martes, 11 de septiembre de 2018

Por dónde empezar: los comienzos del tratamiento.

¿Qué se pone en marcha cuando abrimos la puerta del consultorio por primera vez a quien nos consulta por un padecimiento? ¿Y qué hacer a partir de allí?


En qué momento y con qué ejes damos comienzo a un tratamiento psicoanalítico es un interrogante que tiene su comienzo en nuestro artículo anterior: 6 reglas de Freud para la clínica psicoanalítica.

Freud nos brinda en su trabajo “Sobre la iniciación del tratamiento” de 1913 la metáfora del juego de ajedrez, para decir que las reglas a las que está sujeto un tratamiento tienen movimientos precisos y no son de cualquier manera.

Es una metáfora para la posición del analista: teniendo en cuenta la jugada y los efectos que vuelven del contrincante, resuelve qué pieza mover en cada ocasiónl

En otros textos, con relación a la mirada del paciente, utiliza otra metáfora y dice que un análisis es equivalente a emprender un viaje.


Tiempo de prueba

Durante un primer “período de prueba”, el analista se toma unas semanas para ubicar una cuestión diagnóstica: ¿frente a qué subjetividad estamos? Es fundamental establecer esto antes de proponer el comienzo de un tratamiento, ya que la dirección de la cura será diferente en cada caso.

Años más tarde, Lacan tomó este modelo freudiano y lo llamó entrevistas preliminares. Este tiempo de entrevistas no es fijo, y en el caso de la neurosis se trata de esperar la transferencia.

Una vez concluido el período de prueba y teniendo en claro la posibilidad de trabajo con el futuro analizante se le propone el “pasaje a diván”. Esto implica dejar fuera la mirada, ya que el analista queda fuera de la mirada del paciente.

Freud lo colocó para poder abandonarse a la atención flotante, que es la contraparte de la propuesta que hacemos al paciente, la asociación libre, como lo hemos visto anteriormente.

Comienzo de tratamiento: el contrato analítico

Pasado el período de prueba y considerado el comienzo del tratamiento, se establece el contrato analítico: el tiempo y el dinero.

EL TIEMPO

Se le asigna al paciente una hora de trabajo o más por semana. Es su hora aunque no la utilice. ¿Por qué esto es fundamental? Porque la hora estipulada sirve para medir cuando aparecen las resistencias o el valor de las ausencias, enfermedades ocasionales, etc.

Nos dice Freud que si tenemos una actitud más tolerante, las ausencias se multiplican hasta amenazar la continuidad del tratamiento.

En su tiempo, Freud trabajaba con cada paciente seis días por semana.

En relación al tiempo, hay una pregunta frecuente por la duración del tratamiento. Es una pregunta imposible de responder, ya que en el psicoanálisis nos remitimos a un tiempo lógico, no cronológico, y a la atemporalidad del inconsciente. No se puede prometer tiempos cortos, aunque es necesario un compromiso de trabajo.

EL DINERO

El punto de los honorarios es un ítem difícil. En el dinero participan las equivalencias simbólicas, o sea que se juega lo sexual.

Los honorarios no solo se fijan dentro de un parámetro profesional, sino que también tienen relación con la comodidad del analista al establecer el valor de su hora de trabajo.

Por lo general se cree que un honorario bajo sería mejor tomado por el consultante; al contrario, muchas veces fomenta la dimensión del síntoma, por ejemplo, dificultades con el dinero o con el trabajo. El dinero es un elemento de intercambio simbólico y coloca un acotamiento.

En relación a este punto, Freud planteó que una actitud filantrópica del analista produce problemas transferenciales importantes que llevan a interrumpir la cura.

El dinero entra en juego de diversas maneras, no solo está quien quiere pagar menos; también está el que paga más de más, por ejemplo en un equívoco.

Hay una anécdota al respecto. Lacan recibió a un paciente, quien en la primera entrevista le habló sobre su situación precaria. En el momento de la pregunta por los honorarios, Lacan le dijo que simplemente le pague con lo que llevaba en los bolsillos. Resultó ser una cantidad mucho mayor a la que él solía cobrar, lo cual demostró el verdadero valor de la intervención.

El contrato analítico muchas veces no lo explicitamos, pero es importante tenerlo en cuenta, en especial, y no sin la consideración sobre el dinero, el punto del horario convenido más allá de que el paciente lo utilice o no.

A lo largo del tratamiento, nos sirve para evaluar qué relación a la falta tiene el sujeto: si está dispuesto a perder su hora con el pago consiguiente; si se niega a perder, y entonces el que pierde es el analista; si nos pide recuperar para no hacerse cargo, etc. Son distintos modos en que se juega la pérdida en transferencia.

¿Con qué material se comienza el tratamiento?

Una vez ubicadas las condiciones de la cura, pasamos a la cuestión de los materiales.

Hay que dejar al paciente hacer su relato. No se trata de un diálogo, sino que debe comunicar todo lo que se le ocurre, sin dejar nada de lado.

Cada fragmento de la historia va a ser contado muchas veces y en esa repetición aparecerán elementos que ni el paciente tenía en cuenta. Esto permite construir nexos importantes que dan lugar a nuevas asociaciones.

La transferencia

Freud nos da una indicación precisa, para la interpretación, el analista debe esperar que se dé un momento preciso en el comienzo de la cura.

La meta del primer tiempo de tratamiento es el surgimiento de la transferencia.

Se necesita tiempo. El paciente por sí solo, nos dice Freud, “produce un allegamiento y enhebra al médico en unas imagos de aquellas personas de quienes estuvo acostumbrado a recibir amor”.

Es el primer tiempo del amor de transferencia. El paciente reedita rasgos antiguos y repite reacciones infantiles: se pone en juego lo más pulsional. El amor de transferencia es el carácter del enamoramiento.

Los desafíos más serios para el trabajo del analista consisten en el manejo de la transferencia.

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