha resultado adecuada a mi individualidad”.
Por lo tanto, no nos dejó dogmas, sino técnicas de trabajo para el analista, puestas a prueba en la clínica y entrelazadas con una teoría en construcción. Y nos invita a cada uno a ponerlas a prueba.
1. El analista debe sostener la “atención flotante”
En oposición a la asociación libre planteada a los pacientes, la atención flotante consiste en prestar la misma atención a cuanto uno escucha de un paciente, no privilegiar ningún elemento de su discurso y abandonarse a las propias “memorias inconscientes”. El analista, así, debe dejarse sorprender.
Con frecuencia escuchamos cosas al comienzo de la cura y mucho tiempo después encontramos su significación.
La atención flotante implica para el analista la supresión de prejuicios, inclinaciones personales, ideales, y estar dispuesto a escuchar. Esto también nos permite leer nuestra escucha, interrogarnos de qué modo escuchamos.
¿Cómo evita el analista la influencia de sus prejuicios, de sus pensamientos conscientes y de su fantasma sobre la atención de los pacientes? Para eso Freud aconseja el análisis del analista.
La regla de la atención flotante la debemos tomar como una regla ideal. En la práctica se enfrenta con exigencias y dificultades, pero su fin último sería una comunicación de inconsciente a inconsciente.
2. No tomar nota en forma extensa
Esto perturba la atención. Freud, él mismo nos dice, toma notas después de terminado el trabajo, de aquello que su memoria logró registrar.
3. No tomar notas exhaustivas pensando en un material clínico para publicar
Aquí Freud coloca un punto que hace a la transmisión: si el lector le da crédito al analista, no depende de datos exhaustivos sobre el material clínico.
Si creemos en el inconsciente, la selección que hace un analista para la presentación o publicación tiene un valor en esa relación paciente-analista, y esto alcanza para hacer transmisión.
4. El analista debe estar en condiciones de servirse de su inconsciente como instrumento del análisis
Aquí nos habla de “puntos ciegos”, según la expresión de Wilhelm Stekel. Se refiere a puntos no atravesados por el analista en su propio análisis que se convierten en obstáculo para el trabajo.
5. Poner en suspenso toda actitud pedagógica
Esta ambición por parte del analista, nos dice Freud, es inadecuada. ¿A qué se llama actitud pedagógica? A hacer correcciones; por ejemplo, interceder para que un niño deje de dormir con sus padres. En resumen, se refiere a tener actitud de educador, indicando lo que el paciente debería decir o hacer en una determinada situación.
Freud habla de “ambición”. Yo lo pensaría en términos de los ideales del analista, el sostener que hay una forma correcta y no poder escuchar las razones de lo que el paciente trae (razones, desde luego, inconscientes).
6. Sostener que el paciente diga todo cuanto surge en la sesión, que no censure pensamientos
Esta, dice Freud, es la regla fundamental.
Es frecuente el caso de pacientes que “practican el arte de escaparse a lo intelectual en el tratamiento, y reflexionan sobre su estado”. De esta forma, no se implican y, por lo tanto, no logran interrogarse.
Escaparse a lo intelectual puede ser racionalizar. Frente a las intervenciones, un paciente podría responder: “muy interesante, muy interesante”, y no implicarse subjetivamente.
El analizante se implica subjetivamente, por ejemplo, mediante una pregunta sobre lo que se trabaja o angustia, algo que lo toca, precisamente, en su subjetividad.
Fiel a su época, Freud termina diciendo que tiene la esperanza de que la experiencia nos lleve a un acuerdo sobre una técnica para el tratamiento de neuróticos.
Para nosotros, lo importante de estas reglas está en hacerlas jugar en los distintos tiempos de nuestra formación. Que la experiencia clínica y la construcción de conceptos les hagan decir la verdadera riqueza que tienen en cada tiempo de nuestra clínica.
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